A mediodía el sonido del timbre hizo a Alessa estremecer. Se quitó el mandil, guardó algo en su bolsillo y abrió la puerta. Ahí estaba Luka.La tercera recomendación de Teo había sido que cerrara bien puertas y ventanas.Lo invitó a sentarse en un banco de la entrada. La visión desoladora del jardín feo contribuyó a la pesadumbre que había en los ojos de Luka. El cielo se había nublado.—Te escucho.—Las acusaciones de Rebecca no son ciertas. Ella lo inventó todo.—¿Y su auto destrozado? ¿Y los moretones en su cara?—Ella lo hizo.—¿Se golpeó sola?—Alessa, sé lo absurdo que suena, pero yo no le hice nada, salvo decirle que ya no quería verla. Luego me fui a buscarte. —Y eso de que la secuestraste, ¿también es mentira?—No.Alessa se tensó. Acercó la mano a su bolsillo.—Yo me la llevé a la fuerza, eso es cierto, pero luego tuvo la oportunidad de irse, ella no quiso. —Tal vez estaba asustada de ti.—No, Alessa. Todo partió como un juego que quizás se nos salió un poco de las manos.
—La obesa volvió conmigo —empieza diciendo Luka.—¿Cómo fue esa reconciliación?—Fui a buscarla y hablamos. Nos faltaba hablar sobre nuestros sentimientos. Estoy enamorado de ella y ella de mí. —¿Y sus hábitos alimenticios?—Ella ha empezado a hacer régimen alimenticio, por iniciativa propia. Aunque conmigo hace algunas excepciones. Le prohibieron el alcohol y ha cumplido al pie de la letra, es disciplinada cuando se lo propone.—¿Eso te gusta?—He descubierto que con ella me gusta lo contrario. También puedo hacer algunas excepciones.—¿Y Rebeca?—Volvió a denunciarme, pero no logrará nada, no tiene pruebas en mi contra. Su batalla está completamente perdida. Ahora mi corazón es para la obesa. —Que te corresponda debió darte mucha paz, ¿no?—Sí, no imagina cuanta. Mi ansiedad ha vuelto a cero.En el barrio residencial de Alessa, ella avanzó por su jardín con cautela.—¿Podemos hablar? No te quitaré mucho tiempo —dijo Rebeca.—Claro, toma asiento —señaló el banco.La mujer se quitó
—¿Me veo elegante? —preguntó Alessa, desfilando el largo vestido azul que se había comprado para la ocasión. —Creo que, comparado con cómo estabas cuando te vio mi madre por primera vez, cualquier cosa es mejor.—No me recuerdes eso, por favor. —Revisó por última vez su maquillaje.—¿Por qué, te calienta? —Su mano buscó hacerse espacio bajo la tela.—Luka, no hagas eso. Tardé en arreglarme y no quiero despeinarme ni sudar.—Sólo quiero ver si llevas las bragas azules. —Le levantó el vestido hasta verlas. Eran celestes.Alessa se escapó de sus manos y fue por algo de agua, esperó a que su corazón dejara de latir como lo hacía. Esta noche iba a conocer a su suegra y todo debía salir perfecto.En el trayecto, aprovechaba cada parada en el semáforo para acariciar la pierna de Luka. Aunque sólo fueran unos segundos, necesitaba tocarlo.—Ay no, hay atasco vehicular.—No te preocupes, vamos a tiempo.—No es por eso. Es que los atascos me... me ponen ansiosa.Luka la miró de reojo. La respir
¿Era posible evitar reírse cuando algo te hacía gracia? Difícil. Y Alessa era de esas personas que se reían incluso cuando nada le hacía gracia. Una risa salida de la nada, de la locura que la poseía, de sus conexiones mentales trastocadas, tan espontánea e imparable como un estornudo. Y no, no estamos hablando de reírse.Alessa se aferró el vientre, en pánico. Las agradables contracciones de sus entrañas, que eran una bendición cuando estaba intimando con alguien, eran una maldición ahora que estaba en la mesa, con los ojos de su suegra y su cuñado fijos en ella.Estaba roja, sudaba, se ahogaba. —¿Qué le pasa? —preguntó Marianne.—Tiene... tiene asma. —Luka la rodeó de la cintura para levantarla.Alessa era peso muerto, no quería avanzar, tenía miedo de moverse. La parte baja del cuerpo había dejado de responderle.—Vayamos a tomar un poco de aire, con eso te sentirás mejor.Alessa se le aferró de las ropas, con la apariencia de estar sufriendo un dolor de estómago fulminante, pero
Alessa corrió por los pasillos del hospital hasta encontrar a su madre. La mujer lloraba.—¿Cómo está Florencia?—Se rompió una pierna.—¿Y cómo pasó?—Ella y Martín iban en el auto, alguien los chocó por el lado de Florencia... ¡Pudo morir!—Pero no murió, mamá. Tranquila, ella estará bien. Abrazar a su madre fue agradable. Era una lástima que tuviera que ocurrir una tragedia para volver a hacerlo. El dulce calor que sentía junto a ella no lo había encontrado nunca en nadie más y lo había perdido hacía tanto tiempo que ya casi no lo recordaba.La mujer se apartó cuando Martín apareció. Fue su turno de entrar a ver a Florencia.Alessa ni siquiera miró al hombre, que se paró frente a ella ante su desplante.—Alessa, sobre lo que ocurrió en los viñedos...—Yo no le diré nada a mi hermana siempre y cuando no vuelva a repetirse. Eres su esposo y eso no se me olvida.—Sin alcohol encima.—¿Qué quieres decir?—La fiesta de la vendimia el año pasado, en la bodega de vinos. ¿Estabas muy ebri
Tras desayunar con Luka y quedarse sola, a eso de las nueve de la mañana, Alessa tuvo su primera inclinación a buscar porno. Y por razones obvias no pudo. En las labores domésticas intentó enfocar su atención. Mientras sacudía un estante con un plumero, recordaba todos los videos que había visto de jefes con sus sirvientas, en escritorios, sillones, alfombras, cocinas y cada parte de una casa. No pudo seguir ni en la casa. Se fue al jardín.Esperaba que no se asomara su vecino sexy. Una camioneta se detuvo afuera. "Diseño de jardines" se leía, junto a un número telefónico. Dos hombres bajaron en sus overoles, cada uno más guapo que el anterior.—Hola, vinimos a revivir su jardín —dijo uno de ellos.A ella tenían que revivirla, ella era la que se secaba y necesitaba que la regaran con urgencia. Ya no pudo estar en el jardín tampoco. Ya no aguantaba estar en ninguna parte, ni en sí misma. Se fue a dar una ducha con agua fría.Luka la llamó pasado el mediodía.—¿Los paisajistas están tr
Al borde de un infarto, así llegó Alessa al lado de Luka, que miraba a Mike como si quisiera arrancarle la cabeza con los dientes para luego escupirla en un basurero.—¡Luka, qué bueno verte! —Ella se le colgó del cuello como si estuvieran en alta mar y Luka fuera lo único de lo que agarrarse para no hundirse.—Sube al auto —ordenó él, apartándose.No la miraba y tal vez eso fuera mejor, Alessa no deseaba ver que también quería arrancarle la cabeza a ella.—No hice nada malo.—No vamos a discutir mientras conduzco —sentenció él, con voz firme y potente, llena de enojo.Llena de furia asesina. Iban a discutir, de eso no se salvaría. Procurando no hacer ningún ruido, Alessa se puso el cinturón y nada más dijo. Rogaba para que la ira de Luka se fuera disipando de camino a casa.Llegaron por fin luego de lo que pareció una eternidad, él dio un portazo.—¡No hice nada malo!—Porque llegué a tiempo. ¿Con qué me habría encontrado si llegaba unos minutos después? —No te puedes enojar por un
La cita para almorzar de Luka había resultado ser un amigo de su época universitaria. El primer amigo de Luka que Alessa conocía. Se enfocó en que este encuentro fuera mucho mejor que con la familia. Ignoró la bella sonrisa del hombre, lo agradablemente definidos de sus hombros, el mentón firme y cuadrado. Sólo tenía ojos para Luka y su lechuga.La voz no podía ignorarla. Era grave y con buena entonación, como de locutor de radio. Se le erizaban los vellos de los brazos al oírlo y lo detestaba. —Derek está detrás del sistema operativo de JUK —contó Luka.—Es de la competencia.—Todo para Luka es una competencia, desde lo que desayuna hasta el modo en que ata sus zapatos. ¿Has visto cómo lo hace?Alessa negó. Miró bajo la mesa. Los zapatos de Luka estaban atados como los de cualquier otro, supuso que debía atarlos como todos los demás.—Los hábitos pueden cambiar —señaló Luka.Interesada en saber más sobre su novio, aprovechó Alessa de sacarle a Derek cualquier información que le sirv