Capítulo 4:

Bianca:

Ella no se atrevió a admitir la verdad, pero cuando escucha la propuesta de Alexander no pudo evitar sentir una increíble sensación de alivio recorrer su cuerpo.

Aquella era su oportunidad, la oportunidad que había estado esperando toda su vida, y no pensaba echarlo a perder.

Bianca encontraría la forma de librarse de su pasado, de los malditos matones que asediaban su vida día y noche sin descanso alguno. Alexander era la respuesta a sus suplicas al cielo, él la salvaría sin saber que lo estaba haciendo.

Cuando él dijo: —Si, acepto esas condiciones—. El alma de Bianca volvió a entrar en su cuerpo, mientras luchaba por ocultar una sonrisa creciente.

Se iba a mudar allí, por dos o tres semanas… con suerte un mes, ella estaría allí, lejos de los malditos mafiosos que vendían su cuerpo como si no fuera mas que un trozo de carne.

Desde que era una adolescente, ella había tenido que trabajar entregando su cuerpo a tipos abusivos, peligrosos y extremadamente violentos. Toda su vida había sido una pesadilla constante de la cual parecía ser incapaz de despertar… hasta ese momento. Hasta que escucho las palabras de Alexander.

—Bueno, lo mejor será que me instale aquí cuanto antes, para empezar a planear todo y conocerte realmente—dijo ella. Una mentira, una increíble y absurda mentira.

Con el correr del tiempo, ella había aprendido a leer las intenciones de los hombres con demasiada facilidad. Una habilidad que le había salvado la vida en reiteradas ocasiones. Por eso, Bianca sabia perfectamente que las intenciones de Alexander eran nobles, el en verdad estaba enamorado de la mujer de sus sueños y deseaba tener una ultima oportunidad para estar con ella.

Bianca valoraba aquel intento y sin lugar a dudas lo ayudaría. Sin embargo, lo que el no sabia es que en esa “ayuda” hacia él, él la estaría ayudando a ella misma.

—Me parece bien… ¿Tendría que llamar a la agencia para arreglar el asunto del dinero? —pregunto Alexander con calma.

El corazón de Bianca se aceleró. Estaba pasando. Los milagros si existían.

—Lo mejor seria que vayas a la agencia en persona y arregles ese tema con ellos—respondió ella intentando sonar calmada. La verdad, era que  Alexander tenia que ir el mismo a hablar sobre el tema ya que no le creerían si lo decía por llamada.

Eran muy pocos los hombres que alquilaban la compañía de alguien durante días, ni hablar semanas. Lo mas habitual eran un par de horas y ya.

—Perfecto—dijo el millonario poniéndose de pie, mientras se volvía hacia su hermano—¿Vienes con nosotros?

—Lo lamento, tengo una cita esta noche—se excusó Simón, una mentira evidente—. Pasen una linda noche.

Alexander asintió lentamente a su hermano, mientras contemplaba lo que iba a ocurrir en un par de horas. El estaría a solas en esa casa con una mujer.

El pasaría la noche a solas con Bianca.

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Alexander:

El millonario trago duro, mientras caminaba con firmeza entre los pasillos en penumbras de aquel lugar. El aire estaba viciado con el aroma de cigarrillos y otros narcóticos tóxicos e ilegales.

No le agradaba, aquello no le gustaba en lo mas mínimo. Sin embargo, el siguió avanzando, adentrándose mas y mas en la oscuridad, guiado por Bianca, quien caminaba unos pasos por delante.

Los hombres allí tenían un aspecto espantoso. Todos estaban drogados o en compañía de mujeres medio desnudas. Alexander avanzaba evitando mirarlo a los ojos, sintiendo cierta vergüenza e incomodidad.

Una leve sospecha había comenzado a gestarse en su interior, seguida por cierto temor.

Bianca finalmente se detuvo frente a la única puerta que aquel lugar parecía tener, llamo, y luego de hablar con quién parecía ser un guardaespaldas, ella se volvió hacia Alexander finalmente.

—Puedes entrar, Arrobin está esperando. Arreglaras las cosas con el—le explico ella con una leve sonrisa. Sin embargo, estaba claro que a ella le gustaba tanto como a el estar en ese maldito lugar.

—¿Tu no vienes conmigo? —pregunto sorprendido el millonario.

—No…—comenzó a decir ella, lanzando una mirada lesiva y asustadiza hacia el hombre en la puerta—, no se me permite pasar. Suerte, Alexander.

Ella le deseo suerte a él, a ella. Suerte para ambos, que la necesitarían.

Alexander asintió y se deslizo en el interior. Allí se encontró con un hombre desagradable, no solo en su apariencia, también en actitud.

Arrobin era un hombre de avanzada edad, de estatura baja, calvo y barrigón. Contaba montañas de dinero mientras una mujer medio desnuda a su lado consumía cocaína con total calma.

Alexander reprimió el impulso que lo invadió para escapar de allí, teniendo un único pensamiento en mente. Necesitaba irse de allí con Bianca, ella seria la clave para todo.

—¿Quieres alquilar a Bianca por un mes? —escupió Arrobin con voz gangosa, deslizando sus ojos rojizos finalmente hacia él.

>> ¿Un mes? << pensó el millonario. Aquel no había sido el arreglo. Sin embargo, le parecía lógico que aquellas personas intentaran volver la situación a su favor. Sacando la mayor ventaja posible a todo ese asunto.

—Si… Ella se quedará conmigo durante un mes. ¿Cuál es el precio? —el tono que Alexander había empuñado había sido el mismo que solía utilizar para llevar adelante negocios importantes con compradores necios.

La sonrisa de Arrobin evidencio unos labios podridos que le repugnaron.

—Bianca… ella siempre fue especial. Yo lo sé, en la cama es una de nuestras mejores chicas. Puede llevar a un hombre a la gloria si lo desea. Imagino que por eso te atrajo… pero por ese mismo motivo, ella es cara—ronroneo Arrobin, mientras se reclinaba hacia atrás con calma.

Las palabras se deslizaron dentro de la mente de Alexander. Fue entonces cuando el comprendió todo.

Bianca era una prostituta, obligada a trabajar allí. De otro modo, dudaba que una mujer como ella se metiera en la cama con un hombre como Arrobin por mera voluntad.

Fue entonces cuando el lo decidió. Luego de ver aquello, luego de escuchar aquellas cosas, el tomo una decisión de la cual no pensaba arrepentirse.

—Cambie de opinión, no la quiero por un mes. La quiero para toda la vida—escupió Alexander cruzando los brazos sobre su pecho—. Quiero comprarla. ¿Cuál es su precio?

Los ojos de Arrobin brillaron, mientras esbozaba una sonrisa espantosa. Fue entonces que Alexander comprendió que hizo un mal movimiento, acababa de revelar su jugada.

Él no podría comprar a Bianca. Arrobin jamás la dejaría marcharse. Al menos no solo por dinero.

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