LILY BENSON
El aire estaba cargado de un silencio espeso, roto solo por el leve zumbido del calefactor. Desperté lentamente con la mente nublada y los sentidos alerta, mi cuerpo reaccionando antes que mi consciencia. Sentí el roce áspero de una cuerda alrededor de mis muñecas mientras la capucha negra mantenía mi nuevo mundo en completa oscuridad y con olor a tela vieja, impregnada de un rastro metálico que me provocaba náuseas.
Intenté mover mis manos, pero el esfuerzo solo consiguió que las cuerdas se clavaran más en mi piel, dejando un ardor punzante. Las lágrimas afloraron sin permiso; no por miedo, sino por la humillación de saberme completamente vulnerable.
El corazón me latía con fuerza cuando escuché el sonido de unos pasos. Eran firmes y decididos, resonando contra el suelo de madera. Mi captor estaba allí. La puerta se cerró con un chasquido y un silencio sepulcral se instaló en la habitación.
—Veo que estás despierta —dijo una voz masculina, profunda y calmada, cargada de un matiz peligroso que me aceleró el corazón.
Escuché el crujido de una silla al moverse y sentí la presencia del hombre a solo unos pasos de distancia. Entonces, sin prisa, él retiró la capucha que cubría mi rostro.
La luz cálida de la lámpara iluminó el rostro de mi captor, encontrándome con esos ojos grises que parecían atravesarme. El hombre frente a mí era imponente, con una elegancia que contrastaba con la brutalidad de la situación. Su mandíbula firme, sus rasgos cincelados y el aura peligrosa que emanaba lo hacían tan fascinante como intimidante.
—¿Qué te duele más, Lily Benson? —preguntó con palabras cargadas de una serena curiosidad que casi rayaba en la apatía—. ¿El secuestro o tu esposo infiel?
Parpadeé demasiado sorprendida. Aunque quería responder, mis labios estaban sellados con cinta adhesiva y solo desvié mi mirada herida, clavándola en la pared. Las palabras de aquel hombre eran como un bisturí, y él parecía disfrutar desnudando mi alma con solo mirarme.
Se inclinó hacia adelante, con sus ojos grises fijos en mí, analizando mi comportamiento herido.
—Quizás esperabas más de él. Tal vez creías que Bradley correría a salvarte, pero no lo hizo, no quiso hacerlo —continuó con una calma que helaba la sangre.
El nombre de mi esposo me provocó una punzada en el pecho. Cerré los ojos un momento, intentando contener el torrente de emociones que amenazaba con desbordarse. Bradley, mi amigo de la infancia, el hombre con quien había soñado construir una vida, no solo me había traicionado, sino que ahora me había abandonado por completo.
—Déjame contarte algo interesante —dijo mi secuestrador mientras se recostaba en la silla, cruzando las piernas con una elegancia casual—. Le informé a Bradley que tenía a su esposa. ¿Sabes qué me dijo?
Busqué en el rostro de ese hombre algún indicio de esperanza, no encontré ninguno.
—Me dijo que no me pagaría nada y que, si quiero matarte, lo haga. —Su voz se mantuvo desinteresada y carente de sentimiento, así como su mirada fija en mi rostro, sin perderse como me desmoronaba frente a él.
El golpe de esas palabras fue como un puñal en mi corazón. Sentí un vacío enorme abrirse dentro de mi pecho, una tristeza que me dejó sin aliento, mientras ese completo desconocido me veía con detenimiento, evaluando cada reacción.
Se inclinó hacia mí y, con movimientos pausados, me quitó la cinta adhesiva de la boca. No grité, ni siquiera intenté hacerlo. Era una aceptación silenciosa de mi situación.
—¿No piensas gritar o pedir auxilio? ¿Nada de súplicas ni ofensas? —murmuró con un destello de sorpresa en sus ojos—. Eso dice mucho de ti.
—Sí, dice que he perdido toda esperanza, que me siento vacía, derrotada y estoy aceptando que perdí —mi voz apenas era un susurro. Sentía que ya no me quedaba nada para luchar, mis padres estaban muertos, a mi esposo no le importaba mi vida. Estaba sola y con el corazón roto. ¿Qué me quedaba? Solo mi vida, ¿era suficiente?—. ¿Me vas a matar?
Mi secuestrador no respondió de inmediato. Se levantó de la silla y caminó hacia un pequeño minibar en la esquina de la habitación. El tintineo del cristal rompió el silencio cuando sirvió dos copas de vino tinto. Luego regresó, colocando una copa frente a mí antes de volver a sentarse.
—No hago cosas que no tengan valor —dijo finalmente, sosteniendo su propia copa y girando el líquido oscuro con movimientos elegantes—. No desperdicio recursos en algo que no me reporte beneficios.
Lo observé tratando de encontrar algún rastro de humanidad en sus palabras. Pero lo único que vi fue un control frío y calculador, como si todo en su vida fuera un tablero de ajedrez y cada movimiento estuviera planeado con precisión.
—Entonces… ¿No quieres matarme? —pregunté, esta vez con más fuerza en mi voz.
—No. Sería un desperdicio.
Fruncí el ceño, sin entender qué quería decir con eso. Al percatarse de mi confusión, se inclinó hacia mí, desatando las cuerdas que aprisionaban mis muñecas.
—¿Sabes, Lily? Hay algo fascinante en la forma en que aceptas todo esto. ¿Un corazón roto pesa más que el instinto de sobrevivencia?, porque no pareces tener miedo.
Aparté las manos, frotándolas para aliviar el ardor de las marcas que las cuerdas habían dejado en mi piel. Lo miré directamente a los ojos, con una mezcla de desafío y resignación.
—¿Por qué debería tener miedo? El dolor que siento aquí —dije señalando mi pecho—, es más grande que cualquier otra cosa.
Mi acompañante no apartó la mirada, intrigado por la vulnerabilidad que mostraba sin reservas. Por un instante, una chispa de algo parecido a la compasión cruzó sus ojos.
La noche de Navidad se colaba por la ventana, con luces parpadeantes y un murmullo lejano de villancicos. El contraste entre el mundo exterior y la tensión dentro de la habitación era palpable. Tomé la copa de vino, no porque quisiera beber, sino porque era lo único que podía hacer para mantener mis manos ocupadas.
—Entonces… dada nuestra situación, no me queda más que decir: Feliz Navidad, Lily —dijo finalmente, alzando su copa con una sonrisa apenas perceptible.
Su mirada no se apartó de mí, ni siquiera cuando empinó la copa en su boca. Este hombre peligroso y enigmático no solo había destruido mis últimas ilusiones, sino que, de alguna forma inexplicable, también había encendido una chispa de algo nuevo dentro de mí. Algo que aún no podía nombrar.
Con mano temblorosa bebí un pequeño sorbo, preguntándome de qué manera continuaría mi noche de Navidad encerrada en ese cuarto de hotel con ese hombre de apariencia feroz que parecía no solo querer desnudar mi alma.
LILY BENSONLa copa de vino tembló ligeramente en mis manos cuando la llevé a mis labios una vez más. El líquido rojo y brillante parecía reflejar mis emociones: confusión, tristeza y una sensación punzante de abandono que no lograba apaciguar. No era una mujer que bebiera, no me gustaba perder el control, pero en ese momento parecía la única manera de ahogar el dolor que palpitaba en mi pecho.El hombre misterioso me observó desde su asiento, con la misma calma calculadora que había mostrado desde el principio. Cada vez que mi copa se vaciaba, él se encargaba de llenarla con movimientos precisos, como si esto fuera parte de un ritual silencioso, y yo estaba demasiado perdida en mis pensamientos para resistirme.El vino calentaba mi cuerpo, pero dejaba intacta la helada tristeza que se había instalado en mi corazón. Antes de darme cuenta, las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, ya no podía contenerme. Él me miró, ladeando ligeramente la cabeza, pero no dijo nada. Parecía ext
LILY BENSONCuando besaba a Bradley, mi corazón se aceleraba y las mariposas revoloteaban inquietas en mi corazón, pero el señor B tenía otro efecto, uno más potente, mi cuerpo ardía, estaba ansiosa y mi boca torpe no podía llevarle el ritmo a sus labios experimentados. Me aferré a él, respondiendo con una intensidad que parecía venir de lo más profundo de mi alma. Cuando el beso terminó, dejándome sin aliento y aún con los ojos cerrados, el señor B permaneció cerca, observándome mientras intentaba recuperar el aliento. Olvidé quién era él, y él olvidó que yo no era más que una herramienta en su juego.—Así que no me tienes miedo… interesante —murmuró sorprendido, más para sí mismo que para mí.De pronto y sin avisar me tomó en sus brazos, levantándome con demasiada facilidad y permitiéndome sentir el calor que irradiaba su cuerpo, pese al aura oscura y fría que parecía siempre rodearlo. No hice preguntas, ni siquiera cuando me di cuenta de que íbamos directo a la cama. ¿En verdad ib
LILY BENSONDe regreso en la mansión, la enorme puerta de entrada se abrió con un chirrido. Ese lugar ya no se sentía como mi hogar, aunque… ¿alguna vez se sintió así? No había tenido tiempo de pensar en cómo enfrentaría a Bradley cuando la presencia de alguien en el umbral me detuvo en seco. Era Monet, mi amiga y abogada de confianza, sujetando un sobre manila.—Lily, ¡¿Dónde carajos pasaste la noche?! ¡Llegué temprano solo para que me dijeran que estabas desaparecida! —exclamó indignada. Monet Dupont era una encantadora mujer de cabellos negros y ojos azules tan intensos que era como sumergirse en el mar. Aunque su belleza hacía que cada hombre que se atravesaba en su camino la pretendiera, ella era muy firme con sus ideales. Como buena abogada especializada en divorcios se había desilusionado del matrimonio y de las relaciones largas, considerando que el amor era una falacia y el matrimonio solo un constructo social que siempre terminaba fracasando. Para ella no existían los hombre
ETHAN BLACKWOODMe removí en la cama, perturbado por la vibración de mi teléfono en la mesita de noche. Con un gruñido de fastidio, estiré la mano para tomarlo. Al abrir los ojos lentamente, me percaté de que la cama estaba vacía.Una punzada de angustia e incertidumbre hizo que me incorporara, recorriendo la habitación con la mirada. No había ni rastro de Lily. La idea de que ella se hubiera marchado me retorció el estómago, pero también me hizo sonreír. Había algo en esa mujer que me intrigaba, tal vez su fuerza o su belleza, pero su ausencia solo despertaba mis deseos de cazarla, como si fuera una tierna conejita.Deslicé el dedo por la pantalla del teléfono para contestar.—¿Qué pasa? —gruñí con la voz aún ronca por el sueño. —Señor, siento molestarlo tan temprano, pero los niños… bueno, están fuera de control otra vez. —Del otro lado, la voz de mi mayordomo sonaba nerviosa.—¿Qué hicieron ahora? —Masajeé mis sienes, un dolor de cabeza comenzaba a instalarse.—Le pegaron a un niño
LILY BENSONVolteé de manera mecánica, presionando cada vez con más fuerza los papeles de divorcio contra mi pecho, cuando mi mirada se cruzó con la del señor B mis pies quedaron clavados al piso y la temperatura de mi cuerpo se elevó, contrastando con el frío que arreciaba. Él abrió la puerta de su auto desde adentro, siendo una invitación directa. Aunque dudé, porque… ¡vamos!, era un maldito secuestrador, subí sin decir palabra y con el frío invernal aún calando en mis huesos. Mis ganas de volverlo a ver eran más grandes que mi instinto de sobrevivencia. Era una mezcla de peligro y oscuridad, pero… no quería huir, por el contrario, me sentía atraída. Cerré la puerta luchando contra las ganas de voltear hacia él, mi corazón se aceleraba y aunque mi instinto me gritaba que tenía que salir corriendo, mi cuerpo no reaccionaba. El señor B me observó de reojo antes de arrancar y dejar que el ronroneo del motor llenara el silencio entre nosotros, hasta que su mirada cayó inevitablemente s
LILY BENSONMe quedé observando el techo de la habitación que Monet me había ofrecido. Su casa era tan hermosa como ella, además de que era reconfortante y cálida, un refugio que te mantenía ajeno al resto del mundo. No había logrado pegar ojo en toda la noche. Desde que el señor B me pidió que lo buscara en la bodega abandonada, una tormenta de emociones había ocupado mi mente. ¿En verdad asistiría a esa cita? El peligro que él irradiaba era innegable, pero también lo era la atracción que sentía hacia él, algo tan fuerte como perturbador.Monet, ajena a sus pensamientos, entró con dos tazas de café y se sentó al borde de la cama.—Lily, ¿vas a quedarte así todo el día? —preguntó, entregándome la taza.—Lo estoy pensando —murmuré, aceptando el café con una sonrisa débil.—Por favor, no me digas que sigues dándole vueltas a lo de Bradley. Ese hombre es un parásito, y tú mereces algo mejor. —Monet dejó escapar un suspiro, mirándome fijamente con esa mezcla de preocupación y dureza que l
LILY BENSON—¡Te quejas de que yo cambié, pero no te das cuenta de que tú también lo hiciste! —gritó Bradley obligándome a regresar mi atención hacia él—. ¡¿Te crees muy santa?! ¡¿Te consideras una mártir porque yo me enamoré de Rebecca?! ¡Mírate en un puto espejo! ¡Tú me traicionaste con este hombre! ¡Eres una zorra que juega a sentirse dama! ¡¿Con qué cara quieres reclamarme algo?!Por un momento vi a Bradley llena de lástima. Gritaba y pataleaba cuando aún estaba amarrado, con el rostro magullado intentaba sonreír lleno de ira. Cerré los ojos por un momento, mientras sus palabras se juntaban en el mismo costal donde guardaba todos sus comentarios hirientes y egoístas.La rabia empezó a bullir en mi corazón y aunque en un principio quería abofetearlo, mi mano se convirtió en puño, el cual terminó en su nariz, haciendo que se fuera hacia atrás con todo y silla cayendo al sueño dejante de las miradas sorprendidas de ese par de hombres que lo custodiaban. Pensé que Ethan estaría igual d
LILY BENSONMe llevó hasta el interior de la enorme mansión, dándome cuenta de que era mil veces más costosa que la de Bradley.—Desde ahora vivirás aquí, conmigo… y deberás de acatar reglas para que esto funcione —sentenció con tranquilidad como si fuera algo cotidiano.—¿Reglas? —pregunté incómoda, cruzándome de brazos, pensando en darle el beneficio de la duda. ¿Qué reglas podrían ser? ¿No escuchar música fuerte después de las diez de la noche? ¿No hacer fiestas cuando el salga a un viaje de negocios?—La primera es no hacer preguntas, es más para tu propio beneficio, créeme —contestó con seriedad y entornó su mirada al clavarla en mi rostro, midiendo mi posible respuesta.Entreabrí los labios, pensando en romper justamente la primera regla y bombardearlo de preguntas, pero entre más lo pensaba, más lo entendía, un hombre como él de seguro tenía secretos que no planeaba dejar que descubriera y eso fue como una puñalada directo al corazón. De pronto risas infantiles rompieron mis pen