La furia e indignación de Florencia fue contenida por Francesco, que la sostuvo antes de que le arrancara los ojos a Luka. Ella forcejeaba mientras él cubría a Alessa y buscaba la camiseta.—¡¿Cómo pudiste aprovecharte de ella?! ¡Confiaba en ti! ¡Confiaba en que la cudarías! ¡Suéltame Francesco!—Escucha a Luka, de seguro tiene una buena explicación.—¡¿Cómo va a explicar su abuso?! ¡Mi hermana no puede decir que no, no puede defenderse, no puede resistirse, no puede...!—¡Kálllattte! —gritó Alessa.La sorpresa dejó a Florencia sin palabras ni ganas de seguir luchando. Francesco aprovechó y la sacó de la habitación.—¿Ella... habló? ¿Mi hermana habló?—Pues sí, y te regañó.Esperó en la sala, todavía sin poder creer que los balbuceos de Alessa se hubieran convertido en palabras. En la mesa vio el tablero de ajedrez, las gafas de realidad virtual y la caja de chocolates. ¿Desde cuándo comía chocolates? Su desconfianza no cambió cuando Luka llegó y explicó lo ocurrido, hasta que Alessa
Luka miraba a Alessa con incredulidad. Cuando pensaba que ella no podía sorprenderlo más, salía con algo así.—¿Qué dijiste?—Tter...miiinne...—Ya te oí, lo que quiero saber es por qué se te ocurre decir eso justo ahora. No lo entiendo. No tiene ningún sentido. ¿Es por algo que hice? ¿Mi mamá te dijo algo?—Vvooy aaa iiirmmee.—¿Ah sí? ¿Y cómo vas a decirle a tu hermana que venga por ti? —Le arrebató el bolso y lo dejó en lo alto del libero de la sala.Alessa retrocedió.—Esa silla no funciona sin baterías —advirtió Luka antes de frenar su inútil intento de escape cogiéndola en brazos.—Dddeeéjjammee —protestó ella, sin mucho más que poder hacer.Intentó darle unos manotazos, pero fueron muy flojos. Sin dificultad Luka la llevó hasta la cama y allí la retuvo.—¿Es porque no he querido follarte? ¿Vas a buscar a algún degenerado que sí lo haga?—Yyaaa nnooo ttee quiiieeroo —soltó Alessa y le rehuyó la mirada. Luka le soltó las muñecas que le aferraba y se dejó caer a su lado, ya sin f
Todas las historias de amor tienen un villano y la de Luka y Alessa no era la excepción. A veces había sido ella, con su adicción, a veces él, con su obsesión. Filippo había sido el peor, con creces y, cuando pensaban que ya no quedaba ninguno, el siguiente villano llamó a la puerta.—Vamos, sólo un poco más —la animó Luka, parado al final de las barras en las que se sostenia Alessa para caminar.Eran apenas tres metros los que debía andar, pero para alguien que llevaba poco más de un año sin caminar, era como escalar el Everest.—Ddduele...—Lo sé, amor, pero falta poco.Los pies de Alessa pesaban, ella los arrastraba mientras luchaba para mantener firmes las rodillas y los codos. Era una muñeca de trapo intentando mantenerse erguida y caminar. A poco de llegar al final, sudada, sonrojada y exhausta, se arrojó a los brazos de Luka, que la atrapó antes de que las piernas se le doblarán.—Ay... mme dduele ttoddo.—Lo sé, preciosa, pero lo hiciste perfecto. —La recompensó con un beso.
Florencia inhaló profundamente, disimulando la furia que la carcomía. En su actual estado, su hermana no le hacía ningún mal a nadie. Sin embargo, alguien estaba intentando lastimarla y si se metía con Alessa, se metía con ella también.—Es una estaf4. Quieren sacarte información personal. Voy a eliminar el mensaje y a bloquear el número. De hecho, deberíamos guardar tu teléfono. Viniste para relajarte ¿No?—Ssí, guárddalo.—¿Quieres comer mousse de chocolate de postre? Sé que es tu favorito.—Ssí.—Bien. —Le dio un breve vistazo a su alacena—. Creo que me faltan algunos ingredientes, iré a comprarlos.—Nno ess necessario.—Por supuesto que sí. En la sala se encontró con la empleada doméstica.—Cambié a la niña, ya está dormida.—Gracias, Ana. Debo salir y tal vez tarde un poco. Ve que mi hermana cene.Florencia pasó de largo por la tienda y por el pueblo. Ya deseaba sentir entre sus dedos el cabello de la mujerzuela que quería fastidiar a Alessa. Y a Luka también le llegaría lo suyo
Luka llegó a la casa de la viña antes que Florencia. Entre la constatación de lesiones, declarar ante la policía, el cansancio y la preocupación de Francesco, ella aceptó ir a su casa y dejarse consentir por él. Después de todo, su hija estaba siendo cuidada por Ana, una excelente muchacha. —Debería secuestrarte y no dejarte salir de aquí nunca más —dijo Francesco, quitándole con delicadeza las zapatillas. Hasta los cordones los tenía manchados con sangre. —Yo iba a secuestrarte primero y a encerrarte en la bodega de vinos. Allí nadie oiría tus gritos.—Ya tuviste suficiente violencia por hoy, deja de tener ideas criminales. —Francesco se desvistió mientras ella hacía lo propio.—¿Acaso te asusta la idea?Florencia no lo asustaba, pero luego de ver cómo había dejado a esa mujer, ciertamente no haría nada que la enfadara. Ese ánimo rabioso tan propenso a la histeria era muy poco atractivo para él, que era tan relajado. Por eso la necesitaba a su lado, porque con él cerca ella era su
—¡No pudo llevarlas muy lejos en tan poco tiempo! ¡¿Por qué la policía no ha dicho nada?! —bramaba Florencia. Había gritado, llorado, se había acordado de Dios y llorado de nuevo. Ana, débil como estaba, pero a salvo, les contó que oyó ruidos en el primer piso y al ir a revisar alguien la golpeó por detrás. Los sospechosos rápidamente se redujeron a una.—¡Debí matar a esa zorra! ¡Debí sacarle los ojos, quebrarle los brazos!... ¿Por qué mi bebé? —Florencia rompió en llanto una vez más, entre los brazos de Francesco.Habían recorrido los alrededores buscado pistas o testigos en vano y la desesperanza mezclada con impotencia hizo necesario llamar al médico del pueblo. Entre gritos y súplicas le inyectaron un calmante. Ella quería salir a buscar a su hija y a su hermana, no quería dormir, no quería descansar hasta encontrarlas, pero los ojos se le cerraban.—Francesco... encuentra a nuestra niña... —fueron sus últimas palabras.Afuera no amanecería sino hasta unas cuantas horas. La oscur
Luka se secó el sudor de la frente y bebió un poco de agua. La calurosa tarde dificultaba la búsqueda y empeoraba el dolor de cabeza que la falta de sueño le había provocado. Encontró sombra entre unos árboles y descansó unos instantes. Ya iban en el tercer día de búsqueda. Si Alessa estaba encerrada en algún lugar, tres días sin agua la tendría al límite, ya no le quedaría mucho tiempo. Si el tiempo se le había acabado... No, ni siquiera iba a considerar esa posibilidad. El teléfono vibrando en su bolsillo fue una alegría profunda y breve. Lo llamaba su madre.—Querido, ¿sigues buscándola?—Por supuesto.—¿Y hasta cuándo lo harás? —¿Qué clase de pregunta es esa? Hasta encontrarla, evidentemente.—¿Y si no la encuentras? ¿Y si ya no está? Debes considerar esas opciones, así será menos doloroso después.—No puedo ni quiero hacer eso. Se supone que debes animarme.—Debo ayudarte a aceptar lo que no puedes cambiar, hijo. Esa ha sido la lucha de toda mi vida, como cuando Rebeca ya no qu
Luka cerró los ojos y sintió que el tiempo se detenía. No hub0 sonidos de pasos en el hospital, ni el chirriar de las ruedas de los carritos sobre el piso cerámico o la voz robótica del altoparlante que llamaba por alguien, mucho menos las conversaciones de todos los que se agolpaban en el lugar. El cerró los ojos y se imaginó en la casa cerca del lago casi seco, con su granja de hormigas y Alessa en el sofá. Una partida de ajedrez volvería aquella escena perfecta. Habían tenido una vida perfecta. Todo lo que podía recordar del pasado tenía un cierto encanto que lo hacía perfecto: la adicción al sexo de Alessa, sus travesuras en el baño del bar, las secuelas neurológicas que poco a poco iban dejando atrás, la silla de ruedas. Todo era perfecto.Ya nada sería perfecto.El aroma a descomposición que les contaminó los pulmones a Luka y a Florencia era del cuerpo de Martín, que se reveló como el culpable del secuestro pese a que las ratas le dejaran la cara irreconocible. En algún moment