—¿Qué crees que estás haciendo, Sasha? —espetó Erik, tratando de mantener la voz baja para no llamar más la atención—. Estoy harto de tus impertinencias. Ya no quiero tener nada que ver contigo. Resígnate y haz tu vida.—Erik, no hables así —respondió ella, con los ojos llenos de lágrimas fingidas—. Sabes que siempre hemos tenido algo especial. No puedes simplemente olvidarlo…—Lo olvidé hace mucho —la interrumpió con frialdad—. Esto se acabó. No importa cuánto drama hagas.Sin esperar respuesta, Erik se alejó, dejando a Sasha parada en medio del salón. Avanzó con rapidez, decidido a encontrar a Kristen, pero se detuvo en seco cuando una mano firme lo sujetó del hombro.—Erik, necesito que vengas conmigo —dijo su padre, Charles, con tono autoritario.Erik lo siguió a regañadientes hasta el centro del salón, donde su padre pidió la atención de todos los presentes.—Queridos amigos, damas y caballeros —comenzó Charles, esbozando una sonrisa encantadora—, es un honor para mí dirigirme a
—Kristen, por favor, lleva a Sofía a su habitación por un momento —dijo Erik, haciendo un esfuerzo por controlar su voz.Kristen no dudó en obedecer. Tomó a Sofía de la mano y subió con ella, mientras escuchaba a Erik hablar con la mujer.—Soy Margaret Jones, de los servicios de protección al menor —dijo la mujer, con un tono profesional que no dejaba lugar a dudas de que estaba acostumbrada a situaciones difíciles—. Hemos recibido una denuncia que indica que la pequeña Sofía no es su hija biológica, señor Davis. Según los registros, la niña fue sustraída de uno de los orfanatos del Estado. Estamos aquí para llevárnosla de regreso.Erik apretó los puños, controlando el impulso de alzar la voz.—¿Sustraída? —repitió, incrédulo—. ¿Y cómo es que ustedes, que supuestamente están a cargo de su bienestar, permitieron que algo así ocurriera? ¿Qué garantía tengo de que van a protegerla si no pudieron hacerlo antes? Sofía está en muy buenas manos aquí, y no voy a entregarla así como así. Neces
Erik tenía a Mark sometido en el piso, su puño firme apretando la camisa del otro con una furia que no podía contener. Su respiración era agitada, y sus ojos lanzaban chispas de ira mientras lo miraba con desprecio.—¿Cómo te atreves a ponerle las manos encima? —rugió Erik, acercando su rostro al de Mark—. Eres un desgraciado sin ningún tipo de respeto por los demás.Mark soltó una carcajada amarga, aunque la posición en la que se encontraba no le permitía moverse demasiado.—Estás loco, Erik—replicó, esforzándose por zafarse del agarre—. Ella me quiere a mí, ¿entiendes? Tengo todo el derecho a acercarme a Kristen.—No digas estupideces —le cortó Eric, apretando su agarre con más fuerza—. Acaban de conocerse.Mark lo miró con un aire de superioridad, como si creyera tener una carta oculta.—No, hermanito —espetó—. Kristen y yo tenemos historia juntos, hasta íbamos a casarnos. Solo estamos distanciados, y si tú no hubieras aparecido, habríamos arreglado las cosas.Desde donde estaba, K
Erik estaba en su despacho, absorto en pensamientos que iban mucho más allá de los papeles frente a él. Las imágenes de Kristen en su mente, con la piel aún perlada por el agua de la ducha, lo distraían, y cada intento de centrarse solo le hacía revivir la escena con más fuerza.Sacudió la cabeza. Necesitaba enfocarse en lo importante: Sofía y el complicado proceso de custodia. Sabía que su vida como playboy iba en su contra. A los ojos de los jueces, no era la imagen de estabilidad. Tras largas noches buscando una salida, solo una opción parecía tener sentido. Pero al verla, se dio cuenta de que proponerlo no sería fácil.Kristen llamó a la puerta y entró, ajena al conflicto que batallaba en su interior. Erik la observó, su corazón acelerado, pero su expresión permaneció imperturbable.—Dime, Erik—preguntó preocupada.—Kristen. Hay algo… que quiero hablar contigo. Es sobre Sofía y la custodia —Erik hizo una pausa, considerando cuidadosamente cada palabra—. Mis… antecedentes no me ayu
Erik salió a toda velocidad del lugar del incendio en cuanto colgó el teléfono con Kristen. Su mente iba a mil, y con cada kilómetro que recorría, su preocupación por Sofía aumentaba. Mientras conducía, llamó a Alan Gray, su amigo y abogado de confianza, para explicarle la situación.—Alan, necesito que vengas a mi casa ahora mismo —dijo con urgencia—. Lleva el amparo que conseguimos para que Sofía se quede conmigo mientras dure el juicio. Margaret y una familia están en mi casa intentando llevarse a la niña.—Entendido, Erik. Estoy en camino y llevaré el amparo. Esto se va a resolver de inmediato —aseguró Alan.Al llegar, Erik apenas había dado unos pasos fuera del auto cuando Alan apareció detrás de él. Ambos entraron con rapidez a la mansión Davis, donde Margaret ya esperaba en el vestíbulo junto a la familia que había traído.Margaret los recibió con una sonrisa cínica.—Señor Davis necesitamos que nos entregue a la niña, ellos son su familia adoptiva ahora—.Erik no se inmutó y s
Mark y Sasha apenas podían respirar cuando escucharon los golpes insistentes en la puerta.—Es… es mi madre —susurró Mark, pálido—. ¿Qué hace aquí?—No lo sé, pero tienes que esconderte, ¡rápido! —Sasha señaló el clóset, mientras se recomponía la ropa y se acomodaba el cabello con manos temblorosas—. Vamos, entra ahí, por favor.Mark asintió y, con el corazón latiendo con fuerza, se deslizó en el clóset, cerrando la puerta sin hacer ruido. Sasha respiró hondo, tratando de calmarse antes de abrir la puerta. Al recibir a Verónica, se esforzó por esbozar una sonrisa.—¡Verónica! Qué sorpresa —dijo, intentando sonar despreocupada—. No esperaba visitas.Verónica arqueó una ceja, con una sonrisa ligera y evaluadora.—Así parece. Tienes una expresión… peculiar, querida. Casi pareciera que no estás sola. —La mirada de Verónica recorrió a Sasha de pies a cabeza—. Y no deberías sentir pena por ello. Erik no ha sido el hombre más devoto, y tú no tienes ninguna atadura oficial con él. Sería lógic
Erik estaba revisando unos contratos en su oficina cuando la puerta se abrió sin previo aviso. Alan, su mejor amigo y confidente, entró con una sonrisa de oreja a oreja.—¡Erik! ¿Estás listo para el almuerzo?Erik se reclinó en su silla, soltando el bolígrafo y cruzando los brazos.—Aún no, Alan. Quería decirte algo antes.Alan alzó una ceja, notando la seriedad en el tono de su amigo.—¿Ahora qué pasa? No me digas que has cambiado de idea sobre el matrimonio —bromeó, pero se calló al ver que Erik no sonreía.—Ya tengo a quien será mi esposa, Alan. Se trata de Kristen.La sorpresa de Alan dio paso rápidamente a una sonrisa astuta, y se cruzó de brazos mientras lo miraba con complicidad.—¿Kristen? ¡Vaya, vaya! Hasta que por fin atraparán al soltero más cotizado de Londres. —Alan soltó una carcajada—. Y para colmo, te casas con una mujer hermosa. Ese matrimonio no tiene nada de conveniente ni de aburrido, amigo. Estoy seguro de que terminarán enamorados.Erik rodó los ojos y sacudió la
La música resonaba con intensidad en el departamento de Alan. Erik no era del tipo de hombre que disfrutara de estos eventos, pero su amigo lo había arrastrado hasta allí con la excusa de que no podía casarse sin una digna despedida de soltero. Mientras observaba distraído el espectáculo, una bailarina con movimientos gráciles y precisos captó su atención.Sin saber por qué, Erik no podía apartar los ojos de ella. Había algo familiar en su figura, en la delicadeza de sus gestos. Cuando la chica se acercó al borde del escenario, haciendo una pirueta, el antifaz que llevaba cayó al suelo, dejando su rostro al descubierto.—¡Alison! —exclamó Erik, sorprendido.Alison se detuvo en seco, con los ojos desorbitados, al ver a Erik. Sin saber cómo reaccionar, intentó apartarse, pero Erik ya se había levantado de su asiento y caminaba hacia ella.—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó él en voz baja, mirándola fijamente—. Tenía entendido que eras camarera.Alison tragó saliva, sintiendo el peso d