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— No entiendo que tanto le piensas, puedo darte una vida mejor, solo tienes que complacerme como mujer, es lo único que te pido a cambio.

— Sí, me lo dijiste, pero no estoy lista para el compromiso, soy una delincuente, y ¿Cómo dejo a mis hombres sin empleo?

Spencer la piensa por unos segundos hasta que se le ocurre una idea brillante que ni él mismo se cree que pueda llegar a ser de las mejores ideas que ha tenido en su vida, a pesar de ser un profesional de los más cotizados en su área y tener su propia empresa funcionando bastante bien.

— Pueden trabajar para nosotros como nuestros guardaespaldas.

— ¿De verdad los contratarías a pesar de sus pasados? — pregunta la chica sorprendida ante su propuesta.

— Sí, lo haría, ellos también merecen la oportunidad de tener una vida mejor.

“¡Qué sujeto tan agradable el que he secuestrado!”, pensó la chica sin decir una sola palabra a Spencer, ella sonríe, y con esta propuesta decide tomarse su tiempo para pensarlo mejor.

Spencer termina su desayuno, la sexy secuestradora se lleva la bandeja nuevamente hasta la cocina, y le entrega la bandeja a Ruth, la señora que le paga ocasionalmente para que le ayude con el aseo del lugar donde comete sus secuestros.

La chica se dirige nuevamente hacia Spencer, se acerca hacia él mientras se pone de rodillas, quedando a una distancia comprometedora con su secuestrado.

— Te voy a dejar libre, no tienes que pagarme los mil dólares que te di, lo único que te pido es que no digas nada que fuiste secuestrado, y te pido que me des un tiempo para considerar tu oferta y estar segura, de que es lo que yo quiero hacer.

Ella se pone de pie y se acuesta sobre la pared con las manos entrelazadas guardándolas sobre su espalda. Spencer se pone de pie y asiente la petición de la chica sin protestar.

— Ya sabes donde encontrarme si tomas una decisión — dice Spencer acercándose a la chica.

— Sí, claro que lo sé. Spencer queda a una distancia muy corta de la sexy secuestradora, tanto así que logra ponerla nerviosa porque ella piensa que él va a besarla, pero lo único que él hace es acariciar desde su muslo hasta su cadera, casi rozando con su zona íntima.

A Spencer no le importó el peligro, solamente quería tocar a la chica y estar seguro de que era la mujer más sexy que ha visto en su vida, y así era.

— Eh… Creo que le pediré a Elías que te lleve hasta donde tenemos tu autoguardado para que te vayas — dice la chica nerviosa y logra salir del momento íntimo con Spencer.

La sexy secuestradora camina hasta el comedor donde ve a Elías tomando el último sorbo de café con el plato blanco.

— Elías, por favor, lleva a Spencer hasta el garaje, lo deje libre, puede irse.

Elías casi se ahoga con el sorbo de café caliente que estaba tomando cuando su jefa le mencionó esto.

— ¿Cómo? Pero el hombre aún no le ha dado el dinero que le pidió.

— Tenemos una propuesta mejor, Elías, cuando lo hayas dejado irse, ven a mi oficina, ahí hablaremos.

Elías era su hombre de confianza, no significaba que los demás hombres no lo fueran, simplemente Elías llevaba más tiempo trabajando para ella, ella lo rescató de la calle cuando vivía como un vagabundo por haber caído en las drogas cuando su esposa falleció.

El hombre perdió su hogar, perdió su trabajo, se quedó sin un peso endeudado con los peores vendedores de drogas que pudo haberse topado él en el camino de las calles oscuras de Manhattan.

La chica cuando recién llegó a la ciudad, y dio un paseo por las calles en la noche, se lo encontró en una de las aceras de una calle principal perdido en la droga, ella sintió lástima por él y decidió recogerlo para darle un hogar y un trabajo estable con la única condición de que jamás la traicionara. Elías asintió con la cabeza, dejó la taza del café sobre la mesa y se dispuso a ir hasta donde se encontraba Spencer, él estaba ahí, de pie esperando que llegara Elías para ir por su auto.

— Acompáñame — le ordenó Elías a Spencer.

Spencer asintió con la cabeza y siguió al hombre hasta el garaje, su auto estaba en perfectas condiciones, no le hacía falta nada, ni estaba maltratado, eso le alivió un poco a él, puesto que ese auto era su vida, le encantaba y lo cuidaba como si fuera un niño pequeño que necesita mucha atención. Elías le entregó las llaves del auto.

— Recuerda no decir anda sobre esto — insistió Elías.— No diré nada, confíen en mí.

Spencer cogió las llaves de su auto y subió en él, lo encendió mientras esperaba que Elías abriera la puerta del garaje, y se marchó. Elías volvió a cerrar la puerta del garaje, y recordó que su jefa le había pedido que fuera a su oficina para conversar del tema pendiente con Spencer.

Así que, salió del garaje y se dirigió a la oficina de la jefa ubicada en el primer piso, en un cuarto bastante grande y un poco lujoso que ella misma había decorado y adecuado a su personalidad. Elías tocó la puerta que estaba cerrada y la chica se anunció diciendo “Entra, está abierto” a lo que Elías hace caso, abre la puerta, entra en la oficina y cierra nuevamente la puerta para que nadie pueda escuchar su conversación.

— ¿De qué quería hablar, señorita Layla? — pregunta Elías al sentarse en una de las sillas del escritorio cuando su jefa le indicó que lo hiciera.

Layla Coral, ese era el nombre de la sexy secuestradora, o bueno, quién sabe si sea su nombre real; ese era el nombre con el que Elías había conocido a su jefa, y así se quedaría hasta el último día.

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