XVII Ajeno

—Es tu desayuno favorito, lo preparé para ti —dijo Rebeca.

Hasta la cocina llegó Luka siguiendo el perfume de Rebeca. Era una fragancia única, ella la preparaba mezclando costosos perfumes cuyo nombre se había negado a revelarle. Él los descubrió igual. Se pasó toda una tarde recorriendo perfumerías italianas, analizando fragancias, mezclándolas en su cabeza, pero aun así seguía faltándole algo.

El aroma de su piel.

Se le acercó por detrás, le rozó el hombro con la nariz y se perdió en sus rojos cabellos. Ese aroma podía revivir a un moribundo y alzar hacia los cielos a alguien que se asaba en el mismísimo infierno.

—Desayuna o llegarás tarde.

—¿Me estás echando de mi propia casa? Acabamos de reencontrarnos. Además, ya no tengo ninguna razón para volver a la empresa.

—No, Luka. No quiero que vuelvan a culparme si dejas el trabajo. Tu madre puede ser realmente fastidiosa, no quiero a tu familia metida en lo nuestro, no nos separarán esta vez.

Luka se sentó, el desayuno que ella había
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