En las oficinas de Davis Fragance, el ambiente se tornaba cada vez más tenso. Desde el inesperado anuncio de la existencia de la pequeña Sofía, los rumores no dejaban de crecer. La prensa, siempre al acecho, no tardó en hacer preguntas incómodas sobre la responsabilidad de Erik Davis como padre. La situación estaba afectando la imagen de la compañía, y aunque Erik intentaba mantenerse enfocado en el trabajo, no podía ignorar el creciente murmullo a su alrededor.Por eso, había llamado a Alan Gray a su despacho. Su mejor amigo y director comercial, era el único en quien confiaba para manejar la crisis con discreción. Mientras Alan revisaba algunos documentos, Erik rompió el silencio que pesaba en el aire.—Alan, no me hables de estrategias de marketing —replicó Erik con un tono frustrado mientras se pasaba una mano por el cabello—. Ni siquiera estoy seguro de que la niña sea realmente mi hija.—Lo entiendo, Erik, pero los rumores están por todos lados —respondió Alan Gray, su expresión
Erik logró alcanzarla justo a tiempo. Sofía se tambaleaba en el borde de la acera cuando el rugido del camión se acercaba a toda velocidad. En un solo movimiento, él la jaló hacia su pecho, abrazándola con fuerza mientras el vehículo pasaba zumbando junto a ellos. La pequeña se aferró a su camisa, temblando y llorando desconsoladamente.—Tranquila, pequeña. Todo está bien —murmuró Erik con la voz entrecortada, sorprendiéndose a sí mismo al sentir un nudo en la garganta. A pesar de toda su arrogancia y el escepticismo con el que había recibido a Sofía, algo en su interior se activó sin pensarlo, empujándolo a protegerla con todo lo que tenía.Kristen y Alan se acercaron con cautela. La escena que tenían ante ellos era conmovedora: Erik, el hombre aparentemente frío y distante, acunaba a la niña con una dulzura inesperada. Kristen sintió un calor en el pecho mientras miraba a Sofía rendirse en los brazos de Erik, y no pudo evitar acercarse para consolarla también.—Yo… yo solo quería ir
Kristen caminaba por el centro comercial con paso decidido. La luz del sol se filtraba a través del techo de cristal, iluminando su cabello suelto que caía en ondas sobre sus hombros. Se detuvo frente a una tienda de ropa elegante, donde los maniquíes mostraban conjuntos que irradiaban sofisticación y seguridad. Miró su reflejo en la vitrina y respiró hondo.—Es hora de dejar el pasado atrás —murmuró para sí misma.Entró a la tienda y eligió un vestido ajustado de color vino, con un escote discreto pero elegante. Lo acompañó con unos tacones de aguja negros y un bolso de mano a juego. Cuando salió del probador, la vendedora la miró con aprobación.—Le queda perfecto, señorita —dijo la mujer, sonriendo—. Es un cambio radical.Kristen asintió. Ese era el objetivo.Horas más tarde, después de dejar a Sofía en manos de Sarah, Kristen se dirigió al lugar acordado para su encuentro con Mark. Llegó un poco antes y ocupó una mesa junto a la ventana, y no pudo evitar traer al presente recuerdo
Kristen llegó a la mansión sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Había cerrado el capítulo con Mark, pero aún así, la confrontación había removido viejas heridas. Sin embargo, no esperaba encontrarse con Erik esperándola en la entrada, su rostro endurecido por la furia.—¡Por fin apareces! —exclamó Erik, con un tono que hizo eco en el vestíbulo—. ¿Sabes lo que pudo haber pasado? ¡Sofía cayó a la piscina! ¡Podría haber sido mucho peor! ¿Cómo se te ocurre dejarla sola?Kristen se detuvo en seco. El remordimiento se apoderó de ella al escuchar lo que había sucedido. Sofía era especial para ella y la sola idea de que le hubiera pasado algo grave la estremecía. Sin embargo, el tono agresivo de Erik empezaba a colmar su paciencia.—Lo siento, señor—respondió, tratando de mantener la calma—. Tuve que salir por motivos urgentes. No era mi intención que algo así pasara. Afortunadamente, la niña está bien.—¿“Afortunadamente”? —replicó Erik, su voz elevándose—. No es solo cuestión de suert
La semana había pasado rápidamente en la mansión Davis. Kristen se había integrado a la rutina diaria de Sofía con naturalidad. Desde los desayunos hasta los momentos de juego en el jardín, la niña no se despegaba de ella, y Erik comenzaba a notar la felicidad que Sofía irradiaba cuando estaba cerca de Kristen. Cada risa, cada gesto, parecían ir llenando un vacío en la vida de su hija. Y aunque Erik no podía negar que la relación entre Kristen y Sofía lo impresionaba, con ella mantenía su trato distante, siempre mezclado con una pizca de arrogancia.—Sofía, hoy iremos a dar un paseo por el jardín —dijo Kristen con su tono alegre, levantando a la pequeña en brazos.—¿Puedo llevar mi osito? —preguntó Sofía, mirando a Kristen con ojos brillantes.—Claro, llévalo —respondió ella, acariciándole la mejilla.Desde la terraza, Erik las observaba. Había algo en la forma en que Kristen cuidaba a su hija que lo conmovía, aunque nunca lo admitiría. Para él, Kristen era simplemente una empleada, a
Kristen subió al coche con el corazón todavía acelerado por la música y las luces de la discoteca. Se acomodó en el asiento del copiloto mientras Erik arrancaba con un silencio tenso entre ambos. Había esperado una noche de diversión, algo que la ayudara a olvidarse de las preocupaciones diarias, pero ahora se encontraba atrapada en un ambiente incómodo que cortaba el aire.El motor rugía mientras Erik se alejaba de la discoteca, y finalmente, rompió el silencio con una voz cargada de reproche.—No puedo creer que te exhibieras de esa manera en ese lugar —gruñó, sin apartar la vista del camino.Kristen lo miró sorprendida, incapaz de disimular su molestia.—¿Disculpe? —replicó, arqueando una ceja—. Soy una mujer soltera y sin compromisos, no tengo por qué rendirle cuentas.—Eso no es excusa —replicó él, apretando el volante con más fuerza de la necesaria—. Eres la niñera de Sofía. La persona que está a cargo de mi hija tiene que ser un ejemplo. ¿Qué clase de imagen crees que proyectas
Erik cerró los ojos por un momento, dejando escapar un suspiro cansado. La presión de su padre por el matrimonio le tenía agotado. ¿Cómo podía pensar en casarse cuando apenas comenzaba a acostumbrarse a su nueva vida con Sofía? Y luego estaba Kristen… Desde aquel beso inesperado, su mente la evocaba constantemente.Decidido a encontrar un respiro, tomó las llaves de su coche y se dirigió a su casa en lugar de la oficina. Sabía que ver a Sofía le traería algo de paz.Cuando entró en el vestíbulo, su mirada se posó en la pequeña sentada en el suelo, con los lápices de colores desparramados a su alrededor. Dibujaba un caballo con gran concentración. A unos metros, Kristen observaba con una sonrisa en los labios.—Papá, ¡mira lo que hice! —dijo Sofía con entusiasmo, levantando su dibujo.Erik sonrió, sintiendo cómo el peso en sus hombros comenzaba a aligerarse. Se arrodilló junto a ella para ver el dibujo más de cerca.—Es un caballo muy bonito, cariño. ¿Te gustan los caballos?—¡Sí! —exc
Un débil gemido escapó de los labios de Sofía, lo suficientemente fuerte para que ambos lo oyeran. Kristen dejó escapar un sollozo de alivio, y Erik la abrazó con fuerza, cerrando los ojos para contener sus emociones.—Está viva… está viva —repitió Kristen, incapaz de controlar las lágrimas.—Tenemos que llevarla adentro y llamar al médico inmediatamente —dijo Erik, recobrando la compostura. Se levantó con Sofía en brazos, dirigiéndose hacia la casa con una determinación renovada, mientras Kristen corría por delante para asegurarse de que todo estuviera listo para recibir a la niña. Luego de un rato el médico llego para revisar a la pequeña, tenia un fuerte golpe en la cabeza, por lo que tardaría un tiempo en despertar. —Por que no recobra la conciencia doctor—preguntó Erik angustiado. —Recibió un fuerte golpe en la cabeza al caer del caballo, lo que la dejó inconsciente, pero sus signos vitales están bien, será cuestión de un rato para que Sofía despierte—contestó el doctor con voz