Salón de reuniones del séptimo piso de empresas IABOSCH. El equipo de Luka esperaba, expectante, saber cuál sería el siguiente designio de su lunático jefe. Él podía ver en sus ojos cómo deseaban que fuera Francesco. Empezaba a sentirse como un secuestrador.Inhaló profundamente y habló:—Los libero —dijo por fin. Nadie entendía nada. Tal vez los dejaría salir más temprano.—He tenido algunos problemas de salud y por recomendaciones médicas me ausentaré de la empresa de manera indefinida. Cada uno puede regresar a lo que sea que hiciera antes de que yo llegara y unirse al proyecto de Francesco... ¿Dónde está Montoya?Había evitado mirar en su dirección y cuando lo hizo, vio un puesto vacío.—Envió una licencia médica —informó Fabián.—¿Le pasó algo grave?—No lo sé. Es una licencia de su psiquiatra, que indica un mes de reposo.En la trastornada cabeza de Luka todas las piezas empezaron a encajar. ¿Qué más clara señal del destino que la que le acababa de ser revelada? Y él sintiéndo
Las manos de Luka seguían aferrándole la cintura y sus ojos llamándola a perderse en sus profundidades.La lujuria convulsionaba, la razón se había quedado calva.—¡¿Por qué estás aquí?!—¡Es un país pequeño! ¡Vayamos a otro lado, no quiero estar gritando!Alessa salió, seguida de él. En la entrada había algunas mesas, allí podrían conversar a gusto. Ella pasó de largo y empezó a correr. Luka salió corriendo tras ella por la costanera.—¡Espera!—¡Desaparece!—¡Tenemos que hablar!—¡Yo no quiero hablar contigo!—¡Yo tampoco, pero hay que hablar antes de follar!Alessa se detuvo y lo encaró. Luka llegó hasta su lado y alcanzó a esquivar por un pelo el puñetazo que ella le lanzó.—¿Cuándo pasaste de ser una ebria caliente a una violenta?—¡Vine aquí para alejarme de ti! —Lo empujó.—Yo no quiero que te alejes de mí.—¡Tienes novia!—¿Y qué? Dijiste que habías estado con hombres casados.Alessa volvió a empujarlo. Le dio unos golpes en el pecho. La razón había enmudecido y no la encontra
La primera sensación de Luka al despertarse fue una intensa punzada en la ingle. Seguía duro. Toda la noche se la había pasado en aquel estado de aflicción y la culpable dormía a su lado como un angelito. Un angelito acosador. La mujer se había convertido en un pulpo, que no dejó lugar sin tocar. Alessa pensaba en sex0 hasta cuando dormía y allí la tenía, con la cabeza apoyada en su cuello y una infame mano dentro de su bóxer, sosteniéndole el falo.—Alessa.Nada.—Alessa, despierta.La mujer se removió y le aferró más el miembro.—¡Auch, Alessa!—¿Qué?...—Suéltame.Poco a poco ella fue cobrando conciencia y notó qué era lo que sujetaba con tanto ahínco.—¡Oh, por Dios! —Se apartó.Luka se sentó, tuvo una punzada en el vientre como si lo patearan.—¿Es normal que esté de ese color?Él no quería ni mirar. Se le iba a caer, estaba seguro de que se le iba a caer.Rápidamente Alessa corrió a la cocina, cogió una lata de cerveza del minibar, la envolvió en una toalla y se la dio a Luka.
—¿Por qué tenemos que ir con otras personas si nos bastamos con nosotros dos para divertirnos?—Porque con otras personas mi cuerpo correrá menos riesgos y es más probable que logres mantener tu abstinencia.La ingenuidad de Luka casi la hizo reír. —Además, quiero conocer a ese tal Teo.—¿Por qué?—Porque así sabré más cosas sobre ti.—Pregúntame todo lo que quieras y te lo diré.—No, así es aburrido, como leer tu expediente médico para saber si estás saludable. Es más divertido verte corriendo para ver cuánto aguantas.—De acuerdo —dijo ella por fin, pero luego no te quejes.—Yo no me quejo.—Ni me juzgues.—Ya me estoy haciendo una idea del asunto.Sin embargo, cuando se trataba de Alessa, la imaginación de cualquiera se quedaba pequeña.El tal Teo resultó ser un tipo alto, más alto que Luka. Por el cuello se le asomaban unos tatuajes tribales. La idea de que Alessa estuviera pensando en él cuando le preguntaba por los tatuajes le dejó un mal sabor de boca. Ni mencionar sus bien de
Confiando en la apertura mental de Luka más que en el amor que pudiera sentir por ella con menos de un día de noviazgo, Alessa no corrió hasta perderse en el insondable mar. Siguió en su puesto para hacerle frente a sus actos, como la mujer digna que era.—Estabas como a tres autos —dijo. —Íbamos a juntarnos en el autocinema —contó Teo—. Yo me quedé esperándola sin saber que ella se había "confundido" de auto. Y de novio también.—Cómo iba a esperar que alguien tuviera un auto igual, hasta con las mismas franjas laterales —señaló Alessa.Era absurdo.—Pero una vez dentro te diste cuenta que el conductor no era Teo —indicó Marisa.—Sí, pero tenía una linda sonrisa.Luka no pudo evitar reír ante tamaña estupidez.—¿Y cómo la descubriste? —quiso saber Luka.—Como a mitad de la película la llamé por teléfono y oí la canción que ella tenía de ringtone. Bajé y la encontré con las manos en la masa.Marisa rio de buena gana, mientras Alessa intentaba recordar por qué eran amigas.Lo que Luka
Todo ocurrió tan rápido como en una película. El oficial empujó a Luka sobre el capó y lo esposó, siempre advirtiéndole a Alessa que no se acercara."¡Arrésteme a mí también, yo soy su cómplice!", quería gritar ella. "¡Yo lo incité a hacer el mal!".Se quedó callada. Estando libre podía ser de mayor utilidad.—Alessa... ¿Me vas a esperar? —preguntó Luka mientras lo metían a la patrulla.—¡Claro que sí, Luka! ¡Todo lo que aguante!El auto partió, con las sirenas ululando en la carretera. Ella partió tras él, conduciendo el auto de Luka. 〜✿〜La estación era un caos de gente yendo de un lado para otro. Al no estar emparentada de ningún modo con Luka, se negaron a darle información, así que hizo lo que su razón, más desnutrida que nunca luego de dos semanas de abandono, le permitió.Después de dos horas pudo ver a Luka unos instantes mientras lo llevaban a una sala.—¿Qué está pasando, Luka? ¿Por qué te arreataron? ¿Cuánto tiempo vas a estar aquí?—¿P
A mediodía el sonido del timbre hizo a Alessa estremecer. Se quitó el mandil, guardó algo en su bolsillo y abrió la puerta. Ahí estaba Luka.La tercera recomendación de Teo había sido que cerrara bien puertas y ventanas.Lo invitó a sentarse en un banco de la entrada. La visión desoladora del jardín feo contribuyó a la pesadumbre que había en los ojos de Luka. El cielo se había nublado.—Te escucho.—Las acusaciones de Rebecca no son ciertas. Ella lo inventó todo.—¿Y su auto destrozado? ¿Y los moretones en su cara?—Ella lo hizo.—¿Se golpeó sola?—Alessa, sé lo absurdo que suena, pero yo no le hice nada, salvo decirle que ya no quería verla. Luego me fui a buscarte. —Y eso de que la secuestraste, ¿también es mentira?—No.Alessa se tensó. Acercó la mano a su bolsillo.—Yo me la llevé a la fuerza, eso es cierto, pero luego tuvo la oportunidad de irse, ella no quiso. —Tal vez estaba asustada de ti.—No, Alessa. Todo partió como un juego que quizás se nos salió un poco de las manos.
—La obesa volvió conmigo —empieza diciendo Luka.—¿Cómo fue esa reconciliación?—Fui a buscarla y hablamos. Nos faltaba hablar sobre nuestros sentimientos. Estoy enamorado de ella y ella de mí. —¿Y sus hábitos alimenticios?—Ella ha empezado a hacer régimen alimenticio, por iniciativa propia. Aunque conmigo hace algunas excepciones. Le prohibieron el alcohol y ha cumplido al pie de la letra, es disciplinada cuando se lo propone.—¿Eso te gusta?—He descubierto que con ella me gusta lo contrario. También puedo hacer algunas excepciones.—¿Y Rebeca?—Volvió a denunciarme, pero no logrará nada, no tiene pruebas en mi contra. Su batalla está completamente perdida. Ahora mi corazón es para la obesa. —Que te corresponda debió darte mucha paz, ¿no?—Sí, no imagina cuanta. Mi ansiedad ha vuelto a cero.En el barrio residencial de Alessa, ella avanzó por su jardín con cautela.—¿Podemos hablar? No te quitaré mucho tiempo —dijo Rebeca.—Claro, toma asiento —señaló el banco.La mujer se quitó