Kristen llegó a la mansión sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Había cerrado el capítulo con Mark, pero aún así, la confrontación había removido viejas heridas. Sin embargo, no esperaba encontrarse con Erik esperándola en la entrada, su rostro endurecido por la furia.—¡Por fin apareces! —exclamó Erik, con un tono que hizo eco en el vestíbulo—. ¿Sabes lo que pudo haber pasado? ¡Sofía cayó a la piscina! ¡Podría haber sido mucho peor! ¿Cómo se te ocurre dejarla sola?Kristen se detuvo en seco. El remordimiento se apoderó de ella al escuchar lo que había sucedido. Sofía era especial para ella y la sola idea de que le hubiera pasado algo grave la estremecía. Sin embargo, el tono agresivo de Erik empezaba a colmar su paciencia.—Lo siento, señor—respondió, tratando de mantener la calma—. Tuve que salir por motivos urgentes. No era mi intención que algo así pasara. Afortunadamente, la niña está bien.—¿“Afortunadamente”? —replicó Erik, su voz elevándose—. No es solo cuestión de suert
La semana había pasado rápidamente en la mansión Davis. Kristen se había integrado a la rutina diaria de Sofía con naturalidad. Desde los desayunos hasta los momentos de juego en el jardín, la niña no se despegaba de ella, y Erik comenzaba a notar la felicidad que Sofía irradiaba cuando estaba cerca de Kristen. Cada risa, cada gesto, parecían ir llenando un vacío en la vida de su hija. Y aunque Erik no podía negar que la relación entre Kristen y Sofía lo impresionaba, con ella mantenía su trato distante, siempre mezclado con una pizca de arrogancia.—Sofía, hoy iremos a dar un paseo por el jardín —dijo Kristen con su tono alegre, levantando a la pequeña en brazos.—¿Puedo llevar mi osito? —preguntó Sofía, mirando a Kristen con ojos brillantes.—Claro, llévalo —respondió ella, acariciándole la mejilla.Desde la terraza, Erik las observaba. Había algo en la forma en que Kristen cuidaba a su hija que lo conmovía, aunque nunca lo admitiría. Para él, Kristen era simplemente una empleada, a
Kristen subió al coche con el corazón todavía acelerado por la música y las luces de la discoteca. Se acomodó en el asiento del copiloto mientras Erik arrancaba con un silencio tenso entre ambos. Había esperado una noche de diversión, algo que la ayudara a olvidarse de las preocupaciones diarias, pero ahora se encontraba atrapada en un ambiente incómodo que cortaba el aire.El motor rugía mientras Erik se alejaba de la discoteca, y finalmente, rompió el silencio con una voz cargada de reproche.—No puedo creer que te exhibieras de esa manera en ese lugar —gruñó, sin apartar la vista del camino.Kristen lo miró sorprendida, incapaz de disimular su molestia.—¿Disculpe? —replicó, arqueando una ceja—. Soy una mujer soltera y sin compromisos, no tengo por qué rendirle cuentas.—Eso no es excusa —replicó él, apretando el volante con más fuerza de la necesaria—. Eres la niñera de Sofía. La persona que está a cargo de mi hija tiene que ser un ejemplo. ¿Qué clase de imagen crees que proyectas
Erik cerró los ojos por un momento, dejando escapar un suspiro cansado. La presión de su padre por el matrimonio le tenía agotado. ¿Cómo podía pensar en casarse cuando apenas comenzaba a acostumbrarse a su nueva vida con Sofía? Y luego estaba Kristen… Desde aquel beso inesperado, su mente la evocaba constantemente.Decidido a encontrar un respiro, tomó las llaves de su coche y se dirigió a su casa en lugar de la oficina. Sabía que ver a Sofía le traería algo de paz.Cuando entró en el vestíbulo, su mirada se posó en la pequeña sentada en el suelo, con los lápices de colores desparramados a su alrededor. Dibujaba un caballo con gran concentración. A unos metros, Kristen observaba con una sonrisa en los labios.—Papá, ¡mira lo que hice! —dijo Sofía con entusiasmo, levantando su dibujo.Erik sonrió, sintiendo cómo el peso en sus hombros comenzaba a aligerarse. Se arrodilló junto a ella para ver el dibujo más de cerca.—Es un caballo muy bonito, cariño. ¿Te gustan los caballos?—¡Sí! —exc
Un débil gemido escapó de los labios de Sofía, lo suficientemente fuerte para que ambos lo oyeran. Kristen dejó escapar un sollozo de alivio, y Erik la abrazó con fuerza, cerrando los ojos para contener sus emociones.—Está viva… está viva —repitió Kristen, incapaz de controlar las lágrimas.—Tenemos que llevarla adentro y llamar al médico inmediatamente —dijo Erik, recobrando la compostura. Se levantó con Sofía en brazos, dirigiéndose hacia la casa con una determinación renovada, mientras Kristen corría por delante para asegurarse de que todo estuviera listo para recibir a la niña. Luego de un rato el médico llego para revisar a la pequeña, tenia un fuerte golpe en la cabeza, por lo que tardaría un tiempo en despertar. —Por que no recobra la conciencia doctor—preguntó Erik angustiado. —Recibió un fuerte golpe en la cabeza al caer del caballo, lo que la dejó inconsciente, pero sus signos vitales están bien, será cuestión de un rato para que Sofía despierte—contestó el doctor con voz
Alan tomó el sobre con manos temblorosas, sintiendo un nudo en el estómago. Al abrirlo y leer el contenido, su corazón se hundió. El resultado era negativo.—Lo siento, Erik —dijo Alan con voz grave, mirándolo con empatía—. La niña no es tu hija biológica.Erik apretó los labios y respiró hondo. Durante un momento, permaneció en silencio, tratando de procesar la noticia. Luego, se enderezó, con una determinación en sus ojos que no había tenido antes.—No importa —dijo, su voz firme—. Me haré cargo de ella. Sofía será mi hija, con o sin este resultado.Alan lo miró con sorpresa.—¿Estás seguro? Podrías buscar a la familia biológica o…—No —lo interrumpió Erik—. No sé por qué Jennifer me mintió, pero estoy convencido de que debió tener sus razones. Sea lo que sea, esa niña merece un hogar estable, y voy a dárselo.Cuando Erik llegó a casa, encontró a Sofía jugando en la sala. Al verlo, la niña corrió hacia él con una gran sonrisa.—¡Papá! —gritó, extendiendo los brazos para abrazarlo.El
Erik estaba de pie junto a la ventana de su despacho, mirando el paisaje que se extendía más allá del cristal. Las palabras de la llamada anónima seguían resonando en su cabeza como un eco maldito: “Tú sí tienes una hija, pero nunca la encontrarás.” Sentía una impotencia terrible y una rabia creciente por no saber quién estaba detrás de todo esto ni qué motivos tenía para jugar con su vida de esa manera.Mientras él se debatía entre la confusión y el dolor, la puerta se abrió con suavidad y Kristen se apareció en el umbral.—¿Qué ha pasado, Erik? —preguntó Kristen, su voz llena de preocupación—. Te veo… malErik respiró hondo antes de hablar, como si las palabras fueran difíciles de sacar.—Recibí una llamada anónima… —dijo con un tono grave—. Saben que la niña no es mi hija pero… que sí tengo una hija en algún lugar. Solo que nunca la encontraré.Kristen se separó un poco para mirarlo a los ojos, su expresión reflejaba incredulidad y alarma.—¿Eso te dijeron? —susurró, sin apartar la
Sasha salió de la oficina con el corazón encogido, pero con una decisión firme. Si Erik no quería escucharla, alguien más lo haría. Y sabía exactamente a quién acudir. Tomó un taxi y se dirigió directamente a la residencia de los Davis.Al llegar, fue recibida por una de las empleadas domésticas, quien la condujo al elegante salón donde Verónica, la esposa de Charles Davis, disfrutaba de una copa de vino. La madrastra de Erik levantó la mirada al verla entrar.—Sasha, querida, ¿a qué se debe tu visita tan inesperada? —preguntó Verónica, alzando una ceja mientras un ligero gesto de desagrado se formaba en sus labios.—Necesitaba hablar contigo, Verónica. Es algo muy importante… y tiene que ver con Erik —respondió Sasha, tomando asiento frente a ella.Verónica apoyó la copa en la mesa de mármol y cruzó las piernas, adoptando una expresión de interés mezclada con escepticismo.—¿Qué ha hecho ahora mi querido hijastro? —replicó con una sonrisa maliciosa.—No es exactamente lo que ha hecho