— Dígame señora.
— Ya sabes que tienes que hacer.
La mujer se va caminando hasta perderse en la oscuridad del pasillo.
Elías sonríe malicioso y empieza por propinarle un fuerte golpe en la cara a Spencer.
El golpe le provocó un leve sangrado en la nariz que fue la zona golpeada, a Spencer le dolió, y bastante, pero por intuición propia prefirió no quejarse, aguantarse el dolor, demostrar que era un hombre de verdad y así impresionar a su nuevo amor.
Elías dejó de golpear a Spencer para luego acomodarse a dos metros de distancia de él, entrelazar las dos manos y mirarlo fijamente evitando que este intentara llegar a escapar.
Mientras tanto, la sexy secuestradora de Spencer bebía una copa de vino y observaba hacia la calle desde el interior de su habitación; una calle solitaria y mojada por la lluvia que estaba cayendo en ese momento.
Ella no dejaba de pensar en la propuesta de su secuestrado, ¿Realmente sería capaz de casarse con ella? o ¿Era solo una estrategia para poder escapar sin darle su dinero? Las dos posibilidades sonaban verdaderas y convincentes para ella. Ella era una mujer que solo buscaba a los hombres para secuestrarlos, quedarse con una buena suma de su dinero y acostarse con ellos para que estos no fueran a decir nada ante la policía y ella terminara en la cárcel.
Que le pidieran sexo a cambio del silencio era normal, pero que le propusieran matrimonio hasta el punto de decirle que podía hacerse cargo de sus bienes, era algo que le daba muchas vueltas en su cabeza.
La mujer pasea por su habitación con su copa de vino en mano, está casi vacía y se acerca a una mesita de centro donde está la botella del vino sumergida en un balde con hielo para que se mantenga fría. De repente, el silencio que la acompaña se ve interrumpido cuando alguien toca dos veces la puerta de su habitación cerrada.
— Está abierta, pase — responde la mujer mientras bebe un sorbo de vino.
Un hombre de 30 años, cabello castaño, ojos miel, y físico de modelo entra en la habitación.
La sexy seductora sonríe al verlo y deja su copa de vino encima de la mesita de centro.
Ella corre hacia el hombre y se acerca a él dándole un pequeño beso en los labios.
— Hola linda, ¿Qué tal tu día? — susurra el hombre mirando a la chica a los ojos.
— Bien cariño, tengo ya otro sujeto secuestrado en espera que desembolse sus millones a mi cuenta bancaria — responde ella sonriendo mientras que se da media vuelta dejando que el hombre la abrace por la cintura y le bese el cuello.
— ¿Cuánto pediste esta vez? — pregunta el hombre.
— 30 millones de dólares.
El hombre se ríe victorioso, la mujer se voltea y sonriendo le da un beso en los labios.
— Podré hacer lo que quiera con ese dinero — dice la chica con tono de orgullo.
— ¿Lo compartirás conmigo? Sabes que aunque no seamos novios o algo por el estilo, debes agradecer este servicio que te estoy dando al venir hasta acá solo para complacerla o hacerlo cada que me llames.
— Claro, lo sé, lo haré, no te preocupes, te pagaré muy bien, ahora, vamos a la cama, muero por un masaje.
La chica coge de la mano al hombre y se lo lleva hasta su cama.
Mientras tanto, Spencer por más que trate no puede conciliar el sueño, se siente incómodo durmiendo en una colchoneta de su tamaño con las manos y los pies atados y con un hombre observándolo sin quitarle un ojo de encima.
— Amigo, hazme un favor, y desátame para poder dormir mejor — dice Spencer viendo de reojo a su guardaespaldas.
— No, ni lo piense, ya se que quiere tratar de escapar — responde Elías en tono de objeción a su petición.
.— No, le juro que no escaparé, solo quiero estirar mis brazos y mis piernas, me arden ya del dolor por estar amarradas, le prometo que no escaparé — suplica Spencer.
Elías asiente levemente con la cabeza afirmando el permiso a la petición de Spencer.
Spencer le agradece mientras Elías le desata las manos y los pies, y en ese instante, Spencer se estira como un cachorro recién levantado de una larga siesta.
Siente una corriente eléctrica pasar por su cuerpo, Spencer se siente más cómodo por lo que ahora se pone en posición fetal abrazándose así mismo y trata de conciliar el sueño aunque sabe que no lo logrará mientras no esté en la comodidad de su casa.
Por otro lado, en su casa, un penthouse ubicado en uno de los barrios más lujosos de Manhattan, Kathia, la amante de Spencer, se encontraba en su sala bebiendo una copa de vino y usando su bata de baño que había dejado ahí después de su último encunetro con Spencer.
Ella ya estaba desnuda, solo esperaba que Spencer apareciera en cualquier momento para meterse en su cama y pasar una noche muy divertida entre los dos.
A pesar de que ellos dos fueran amigos con derechos, aquellos en los que simplemente se llamaban para tener una noche apasionada sin sentir algún tipo de compromiso, Kathia era una mujer que en su primer encuentro con Spencer le había dejado las cosas bastante claras; no quería celos, no quería que fueran intensos el uno con el otro, solo se llamarían para tener sexo, y la regla más importante para ella, jamás dejarla plantada bajo ninguna circunstancia.
Y al parecer, esa noche, él le estaba dejando plantada en su propia casa, ¿Cómo era eso posible? Pues, así era, ella le enviaba mensajes a su chat y este no los leía, de hecho, aparecía que la última vez que revisaba su W******p había sido a las diez de la mañana en punto, y a Kathia le parecía bastante extraño todo, ya habían pasado dos horas desde que había llegado a casa de Spencer y se había instalado en su sillón sirviendose una copa de vino de su bar.
También era muy extraño para ella tener tanta paciencia por la simple situación de que la hubiese dejado plantada cuando él conocía sus condiciones para ser amigos con derechos. ¿Se habrá quedado en algún bar con unos amigos? ¿Se habrá quedado trabajando y se le había olvidado que habían hecho planes? No lo sabía, pero ella esperaría pacientemente en su sillón a que él llegara y le diera una buena explicación de porque la había dejado plantada, aunque sabía que él no debía hacerlo, pero tenía que hacerlo por esta vez si quería que ella volviera a responder a alguna de sus citas. Menos mal que el vigilante conocía perfectamente a Kathia y la había dejado pasar sin problema alguno, el vigilante era muy amigo de Spencer, así que, él en ese sentido de recibir visitas era muy afortunado porque no cualquiera podría ingresar al interior de su edificio. Kathia no pudo más y en medio de su impaciencia decidió vestirse de nuevo, dejar la bata en el sillón en señal de que ella estuvo allí para
— No entiendo que tanto le piensas, puedo darte una vida mejor, solo tienes que complacerme como mujer, es lo único que te pido a cambio. — Sí, me lo dijiste, pero no estoy lista para el compromiso, soy una delincuente, y ¿Cómo dejo a mis hombres sin empleo? Spencer la piensa por unos segundos hasta que se le ocurre una idea brillante que ni él mismo se cree que pueda llegar a ser de las mejores ideas que ha tenido en su vida, a pesar de ser un profesional de los más cotizados en su área y tener su propia empresa funcionando bastante bien. — Pueden trabajar para nosotros como nuestros guardaespaldas. — ¿De verdad los contratarías a pesar de sus pasados? — pregunta la chica sorprendida ante su propuesta. — Sí, lo haría, ellos también merecen la oportunidad de tener una vida mejor. “¡Qué sujeto tan agradable el que he secuestrado!”, pensó la chica sin decir una sola palabra a Spencer, ella sonríe, y con esta propuesta decide tomarse su tiempo para pensarlo mejor. Spencer termina s
— El señor Spencer me ha hecho una propuesta muy interesante, pero un tanto extraña que me tiene dando vueltas la cabeza. — ¿Qué propuesta es? — Me pidió que me case con él, no le importa que no lo ame, lo único que me pide a cambio es que le corresponda como mujer, y él me dará a mí a cambio muchos beneficios, como el derecho a acceder a su fortuna y a trabajar en su empresa. Elías se quedó pensativo, era la propuesta de negocio más extraña que le han hecho a su jefa en todos sus años de servicio para ella. — ¿Qué pasará con nosotros? — pregunta él sin dejar notar un tono de preocupación. — Me propuso que ustedes trabajaran para nosotros como nuestros guardaespaldas, ¿Aceptarían? Elías abre la boca sorprendida, no sabe qué responder. — ¿De verdad él quiere que trabajemos para él sin importarle que somos unos delincuentes? ¿No será una trampa para mandarnos a la cárcel señorita Coral? — pregunta Elías con inseguridad. — Tampoco estoy segura si el hombre nos vaya a estar metiendo
Spencer Shay a la mañana siguiente se levantó, solamente lo hizo porque una llamada le estaba entrando en ese instante a su celular, Spencer pensó que se trataría de algo acerca del trabajo, pero no, no lo era, porque si fuera del trabajo no le marcarían desde un número desconocido, más bien, le marcarían desde un número que él ya tenía guardado en su lista de contactos. Entonces, a pesar de que tenía resaca, dolor de cabeza, y ganas de vomitar por toda la comida y trago que ingirió la noche pasada, contestó la llamada, y trató de sonar lo más natural del mundo. — ¿Diga? — dice al contestar, aunque aún no abría los ojos, pues el dolor de cabeza era fatal para él. — ¿Spencer? Hablas con Layla, Layla Coral, nos conocimos ayer en la noche, yo… te secuestré, ¿Lo recuerdas? — dice la voz sensual de una mujer joven a través de la llamada. — Sí, lo recuerdo, Layla… ¿A qué se debe tu llamada? Por cierto, ¿Cómo fue que conseguiste mi número? No recuerdo habértelo dado…— le pregunta Spen
Al subirse al vehículo, Spencer se da cuenta de que viene acompañado de tres hombres, el primero era Elías, el jefe de los hombres de su sexy secuestradora, venía otro hombre blanco en el asiento del chofer, y otro moreno en el asiento de la parte de atrás. El hombre, a su lado, le pone a Spencer una capucha negra encima que no le permite ver nada de lo que pasa afuera, pero si le dejaba respirar porque tenía precisamente un hueco en donde sobresalía la punta de la nariz, y Spencer podía conseguir respirar, y sentir el aire fresco del día que parecía que iba a llover, porque calor no hacía. El trayecto desde la casa de Spencer hasta la casa de su sexy secuestradora duró alrededor de una hora, pero para Spencer fueron más horas, porque al no ver nada a su alrededor, estaba limitado a sentir el movimiento del carro, y se dio cuenta de que habían llegado, era porque el auto se frenó por unos segundos, y escuchó como una puerta eléctrica se abría mientras que ellos esperaban. — Señor
— Hola Spencer, espero te guste la comida china, la verdad es que no se me da mucho la cocina, sé preparar cosas muy básicas, pero no estaba segura de que podría gustarte que cocinara, y preferí pedir la comida china, ¿Está bien? — le pregunta Layla después de bajar las escaleras y quedar de frente de él, dejando que el hombre le mirara el cuerpo de arriba hacía abajo a causa de la sensualidad de su vestido. — Si, la comida china es mi favorita — mintió él. Spencer no era fanático de la comida china, solamente le gustaban los rollitos primavera, el arroz chino, la carne al estilo chopsuey, la pasta al estilo chopsuey, el pollo a la naranja, camarones en salsas, y ya, más no le gustaban comidas como el sushi, ni nada de esas cosas. Una vez pidieron sushi para celebrar un triunfo en su empresa con los empleados un viernes por la noche después de terminar la jornada de trabajo, esa fue la primera y última vez que probó el sushi porque el resto de los días siguientes le asentó tan ma
Spencer termina de comer toda su comida china, mientras que al mismo tiempo, las pastillas que Layla le ha puesto en ellas le estaban haciendo efecto, su cuerpo se estaba descontrolando, estaba comenzando a sentir que se estaba desconectando por completo de la realidad. Pero a pesar de que él estaba descontrolándose, estaba ocurriendo algo más, su lengua parecía querer moverse sola, pues estaba comenzando a querer hablar, a querer decir todas las cosas que Layla necesitaba saber de él. — La verdad es que realmente me interesas, Layla, desde el primer momento en que te vi, sentí que eres la mujer correcta para mi, es loco, pero es la verdad, soy un hombre que odia los compromisos, sin embargo, por ti soy más que capaz de haacer lo que sea con tal de que me correspondas. Eres una mujer hermosa y misteriosa, y eso me tiene loco — comienza Spencer a confesar con una mirada perdida, pero muy penetrante hacía Layla. Layla se mantuvo en silencio mientras que intentaba procesar todo lo q
Layla deja de hablar por un instante, ella no quería ponerse a recordar más nada de lo que había vivido antes, además, creyó que ya era más que suficiente, había hablado lo necesario, y ella era de aquellas mujeres que preferían no soltar todos los detalles de su vida en una primera cita, aunque aquella realmente no fuera una primera cita, no más era una cita de negocionos que a ella le importaba tanto realizar. Spencer se ha tomado un momento para pensar en todo lo que Layla le ha dicho y ha decidido entonces que la propuesta que él le había hecho a Layla hace horas, podría serle bastante útil para cambiar su vida para siempre. Y a Spencer no le importaba nada de lo que tuviera que ver con el pasado de Layla, él estaba convencido de ser completamente capaz de aceptarla a ella como era, de que ella iba a ser capaz de rehacer su vida a su lado, porqué él también quería ayudarle a que ella saliera de ese mundo oscuro en que se había metido, todo porqué realmente no quería que en cualq