—Lamento haberte dejado sola tanto tiempo, pero ya volví y planeo quedarme —dijo Filippo. Alessa apenas y podía respirar. Él le secó las lágrimas. Ella le tocó las manos para comprobar que eran reales.—Si hubiera llegado unos minutos más tarde no estarías aquí, Alessa. Esto es mi culpa.—¡No!... ¿Cómo podría ser culpa tuya? —Lo es, claro que sí, pero ya habrá tiempo para hablar, amor. Ahora necesitas descansar y ponerte fuerte. Superaremos esto juntos.—Filippo... yo te engañé. Nunca más volvimos a hablar, supuse que habíamos terminado. —En la aldea donde estaba no había señal, sólo un teléfono satelital para emergencias y no podía usarlo para llamar a mi novia. Eres una mujer bella y llena de energía, al menos lo eras cuando me fui, comprendo que no quisieras estar sola.—Pero...—Descansa. Hay una razón para todo y ahora entiendo por qué tuve que volver justo ahora. Me cambiaron el vuelo a último momento, yo debía llegar mañana. El destino obra de maneras misteriosas.Sí que lo
Despertar, trabajar, comodín y dormir, esa era la rutina diaria de Alessa. El comodín iba desde sus sesiones de terapia hasta los eventos de caridad con la madre de Filippo. Sonrió para la cámara usando su sombrero blanco, rodeada de señoras felices de llevar vidas tan perfectas que les alcanzaba tiempo para ayudar a los desdichados. Eran generosas. Alessa no lo era, ella sabía muy bien que no estaba allí por los enfermos de cáncer, sino por ella misma. Era ella la que necesitaba ayuda, aunque su sonrisa fuera tan perfecta como la de las mujeres a su alrededor.Lo mejor eran las conversaciones al finalizar el evento, cuando colgaban los sombreros y se permitían beber una copa de algo ligero.—Hoy en día las mujeres son muy perezosas —decía Bernardita, una de las mayores y esposa del dueño del club de yates de la ciudad—. No necesitan saber hacer nada, contratan a una empleada y ya.—Tú tuviste una empleada desde el inicio, no vengas con patrañas —reclamó Eloísa, la madre de Filippo.—
Alessa no estaba en su casa cuando se despertó. La idea de que Martín hubiera regresado y quisiera vengarse la mantuvo estática en la cama unos instantes. No llevaba su teléfono ni nada con ella encima, salvo su ropa. El dormitorio, sin ventanas, era como cualquier otro, hasta le pareció lindo. En el velador había una nota."Ve a la terraza cuando despiertes".La puerta de la habitación estaba abierta. Bajó por la escalera al final del pasillo y se detuvo frente al ventanal del comedor. La terraza daba a un jardín que a los pocos metros se fundía con un bosque. Ni edificios a lo lejos ni los ruidos característicos de la ciudad. No era paranoico pensar que estaba en medio de la nada.Rodeó la casa de dos pisos. En la parte de atrás encontró una mesa con el desayuno servido y al responsable de su estadía allí. Lo miró como si no lo reconociera y en parte era así.—Toma asiento, por favor. Hay mucho de qué hablar —dijo él, con una sutil sonrisa.Alessa obedeció sólo para no caerse de la
Luka se despertó complacido de haber dormido de corrido aunque hubiera sido poco. La expresión de Alana revelaba el mismo sentir. ¿Quién necesitaría píldoras cuando lo tenía a él para relajarla? Y ahora estaba seguro de que la mujer hasta dormida lo extrañaba. La despertó con besos en distintas partes de la cara. Ella sonrió antes de abrir los ojos.—Buenos días —balbuceó.—¿Te gusta lo que tienes en la mano?Alessa no comprendió la pregunta hasta que la mano que aferraba el miembro de Luka se despertó del todo.—¡Hay, por Dios! ¿No te lo dejé morado?—Está perfecto, no te preocupes. ¿Todavía vas a insistir en que no extrañabas mi torre?—No voy a dar explicaciones por lo que hago estando dormida. —¿También agarras así a Filippo?—Claro que no, él lo habría considerado de mal gusto, una falta de respeto.—No termino de entender por qué estás con él.—Porque es un buen hombre. Es dulce, cariñoso, me respeta, me cuida, comprende y me ayudó a superar todos mis problemas. Intenté matarme
En cuanto se despertaron por la mañana Luka le devolvió su teléfono a Alessa. Tenía más de treinta llamadas perdidas, entre su familia, Filippo y la encargada de la tienda de vestidos de novia.Llamó a su madre.—¡Gracias al cielo, hija! Pensé lo peor. Con tu hermana fuimos a la policía. ¿Dónde estás? ¿Qué pasó?—Estoy bien, lamento mucho haberlas preocupado. Necesitaba tiempo para pensar, sólo eso.—Florencia pensó que pudiste tener una recaída o haberte arrepentido de casarte con Filippo, pero no fue eso ¿verdad?A Alessa le dolió el estómago.—Más tarde hablaremos con calma, no te preocupes. —Hija, por favor, no arruines esto. Es lo mejor que has hecho en la vida. —Te amo mamá, nos vemos.Alessa suspiró y sonrió con algo de alivio cuando Luka llegó a masajearle los hombros. —Lo mejor que has hecho nunca podría ser comprometerte con un hombre —aseguró él, que había escuchado la conversación porque Alessa usó el altavoz. —Probablemente lo mejor que has hecho ha sido nuestro proyect
—¡Lo mato! ¡Lo voy a matar!—No, Teo. No es momento para eso —dijo Florencia.En cuanto le avisaron de lo ocurrido, Teo fue el primero al que llamó y llegó lo más rápido que pudo.—Mi contacto en la policía dice que ya lo detuvieron. Esta vez no se saldrá con la suya —dijo él.—¿Cómo que esta vez?Teo suspiró y le contó todo lo que sabía sobre Luka y sus antecedentes criminales y de violencia contra las mujeres.—No lo puedo creer... Nada de esto tiene sentido, Teo.—Claro que sí, el infeliz no quería que ella se casara con Filippo.—¡Pero Alessa no iba a casarse! Ella me lo dijo, por eso no tiene sentido que Luka la atacara. —Tal vez la estaba obligando, o chantajeando. Sabe Dios qué le hizo en los días que se la llevó.Alessa estaba feliz, eso sabía Florencia. Sin embargo, ahora su hermana estaba inconsciente y sólo tenían el testimonio de Filippo, a quien supuestamente Luka también había atacado.—Habrá que esperar a que Alessa despierte... —Florencia se interrumpió al ver a Franc
La madre de Alessa sacó otro pañuelo de su bolso mientras intentaba retener lo que el médico decía. Había empezado a llorar cuando le comunicaron del despertar de su hija. ¡Un milagro! ¡Un milagro había ocurrido! Ahora, luego de los exámenes que le habían hecho, sentía que el milagro no estaba completo, que no había rezado lo suficiente. Su hija estaba consciente, pero no estaba allí, sólo su cuerpo. Ya no veía a su Alessa a través de esos ojos que ni siquiera parpadeaban. Qué ilusa había sido al creer que con despertar se acabaría la pesadilla y ella volvería a estar sana.El estado de Alessa era tal que lo único que hacía por su cuenta era respirar. Ni moverse, ni comer, menos hablar. —¡¿Me está diciendo que mi hija de veintiseis años es como un bebé?!—No, señora —aclaró el médico—. Un bebé puede llorar para comunicarse y con el tiempo aprenderá a hacerlo de otra manera. No es el caso de su hija.—¿Pero se recuperará? —preguntó Florencia, que tenía cogida una mano de su madre—. Co
—Parece cansada. ¿Está durmiendo bien? —preguntó Florencia.Había ido a visitarla por la mañana, iba tan seguido como su trabajo en la viña se lo permitía. Alessa tenía ojeras profundas, se marchitaba.—Las siestas las toma bien, en la noche no lo sé, yo me voy cuando el señor llega —dijo la nueva enfermera. Florencia frunció el ceño. Llevó la silla de Alessa a la terraza, por algo de aire fresco. Le cubrió las piernas con una manta. —Quiero mostrarte algo. Estuve digitalizado algunas fotos de los álbumes viejos. —Florencia sacó una tablet.Había fotos de ellas de pequeñas en la viña, con el abuelo, con su padre, que habían perdido hacía tanto tiempo.—Tú siempre fuiste su favorita y no lo culpo. Eras un encanto mientras duró tu inocencia.Alessa movió los ojos, como si los rodara.—Y la inocencia te duró bastante poco ¿no? Ella volvió a moverlos. —Alessa, si entiendes lo que digo, mira hacia arriba.Alessa no lo hizo, pero volvió a mirar la pantalla. Fotos de su adolescencia, de l