Una dolorosa realidad
Alan tomó el sobre con manos temblorosas, sintiendo un nudo en el estómago. Al abrirlo y leer el contenido, su corazón se hundió. El resultado era negativo.

—Lo siento, Erik —dijo Alan con voz grave, mirándolo con empatía—. La niña no es tu hija biológica.

Erik apretó los labios y respiró hondo. Durante un momento, permaneció en silencio, tratando de procesar la noticia. Luego, se enderezó, con una determinación en sus ojos que no había tenido antes.

—No importa —dijo, su voz firme—. Me haré cargo de ella. Sofía será mi hija, con o sin este resultado.

Alan lo miró con sorpresa.

—¿Estás seguro? Podrías buscar a la familia biológica o…

—No —lo interrumpió Erik—. No sé por qué Jennifer me mintió, pero estoy convencido de que debió tener sus razones. Sea lo que sea, esa niña merece un hogar estable, y voy a dárselo.

Cuando Erik llegó a casa, encontró a Sofía jugando en la sala. Al verlo, la niña corrió hacia él con una gran sonrisa.

—¡Papá! —gritó, extendiendo los brazos para abrazarlo.

El
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