La envidia de Susan
Erik regresó a la mansión pasadas las 11 de la noche, al entrar, notó un ruido leve proveniente de la cocina. Frunció el ceño, extrañado por la actividad a esa hora, y se acercó en silencio. Cuando llegó a la puerta, se encontró con una escena que no esperaba: Kristen estaba allí, de espaldas, con una camiseta larga que le caía hasta los muslos. Parecía estar buscando algo en la alacena.

Eric se apoyó en el marco de la puerta, dejando que una sonrisa perezosa se formara en sus labios.

—¿Crees que es hora de andar deambulando por la casa? —dijo, con un toque de ironía en la voz.

Kristen se giró rápidamente, sosteniendo un vaso de leche. Sus mejillas se sonrojaron ligeramente al verlo, pero no bajó la mirada.

—No podía dormir —replicó con naturalidad, encogiéndose de hombros—. Pensé que un poco de leche caliente ayudaría.

Eric la miró con interés, sus ojos paseando sobre ella de manera casi involuntaria.

—¿O me estabas esperando? —añadió, con una chispa juguetona en su tono.

Kristen alzó
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