Erik regresó a la mansión pasadas las 11 de la noche, al entrar, notó un ruido leve proveniente de la cocina. Frunció el ceño, extrañado por la actividad a esa hora, y se acercó en silencio. Cuando llegó a la puerta, se encontró con una escena que no esperaba: Kristen estaba allí, de espaldas, con una camiseta larga que le caía hasta los muslos. Parecía estar buscando algo en la alacena.Eric se apoyó en el marco de la puerta, dejando que una sonrisa perezosa se formara en sus labios.—¿Crees que es hora de andar deambulando por la casa? —dijo, con un toque de ironía en la voz.Kristen se giró rápidamente, sosteniendo un vaso de leche. Sus mejillas se sonrojaron ligeramente al verlo, pero no bajó la mirada.—No podía dormir —replicó con naturalidad, encogiéndose de hombros—. Pensé que un poco de leche caliente ayudaría.Eric la miró con interés, sus ojos paseando sobre ella de manera casi involuntaria.—¿O me estabas esperando? —añadió, con una chispa juguetona en su tono.Kristen alz
En las oficinas de Davis Fragance, el ambiente se tornaba cada vez más tenso. Desde el inesperado anuncio de la existencia de la pequeña Sofía, los rumores no dejaban de crecer. La prensa, siempre al acecho, no tardó en hacer preguntas incómodas sobre la responsabilidad de Erik Davis como padre. La situación estaba afectando la imagen de la compañía, y aunque Erik intentaba mantenerse enfocado en el trabajo, no podía ignorar el creciente murmullo a su alrededor.Por eso, había llamado a Alan Gray a su despacho. Su mejor amigo y director comercial, era el único en quien confiaba para manejar la crisis con discreción. Mientras Alan revisaba algunos documentos, Erik rompió el silencio que pesaba en el aire.—Alan, no me hables de estrategias de marketing —replicó Erik con un tono frustrado mientras se pasaba una mano por el cabello—. Ni siquiera estoy seguro de que la niña sea realmente mi hija.—Lo entiendo, Erik, pero los rumores están por todos lados —respondió Alan Gray, su expresión
Erik logró alcanzarla justo a tiempo. Sofía se tambaleaba en el borde de la acera cuando el rugido del camión se acercaba a toda velocidad. En un solo movimiento, él la jaló hacia su pecho, abrazándola con fuerza mientras el vehículo pasaba zumbando junto a ellos. La pequeña se aferró a su camisa, temblando y llorando desconsoladamente.—Tranquila, pequeña. Todo está bien —murmuró Erik con la voz entrecortada, sorprendiéndose a sí mismo al sentir un nudo en la garganta. A pesar de toda su arrogancia y el escepticismo con el que había recibido a Sofía, algo en su interior se activó sin pensarlo, empujándolo a protegerla con todo lo que tenía.Kristen y Alan se acercaron con cautela. La escena que tenían ante ellos era conmovedora: Erik, el hombre aparentemente frío y distante, acunaba a la niña con una dulzura inesperada. Kristen sintió un calor en el pecho mientras miraba a Sofía rendirse en los brazos de Erik, y no pudo evitar acercarse para consolarla también.—Yo… yo solo quería ir
Kristen caminaba por el centro comercial con paso decidido. La luz del sol se filtraba a través del techo de cristal, iluminando su cabello suelto que caía en ondas sobre sus hombros. Se detuvo frente a una tienda de ropa elegante, donde los maniquíes mostraban conjuntos que irradiaban sofisticación y seguridad. Miró su reflejo en la vitrina y respiró hondo.—Es hora de dejar el pasado atrás —murmuró para sí misma.Entró a la tienda y eligió un vestido ajustado de color vino, con un escote discreto pero elegante. Lo acompañó con unos tacones de aguja negros y un bolso de mano a juego. Cuando salió del probador, la vendedora la miró con aprobación.—Le queda perfecto, señorita —dijo la mujer, sonriendo—. Es un cambio radical.Kristen asintió. Ese era el objetivo.Horas más tarde, después de dejar a Sofía en manos de Sarah, Kristen se dirigió al lugar acordado para su encuentro con Mark. Llegó un poco antes y ocupó una mesa junto a la ventana, y no pudo evitar traer al presente recuerdo
Kristen llegó a la mansión sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Había cerrado el capítulo con Mark, pero aún así, la confrontación había removido viejas heridas. Sin embargo, no esperaba encontrarse con Erik esperándola en la entrada, su rostro endurecido por la furia.—¡Por fin apareces! —exclamó Erik, con un tono que hizo eco en el vestíbulo—. ¿Sabes lo que pudo haber pasado? ¡Sofía cayó a la piscina! ¡Podría haber sido mucho peor! ¿Cómo se te ocurre dejarla sola?Kristen se detuvo en seco. El remordimiento se apoderó de ella al escuchar lo que había sucedido. Sofía era especial para ella y la sola idea de que le hubiera pasado algo grave la estremecía. Sin embargo, el tono agresivo de Erik empezaba a colmar su paciencia.—Lo siento, señor—respondió, tratando de mantener la calma—. Tuve que salir por motivos urgentes. No era mi intención que algo así pasara. Afortunadamente, la niña está bien.—¿“Afortunadamente”? —replicó Erik, su voz elevándose—. No es solo cuestión de suert
El aroma a café recién hecho y pasteles horneados llenaba el aire, envolviendo a Kristen en un cálido abrazo. Era un día especial, su cumpleaños, y había decidido sorprender a Mark con algo que jamás había imaginado. Mientras las primeras luces del amanecer se filtraban a través de las ventanas de la elegante cafetería, Kristen sintió que su corazón latía con fuerza, tanto por la anticipación de su regalo como por la emoción de dar un paso tan importante en su relación.Desde que había empezado a trabajar allí, su vida había dado un giro inesperado. Mark, el propietario de la cafetería, había entrado en su vida como un torbellino, trayendo consigo risas, caricias furtivas y un magnetismo que la había dejado anhelante. Ella creía en sus dulces promesas, en cada mirada intensa que compartían. Para ella, él era mucho más que un jefe; era el hombre que la hacía sentir viva. Pero hoy, estaba dispuesta a traicionar su promesa de mantener su virginidad hasta el matrimonio, impulsada por el a
En otro piso del edificio, Kristen Lawrence tarareaba suavemente mientras pasaba la mopa por los pasillos impecables de la compañía Davis Fragrances, se había prometido a si misma no derramar ni una sola lágrima más por aquel infeliz que la había traicionado, decidió continuar adelante manteniendo su espíritu inquebrantable y no volver a creer en ningún hombre nunca más. Los altos ventanales dejaban entrar la luz de la tarde, dándole a todo un resplandor dorado. El sonido de las risas y las bromas entre sus compañeros hacía su trabajo más ameno.—¡Kristen, no trabajes tanto, que nos vas a dejar mal a todos! —bromeó uno de sus compañeros, Max, un tipo robusto con una sonrisa constante.—Ya sabes cómo soy, Max —respondió Kristen con una sonrisa traviesa—. Si no hago esto, no me siento en paz.—Siempre tan entregada, ¿eh? —comentó Sara, otra trabajadora, mientras pasaba a su lado con un carrito de limpieza—. Por eso todo el mundo te adora aquí.Kristen sonrió, encogiéndose de hombros. Di
—Esther, llama a la chica que estuvo aquí hace un rato. Que venga ahora a mi oficina.Hubo una breve pausa antes de que Esther respondiera:—Kristen Lawrence?—.—No tengo idea de como rayos se llama, solo pídele que venga inmediatamente.Kristen había terminado de almorzar en la sala de descanso cuando recibió la llamada de la secretaria. Algo en su tono la hizo preguntarse qué quería exactamente Erik Davis de ella. ¿Había otro desastre en su oficina? No le parecía probable, pero tampoco era el tipo de persona que cuestionaba sus órdenes.Con un suspiro, se dirigió al ascensor y subió al piso ejecutivo. Al llegar, tocó la puerta con suavidad.—Adelante —dijo la voz autoritaria de Erik desde el otro lado.Kristen abrió la puerta y se encontró nuevamente con la escena: Sofía sentada en la silla con su peluche, y Erik de pie junto a su escritorio, con los brazos cruzados y una expresión que revelaba su frustración.—Señor Davis, ¿en qué puedo ayudarlo? —preguntó con su habitual profesion