La chica de la limpieza

En otro piso del edificio, Kristen Lawrence tarareaba suavemente mientras pasaba la mopa por los pasillos impecables de la compañía Davis Fragrances, se había prometido a si misma no derramar ni una sola lágrima más por aquel infeliz que la había traicionado, decidió continuar adelante manteniendo su espíritu inquebrantable y no volver a creer en ningún hombre nunca más. Los altos ventanales dejaban entrar la luz de la tarde, dándole a todo un resplandor dorado. El sonido de las risas y las bromas entre sus compañeros hacía su trabajo más ameno.

—¡Kristen, no trabajes tanto, que nos vas a dejar mal a todos! —bromeó uno de sus compañeros, Max, un tipo robusto con una sonrisa constante.

—Ya sabes cómo soy, Max —respondió Kristen con una sonrisa traviesa—. Si no hago esto, no me siento en paz.

—Siempre tan entregada, ¿eh? —comentó Sara, otra trabajadora, mientras pasaba a su lado con un carrito de limpieza—. Por eso todo el mundo te adora aquí.

Kristen sonrió, encogiéndose de hombros. Disfrutaba su trabajo, pero más que eso, disfrutaba de la camaradería que compartía con sus compañeros. Era querida por todos en la empresa, desde los empleados de seguridad hasta los altos ejecutivos que la saludaban cuando la veían en los pasillos.

Mientras recogía algunas papeleras, su teléfono vibró en el bolsillo. Lo sacó y vio una notificación del área de limpieza. Había una emergencia en la oficina del mismísimo Erik Davis.

—¿Qué habrá pasado esta vez? —se preguntó Kristen en voz baja, preparándose para dirigirse a la oficina del CEO.

Erik estaba sentado en su escritorio, con los brazos cruzados y una mirada que podría derretir acero. Sofía, sentada en una pequeña silla frente a él, lo miraba con los ojos llenos de lágrimas, luchando por no romper a llorar. La pequeña acababa de tirar accidentalmente la taza de café de Erik sobre el escritorio, manchando importantes papeles y desparramando el líquido por el suelo.

—¡Ya te dije que te quedaras quieta! —bramó Erik, su paciencia agotada—. ¡No te muevas de esa silla!

Sofía sollozó en silencio, aferrando su peluche como si fuera lo único que la mantenía a salvo en ese momento. Erik, incapaz de calmarse, presionó el intercomunicador con fuerza.

—¡Esther, llama al área de limpieza! ¡Quiero a alguien aquí inmediatamente para que limpie este desastre!

Esther, la secretaria, respondió con voz temblorosa.

—Sí, señor Davis, enseguida.

Erik se pasó la mano por el rostro, intentando contener su frustración. No había pedido esto. No había pedido a una niña que lo interrumpiera todo, que desordenara su vida perfectamente estructurada. No podía lidiar con esto, y mucho menos en un día tan complicado.

Unos minutos después, la puerta se abrió suavemente, y Kristen entró con una sonrisa educada, cargando su cubeta de limpieza y una mopa.

—¿Llamaron al servicio de limpieza? —dijo con su habitual tono alegre.

Erik ni siquiera levantó la mirada.

—Sí, limpia todo lo más rápido que puedas.

Kristen asintió, pero sus ojos cayeron inmediatamente sobre Sofía. La niña, con los ojos llenos de lágrimas y la carita triste, era un cuadro desgarrador. Kristen, con su instinto natural para tratar con los demás, no pudo evitar sonreírle dulcemente.

—Hola, pequeña —le dijo suavemente mientras comenzaba a limpiar el desastre—. ¿Qué pasó aquí?

Sofía se mordió el labio, nerviosa, pero algo en la calidez de Kristen la hizo sentir un poco más segura.

—Se cayó… —dijo en un susurro—. El café…

Kristen se agachó a su nivel, pasando una mano por el cabello de Sofía, como si intentara reconfortarla.

—No te preocupes, todos tenemos accidentes a veces —le dijo con una sonrisa cálida—. Lo importante es que estás bien, ¿no?

Sofía asintió tímidamente, y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro por primera vez desde que había llegado a esa oficina.

Erik, que había estado observando la interacción de reojo, se sorprendió al ver la rápida conexión entre Kristen y la niña. Había algo en la forma en que Kristen trataba a Sofía que parecía calmar a la pequeña de una manera que él no había logrado en horas.

Kristen, ajena a la mirada de Erik, siguió limpiando el café derramado, mientras charlaba suavemente con Sofía.

—¿Te gustan los peluches? —preguntó Kristen, señalando al muñeco que la niña sujetaba con fuerza.

—Es mi osito —respondió Sofía, acariciando su peluche—. Se llama Toby.

—Toby  es un buen nombre, seguro que es un muy buen amigo —dijo Kristen con una sonrisa—. Por cierto, ¿Cual es tu nombre, pequeña?

—Me llamo Sofía—respondió la niña.

—Me gusta, es tan lindo como tú.

Erik, aunque aún frustrado, no pudo evitar notar el cambio en la atmósfera de la habitación. El caos parecía haberse desvanecido, sustituido por la suave energía de Kristen. Su manera de interactuar con Sofía era natural, sin esfuerzo. Y, por primera vez en horas, la niña no parecía asustada.

Kristen terminó de limpiar y se puso de pie, dedicando una última sonrisa a Sofía antes de mirar a Erik.

—Listo, señor Davis. Todo limpio —anunció con su tono habitual, profesional pero cálido.

Erik asintió, aún confundido por la calma repentina de Sofía.

—Gracias —dijo, intentando sonar más relajado de lo que se sentía.

Kristen se dirigió hacia la puerta, pero antes de salir, miró de nuevo a Sofía y le guiñó un ojo.

—Cuídate, Sofía —dijo suavemente.

El reloj marcaba la una de la tarde, y el estómago de Erik gruñía de hambre. Miró a Sofía, sentada en silencio, abrazando a su peluche. Frustrado por no saber cómo manejar la situación, presionó el intercomunicador.

—Esther, trae comida para la niña. Y encárgate de encontrar una niñera. Necesito a alguien las 24 horas hasta que todo esto se solucione.

La secretaria respondió de inmediato:

—Lo de la comida no es problema, señor Davis. Pero encontrar una niñera a esta hora… tomará al menos un día.

Erik cerró los ojos un momento, tratando de contener la irritación. No podía permitirse perder más tiempo con esto, y mucho menos encargarse de una niña que apenas conocía. Fue entonces cuando una idea cruzó por su mente: La chica de la limpieza.. Recordó la conexión inmediata que había tenido con Sofía. Tal vez no fuera una niñera, pero parecía tener una habilidad natural para lidiar con la niña.

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