En cuanto se despertaron por la mañana Luka le devolvió su teléfono a Alessa. Tenía más de treinta llamadas perdidas, entre su familia, Filippo y la encargada de la tienda de vestidos de novia.Llamó a su madre.—¡Gracias al cielo, hija! Pensé lo peor. Con tu hermana fuimos a la policía. ¿Dónde estás? ¿Qué pasó?—Estoy bien, lamento mucho haberlas preocupado. Necesitaba tiempo para pensar, sólo eso.—Florencia pensó que pudiste tener una recaída o haberte arrepentido de casarte con Filippo, pero no fue eso ¿verdad?A Alessa le dolió el estómago.—Más tarde hablaremos con calma, no te preocupes. —Hija, por favor, no arruines esto. Es lo mejor que has hecho en la vida. —Te amo mamá, nos vemos.Alessa suspiró y sonrió con algo de alivio cuando Luka llegó a masajearle los hombros. —Lo mejor que has hecho nunca podría ser comprometerte con un hombre —aseguró él, que había escuchado la conversación porque Alessa usó el altavoz. —Probablemente lo mejor que has hecho ha sido nuestro proyect
—¡Lo mato! ¡Lo voy a matar!—No, Teo. No es momento para eso —dijo Florencia.En cuanto le avisaron de lo ocurrido, Teo fue el primero al que llamó y llegó lo más rápido que pudo.—Mi contacto en la policía dice que ya lo detuvieron. Esta vez no se saldrá con la suya —dijo él.—¿Cómo que esta vez?Teo suspiró y le contó todo lo que sabía sobre Luka y sus antecedentes criminales y de violencia contra las mujeres.—No lo puedo creer... Nada de esto tiene sentido, Teo.—Claro que sí, el infeliz no quería que ella se casara con Filippo.—¡Pero Alessa no iba a casarse! Ella me lo dijo, por eso no tiene sentido que Luka la atacara. —Tal vez la estaba obligando, o chantajeando. Sabe Dios qué le hizo en los días que se la llevó.Alessa estaba feliz, eso sabía Florencia. Sin embargo, ahora su hermana estaba inconsciente y sólo tenían el testimonio de Filippo, a quien supuestamente Luka también había atacado.—Habrá que esperar a que Alessa despierte... —Florencia se interrumpió al ver a Franc
La madre de Alessa sacó otro pañuelo de su bolso mientras intentaba retener lo que el médico decía. Había empezado a llorar cuando le comunicaron del despertar de su hija. ¡Un milagro! ¡Un milagro había ocurrido! Ahora, luego de los exámenes que le habían hecho, sentía que el milagro no estaba completo, que no había rezado lo suficiente. Su hija estaba consciente, pero no estaba allí, sólo su cuerpo. Ya no veía a su Alessa a través de esos ojos que ni siquiera parpadeaban. Qué ilusa había sido al creer que con despertar se acabaría la pesadilla y ella volvería a estar sana.El estado de Alessa era tal que lo único que hacía por su cuenta era respirar. Ni moverse, ni comer, menos hablar. —¡¿Me está diciendo que mi hija de veintiseis años es como un bebé?!—No, señora —aclaró el médico—. Un bebé puede llorar para comunicarse y con el tiempo aprenderá a hacerlo de otra manera. No es el caso de su hija.—¿Pero se recuperará? —preguntó Florencia, que tenía cogida una mano de su madre—. Co
—Parece cansada. ¿Está durmiendo bien? —preguntó Florencia.Había ido a visitarla por la mañana, iba tan seguido como su trabajo en la viña se lo permitía. Alessa tenía ojeras profundas, se marchitaba.—Las siestas las toma bien, en la noche no lo sé, yo me voy cuando el señor llega —dijo la nueva enfermera. Florencia frunció el ceño. Llevó la silla de Alessa a la terraza, por algo de aire fresco. Le cubrió las piernas con una manta. —Quiero mostrarte algo. Estuve digitalizado algunas fotos de los álbumes viejos. —Florencia sacó una tablet.Había fotos de ellas de pequeñas en la viña, con el abuelo, con su padre, que habían perdido hacía tanto tiempo.—Tú siempre fuiste su favorita y no lo culpo. Eras un encanto mientras duró tu inocencia.Alessa movió los ojos, como si los rodara.—Y la inocencia te duró bastante poco ¿no? Ella volvió a moverlos. —Alessa, si entiendes lo que digo, mira hacia arriba.Alessa no lo hizo, pero volvió a mirar la pantalla. Fotos de su adolescencia, de l
Florencia, recostada en la enorme cama de la habitación de Francesco, no despegaba la vista de su tablet. El hombre, atraído por la vista de sus piernas bajo la corta bata de seda, no hizo esfuerzo alguno por resistirse a tocarlas. Entre caricias y besos fue subiendo desde los pies hasta la cadera.—¿Qué crees que pudo pasarle en la uña? —preguntó ella, viendo una fotografía del pie de Alessa.—Su cuerpo estaba todo golpeado, Flo. Puede que no se le haya borrado todavía.—Es que parece reciente. Si es de entonces, debería haberse puesto negra. ¿Te has dado un golpe en una uña?—Crecí como un chico rico, nunca en mi vida he usado un martillo, pero te creo. Tal vez accidentalmente la golpearon mientras la transportaban en la silla.Era posible, bastante factible de hecho, pero la paranoia se había instalado en la cabeza de Florencia y sólo podía pensar lo peor. —Esta jaqueca no se me quita —se quejó ella.—¿Y qué esperabas? Has estado muy tensa, el estrés te está afectando, sin mencion
Los portales de noticias de la web tenían a Florencia sonriendo de oreja a oreja, qué buena mañana estaba teniendo. Bebió otro sorbo de café y siguió leyendo. No eran muy descriptivos respecto a las lesiones que habían sufrido los internos durante la riña con tintes de motín, salvo que había uno con la espalda rota, de iniciales F. S. que estaría condenado por el resto de su vida a andar en una silla de ruedas. Y si el día seguía siendo bueno, a usar pañales también. Hizo una llamada.—Hola, Teíto hermoso. Tengo el presentimiento de que me dirás cosas que me harán muy feliz.La carcajada de Teo la hizo suspirar.—Tengo hasta fotos, las conseguí del archivo policíaco —contó él—. Son realmente espantosas. No te recomiendo verlas.—No quiero verlas, no soy una sádica. Me basta saber que el infeliz de Filippo sufrió mucho y que seguirá haciéndolo.—Eso te lo aseguro. Qué feos lugares son las cárceles. Más carcajadas. Cuando la llamada finalizó, Florencia se encontró con la mirada reprob
Florencia terminó de peinar a Alessa y la llevó en su silla hasta la sala. Como habían sido sus planes desde el inicio, se mudaron a la casa del abuelo en el pueblo y allí su hermana se recuperaba lentamente, pero nunca tanto como para perder la esperanza. Ya mantenía la cabeza erguida.—Luka llegará pronto.Luka iba a buscar a Alessa cada dos días. Luego una vez por semana y ahora, después de algunos meses, ya casi no iba. No podía culparlo. Era un hombre joven, con toda una vida por delante. Era guapo, divertido, cualquier mujer sería feliz de estar a su lado y acompañarlo en cada uno de sus planes. Alessa ya no era esa mujer y se le partía el corazón por su hermana, pero no era culpa de Luka. No le guardaba rencor. Cada vez que él llegaba quería decirle que mejor ya no viniera, que dejara el recuerdo de su amor marchitar en el corazón de su hermana, pero luego veía el brillo en los ojos de Alessa y guardaba silencio.Luka llegó, sentó a Alessa en el asiento de copiloto y guardó la
Francesco se preparaba para el inicio de una reunión cuando Florencia lo llamó. Contestó, pese a que el resto de participantes ya había llegado. —Hola, amor —la saludó él. Su asistente esbozó una sonrisita.—¡El hijo de puta de tu hermano no trajo a Alessa a la terapia! —ladró Florencia.Francesco apartó el teléfono tras las primeras palabras, no muy seguro de haberse salvado del daño auditivo.—¡¿Tienes idea de dónde mierd4 puede estar?! —volvió a gritar ella.Qué manera de comenzar la mañana. 〜✿〜Luego del estupor causado por la que era, para él, la primera palabra completa que Alessa hubiera pronunciado, Luka quiso sacarle más. Necesitaba confirmar que ella lo entendía y que era capaz de comunicarse. Le hizo varias preguntas, ya no relacionadas con la cena. Ella no respondió ninguna, salvo con los esbozos de palabras ya habituales, los "aaaeee" y los "naaaeee", a los que ahora se añadían los "Luuukkkaaa".—Ok. Vamos a calmarnos —dijo, cuando el