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XXI Conviviendo con la abstinencia
La primera sensación de Luka al despertarse fue una intensa punzada en la ingle. Seguía duro. Toda la noche se la había pasado en aquel estado de aflicción y la culpable dormía a su lado como un angelito.

Un angelito acosador. La mujer se había convertido en un pulpo, que no dejó lugar sin tocar. Alessa pensaba en sex0 hasta cuando dormía y allí la tenía, con la cabeza apoyada en su cuello y una infame mano dentro de su bóxer, sosteniéndole el falo.

—Alessa.

Nada.

—Alessa, despierta.

La mujer se removió y le aferró más el miembro.

—¡Auch, Alessa!

—¿Qué?...

—Suéltame.

Poco a poco ella fue cobrando conciencia y notó qué era lo que sujetaba con tanto ahínco.

—¡Oh, por Dios! —Se apartó.

Luka se sentó, tuvo una punzada en el vientre como si lo patearan.

—¿Es normal que esté de ese color?

Él no quería ni mirar. Se le iba a caer, estaba seguro de que se le iba a caer.

Rápidamente Alessa corrió a la cocina, cogió una lata de cerveza del minibar, la envolvió en una toalla y se la dio a Luka.

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