XXIII Inesperado

Confiando en la apertura mental de Luka más que en el amor que pudiera sentir por ella con menos de un día de noviazgo, Alessa no corrió hasta perderse en el insondable mar. Siguió en su puesto para hacerle frente a sus actos, como la mujer digna que era.

—Estabas como a tres autos —dijo.

—Íbamos a juntarnos en el autocinema —contó Teo—. Yo me quedé esperándola sin saber que ella se había "confundido" de auto. Y de novio también.

—Cómo iba a esperar que alguien tuviera un auto igual, hasta con las mismas franjas laterales —señaló Alessa.

Era absurdo.

—Pero una vez dentro te diste cuenta que el conductor no era Teo —indicó Marisa.

—Sí, pero tenía una linda sonrisa.

Luka no pudo evitar reír ante tamaña estupidez.

—¿Y cómo la descubriste? —quiso saber Luka.

—Como a mitad de la película la llamé por teléfono y oí la canción que ella tenía de ringtone. Bajé y la encontré con las manos en la masa.

Marisa rio de buena gana, mientras Alessa intentaba recordar por qué eran amigas.

Lo que Luka
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