Erik cerró los ojos por un momento, dejando escapar un suspiro cansado. La presión de su padre por el matrimonio le tenía agotado. ¿Cómo podía pensar en casarse cuando apenas comenzaba a acostumbrarse a su nueva vida con Sofía? Y luego estaba Kristen… Desde aquel beso inesperado, su mente la evocaba constantemente.Decidido a encontrar un respiro, tomó las llaves de su coche y se dirigió a su casa en lugar de la oficina. Sabía que ver a Sofía le traería algo de paz.Cuando entró en el vestíbulo, su mirada se posó en la pequeña sentada en el suelo, con los lápices de colores desparramados a su alrededor. Dibujaba un caballo con gran concentración. A unos metros, Kristen observaba con una sonrisa en los labios.—Papá, ¡mira lo que hice! —dijo Sofía con entusiasmo, levantando su dibujo.Erik sonrió, sintiendo cómo el peso en sus hombros comenzaba a aligerarse. Se arrodilló junto a ella para ver el dibujo más de cerca.—Es un caballo muy bonito, cariño. ¿Te gustan los caballos?—¡Sí! —exc
Un débil gemido escapó de los labios de Sofía, lo suficientemente fuerte para que ambos lo oyeran. Kristen dejó escapar un sollozo de alivio, y Erik la abrazó con fuerza, cerrando los ojos para contener sus emociones.—Está viva… está viva —repitió Kristen, incapaz de controlar las lágrimas.—Tenemos que llevarla adentro y llamar al médico inmediatamente —dijo Erik, recobrando la compostura. Se levantó con Sofía en brazos, dirigiéndose hacia la casa con una determinación renovada, mientras Kristen corría por delante para asegurarse de que todo estuviera listo para recibir a la niña. Luego de un rato el médico llego para revisar a la pequeña, tenia un fuerte golpe en la cabeza, por lo que tardaría un tiempo en despertar. —Por que no recobra la conciencia doctor—preguntó Erik angustiado. —Recibió un fuerte golpe en la cabeza al caer del caballo, lo que la dejó inconsciente, pero sus signos vitales están bien, será cuestión de un rato para que Sofía despierte—contestó el doctor con voz
Alan tomó el sobre con manos temblorosas, sintiendo un nudo en el estómago. Al abrirlo y leer el contenido, su corazón se hundió. El resultado era negativo.—Lo siento, Erik —dijo Alan con voz grave, mirándolo con empatía—. La niña no es tu hija biológica.Erik apretó los labios y respiró hondo. Durante un momento, permaneció en silencio, tratando de procesar la noticia. Luego, se enderezó, con una determinación en sus ojos que no había tenido antes.—No importa —dijo, su voz firme—. Me haré cargo de ella. Sofía será mi hija, con o sin este resultado.Alan lo miró con sorpresa.—¿Estás seguro? Podrías buscar a la familia biológica o…—No —lo interrumpió Erik—. No sé por qué Jennifer me mintió, pero estoy convencido de que debió tener sus razones. Sea lo que sea, esa niña merece un hogar estable, y voy a dárselo.Cuando Erik llegó a casa, encontró a Sofía jugando en la sala. Al verlo, la niña corrió hacia él con una gran sonrisa.—¡Papá! —gritó, extendiendo los brazos para abrazarlo.El
Erik estaba de pie junto a la ventana de su despacho, mirando el paisaje que se extendía más allá del cristal. Las palabras de la llamada anónima seguían resonando en su cabeza como un eco maldito: “Tú sí tienes una hija, pero nunca la encontrarás.” Sentía una impotencia terrible y una rabia creciente por no saber quién estaba detrás de todo esto ni qué motivos tenía para jugar con su vida de esa manera.Mientras él se debatía entre la confusión y el dolor, la puerta se abrió con suavidad y Kristen se apareció en el umbral.—¿Qué ha pasado, Erik? —preguntó Kristen, su voz llena de preocupación—. Te veo… malErik respiró hondo antes de hablar, como si las palabras fueran difíciles de sacar.—Recibí una llamada anónima… —dijo con un tono grave—. Saben que la niña no es mi hija pero… que sí tengo una hija en algún lugar. Solo que nunca la encontraré.Kristen se separó un poco para mirarlo a los ojos, su expresión reflejaba incredulidad y alarma.—¿Eso te dijeron? —susurró, sin apartar la
Sasha salió de la oficina con el corazón encogido, pero con una decisión firme. Si Erik no quería escucharla, alguien más lo haría. Y sabía exactamente a quién acudir. Tomó un taxi y se dirigió directamente a la residencia de los Davis.Al llegar, fue recibida por una de las empleadas domésticas, quien la condujo al elegante salón donde Verónica, la esposa de Charles Davis, disfrutaba de una copa de vino. La madrastra de Erik levantó la mirada al verla entrar.—Sasha, querida, ¿a qué se debe tu visita tan inesperada? —preguntó Verónica, alzando una ceja mientras un ligero gesto de desagrado se formaba en sus labios.—Necesitaba hablar contigo, Verónica. Es algo muy importante… y tiene que ver con Erik —respondió Sasha, tomando asiento frente a ella.Verónica apoyó la copa en la mesa de mármol y cruzó las piernas, adoptando una expresión de interés mezclada con escepticismo.—¿Qué ha hecho ahora mi querido hijastro? —replicó con una sonrisa maliciosa.—No es exactamente lo que ha hecho
Erik se mantuvo firme, sus ojos destellando con furia mientras encaraba a su padre y a Veronica.—No voy a dejar que sigan metiéndose en nuestras vidas —dijo con voz firme—. Me quedaré con Sofía, aunque no les guste.Charles apretó los labios con disgusto, el rostro enrojecido por la ira.—Si insistes en seguir adelante con esa locura —replicó, elevando la voz—, por lo menos hazlo bien. Cásate con una mujer respetable para adoptar a la niña. Al menos así, pareceremos una familia filantrópica, preocupándonos por una desamparada.El comentario provocó en Erik una mezcla de indignación y asco. No podía creer la frialdad con la que su familia abordaba la situación, reduciendo a Sofía a un simple accesorio para mejorar su imagen.—¿Así es como ven esto? —dijo Erik con desdén—. Sofía no es un medio para limpiar su imagen o alimentar su hipocresía de “familia respetable”. Es una niña, no un proyecto filantrópico.Se volvió hacia la puerta, decidido a no escuchar más. Cuando llegó al umbral,
Erik y Kristen llegaron al antiguo departamento de Jennifer, con la determinación reflejada en sus rostros. El edificio lucía viejo, con las paredes desconchadas y un aire de abandono que se percibía en el ambiente. Al llegar al vestíbulo, una mujer robusta, con el cabello recogido en un moño desordenado y expresión severa, los detuvo.—¿Qué buscan? —preguntó la portera, con voz rasposa y mirada recelosa.—Queremos entrar al departamento de Jennifer —contestó Erik, sin rodeos—. Sabemos que ella vivía aquí.La mujer se cruzó de brazos y alzó una ceja.—Jennifer ya no vive aquí. La última en salir fue Marta, acompañada de una niña. Y no sé nada más.Kristen intercambió una mirada preocupada con Erik. La mención de Marta, la niñera de confianza de Jennifer, complicaba las cosas. Si había huido, podría significar que estaba involucrada o asustada. Erik dio un paso adelante, acercándose a la portera.—Necesitamos buscar en el departamento. Podría haber algo que nos ayude a encontrar a Mart
El hombre del portón llevó el silbato a sus labios y sopló con fuerza, llenando el aire con un sonido agudo y penetrante. De inmediato, un grupo de hombres apareció desde el interior del orfanato, avanzando con rapidez hacia la entrada. Eran corpulentos, con miradas severas y posturas que sugerían que no dudaban en usar la fuerza.Kristen retrocedió instintivamente, pero Erik dio un paso adelante, interponiéndose entre ella y los hombres que se acercaban. Levantó una mano en señal de calma, aunque su mandíbula estaba tensa.—No queremos problemas —dijo Erik, con voz firme—. Solo buscamos información.Uno de los hombres, el que parecía estar al mando, dejó escapar una risa seca y despectiva.—Entonces será mejor que se vayan por las buenas —dijo, cruzando los brazos sobre su pecho—. O se arrepentirán de haberse metido donde no deben. No es un lugar para curiosos.Kristen sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La forma en que los hombres los rodeaban dejaba claro que las palabras d