—Parece cansada. ¿Está durmiendo bien? —preguntó Florencia.Había ido a visitarla por la mañana, iba tan seguido como su trabajo en la viña se lo permitía. Alessa tenía ojeras profundas, se marchitaba.—Las siestas las toma bien, en la noche no lo sé, yo me voy cuando el señor llega —dijo la nueva enfermera. Florencia frunció el ceño. Llevó la silla de Alessa a la terraza, por algo de aire fresco. Le cubrió las piernas con una manta. —Quiero mostrarte algo. Estuve digitalizado algunas fotos de los álbumes viejos. —Florencia sacó una tablet.Había fotos de ellas de pequeñas en la viña, con el abuelo, con su padre, que habían perdido hacía tanto tiempo.—Tú siempre fuiste su favorita y no lo culpo. Eras un encanto mientras duró tu inocencia.Alessa movió los ojos, como si los rodara.—Y la inocencia te duró bastante poco ¿no? Ella volvió a moverlos. —Alessa, si entiendes lo que digo, mira hacia arriba.Alessa no lo hizo, pero volvió a mirar la pantalla. Fotos de su adolescencia, de l
Florencia, recostada en la enorme cama de la habitación de Francesco, no despegaba la vista de su tablet. El hombre, atraído por la vista de sus piernas bajo la corta bata de seda, no hizo esfuerzo alguno por resistirse a tocarlas. Entre caricias y besos fue subiendo desde los pies hasta la cadera.—¿Qué crees que pudo pasarle en la uña? —preguntó ella, viendo una fotografía del pie de Alessa.—Su cuerpo estaba todo golpeado, Flo. Puede que no se le haya borrado todavía.—Es que parece reciente. Si es de entonces, debería haberse puesto negra. ¿Te has dado un golpe en una uña?—Crecí como un chico rico, nunca en mi vida he usado un martillo, pero te creo. Tal vez accidentalmente la golpearon mientras la transportaban en la silla.Era posible, bastante factible de hecho, pero la paranoia se había instalado en la cabeza de Florencia y sólo podía pensar lo peor. —Esta jaqueca no se me quita —se quejó ella.—¿Y qué esperabas? Has estado muy tensa, el estrés te está afectando, sin mencion
Los portales de noticias de la web tenían a Florencia sonriendo de oreja a oreja, qué buena mañana estaba teniendo. Bebió otro sorbo de café y siguió leyendo. No eran muy descriptivos respecto a las lesiones que habían sufrido los internos durante la riña con tintes de motín, salvo que había uno con la espalda rota, de iniciales F. S. que estaría condenado por el resto de su vida a andar en una silla de ruedas. Y si el día seguía siendo bueno, a usar pañales también. Hizo una llamada.—Hola, Teíto hermoso. Tengo el presentimiento de que me dirás cosas que me harán muy feliz.La carcajada de Teo la hizo suspirar.—Tengo hasta fotos, las conseguí del archivo policíaco —contó él—. Son realmente espantosas. No te recomiendo verlas.—No quiero verlas, no soy una sádica. Me basta saber que el infeliz de Filippo sufrió mucho y que seguirá haciéndolo.—Eso te lo aseguro. Qué feos lugares son las cárceles. Más carcajadas. Cuando la llamada finalizó, Florencia se encontró con la mirada reprob
Florencia terminó de peinar a Alessa y la llevó en su silla hasta la sala. Como habían sido sus planes desde el inicio, se mudaron a la casa del abuelo en el pueblo y allí su hermana se recuperaba lentamente, pero nunca tanto como para perder la esperanza. Ya mantenía la cabeza erguida.—Luka llegará pronto.Luka iba a buscar a Alessa cada dos días. Luego una vez por semana y ahora, después de algunos meses, ya casi no iba. No podía culparlo. Era un hombre joven, con toda una vida por delante. Era guapo, divertido, cualquier mujer sería feliz de estar a su lado y acompañarlo en cada uno de sus planes. Alessa ya no era esa mujer y se le partía el corazón por su hermana, pero no era culpa de Luka. No le guardaba rencor. Cada vez que él llegaba quería decirle que mejor ya no viniera, que dejara el recuerdo de su amor marchitar en el corazón de su hermana, pero luego veía el brillo en los ojos de Alessa y guardaba silencio.Luka llegó, sentó a Alessa en el asiento de copiloto y guardó la
Francesco se preparaba para el inicio de una reunión cuando Florencia lo llamó. Contestó, pese a que el resto de participantes ya había llegado. —Hola, amor —la saludó él. Su asistente esbozó una sonrisita.—¡El hijo de puta de tu hermano no trajo a Alessa a la terapia! —ladró Florencia.Francesco apartó el teléfono tras las primeras palabras, no muy seguro de haberse salvado del daño auditivo.—¡¿Tienes idea de dónde mierd4 puede estar?! —volvió a gritar ella.Qué manera de comenzar la mañana. 〜✿〜Luego del estupor causado por la que era, para él, la primera palabra completa que Alessa hubiera pronunciado, Luka quiso sacarle más. Necesitaba confirmar que ella lo entendía y que era capaz de comunicarse. Le hizo varias preguntas, ya no relacionadas con la cena. Ella no respondió ninguna, salvo con los esbozos de palabras ya habituales, los "aaaeee" y los "naaaeee", a los que ahora se añadían los "Luuukkkaaa".—Ok. Vamos a calmarnos —dijo, cuando el
La furia e indignación de Florencia fue contenida por Francesco, que la sostuvo antes de que le arrancara los ojos a Luka. Ella forcejeaba mientras él cubría a Alessa y buscaba la camiseta.—¡¿Cómo pudiste aprovecharte de ella?! ¡Confiaba en ti! ¡Confiaba en que la cudarías! ¡Suéltame Francesco!—Escucha a Luka, de seguro tiene una buena explicación.—¡¿Cómo va a explicar su abuso?! ¡Mi hermana no puede decir que no, no puede defenderse, no puede resistirse, no puede...!—¡Kálllattte! —gritó Alessa.La sorpresa dejó a Florencia sin palabras ni ganas de seguir luchando. Francesco aprovechó y la sacó de la habitación.—¿Ella... habló? ¿Mi hermana habló?—Pues sí, y te regañó.Esperó en la sala, todavía sin poder creer que los balbuceos de Alessa se hubieran convertido en palabras. En la mesa vio el tablero de ajedrez, las gafas de realidad virtual y la caja de chocolates. ¿Desde cuándo comía chocolates? Su desconfianza no cambió cuando Luka llegó y explicó lo ocurrido, hasta que Alessa
Luka miraba a Alessa con incredulidad. Cuando pensaba que ella no podía sorprenderlo más, salía con algo así.—¿Qué dijiste?—Tter...miiinne...—Ya te oí, lo que quiero saber es por qué se te ocurre decir eso justo ahora. No lo entiendo. No tiene ningún sentido. ¿Es por algo que hice? ¿Mi mamá te dijo algo?—Vvooy aaa iiirmmee.—¿Ah sí? ¿Y cómo vas a decirle a tu hermana que venga por ti? —Le arrebató el bolso y lo dejó en lo alto del libero de la sala.Alessa retrocedió.—Esa silla no funciona sin baterías —advirtió Luka antes de frenar su inútil intento de escape cogiéndola en brazos.—Dddeeéjjammee —protestó ella, sin mucho más que poder hacer.Intentó darle unos manotazos, pero fueron muy flojos. Sin dificultad Luka la llevó hasta la cama y allí la retuvo.—¿Es porque no he querido follarte? ¿Vas a buscar a algún degenerado que sí lo haga?—Yyaaa nnooo ttee quiiieeroo —soltó Alessa y le rehuyó la mirada. Luka le soltó las muñecas que le aferraba y se dejó caer a su lado, ya sin f
Todas las historias de amor tienen un villano y la de Luka y Alessa no era la excepción. A veces había sido ella, con su adicción, a veces él, con su obsesión. Filippo había sido el peor, con creces y, cuando pensaban que ya no quedaba ninguno, el siguiente villano llamó a la puerta.—Vamos, sólo un poco más —la animó Luka, parado al final de las barras en las que se sostenia Alessa para caminar.Eran apenas tres metros los que debía andar, pero para alguien que llevaba poco más de un año sin caminar, era como escalar el Everest.—Ddduele...—Lo sé, amor, pero falta poco.Los pies de Alessa pesaban, ella los arrastraba mientras luchaba para mantener firmes las rodillas y los codos. Era una muñeca de trapo intentando mantenerse erguida y caminar. A poco de llegar al final, sudada, sonrojada y exhausta, se arrojó a los brazos de Luka, que la atrapó antes de que las piernas se le doblarán.—Ay... mme dduele ttoddo.—Lo sé, preciosa, pero lo hiciste perfecto. —La recompensó con un beso.