Conflictos

Erik se sentía incómodo con la reacción que Kristen le provocaba, no era común que ese tipo de cosas le sucedieran, y mucho menos con una empleada.

—Suban al coche —dijo con su tono habitual, aunque con un leve matiz de confusión que no pudo esconder del todo.

Kristen, sin percatarse del impacto que había causado en él, ayudó a Sofía a entrar en el asiento trasero, asegurándose de que estuviera cómoda antes de ocupar su lugar en el asiento delantero.

Mientras arrancaba el coche, Erik no podía evitar echar miradas rápidas a Kristen de reojo. A pesar de su irritación, algo en su presencia lo descolocaba. Hasta ese momento, ella había sido solo una trabajadora más en su empresa, alguien que cumplía con su deber sin destacar. Pero ahora, sentada a su lado, Kristen parecía más que eso. Había algo en su calma, en la forma en que había manejado a Sofía, y en cómo, sin proponérselo, había logrado despertar en él una mezcla de emociones que no sabía cómo procesar.

Sacudió la cabeza, centrando su atención en la calle. No era el momento de dejarse llevar por distracciones. Tenía que resolver la situación de Sofía, y Kristen era solo una parte temporal de esa ecuación.

Sin embargo, a pesar de sus intentos de ignorarla, la imagen de Kristen seguía ocupando su mente.

El trayecto hasta la casa de Erik se llevó a cabo en completo silencio. El rugido del motor era lo único que llenaba el aire, mientras Sofía miraba por la ventana con ojos tristes, y Kristen se mantenía en su lugar, incómoda con la creciente tensión que se sentía en el ambiente. Erik, con el ceño fruncido, intentaba concentrarse en la carretera, pero su mente seguía regresando a la niña y, de manera inesperada, a Kristen.

Finalmente, llegaron a la majestuosa mansión de Erik, una construcción moderna y elegante en una de las zonas más exclusivas de Londres. Las luces exteriores iluminaban el imponente edificio, dejando claro que pertenecía a un hombre poderoso.

Kristen bajó del coche junto a Sofía, quien parecía pequeña y desorientada frente a la inmensidad de la casa. Mientras caminaban hacia la entrada, Erik seguía con pasos firmes, tratando de ocultar su irritación.

El mayordomo, un hombre mayor vestido impecablemente, abrió la puerta con una sonrisa educada.

—Señor Davis, bienvenido.

Pero antes de que Erik pudiera responder, una figura apareció detrás del mayordomo, desplazándose con elegancia. Era una mujer alta y exuberante, con el cabello rubio perfectamente peinado y un vestido ajustado que dejaba poco a la imaginación. Su sonrisa deslumbrante se dirigió directamente a Erik.

—Cariño, ¡al fin llegas! —dijo la mujer, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello y dándole un beso en la boca que duró un poco más de lo necesario.

Kristen se detuvo en seco, y Sofía apretó más fuerte la mano de Kristen, buscando consuelo.

Erik respondió al beso con una rigidez evidente. Cuando la mujer apartó su rostro, sus ojos se encontraron con Sofía, y de inmediato su expresión cambió. Una sombra de confusión cruzó por su rostro, que rápidamente se transformó en molestia.

—¿Quiénes son ellas? —preguntó, mirando a la niña y a Kristen como si fueran intrusas en su territorio.

Erik apartó a la mujer con suavidad, pero su rostro mostraba clara incomodidad.

—Es… complicado —murmuró, intentando evitar una escena frente a Kristen y Sofía.

—¿Complicado? —repitió la mujer con una risa sarcástica—. ¿Qué está pasando aquí, Erik? Exijo una explicación.

Sasha lo miraba con incredulidad, cruzando los brazos con un gesto de pura molestia.

—¿Qué demonios es esto, Erik? —dijo, señalando a Sofía y a Kristen, que estaban a un lado, observando la tensa escena—. ¿Me vas a explicar qué está pasando?

Erik se llevó una mano a la frente, claramente cansado de la situación, pero manteniendo la calma.

—La niña —dijo, con un tono más bajo—, es mi hija. Y Kristen —la señaló con la cabeza— es su niñera.

Sasha soltó una carcajada, claramente incrédula—. ¿Tu hija? —repitió con burla—. Vamos, Erik. Seguramente te están tomando el pelo. No vas a caer en esto, ¿verdad?

Erik apretó los dientes, manteniéndose sereno—. No te debo explicaciones, Sasha. Y no voy a discutir esto contigo. Será mejor que te vayas.

—¿Qué? ¿Me estás echando? —dijo, dando un paso hacia él, sus ojos destilando furia.

—Exacto —respondió Erik, su tono cortante—. Te llamo después.

Sasha lo miró durante un par de segundos, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando. Luego, sin decir una palabra más, giró sobre sus talones y salió de la casa, dando un portazo que retumbó por todo el vestíbulo.

El silencio que quedó fue incómodo. Erik se quedó mirando la puerta por un momento antes de girarse hacia Kristen.

—Será mejor que te lleves a la niña—ordeno con autoridad.

Ella asintió y el mayordomo la guió hacia la habitación que ocuparía la niña, Kristen se quedó maravillada ante la escena que tenía ante sus ojos, era una habitación a todo lujo, mucho más de lo que cualquiera podría desear.

Kristen y Sofía llegaron al comedor justo cuando el mayordomo comenzaba a servir la cena. La pequeña miraba a su alrededor, un poco nerviosa, mientras Kristen le daba una sonrisa tranquilizadora.

De repente, la puerta se abrió y Erik entró al comedor. Pero antes de sentarse, les lanzó una mirada rápida y, con voz firme, anunció:

—No cenaré con ustedes.

Kristen frunció el ceño, y antes de que pudiera pensar en lo que hacía, se levantó de la mesa y lo siguió al pasillo.

—¿Cómo que no va a cenar? —le reclamó, su tono lleno de incredulidad—. Es la primera noche que Sofía está aquí. ¿De verdad va a dejarla sola con los empleados?

Erik se giró hacia ella, claramente molesto por el reclamo—. No te pedí tu opinión, Kristen —le respondió, con un tono prepotente—. Ya es bastante incómodo tener que lidiar con esta niña que ni siquiera sé si es realmente mi hija, como para también cancelar mis compromisos.

Kristen sintió que la sangre le hervía. Lo miró directamente a los ojos y, antes de poder contenerse, le lanzó la respuesta.

—La niña tampoco tiene la culpa de su falta de responsabilidad —replicó, desafiándolo—. Si no quería traer hijos al mundo, debió haber  tomado las debidas precauciones. 

Erik se quedó inmóvil, sorprendido por su atrevimiento. Nadie le hablaba así. Por un momento, el silencio se apoderó del pasillo, y algo en su mirada cambió. El desafío en los ojos de Kristen lo golpeó de una manera que no esperaba.

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