Bianca:
Ella no se atrevió a admitir la verdad, pero cuando escucha la propuesta de Alexander no pudo evitar sentir una increíble sensación de alivio recorrer su cuerpo.
Aquella era su oportunidad, la oportunidad que había estado esperando toda su vida, y no pensaba echarlo a perder.
Bianca encontraría la forma de librarse de su pasado, de los malditos matones que asediaban su vida día y noche sin descanso alguno. Alexander era la respuesta a sus suplicas al cielo, él la salvaría sin saber que lo estaba haciendo.
Cuando él dijo: —Si, acepto esas condiciones—. El alma de Bianca volvió a entrar en su cuerpo, mientras luchaba por ocultar una sonrisa creciente.
Se iba a mudar allí, por dos o tres semanas… con suerte un mes, ella estaría allí, lejos de los malditos mafiosos que vendían su cuerpo como si no fuera mas que un trozo de carne.
Desde que era una adolescente, ella había tenido que trabajar entregando su cuerpo a tipos abusivos, peligrosos y extremadamente violentos. Toda su vida había sido una pesadilla constante de la cual parecía ser incapaz de despertar… hasta ese momento. Hasta que escucho las palabras de Alexander.
—Bueno, lo mejor será que me instale aquí cuanto antes, para empezar a planear todo y conocerte realmente—dijo ella. Una mentira, una increíble y absurda mentira.
Con el correr del tiempo, ella había aprendido a leer las intenciones de los hombres con demasiada facilidad. Una habilidad que le había salvado la vida en reiteradas ocasiones. Por eso, Bianca sabia perfectamente que las intenciones de Alexander eran nobles, el en verdad estaba enamorado de la mujer de sus sueños y deseaba tener una ultima oportunidad para estar con ella.
Bianca valoraba aquel intento y sin lugar a dudas lo ayudaría. Sin embargo, lo que el no sabia es que en esa “ayuda” hacia él, él la estaría ayudando a ella misma.
—Me parece bien… ¿Tendría que llamar a la agencia para arreglar el asunto del dinero? —pregunto Alexander con calma.
El corazón de Bianca se aceleró. Estaba pasando. Los milagros si existían.
—Lo mejor seria que vayas a la agencia en persona y arregles ese tema con ellos—respondió ella intentando sonar calmada. La verdad, era que Alexander tenia que ir el mismo a hablar sobre el tema ya que no le creerían si lo decía por llamada.
Eran muy pocos los hombres que alquilaban la compañía de alguien durante días, ni hablar semanas. Lo mas habitual eran un par de horas y ya.
—Perfecto—dijo el millonario poniéndose de pie, mientras se volvía hacia su hermano—¿Vienes con nosotros?
—Lo lamento, tengo una cita esta noche—se excusó Simón, una mentira evidente—. Pasen una linda noche.
Alexander asintió lentamente a su hermano, mientras contemplaba lo que iba a ocurrir en un par de horas. El estaría a solas en esa casa con una mujer.
El pasaría la noche a solas con Bianca.
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Alexander:
El millonario trago duro, mientras caminaba con firmeza entre los pasillos en penumbras de aquel lugar. El aire estaba viciado con el aroma de cigarrillos y otros narcóticos tóxicos e ilegales.
No le agradaba, aquello no le gustaba en lo mas mínimo. Sin embargo, el siguió avanzando, adentrándose mas y mas en la oscuridad, guiado por Bianca, quien caminaba unos pasos por delante.
Los hombres allí tenían un aspecto espantoso. Todos estaban drogados o en compañía de mujeres medio desnudas. Alexander avanzaba evitando mirarlo a los ojos, sintiendo cierta vergüenza e incomodidad.
Una leve sospecha había comenzado a gestarse en su interior, seguida por cierto temor.
Bianca finalmente se detuvo frente a la única puerta que aquel lugar parecía tener, llamo, y luego de hablar con quién parecía ser un guardaespaldas, ella se volvió hacia Alexander finalmente.
—Puedes entrar, Arrobin está esperando. Arreglaras las cosas con el—le explico ella con una leve sonrisa. Sin embargo, estaba claro que a ella le gustaba tanto como a el estar en ese maldito lugar.
—¿Tu no vienes conmigo? —pregunto sorprendido el millonario.
—No…—comenzó a decir ella, lanzando una mirada lesiva y asustadiza hacia el hombre en la puerta—, no se me permite pasar. Suerte, Alexander.
Ella le deseo suerte a él, a ella. Suerte para ambos, que la necesitarían.
Alexander asintió y se deslizo en el interior. Allí se encontró con un hombre desagradable, no solo en su apariencia, también en actitud.
Arrobin era un hombre de avanzada edad, de estatura baja, calvo y barrigón. Contaba montañas de dinero mientras una mujer medio desnuda a su lado consumía cocaína con total calma.
Alexander reprimió el impulso que lo invadió para escapar de allí, teniendo un único pensamiento en mente. Necesitaba irse de allí con Bianca, ella seria la clave para todo.
—¿Quieres alquilar a Bianca por un mes? —escupió Arrobin con voz gangosa, deslizando sus ojos rojizos finalmente hacia él.
>> ¿Un mes? << pensó el millonario. Aquel no había sido el arreglo. Sin embargo, le parecía lógico que aquellas personas intentaran volver la situación a su favor. Sacando la mayor ventaja posible a todo ese asunto.
—Si… Ella se quedará conmigo durante un mes. ¿Cuál es el precio? —el tono que Alexander había empuñado había sido el mismo que solía utilizar para llevar adelante negocios importantes con compradores necios.
La sonrisa de Arrobin evidencio unos labios podridos que le repugnaron.
—Bianca… ella siempre fue especial. Yo lo sé, en la cama es una de nuestras mejores chicas. Puede llevar a un hombre a la gloria si lo desea. Imagino que por eso te atrajo… pero por ese mismo motivo, ella es cara—ronroneo Arrobin, mientras se reclinaba hacia atrás con calma.
Las palabras se deslizaron dentro de la mente de Alexander. Fue entonces cuando el comprendió todo.
Bianca era una prostituta, obligada a trabajar allí. De otro modo, dudaba que una mujer como ella se metiera en la cama con un hombre como Arrobin por mera voluntad.
Fue entonces cuando el lo decidió. Luego de ver aquello, luego de escuchar aquellas cosas, el tomo una decisión de la cual no pensaba arrepentirse.
—Cambie de opinión, no la quiero por un mes. La quiero para toda la vida—escupió Alexander cruzando los brazos sobre su pecho—. Quiero comprarla. ¿Cuál es su precio?
Los ojos de Arrobin brillaron, mientras esbozaba una sonrisa espantosa. Fue entonces que Alexander comprendió que hizo un mal movimiento, acababa de revelar su jugada.
Él no podría comprar a Bianca. Arrobin jamás la dejaría marcharse. Al menos no solo por dinero.
—¿Estás seguro? —pregunto Bianca ingresando lentamente a la casa de Alexander. Su mirada seguía igual de brillante que antes.Alexander se volvió hacia ella con una leve sonrisa.—¿Acaso no confías en mi palabra?—pregunto el observándola directamente—. Arrobin me dejo “alquilar” tus servicios por dos meses.Era verdad. Alexander había hablado y debatido con el mafioso durante una hora, hasta llegar a un acuerdo. Él le permitió alquilar a Bianca solo por dos meses, sin importar la suma de dinero que Alexander ofreciera a cambio, Arrobin se había mantenido firme en sus palabras.Dos meses, ese era todo el tiempo que tenían.Cuando el millonario salió de lo que parecía ser la oficina de Arrobin comprendió una cosa. Ese hombre era pura maldad.—Si, claro que confío en tu palabra—mintió Bianca—… es solo que hace mucho tiempo no me ocurre algo bueno.Al oír aquellas palabras, Alexander sintió como si alguien apretara su corazón con fuerza. Tanto así que no le permitía respirar.El había est
—¿En verdad tenemos que hacerlo? —pregunto Alexander sentado en el borde de la cama. Un par de centímetros más y el caería al suelo sobre su trasero.Al otro lado de la cama, con los pies cruzados se encontraba Bianca, observándolo como si estuviera ante la presencia de un alíen. Alexander era un hombre extraño y totalmente diferente a lo que estaba acostumbrada.El millonario estaba a punto de caer al suelo porque se sentía intimidado por ella. Aquello hacia que Bianca se sintiera mas cómoda; a fin de cuentas, los hombres solían aprovecharse de ella una vez que pagaban por sus servicios.Bianca jamás había conocido a un hombre bueno y decente, con honor y nobles intenciones. Si le hubieran dicho semanas atrás que esa clase de hombres existían se hubiera echado a reír… hasta ahora.Hasta que conoció a Alexander.—¿Por qué no quieres hacerlo? —pregunto ella. No estaba decepcionada, muy por el contrario, ella estaba sorprendida.El millonario mordisqueo su labio inferior, mientras engan
No fue necesario intercambiar palabras. Antes de poder decir cualquier cosa, Bianca había saltado de la cama, corriendo hacia el baño para asearse.Alexander gruño y maldijo, mientras salía de la cama y comenzaba a buscar entre sus cosas. Simón preparo el desayuno para los tres; para el momento en que el millonario salió del cuarto de ducha, su hermano ya lo esperaba con la comida lista en la mesa.—¿Qué les dijiste? —escupió el millonario tomando finalmente asiento.—Que te avisaría de inmediato, logre retrasar todo una hora advirtiendo que tenías planes—respondió Simón, mientras comenzaba a desayunar.Alexander respiro aliviado, al menos había conseguido algo.—Bien, perfecto—su tono era medio muerto y casi vacío, mientras su mente se encontraba acosada por millones de pensamientos.Simón noto aquello e intento aliviar la carga de su hermano.—¿Iras con Bianca? —pregunto, buscando la manera de distraerlo.Alexander parpadeo en su dirección, saliendo de su bruma de pensamientos.—Cla
—Te ves increíble, Bianca—dijo Simón con una sonrisa tirando de sus labios, mientras le lanzaba una mirada lasciva. Bianca le devolvió la sonrisa, mientras sostenía su mirada. El chico de cabello tintado ero honesto, algo que Bianca rara vez lograba encontrar en una persona. Del mundo del cual provenía, la honestidad no solo podía ser considerado un signo de debilidad, también, era lo que podía llevarte a la ruina si la empleabas con la persona equivocada. Pero Simón era honesto, amable y aparentemente gracioso. —Gracias, Simón… tú también te ves bien—respondió ella. A su lado, Alexander se removió un poco inquieto, mientras seguían avanzando por las calles de la ciudad. El millonario iba al volante, Bianca en el asiento de acompañante, mientras que Simón se asomaba entre el asiento de ambos, mirando hacia el frente. —Es verdad, te ves muy hermosa, Bianca—logro susurrar con un hilo de voz Alexander, mientras luchaba con todas sus fuerzas para evitar que su rostro se tornara rojo
Alexander: Su mente abandono su cuerpo por completo, mientras sentía todo su cuerpo mas liviano, como si flotara por encima del agua. El observo a Franchesca llegar hasta ellos con una sonrisa preciosa y no pudo hacer otra cosa que no fuera admirarla. Era perfecta. Su sonrisa, la modestia con la que parecía observar todo, su forma de caminar, incluso su rostro parecía ser perfecto. Semejante a los ángeles. —Lamento mucho la demora, me retrase con algunos asuntos familiares—dijo ella con un tono de voz tan dulce que enmudecio al millonario. —Hola, Franchesca, es un gusto tenerte aquí—saludo con amabilidad la vibora que se encontraba frente a Bianca—. Te presento a mi hijo, Alexander. Alexander se puso de pie, hipnotizado, para saludar a Franchesca mientras que Bianca observo toda la situación con un nudo atravesado en su garganta. Ciertamente no tenia margen para competir con una mujer como la que estaba ante ella. Franchesca no solo era atractiva, sino que también se notaba su re
Bianca observo a Alexander con especial detenimiento, mientras se obligaba a si misma a esbozar una sonrisa feliz. La verdad era que los nervios la estaban devorando por dentro. Nuevos sentimientos totalmente desconocidos para ella la estaban abrumando, mientras se preguntaba una y otra vez ¿Qué demonios ocurriría con ella si Alexander se enamoraba de Franchesca antes de tiempo?—¿Estas bien, Bianca? —pregunto el millonario ladeando ligeramente la cabeza, mientras sostenía su mirada.Ella parpadeo. Al parecer Alexander había estado hablándole durante algunos minutos, en los cuales ella simplemente se había perdido en los pensamientos.—Estoy bien, Alec, solo un poco cansada—respondió ella, mintiendo, mientras intentaba que sus ojos brillaran.Alexander dejo las prendas a un lado de la cama, para aproximarse a ella con pasos firmes. Cuando llego junto a Bianca, el se arrodilló, quedando a la misma altura que ella sentada en aquel sofá individual.La mirada verde del millonario se clavo
Cuando Bianca volvió a abrir los ojos al día siguiente, ella se encontraba durmiendo en la enorme cama de Alexander. El millonario descansaba a su lado enfundado en un elegante pijama. Bianca frunció el ceño, mientras sentía como todo su cuerpo transpiraba de manera exagerada, mientras que Alexander permanecía inmaculado. Sin demasiadas vueltas, ella se incorporó, saliendo de la cama y se deslizo en total silencio al interior de la ducha. No fue necesario pensarlo demasiado; aprovechando que el día recién comenzaba ella se preparo la bañera y se deslizo en su interior. Necesitaba un buen baño relajante que le reiniciara la existencia. o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o Alexander: El millonar
—¡Alec, Bianca! —grito Simón al otro lado del cuarto.Al oír aquellas palabras, ambos parpadearon, saliendo de aquel extraño estado de transe en el que se encontraban.—¡Estamos encerrados en el baño! —respondió Alexander, mientras Bianca se apartaba de él rápidamente.Un par de segundos más tarde, Simón abrió la puerta del cuarto de baño, con una sonrisa lupina surcando sus labios.—Bueno… ¿Qué tenemos aquí? —ronroneo el hombre de cabello tintado observándolos a ambos durante algunos segundos, antes de tomar unas toallas que había fuera para arrojárselas a ambos—. ¿Estaban jugando y se quedaron encerrador?Nervioso e inquieto, Alexander volvió su rostro hacia Bianca, en busca de alguna ayuda de su parte para aclarar aquel engorroso asunto. Pero ella simplemente permaneció callada, con el rostro rojo por la vergüenza.—No molestes, Simón—gruño Alexander, mientras se acomodaba la toalla alrededor de su cintura de mejor modo y salía del cuarto de baño.—Yo… me cambiare y saldré de inmed