Alexander tomo un trago de burbon mientras se desajustaba el nudo de su corbata. Estaba de mal humor, con la mujer que acababa de echar ya eran cinco mujeres que había despachado.
—¿Y si creamos a la mujer con parte de cadáveres como hizo Frankenstein? Creo que tendremos mas suerte de que sea “perfecta” para ti, hermano—se burlo Simón con los pies colgando a un lado del sillón, la cual parecía ser su posición perfecta para reposar.
El día laboral había finalizado, y Alexander había aceptado que un numero de mujeres fueran a su casa para poder escoger entre ellas. Le había pedido ayuda a Simon, con la esperanza de que dos cabezas fueran capaces de pensar mejor que una… pero todas las esperanzas que Alexander había depositado en aquel descabellado plan comenzaban a derrumbarse conforme las mujeres iban ingresando.
Ninguna era tan hermosa como su mujer soñada… ninguna lograba compararse con aquella fantasía.
—No es gracioso, Simón. Estoy en un problema serio—grazno con el ceño fruncido Alexander, mientras se dejaba caer en un sillón frente a su hermano.
—Claro que sí, tu problema es tu mente, la cual creo una mujer perfecta, imposible de compararse con una mujer real porque… ¡Es imaginaria! —se burló el hombre de cabello tintado.
—Mi mente está bien, el problema son las mujeres… ninguna se compara con ella—gruño Alexander, mientras apuraba su trago.
—¡Ay, hermano! Temo que tu mente te arrastre a un manicomio… el mundo esta lleno de mujeres, todas son muy bellas y atractivas, créeme, muchas de ellas serian compañeras perfectas para ti si tan solo les dieras una m*****a oportunidad—se quejó Simón mientras negaba con la cabeza—. Pero eso es imposible, tu corazón ya se entrego a tus propios sueños.
El silencio se impuso en aquel lugar, mientras Alexander intentaba reprimir las palabras que su hermano acababa de decir.
—Creo que no vendrán mas mujeres—dijo con los labios apretados Alexander, mientras contemplaba pensativo su bebida—. Necesito un milagro.
Simón guardo silencio durante algunos segundos, reflexionando que palabras de aliento podría darle a un hombre que estaba derrotado, con el corazón sostenido en mil pedazos.
Sin embargo, justo cuando creía tener una idea de las palabras que diría, llamaron a la puerta.
Ambos se quedaron helados durante algunos segundos, hasta que finalmente comprendieron lo que estaba ocurriendo.
—Bueno, creo que acaba de llegar tu milagro—dijo con notable emoción el hombre de cabello tintado, mientras se ponía de pie junto a su hermano.
Con pasos lentos, ambos avanzaron hacia la puerta. La casa de Alexander era ciertamente una mansión. Pero a diferencia de cualquier palacio, el no tenia empleados ni nada semejante. Estaba solo el en su mansión. Con eventuales visitas de Simón.
Cuando finalmente llegaron a la entrada principal, Alexander sentía como su corazón latía desbocado en el centro de su pecho. Durante algunos segundos sintió el deseo de gritarle al extraño al otro lado que se marchara, pero sabia que con aquello no solucionaría absolutamente nada.
Luego de respirar profundamente un par de veces, reuniendo el valor que su alma destrozada necesitaba, Alexander abrió la puerta.
Tanto el millonario como su hermano quedaron duros, petrificados, mientras observaban a la mujer al otro lado de la puerta.
Su cabello era oscuro, tan negro como la noche, pero parecía totalmente suave. Sus ojos eran de un extraño color gris, mientras que sus labios… ¡mierda! Alexander se sorprendió a si mismo observando los labios de otra mujer con cierto deseo.
Lentamente, el comenzó a notar cierta familiaridad con la extraña. El la conocía… la conocía de sus sueños.
Ella sonrió, les sonrió a ambos hombres de uno en uno. Alexander pudo jurar que aquello era lo más parecido al paraíso que había estado en toda su vida.
—¿Quién es Alexander Thompson? —dijo ella, con un tono de voz que parecía celestial.
De alguna manera inexplicable, Alexander logro parpadear, saliendo del hechizo en el que ella lo había hecho sucumbir.
—Yo soy Alexander… ¿Quién eres tú? —articulo el con notable dificultad, como si tuviera que recordar desde el comienzo como hablar. Incluso el simple hecho de respirar le parecía algo casi imposible.
—Soy Bianca—respondió ella, con su mirada brillante clavada en él.
Sin previo aviso. Sin darle tiempo al tiempo. Ella se inclino hacia adelante, reclamando los labios de Alexander con un beso profundo.
El jamás lo admitiría, pero aquel beso fue capaz de arrancarle un gemido de sus propios labios.
Fue en ese preciso instante que Alexander Thompson comprendió dos cosas.
Jamás encontraría una compañera mejor que Bianca para ir a ese evento.
Y, aunque aun no estaba seguro si esa mujer era un milagro o una pesadilla llegando a su vida, el estaba seguro de que pronto lo descubriría.
Durante algunos instantes, Alexander se perdió en aquel beso. Sin embargo, era uno vacío y carente de emoción alguna. Simplemente eran labios chocando contra otros de manera irresistible, claro, pero labios, a fin de cuentas.Aun así, el demoro algunos segundos en apartarla, necesitando reunir la fuerza de todos sus pensamientos para poner en funcionamiento las extremidades de su cuerpo.—¡¿Cómo te atreves a besarme?!—exclamo Alexander sorprendido. Todo aquel deseo mezclándose con la confusión, la pasión y el enfado.Junto a este, Simón observaba toda la situación con una sonrisa que mezclaba la diversión y la sorpresa en su rostro de manera armoniosa.La sonrisa en los labios de Bianca se ensancho de manera considerable, mientras observaba al millonario con una lenta caída de pestañas.—Atreviéndome y ya—ronroneo ella de manera sarcástica, mientras ingresaba a la mansión del millonario sin invitación alguna—. Me gusta tu cabello, tiene estilo—. Le dijo a Simón pasando a su lado.El h
Bianca: Ella no se atrevió a admitir la verdad, pero cuando escucha la propuesta de Alexander no pudo evitar sentir una increíble sensación de alivio recorrer su cuerpo. Aquella era su oportunidad, la oportunidad que había estado esperando toda su vida, y no pensaba echarlo a perder. Bianca encontraría la forma de librarse de su pasado, de los malditos matones que asediaban su vida día y noche sin descanso alguno. Alexander era la respuesta a sus suplicas al cielo, él la salvaría sin saber que lo estaba haciendo. Cuando él dijo: —Si, acepto esas condiciones—. El alma de Bianca volvió a entrar en su cuerpo, mientras luchaba por ocultar una sonrisa creciente. Se iba a mudar allí, por dos o tres semanas… con suerte un mes, ella estaría allí, lejos de los malditos mafiosos que vendían su cuerpo como si no fuera mas que un trozo de carne. Desde que era una adolescente, ella había tenido que trabajar entregando su cuerpo a tipos abusivos, peligrosos y extremadamente violentos. Toda su
—¿Estás seguro? —pregunto Bianca ingresando lentamente a la casa de Alexander. Su mirada seguía igual de brillante que antes.Alexander se volvió hacia ella con una leve sonrisa.—¿Acaso no confías en mi palabra?—pregunto el observándola directamente—. Arrobin me dejo “alquilar” tus servicios por dos meses.Era verdad. Alexander había hablado y debatido con el mafioso durante una hora, hasta llegar a un acuerdo. Él le permitió alquilar a Bianca solo por dos meses, sin importar la suma de dinero que Alexander ofreciera a cambio, Arrobin se había mantenido firme en sus palabras.Dos meses, ese era todo el tiempo que tenían.Cuando el millonario salió de lo que parecía ser la oficina de Arrobin comprendió una cosa. Ese hombre era pura maldad.—Si, claro que confío en tu palabra—mintió Bianca—… es solo que hace mucho tiempo no me ocurre algo bueno.Al oír aquellas palabras, Alexander sintió como si alguien apretara su corazón con fuerza. Tanto así que no le permitía respirar.El había est
—¿En verdad tenemos que hacerlo? —pregunto Alexander sentado en el borde de la cama. Un par de centímetros más y el caería al suelo sobre su trasero.Al otro lado de la cama, con los pies cruzados se encontraba Bianca, observándolo como si estuviera ante la presencia de un alíen. Alexander era un hombre extraño y totalmente diferente a lo que estaba acostumbrada.El millonario estaba a punto de caer al suelo porque se sentía intimidado por ella. Aquello hacia que Bianca se sintiera mas cómoda; a fin de cuentas, los hombres solían aprovecharse de ella una vez que pagaban por sus servicios.Bianca jamás había conocido a un hombre bueno y decente, con honor y nobles intenciones. Si le hubieran dicho semanas atrás que esa clase de hombres existían se hubiera echado a reír… hasta ahora.Hasta que conoció a Alexander.—¿Por qué no quieres hacerlo? —pregunto ella. No estaba decepcionada, muy por el contrario, ella estaba sorprendida.El millonario mordisqueo su labio inferior, mientras engan
No fue necesario intercambiar palabras. Antes de poder decir cualquier cosa, Bianca había saltado de la cama, corriendo hacia el baño para asearse.Alexander gruño y maldijo, mientras salía de la cama y comenzaba a buscar entre sus cosas. Simón preparo el desayuno para los tres; para el momento en que el millonario salió del cuarto de ducha, su hermano ya lo esperaba con la comida lista en la mesa.—¿Qué les dijiste? —escupió el millonario tomando finalmente asiento.—Que te avisaría de inmediato, logre retrasar todo una hora advirtiendo que tenías planes—respondió Simón, mientras comenzaba a desayunar.Alexander respiro aliviado, al menos había conseguido algo.—Bien, perfecto—su tono era medio muerto y casi vacío, mientras su mente se encontraba acosada por millones de pensamientos.Simón noto aquello e intento aliviar la carga de su hermano.—¿Iras con Bianca? —pregunto, buscando la manera de distraerlo.Alexander parpadeo en su dirección, saliendo de su bruma de pensamientos.—Cla
—Te ves increíble, Bianca—dijo Simón con una sonrisa tirando de sus labios, mientras le lanzaba una mirada lasciva. Bianca le devolvió la sonrisa, mientras sostenía su mirada. El chico de cabello tintado ero honesto, algo que Bianca rara vez lograba encontrar en una persona. Del mundo del cual provenía, la honestidad no solo podía ser considerado un signo de debilidad, también, era lo que podía llevarte a la ruina si la empleabas con la persona equivocada. Pero Simón era honesto, amable y aparentemente gracioso. —Gracias, Simón… tú también te ves bien—respondió ella. A su lado, Alexander se removió un poco inquieto, mientras seguían avanzando por las calles de la ciudad. El millonario iba al volante, Bianca en el asiento de acompañante, mientras que Simón se asomaba entre el asiento de ambos, mirando hacia el frente. —Es verdad, te ves muy hermosa, Bianca—logro susurrar con un hilo de voz Alexander, mientras luchaba con todas sus fuerzas para evitar que su rostro se tornara rojo
Alexander: Su mente abandono su cuerpo por completo, mientras sentía todo su cuerpo mas liviano, como si flotara por encima del agua. El observo a Franchesca llegar hasta ellos con una sonrisa preciosa y no pudo hacer otra cosa que no fuera admirarla. Era perfecta. Su sonrisa, la modestia con la que parecía observar todo, su forma de caminar, incluso su rostro parecía ser perfecto. Semejante a los ángeles. —Lamento mucho la demora, me retrase con algunos asuntos familiares—dijo ella con un tono de voz tan dulce que enmudecio al millonario. —Hola, Franchesca, es un gusto tenerte aquí—saludo con amabilidad la vibora que se encontraba frente a Bianca—. Te presento a mi hijo, Alexander. Alexander se puso de pie, hipnotizado, para saludar a Franchesca mientras que Bianca observo toda la situación con un nudo atravesado en su garganta. Ciertamente no tenia margen para competir con una mujer como la que estaba ante ella. Franchesca no solo era atractiva, sino que también se notaba su re
Bianca observo a Alexander con especial detenimiento, mientras se obligaba a si misma a esbozar una sonrisa feliz. La verdad era que los nervios la estaban devorando por dentro. Nuevos sentimientos totalmente desconocidos para ella la estaban abrumando, mientras se preguntaba una y otra vez ¿Qué demonios ocurriría con ella si Alexander se enamoraba de Franchesca antes de tiempo?—¿Estas bien, Bianca? —pregunto el millonario ladeando ligeramente la cabeza, mientras sostenía su mirada.Ella parpadeo. Al parecer Alexander había estado hablándole durante algunos minutos, en los cuales ella simplemente se había perdido en los pensamientos.—Estoy bien, Alec, solo un poco cansada—respondió ella, mintiendo, mientras intentaba que sus ojos brillaran.Alexander dejo las prendas a un lado de la cama, para aproximarse a ella con pasos firmes. Cuando llego junto a Bianca, el se arrodilló, quedando a la misma altura que ella sentada en aquel sofá individual.La mirada verde del millonario se clavo