XLIX Despertar

Florencia terminó de peinar a Alessa y la llevó en su silla hasta la sala. Como habían sido sus planes desde el inicio, se mudaron a la casa del abuelo en el pueblo y allí su hermana se recuperaba lentamente, pero nunca tanto como para perder la esperanza. Ya mantenía la cabeza erguida.

—Luka llegará pronto.

Luka iba a buscar a Alessa cada dos días. Luego una vez por semana y ahora, después de algunos meses, ya casi no iba. No podía culparlo. Era un hombre joven, con toda una vida por delante. Era guapo, divertido, cualquier mujer sería feliz de estar a su lado y acompañarlo en cada uno de sus planes. Alessa ya no era esa mujer y se le partía el corazón por su hermana, pero no era culpa de Luka. No le guardaba rencor.

Cada vez que él llegaba quería decirle que mejor ya no viniera, que dejara el recuerdo de su amor marchitar en el corazón de su hermana, pero luego veía el brillo en los ojos de Alessa y guardaba silencio.

Luka llegó, sentó a Alessa en el asiento de copiloto y guardó la
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