Capítulo 5:

—¿Estás seguro? —pregunto Bianca ingresando lentamente a la casa de Alexander. Su mirada seguía igual de brillante que antes.

Alexander se volvió hacia ella con una leve sonrisa.

—¿Acaso no confías en mi palabra?—pregunto el observándola directamente—. Arrobin me dejo “alquilar” tus servicios por dos meses.

Era verdad. Alexander había hablado y debatido con el mafioso durante una hora, hasta llegar a un acuerdo. Él le permitió alquilar a Bianca solo por dos meses, sin importar la suma de dinero que Alexander ofreciera a cambio, Arrobin se había mantenido firme en sus palabras.

Dos meses, ese era todo el tiempo que tenían.

Cuando el millonario salió de lo que parecía ser la oficina de Arrobin comprendió una cosa. Ese hombre era pura maldad.

—Si, claro que confío en tu palabra—mintió Bianca—… es solo que hace mucho tiempo no me ocurre algo bueno.

Al oír aquellas palabras, Alexander sintió como si alguien apretara su corazón con fuerza. Tanto así que no le permitía respirar.

El había estado en ese maldito lugar por apenas un par de horas, no se imaginaba lo que habría sido pasar gran parte de su vida allí… sufriendo abusos por parte de todos.

Y, aun así, lejos de volverse cruel o malvada, Bianca parecía ser luz pura en medio de la oscuridad.

Su luz, se dio cuenta Alexander. Bianca era la luz que iluminaria su futuro, un futuro con amor cuando este finalmente encontrara a la mujer de sus sueños.

—Bueno, iba siendo hora de que te tocara la suerte—respondió el con calma—¿Qué quieres cenar?

El millonario se preparo para escuchar un pedido descomunal. Quizás alguna clase de comida elegante, sofisticada y cara. Sin embargo, la respuesta de Bianca fue muy simple:

—Una pizza.

—¿Una pizza? ¿En verdad no te gustaría comer otra cosa?

—Hace muchos años que no pruebo una pizza, en la agencia no nos permiten comer eso—explico ella alzando los hombros con desdén.

Alexander la escucho con atención y sintió como nuevamente su corazón volvía a romperse. El simplemente asintió, mientras se dirigía hacia la cocina. En aquella ocasión, el preparo la cena para ambos.

El millonario disfrutaba de cocinar, era un pasatiempo que solía llenar su alma de vida. Alexander era capaz de preparar los platillos mas sofisticados y exquisitos que podían llegar a existir, sin embargo, sintió nervios al preparar una simple pizza. En especial cuando sentía la atención de Bianca clavada en él.

Cuando finalmente llevo la comida a la mesa, Bianca le obsequio una sonrisa que Alexander guardo en su corazón.

—No tenias que molestarte cocinando… podría haberlo hecho yo—dijo ella tomado una rebanada.

—Me gusta cocinar, y ciertamente es un placer hacerlo para alguien mas que no sea solo Simón—respondió Alexander restándole interés, mientras llenaba dos copas de vino tinto.

—Pareces tener una vida muy solitaria, Alexander, en especial para ser un millonario tan amable y guapo—reconoció Bianca sin titubeos. Y ante las mejillas rojas de el agrego—. En verdad, eres muy atractivo. Uno podría pensar que tendrías media docena de chicas queriendo ocupar mi lugar ¿Por qué me da la sensación de que era tu única opción?

Alexander la observo durante algunos segundos, debatiéndose si era prudente expresarle todo lo que atormentaba su alma en pena, o era mejor guardar silencio. Al cabo de algunos instantes, el comprendido que lo mejor seria decirle la verdad, después de todo, estarían juntos conviviendo por dos meses.

—Porque lo eres, Bianca, eres mi única opción—respondió el con cierta tristeza—. Desde que comencé a soñar con esa mujer, no pude tener ojos para otra chica. Es absurdo y tonto, pero es la verdad.

Bianca se limito a escuchar con atención cada una de sus palabras.

>—Soy un primogénito, por lo tanto, soy el heredero de mi familia, lo cual me puso en una situación complicada en lo que respecta al amor. Se espera de mi que me case con una mujer de la alta sociedad, con dinero e influencias que le convengan a mi familia—el trago duro con cierto nerviosismo—, pero yo no quiero eso para mi vida. Quiero amor… deseo amar y ser amado. Creo que todos merecemos al menos eso, aunque eso me convierta en un idiota.

—No creo que seas un idiota, Alexander. Creo que tienes las intenciones mas dulces y nobles que un hombre podría llegar a tener—respondió ella, comiendo el ultimo bocado de la pizza.

—¿Cuál es tu historia, Bianca? —pregunto al cabo de algunos segundos el millonario.

Ella sopeso las palabras que le podría llegar a dar en respuesta, hasta que simplemente dijo:

—Mi historia encaja mejor para ser contada en halloween… solo digamos que, por una suerte de la vida, ahora estoy cenando pizza casera en la casa de un millonario muy sexy—ronroneo ella obsequiándole un guiño de ojo.

Alexander rio ampliamente, mientras acababa su vino. Durante algunos segundos el silencio se impuso sobre ellos, pero este no fue incomodo, por el contrario, ambos sintieron una paz que no habían sido capaces de experimentar en mucho tiempo.

—¿Y ahora que toca hacer?—dijo lentamente el millonario, observándola directamente a los ojos. Maravillado por el color gris de estos.

—Y ahora, Alexander, tu y yo nos iremos a la cama… juntos—fue la respuesta de Bianca.

Una respuesta que logro acelerar los latidos del corazón del millonario.

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