Florencia terminó de peinar a Alessa y la llevó en su silla hasta la sala. Como habían sido sus planes desde el inicio, se mudaron a la casa del abuelo en el pueblo y allí su hermana se recuperaba lentamente, pero nunca tanto como para perder la esperanza. Ya mantenía la cabeza erguida.—Luka llegará pronto.Luka iba a buscar a Alessa cada dos días. Luego una vez por semana y ahora, después de algunos meses, ya casi no iba. No podía culparlo. Era un hombre joven, con toda una vida por delante. Era guapo, divertido, cualquier mujer sería feliz de estar a su lado y acompañarlo en cada uno de sus planes. Alessa ya no era esa mujer y se le partía el corazón por su hermana, pero no era culpa de Luka. No le guardaba rencor. Cada vez que él llegaba quería decirle que mejor ya no viniera, que dejara el recuerdo de su amor marchitar en el corazón de su hermana, pero luego veía el brillo en los ojos de Alessa y guardaba silencio.Luka llegó, sentó a Alessa en el asiento de copiloto y guardó la
Francesco se preparaba para el inicio de una reunión cuando Florencia lo llamó. Contestó, pese a que el resto de participantes ya había llegado. —Hola, amor —la saludó él. Su asistente esbozó una sonrisita.—¡El hijo de puta de tu hermano no trajo a Alessa a la terapia! —ladró Florencia.Francesco apartó el teléfono tras las primeras palabras, no muy seguro de haberse salvado del daño auditivo.—¡¿Tienes idea de dónde mierd4 puede estar?! —volvió a gritar ella.Qué manera de comenzar la mañana. 〜✿〜Luego del estupor causado por la que era, para él, la primera palabra completa que Alessa hubiera pronunciado, Luka quiso sacarle más. Necesitaba confirmar que ella lo entendía y que era capaz de comunicarse. Le hizo varias preguntas, ya no relacionadas con la cena. Ella no respondió ninguna, salvo con los esbozos de palabras ya habituales, los "aaaeee" y los "naaaeee", a los que ahora se añadían los "Luuukkkaaa".—Ok. Vamos a calmarnos —dijo, cuando el
La furia e indignación de Florencia fue contenida por Francesco, que la sostuvo antes de que le arrancara los ojos a Luka. Ella forcejeaba mientras él cubría a Alessa y buscaba la camiseta.—¡¿Cómo pudiste aprovecharte de ella?! ¡Confiaba en ti! ¡Confiaba en que la cudarías! ¡Suéltame Francesco!—Escucha a Luka, de seguro tiene una buena explicación.—¡¿Cómo va a explicar su abuso?! ¡Mi hermana no puede decir que no, no puede defenderse, no puede resistirse, no puede...!—¡Kálllattte! —gritó Alessa.La sorpresa dejó a Florencia sin palabras ni ganas de seguir luchando. Francesco aprovechó y la sacó de la habitación.—¿Ella... habló? ¿Mi hermana habló?—Pues sí, y te regañó.Esperó en la sala, todavía sin poder creer que los balbuceos de Alessa se hubieran convertido en palabras. En la mesa vio el tablero de ajedrez, las gafas de realidad virtual y la caja de chocolates. ¿Desde cuándo comía chocolates? Su desconfianza no cambió cuando Luka llegó y explicó lo ocurrido, hasta que Alessa
Luka miraba a Alessa con incredulidad. Cuando pensaba que ella no podía sorprenderlo más, salía con algo así.—¿Qué dijiste?—Tter...miiinne...—Ya te oí, lo que quiero saber es por qué se te ocurre decir eso justo ahora. No lo entiendo. No tiene ningún sentido. ¿Es por algo que hice? ¿Mi mamá te dijo algo?—Vvooy aaa iiirmmee.—¿Ah sí? ¿Y cómo vas a decirle a tu hermana que venga por ti? —Le arrebató el bolso y lo dejó en lo alto del libero de la sala.Alessa retrocedió.—Esa silla no funciona sin baterías —advirtió Luka antes de frenar su inútil intento de escape cogiéndola en brazos.—Dddeeéjjammee —protestó ella, sin mucho más que poder hacer.Intentó darle unos manotazos, pero fueron muy flojos. Sin dificultad Luka la llevó hasta la cama y allí la retuvo.—¿Es porque no he querido follarte? ¿Vas a buscar a algún degenerado que sí lo haga?—Yyaaa nnooo ttee quiiieeroo —soltó Alessa y le rehuyó la mirada. Luka le soltó las muñecas que le aferraba y se dejó caer a su lado, ya sin f
Todas las historias de amor tienen un villano y la de Luka y Alessa no era la excepción. A veces había sido ella, con su adicción, a veces él, con su obsesión. Filippo había sido el peor, con creces y, cuando pensaban que ya no quedaba ninguno, el siguiente villano llamó a la puerta.—Vamos, sólo un poco más —la animó Luka, parado al final de las barras en las que se sostenia Alessa para caminar.Eran apenas tres metros los que debía andar, pero para alguien que llevaba poco más de un año sin caminar, era como escalar el Everest.—Ddduele...—Lo sé, amor, pero falta poco.Los pies de Alessa pesaban, ella los arrastraba mientras luchaba para mantener firmes las rodillas y los codos. Era una muñeca de trapo intentando mantenerse erguida y caminar. A poco de llegar al final, sudada, sonrojada y exhausta, se arrojó a los brazos de Luka, que la atrapó antes de que las piernas se le doblarán.—Ay... mme dduele ttoddo.—Lo sé, preciosa, pero lo hiciste perfecto. —La recompensó con un beso.
Florencia inhaló profundamente, disimulando la furia que la carcomía. En su actual estado, su hermana no le hacía ningún mal a nadie. Sin embargo, alguien estaba intentando lastimarla y si se metía con Alessa, se metía con ella también.—Es una estaf4. Quieren sacarte información personal. Voy a eliminar el mensaje y a bloquear el número. De hecho, deberíamos guardar tu teléfono. Viniste para relajarte ¿No?—Ssí, guárddalo.—¿Quieres comer mousse de chocolate de postre? Sé que es tu favorito.—Ssí.—Bien. —Le dio un breve vistazo a su alacena—. Creo que me faltan algunos ingredientes, iré a comprarlos.—Nno ess necessario.—Por supuesto que sí. En la sala se encontró con la empleada doméstica.—Cambié a la niña, ya está dormida.—Gracias, Ana. Debo salir y tal vez tarde un poco. Ve que mi hermana cene.Florencia pasó de largo por la tienda y por el pueblo. Ya deseaba sentir entre sus dedos el cabello de la mujerzuela que quería fastidiar a Alessa. Y a Luka también le llegaría lo suyo
Luka llegó a la casa de la viña antes que Florencia. Entre la constatación de lesiones, declarar ante la policía, el cansancio y la preocupación de Francesco, ella aceptó ir a su casa y dejarse consentir por él. Después de todo, su hija estaba siendo cuidada por Ana, una excelente muchacha. —Debería secuestrarte y no dejarte salir de aquí nunca más —dijo Francesco, quitándole con delicadeza las zapatillas. Hasta los cordones los tenía manchados con sangre. —Yo iba a secuestrarte primero y a encerrarte en la bodega de vinos. Allí nadie oiría tus gritos.—Ya tuviste suficiente violencia por hoy, deja de tener ideas criminales. —Francesco se desvistió mientras ella hacía lo propio.—¿Acaso te asusta la idea?Florencia no lo asustaba, pero luego de ver cómo había dejado a esa mujer, ciertamente no haría nada que la enfadara. Ese ánimo rabioso tan propenso a la histeria era muy poco atractivo para él, que era tan relajado. Por eso la necesitaba a su lado, porque con él cerca ella era su
—¡No pudo llevarlas muy lejos en tan poco tiempo! ¡¿Por qué la policía no ha dicho nada?! —bramaba Florencia. Había gritado, llorado, se había acordado de Dios y llorado de nuevo. Ana, débil como estaba, pero a salvo, les contó que oyó ruidos en el primer piso y al ir a revisar alguien la golpeó por detrás. Los sospechosos rápidamente se redujeron a una.—¡Debí matar a esa zorra! ¡Debí sacarle los ojos, quebrarle los brazos!... ¿Por qué mi bebé? —Florencia rompió en llanto una vez más, entre los brazos de Francesco.Habían recorrido los alrededores buscado pistas o testigos en vano y la desesperanza mezclada con impotencia hizo necesario llamar al médico del pueblo. Entre gritos y súplicas le inyectaron un calmante. Ella quería salir a buscar a su hija y a su hermana, no quería dormir, no quería descansar hasta encontrarlas, pero los ojos se le cerraban.—Francesco... encuentra a nuestra niña... —fueron sus últimas palabras.Afuera no amanecería sino hasta unas cuantas horas. La oscur