—¡No pudo llevarlas muy lejos en tan poco tiempo! ¡¿Por qué la policía no ha dicho nada?! —bramaba Florencia. Había gritado, llorado, se había acordado de Dios y llorado de nuevo. Ana, débil como estaba, pero a salvo, les contó que oyó ruidos en el primer piso y al ir a revisar alguien la golpeó por detrás. Los sospechosos rápidamente se redujeron a una.—¡Debí matar a esa zorra! ¡Debí sacarle los ojos, quebrarle los brazos!... ¿Por qué mi bebé? —Florencia rompió en llanto una vez más, entre los brazos de Francesco.Habían recorrido los alrededores buscado pistas o testigos en vano y la desesperanza mezclada con impotencia hizo necesario llamar al médico del pueblo. Entre gritos y súplicas le inyectaron un calmante. Ella quería salir a buscar a su hija y a su hermana, no quería dormir, no quería descansar hasta encontrarlas, pero los ojos se le cerraban.—Francesco... encuentra a nuestra niña... —fueron sus últimas palabras.Afuera no amanecería sino hasta unas cuantas horas. La oscur
Luka se secó el sudor de la frente y bebió un poco de agua. La calurosa tarde dificultaba la búsqueda y empeoraba el dolor de cabeza que la falta de sueño le había provocado. Encontró sombra entre unos árboles y descansó unos instantes. Ya iban en el tercer día de búsqueda. Si Alessa estaba encerrada en algún lugar, tres días sin agua la tendría al límite, ya no le quedaría mucho tiempo. Si el tiempo se le había acabado... No, ni siquiera iba a considerar esa posibilidad. El teléfono vibrando en su bolsillo fue una alegría profunda y breve. Lo llamaba su madre.—Querido, ¿sigues buscándola?—Por supuesto.—¿Y hasta cuándo lo harás? —¿Qué clase de pregunta es esa? Hasta encontrarla, evidentemente.—¿Y si no la encuentras? ¿Y si ya no está? Debes considerar esas opciones, así será menos doloroso después.—No puedo ni quiero hacer eso. Se supone que debes animarme.—Debo ayudarte a aceptar lo que no puedes cambiar, hijo. Esa ha sido la lucha de toda mi vida, como cuando Rebeca ya no qu
Luka cerró los ojos y sintió que el tiempo se detenía. No hub0 sonidos de pasos en el hospital, ni el chirriar de las ruedas de los carritos sobre el piso cerámico o la voz robótica del altoparlante que llamaba por alguien, mucho menos las conversaciones de todos los que se agolpaban en el lugar. El cerró los ojos y se imaginó en la casa cerca del lago casi seco, con su granja de hormigas y Alessa en el sofá. Una partida de ajedrez volvería aquella escena perfecta. Habían tenido una vida perfecta. Todo lo que podía recordar del pasado tenía un cierto encanto que lo hacía perfecto: la adicción al sexo de Alessa, sus travesuras en el baño del bar, las secuelas neurológicas que poco a poco iban dejando atrás, la silla de ruedas. Todo era perfecto.Ya nada sería perfecto.El aroma a descomposición que les contaminó los pulmones a Luka y a Florencia era del cuerpo de Martín, que se reveló como el culpable del secuestro pese a que las ratas le dejaran la cara irreconocible. En algún moment
Luego de ser dada de alta, Alessa partió con Florencia, Josefa y Francesco a la ciudad. Su hermana ya no quería vivir en la viña y sólo iría por trabajo o temporadas cortas, al menos hasta que Josefa estuviera más grande. La bebé ya no dormía de corrido y se despertaba por las noches con un llanto que no se calmaba ni cambiándola o dándole leche. Sólo volvía a dormirse después de pasarse largo rato siendo mecida por Florencia y se despertaba nada más la dejaba en su cuna. Luego lloraban las dos.Francesco le propuso que la llevaran a dormir con ellos en su cama, pese a todas las indicaciones de especialistas que estaban en contra de tal práctica.—Debe tener pesadillas —suponía él—. Tal vez sueña que está de vuelta en ese lugar espantoso. No puedo ni imaginármelo.Los especialistas podían irse al carajo. Se metieron los tres a la cama y, en cuanto Josefa se despertaba en la oscuridad y sentía el conocido aroma de su madre, se volvía a dormir sin hacer el menor ruido, sólo soltaba unos
Luka no solía ser impulsivo. Él pensaba bastante antes de tomar decisiones, puede que incluso a veces pensara demasiado, pero un impulso lo había hecho regresar a casa antes de estar listo y ahora no sabía dónde meterse. Salió de la cama antes de que Alessa se despertara y fue por un vaso con agua. Se sentía como si estuviera descalzo en una habitación con el piso cubierto de tachuelas con la punta hacia arriba. No sabía hacia dónde avanzar y pensarlo lo mareaba.¡¿Por qué era tan difícil dejar de pensar en pies?!—Buennos días, ammor —lo saludó Alessa.Lo abrazó por detrás y le besó el cuello. Beso que pronto dejó ver sus intenciones porque le succionó la piel. Luka se sobresaltó. No recordaba hacía cuánto ella había hecho algo así y no se refería al desvergonzado chupetón, sino a estar a su altura, parada junto a él sin muletas o las barras en las que se ejercitaba.Se volvió hacia ella para verla a los ojos. No importaba cuántas tachuelas hubiera en el piso y que él no supiera cóm
Luka llegó con la bandeja del desayuno a la habitación. Alessa no se había levantado. Ya no tenía fiebre. Él se metió al guardarropa y salió con una tenida de oficina. —Tengo una reunión importante. A menos que necesites que me quede contigo.Alessa negó. Su desayuno seguía intacto.—¿Quieres que te dé el cereal en la boca? Puedo hacerlo.Ella volvió a negar y cogió la cuchara.—Volveré lo más pronto que pueda —la besó y se fue.Alessa dejó la bandeja en el velador sin probar bocado y se acostó otra vez, escondiendo la cabeza bajo la almohada. En la oficina de Francesco, Luka revisaba unos documentos. —¿Qué tan bien se lleva Florencia con su madre? —le preguntó.—Hablan de vez en cuando por teléfono, casi siempre de la viña. Y casi siempre Flo termina de mal humor —dijo Francesco.Luka sonrió, viendo en su hermano un posible cómplice.—¿Y su relación con la niña?—Ha ido a visitarla un par de veces. Más que pasar tiempo con Jo, se ha dedicado a criticar a Florencia por su desempeño
En la tienda de artículos para el hogar, el pasillo de iluminación estaba hasta el final. Alessa los cruzó todos, con el corazón acelerado. La gente iba y venía de acá para allá. Tenía la impresión de que si pasaban muy cerca de ella la harían perder el equilibrio. Una horrible sensación de vértigo la había acompañado las primeras semanas del uso de la prótesis y a veces volvía, sobre todo en un lugar tan lleno de estímulos por todos lados.Luka iba con ella, unos pasos atrás. Si se concentraba en mirarle el trasero no veía el desorden en las estanterías. Esos lugares eran una pesadilla, peor que los supermercados. —No hay ninngunna parecida. Te compraré otra —dijo Alessa, mirando las lámparas—. Esta de metal durará mucho.—Me partirás la cabeza si se te ocurre tirármela.—¡No, Luka! Nunca más, nunca voy a tirártela. Te amo, te amo —se le colgó del cuello y lo besó, olvidándose de la lámpara, la gente alrededor y el vértigo. —¡Ey, espera! —La detuvo cuando empezaba a quitarse la blu
Alessa oía música mientras la estilista la peinaba. La mujer llevaba casi veinte minutos en tal tarea, una tortura. Ella habría sacudido la cabeza y listo, un peinado con volumen y movimiento, pero era un día muy especial y se portaría bien.—Listo, has quedado hermosa. Ahora el maquillaje.Alessa quiso salir corriendo, pero se aguantó. Cuando por fin estuvo lista fue a asomarse al salón aprovechando que los invitados todavía no llegaban. Los de la decoración seguían trabajando, alistando los últimos detalles. Olía a flores. Era un aroma en extremo dulce y prefirió irse al jardín. Allí la atrapó el equipo encargado de filmar toda la ceremonia.—¿Emocionada por la boda? —le preguntó el hombre, acercándole el micrófono.—Mucho. Todo está bellísimo.—Hagamos una toma completa de su atuendo —le indicó el hombre al camarógrafo.El vestido de Alessa le llegaba unos centímetros bajo la rodilla y su pierna de acero relucía con orgullo. Ella ya no la escondía, era testimonio de su lucha y amor