—¿Por qué tenemos que ir con otras personas si nos bastamos con nosotros dos para divertirnos?—Porque con otras personas mi cuerpo correrá menos riesgos y es más probable que logres mantener tu abstinencia.La ingenuidad de Luka casi la hizo reír. —Además, quiero conocer a ese tal Teo.—¿Por qué?—Porque así sabré más cosas sobre ti.—Pregúntame todo lo que quieras y te lo diré.—No, así es aburrido, como leer tu expediente médico para saber si estás saludable. Es más divertido verte corriendo para ver cuánto aguantas.—De acuerdo —dijo ella por fin, pero luego no te quejes.—Yo no me quejo.—Ni me juzgues.—Ya me estoy haciendo una idea del asunto.Sin embargo, cuando se trataba de Alessa, la imaginación de cualquiera se quedaba pequeña.El tal Teo resultó ser un tipo alto, más alto que Luka. Por el cuello se le asomaban unos tatuajes tribales. La idea de que Alessa estuviera pensando en él cuando le preguntaba por los tatuajes le dejó un mal sabor de boca. Ni mencionar sus bien de
Confiando en la apertura mental de Luka más que en el amor que pudiera sentir por ella con menos de un día de noviazgo, Alessa no corrió hasta perderse en el insondable mar. Siguió en su puesto para hacerle frente a sus actos, como la mujer digna que era.—Estabas como a tres autos —dijo. —Íbamos a juntarnos en el autocinema —contó Teo—. Yo me quedé esperándola sin saber que ella se había "confundido" de auto. Y de novio también.—Cómo iba a esperar que alguien tuviera un auto igual, hasta con las mismas franjas laterales —señaló Alessa.Era absurdo.—Pero una vez dentro te diste cuenta que el conductor no era Teo —indicó Marisa.—Sí, pero tenía una linda sonrisa.Luka no pudo evitar reír ante tamaña estupidez.—¿Y cómo la descubriste? —quiso saber Luka.—Como a mitad de la película la llamé por teléfono y oí la canción que ella tenía de ringtone. Bajé y la encontré con las manos en la masa.Marisa rio de buena gana, mientras Alessa intentaba recordar por qué eran amigas.Lo que Luka
Todo ocurrió tan rápido como en una película. El oficial empujó a Luka sobre el capó y lo esposó, siempre advirtiéndole a Alessa que no se acercara."¡Arrésteme a mí también, yo soy su cómplice!", quería gritar ella. "¡Yo lo incité a hacer el mal!".Se quedó callada. Estando libre podía ser de mayor utilidad.—Alessa... ¿Me vas a esperar? —preguntó Luka mientras lo metían a la patrulla.—¡Claro que sí, Luka! ¡Todo lo que aguante!El auto partió, con las sirenas ululando en la carretera. Ella partió tras él, conduciendo el auto de Luka. 〜✿〜La estación era un caos de gente yendo de un lado para otro. Al no estar emparentada de ningún modo con Luka, se negaron a darle información, así que hizo lo que su razón, más desnutrida que nunca luego de dos semanas de abandono, le permitió.Después de dos horas pudo ver a Luka unos instantes mientras lo llevaban a una sala.—¿Qué está pasando, Luka? ¿Por qué te arreataron? ¿Cuánto tiempo vas a estar aquí?—¿P
A mediodía el sonido del timbre hizo a Alessa estremecer. Se quitó el mandil, guardó algo en su bolsillo y abrió la puerta. Ahí estaba Luka.La tercera recomendación de Teo había sido que cerrara bien puertas y ventanas.Lo invitó a sentarse en un banco de la entrada. La visión desoladora del jardín feo contribuyó a la pesadumbre que había en los ojos de Luka. El cielo se había nublado.—Te escucho.—Las acusaciones de Rebecca no son ciertas. Ella lo inventó todo.—¿Y su auto destrozado? ¿Y los moretones en su cara?—Ella lo hizo.—¿Se golpeó sola?—Alessa, sé lo absurdo que suena, pero yo no le hice nada, salvo decirle que ya no quería verla. Luego me fui a buscarte. —Y eso de que la secuestraste, ¿también es mentira?—No.Alessa se tensó. Acercó la mano a su bolsillo.—Yo me la llevé a la fuerza, eso es cierto, pero luego tuvo la oportunidad de irse, ella no quiso. —Tal vez estaba asustada de ti.—No, Alessa. Todo partió como un juego que quizás se nos salió un poco de las manos.
—La obesa volvió conmigo —empieza diciendo Luka.—¿Cómo fue esa reconciliación?—Fui a buscarla y hablamos. Nos faltaba hablar sobre nuestros sentimientos. Estoy enamorado de ella y ella de mí. —¿Y sus hábitos alimenticios?—Ella ha empezado a hacer régimen alimenticio, por iniciativa propia. Aunque conmigo hace algunas excepciones. Le prohibieron el alcohol y ha cumplido al pie de la letra, es disciplinada cuando se lo propone.—¿Eso te gusta?—He descubierto que con ella me gusta lo contrario. También puedo hacer algunas excepciones.—¿Y Rebeca?—Volvió a denunciarme, pero no logrará nada, no tiene pruebas en mi contra. Su batalla está completamente perdida. Ahora mi corazón es para la obesa. —Que te corresponda debió darte mucha paz, ¿no?—Sí, no imagina cuanta. Mi ansiedad ha vuelto a cero.En el barrio residencial de Alessa, ella avanzó por su jardín con cautela.—¿Podemos hablar? No te quitaré mucho tiempo —dijo Rebeca.—Claro, toma asiento —señaló el banco.La mujer se quitó
—¿Me veo elegante? —preguntó Alessa, desfilando el largo vestido azul que se había comprado para la ocasión. —Creo que, comparado con cómo estabas cuando te vio mi madre por primera vez, cualquier cosa es mejor.—No me recuerdes eso, por favor. —Revisó por última vez su maquillaje.—¿Por qué, te calienta? —Su mano buscó hacerse espacio bajo la tela.—Luka, no hagas eso. Tardé en arreglarme y no quiero despeinarme ni sudar.—Sólo quiero ver si llevas las bragas azules. —Le levantó el vestido hasta verlas. Eran celestes.Alessa se escapó de sus manos y fue por algo de agua, esperó a que su corazón dejara de latir como lo hacía. Esta noche iba a conocer a su suegra y todo debía salir perfecto.En el trayecto, aprovechaba cada parada en el semáforo para acariciar la pierna de Luka. Aunque sólo fueran unos segundos, necesitaba tocarlo.—Ay no, hay atasco vehicular.—No te preocupes, vamos a tiempo.—No es por eso. Es que los atascos me... me ponen ansiosa.Luka la miró de reojo. La respir
¿Era posible evitar reírse cuando algo te hacía gracia? Difícil. Y Alessa era de esas personas que se reían incluso cuando nada le hacía gracia. Una risa salida de la nada, de la locura que la poseía, de sus conexiones mentales trastocadas, tan espontánea e imparable como un estornudo. Y no, no estamos hablando de reírse.Alessa se aferró el vientre, en pánico. Las agradables contracciones de sus entrañas, que eran una bendición cuando estaba intimando con alguien, eran una maldición ahora que estaba en la mesa, con los ojos de su suegra y su cuñado fijos en ella.Estaba roja, sudaba, se ahogaba. —¿Qué le pasa? —preguntó Marianne.—Tiene... tiene asma. —Luka la rodeó de la cintura para levantarla.Alessa era peso muerto, no quería avanzar, tenía miedo de moverse. La parte baja del cuerpo había dejado de responderle.—Vayamos a tomar un poco de aire, con eso te sentirás mejor.Alessa se le aferró de las ropas, con la apariencia de estar sufriendo un dolor de estómago fulminante, pero
Alessa corrió por los pasillos del hospital hasta encontrar a su madre. La mujer lloraba.—¿Cómo está Florencia?—Se rompió una pierna.—¿Y cómo pasó?—Ella y Martín iban en el auto, alguien los chocó por el lado de Florencia... ¡Pudo morir!—Pero no murió, mamá. Tranquila, ella estará bien. Abrazar a su madre fue agradable. Era una lástima que tuviera que ocurrir una tragedia para volver a hacerlo. El dulce calor que sentía junto a ella no lo había encontrado nunca en nadie más y lo había perdido hacía tanto tiempo que ya casi no lo recordaba.La mujer se apartó cuando Martín apareció. Fue su turno de entrar a ver a Florencia.Alessa ni siquiera miró al hombre, que se paró frente a ella ante su desplante.—Alessa, sobre lo que ocurrió en los viñedos...—Yo no le diré nada a mi hermana siempre y cuando no vuelva a repetirse. Eres su esposo y eso no se me olvida.—Sin alcohol encima.—¿Qué quieres decir?—La fiesta de la vendimia el año pasado, en la bodega de vinos. ¿Estabas muy ebri