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XXXII El dios del sexo

La cita para almorzar de Luka había resultado ser un amigo de su época universitaria. El primer amigo de Luka que Alessa conocía. Se enfocó en que este encuentro fuera mucho mejor que con la familia. Ignoró la bella sonrisa del hombre, lo agradablemente definidos de sus hombros, el mentón firme y cuadrado. Sólo tenía ojos para Luka y su lechuga.

La voz no podía ignorarla. Era grave y con buena entonación, como de locutor de radio. Se le erizaban los vellos de los brazos al oírlo y lo detestaba.

—Derek está detrás del sistema operativo de JUK —contó Luka.

—Es de la competencia.

—Todo para Luka es una competencia, desde lo que desayuna hasta el modo en que ata sus zapatos. ¿Has visto cómo lo hace?

Alessa negó. Miró bajo la mesa. Los zapatos de Luka estaban atados como los de cualquier otro, supuso que debía atarlos como todos los demás.

—Los hábitos pueden cambiar —señaló Luka.

Interesada en saber más sobre su novio, aprovechó Alessa de sacarle a Derek cualquier información que le sirv
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