LILY BENSON
Cuando besaba a Bradley, mi corazón se aceleraba y las mariposas revoloteaban inquietas en mi corazón, pero el señor B tenía otro efecto, uno más potente, mi cuerpo ardía, estaba ansiosa y mi boca torpe no podía llevarle el ritmo a sus labios experimentados. Me aferré a él, respondiendo con una intensidad que parecía venir de lo más profundo de mi alma.
Cuando el beso terminó, dejándome sin aliento y aún con los ojos cerrados, el señor B permaneció cerca, observándome mientras intentaba recuperar el aliento. Olvidé quién era él, y él olvidó que yo no era más que una herramienta en su juego.
—Así que no me tienes miedo… interesante —murmuró sorprendido, más para sí mismo que para mí.
De pronto y sin avisar me tomó en sus brazos, levantándome con demasiada facilidad y permitiéndome sentir el calor que irradiaba su cuerpo, pese al aura oscura y fría que parecía siempre rodearlo.
No hice preguntas, ni siquiera cuando me di cuenta de que íbamos directo a la cama. ¿En verdad iba a pasar esto? ¿Perdería mi virginidad con un secuestrador mientras aún estaba casada con Bradley? Sonaba tan mal, mi corazón estaba desbocado, pero no me resistí. Había algo en la forma en que el señor B me miraba que me daba una sensación de seguridad, incluso en medio del caos que era mi vida.
¿Debería sentirme culpable por romper mis votos? Bueno, Bradley fue el primero en hacerlo, aunque él los había dicho de dientes para fuera mientras que yo había sido enteramente sincera al jurar en el altar que le sería fiel en lo próspero y lo adverso, hasta que la muerte nos separara. Ahora entendía que eso ya había pasado y que la muerte en este caso se llamaba Rebecca Hart.
Estaba nerviosa, pero el alcohol y ese hombre atractivo y dominante, así como la nostalgia por las fechas y mi corazón roto, hizo que no opusiera resistencia e incluso disfrutara del tacto de sus manos expertas que habían empezado a escabullirse por debajo de mi ropa, haciéndome suspirar cada vez que se acercaba a esas zonas sensibles que nadie más había explorado.
Su boca no me dio tregua, devoraba la mía con deseo y bajaba constante a mi cuello y hombros mientras me cubría con su cuerpo y sus manos seguían reconociéndome, acariciando mis muslos, deslizando suavemente sus dedos por mi piel, ardiendo sobre mí, provocando que tuviera ganas de apretar los muslos, pero ya se había colocado entre mis piernas, evitando que pudiera cerrarlas.
Entonces el momento fue interrumpido por el sonido de su teléfono. Sin apartar el rostro de mi cuello, me dio un suave mordisco, frustrado por la intromisión. Cuando revisó la pantalla, pude notar la imagen de dos niños, gemelos, sonrientes y tiernos, con los ojos brillantes y el cabello oscuro.
«¿Son sus hijos? ¿Un hombre como él tiene hijos?». Por un breve momento me quedé paralizada, hasta que volvió a bloquear su celular y concentrarse en mí.
Sus manos volvieron a mi cuerpo y sus movimientos eran pausados, casi reverentes, como si cada toque fuera una promesa. Pero conforme la pasión crecía, también lo hacía la intensidad. Jadeé, tratando de adaptarme al ritmo de un hombre que parecía decidido a hacerme suya en todos los sentidos.
El primer contacto fue una mezcla de dolor y placer. Su dureza y mi estrechez hizo que me tensara bajo su cuerpo y contuviera el aliento, arrancándome la virginidad con una sola y profunda estocada que me partió como un maldito rayo. Él continuó con movimientos lentos pero decididos, llevándome al borde de una tormenta.
Mis uñas se encajaron en su espalda, dejándole marcas profundas que podrían competir con sus tatuajes y eso, en vez de disminuir su vigor, lo aumentó, hasta que ya no pudo contenerse más y se derramó dentro de mi entre espasmos y un placer tan intenso que no había sentido nunca.
Permanecí en sus brazos, exhausta, dolorida y con la mente enredada en un mar de emociones, pero cuando vio la mancha de sangre en las sábanas, el aire pareció llenarse de algo nuevo: una mezcla de sorpresa y comprensión.
—¿Eras virgen? —preguntó con voz profunda, calmada, pero exigente.
Asentí con mis mejillas ardiendo de vergüenza, sin saber si era motivo de orgullo o de indignación que preguntara eso.
—En cinco años de casada, Bradley nunca quiso tocarme —confesé sintiéndome aún peor, como una apestada, una mujer sin valor. No me había dado cuenta de la profunda herida en mi autoestima hasta que tuve que decir eso en voz alta.
Me moví incómoda, evitando su mirada y cubriéndome con la sábana, pero él no permitió que me escondiera. Se inclinó hacia mí, levantando mi rostro con delicadeza para verme mejor.
—No entiendo cómo alguien pudo haber pasado por tu vida sin verte realmente. —Su tono era sincero y sus ojos brillaban con una intensidad que me hizo contener el aliento.
La noche se volvió un idilio, entre más obediente me volvía, más placer me daba. Alcanzamos el clímax al mismo tiempo. Por fin había descubierto cómo se sentía un orgasmo, mi corazón parecía querer detenerse y al mismo tiempo latía con tanta fuerza que podía escucharlo en mi cabeza.
—Eres mía… Desde ahora me perteneces… —sentenció suavemente y de nuevo me estremecí, una punzada de miedo atenazó mi corazón y al mismo tiempo me agradó, me gustaba que se sintiera con el poder de reclamarme como suya.
Me recosté sobre su pecho, acurrucándome sin miedo mientras sus fuertes brazos me rodeaban. Las yemas de sus dedos acariciaron mi espalda desnuda lentamente mientras que podía sentir su nariz olisqueando mi cabello con disimulo, hasta que el cansancio me dominó. Sin darme cuenta caí profundamente dormida y satisfecha. El dolor de la traición de Bradley se había convertido en polvo gracias a ese hombre de malas intenciones que me había hecho alcanzar las estrellas y hacerme sentir deseada.
***
Desperté con la luz del amanecer colándose tímidamente a través de las cortinas. Durante unos segundos permanecí inmóvil, con la respiración entrecortada, tratando de asimilar dónde estaba. Al girar la cabeza, lo vi. El señor B dormía profundamente a mi lado, con el rostro relajado, pero aún poseedor de esa intensidad natural que me había atraído desde el principio.
Mi pecho se apretó. No sabía qué me perturbaba más: haber pasado la noche con él o sentirme tan tranquila al hacerlo. Con cuidado, retiré la sábana que me cubría y me levanté, consciente de cada crujido del piso bajo mis pies. Tenía que ser cuidadosa si no quería despertarlo.
Al vestirme, las palabras de Bradley resonaron en mi mente como un eco cruel y persistente: No pagaré nada, si quieres matarla, hazlo.
Una mezcla de ira y humillación ardió en mi pecho, llenándome de una determinación que no había sentido en años. Ya no había dolor ni autocompasión. ¿Pasar la noche con ese hombre me había dado el valor para enfrentarme a la realidad con la cabeza más clara y el corazón más frío? Sí, de alguna manera su deseo hacia mí había fortalecido la fe en mí misma, tal vez no era lo mejor, dicen que es un error decir que un clavo saca a otro clavo, pero ese hombre que ahora descansaba plácidamente en la cama, me había hecho sentir especial como nunca nadie lo había hecho. De pronto me sentía fuerte, soberbia y capaz de hacer lo que fuera por defender mi dignidad.
Bradley había rebasado un límite para su crueldad y no dejaría que se quedara así. ¡Al diablo los recuerdos y ese niño pequeño que me hacía reír de niña y que me consoló cuando perdí a mis padres! El adulto en el que se había convertido no me merecía como esposa.
Miré hacia el señor B una última vez antes de salir de la habitación. La parte racional me decía que lo mejor sería no volver a verlo, pero otra parte de mi ser me suplicaba una noche más.
LILY BENSONDe regreso en la mansión, la enorme puerta de entrada se abrió con un chirrido. Ese lugar ya no se sentía como mi hogar, aunque… ¿alguna vez se sintió así? No había tenido tiempo de pensar en cómo enfrentaría a Bradley cuando la presencia de alguien en el umbral me detuvo en seco. Era Monet, mi amiga y abogada de confianza, sujetando un sobre manila.—Lily, ¡¿Dónde carajos pasaste la noche?! ¡Llegué temprano solo para que me dijeran que estabas desaparecida! —exclamó indignada. Monet Dupont era una encantadora mujer de cabellos negros y ojos azules tan intensos que era como sumergirse en el mar. Aunque su belleza hacía que cada hombre que se atravesaba en su camino la pretendiera, ella era muy firme con sus ideales. Como buena abogada especializada en divorcios se había desilusionado del matrimonio y de las relaciones largas, considerando que el amor era una falacia y el matrimonio solo un constructo social que siempre terminaba fracasando. Para ella no existían los hombre
ETHAN BLACKWOODMe removí en la cama, perturbado por la vibración de mi teléfono en la mesita de noche. Con un gruñido de fastidio, estiré la mano para tomarlo. Al abrir los ojos lentamente, me percaté de que la cama estaba vacía.Una punzada de angustia e incertidumbre hizo que me incorporara, recorriendo la habitación con la mirada. No había ni rastro de Lily. La idea de que ella se hubiera marchado me retorció el estómago, pero también me hizo sonreír. Había algo en esa mujer que me intrigaba, tal vez su fuerza o su belleza, pero su ausencia solo despertaba mis deseos de cazarla, como si fuera una tierna conejita.Deslicé el dedo por la pantalla del teléfono para contestar.—¿Qué pasa? —gruñí con la voz aún ronca por el sueño. —Señor, siento molestarlo tan temprano, pero los niños… bueno, están fuera de control otra vez. —Del otro lado, la voz de mi mayordomo sonaba nerviosa.—¿Qué hicieron ahora? —Masajeé mis sienes, un dolor de cabeza comenzaba a instalarse.—Le pegaron a un niño
LILY BENSONVolteé de manera mecánica, presionando cada vez con más fuerza los papeles de divorcio contra mi pecho, cuando mi mirada se cruzó con la del señor B mis pies quedaron clavados al piso y la temperatura de mi cuerpo se elevó, contrastando con el frío que arreciaba. Él abrió la puerta de su auto desde adentro, siendo una invitación directa. Aunque dudé, porque… ¡vamos!, era un maldito secuestrador, subí sin decir palabra y con el frío invernal aún calando en mis huesos. Mis ganas de volverlo a ver eran más grandes que mi instinto de sobrevivencia. Era una mezcla de peligro y oscuridad, pero… no quería huir, por el contrario, me sentía atraída. Cerré la puerta luchando contra las ganas de voltear hacia él, mi corazón se aceleraba y aunque mi instinto me gritaba que tenía que salir corriendo, mi cuerpo no reaccionaba. El señor B me observó de reojo antes de arrancar y dejar que el ronroneo del motor llenara el silencio entre nosotros, hasta que su mirada cayó inevitablemente s
LILY BENSONMe quedé observando el techo de la habitación que Monet me había ofrecido. Su casa era tan hermosa como ella, además de que era reconfortante y cálida, un refugio que te mantenía ajeno al resto del mundo. No había logrado pegar ojo en toda la noche. Desde que el señor B me pidió que lo buscara en la bodega abandonada, una tormenta de emociones había ocupado mi mente. ¿En verdad asistiría a esa cita? El peligro que él irradiaba era innegable, pero también lo era la atracción que sentía hacia él, algo tan fuerte como perturbador.Monet, ajena a sus pensamientos, entró con dos tazas de café y se sentó al borde de la cama.—Lily, ¿vas a quedarte así todo el día? —preguntó, entregándome la taza.—Lo estoy pensando —murmuré, aceptando el café con una sonrisa débil.—Por favor, no me digas que sigues dándole vueltas a lo de Bradley. Ese hombre es un parásito, y tú mereces algo mejor. —Monet dejó escapar un suspiro, mirándome fijamente con esa mezcla de preocupación y dureza que l
LILY BENSON—¡Te quejas de que yo cambié, pero no te das cuenta de que tú también lo hiciste! —gritó Bradley obligándome a regresar mi atención hacia él—. ¡¿Te crees muy santa?! ¡¿Te consideras una mártir porque yo me enamoré de Rebecca?! ¡Mírate en un puto espejo! ¡Tú me traicionaste con este hombre! ¡Eres una zorra que juega a sentirse dama! ¡¿Con qué cara quieres reclamarme algo?!Por un momento vi a Bradley llena de lástima. Gritaba y pataleaba cuando aún estaba amarrado, con el rostro magullado intentaba sonreír lleno de ira. Cerré los ojos por un momento, mientras sus palabras se juntaban en el mismo costal donde guardaba todos sus comentarios hirientes y egoístas.La rabia empezó a bullir en mi corazón y aunque en un principio quería abofetearlo, mi mano se convirtió en puño, el cual terminó en su nariz, haciendo que se fuera hacia atrás con todo y silla cayendo al sueño dejante de las miradas sorprendidas de ese par de hombres que lo custodiaban. Pensé que Ethan estaría igual d
LILY BENSONMe llevó hasta el interior de la enorme mansión, dándome cuenta de que era mil veces más costosa que la de Bradley.—Desde ahora vivirás aquí, conmigo… y deberás de acatar reglas para que esto funcione —sentenció con tranquilidad como si fuera algo cotidiano.—¿Reglas? —pregunté incómoda, cruzándome de brazos, pensando en darle el beneficio de la duda. ¿Qué reglas podrían ser? ¿No escuchar música fuerte después de las diez de la noche? ¿No hacer fiestas cuando el salga a un viaje de negocios?—La primera es no hacer preguntas, es más para tu propio beneficio, créeme —contestó con seriedad y entornó su mirada al clavarla en mi rostro, midiendo mi posible respuesta.Entreabrí los labios, pensando en romper justamente la primera regla y bombardearlo de preguntas, pero entre más lo pensaba, más lo entendía, un hombre como él de seguro tenía secretos que no planeaba dejar que descubriera y eso fue como una puñalada directo al corazón. De pronto risas infantiles rompieron mis pen
LILY BENSONEn la primera oportunidad que tuvieron Alex y Max corrieron emocionados hacia el jardín para jugar. Observé a los gemelos desde la ventana y mi sonrisa se ensanchó al escucharlos reír, parecían cachorritos brincando y rodando por el césped. Pronto sentí la presencia de Ethan a mi lado. No sabía cómo lo hacía, pero siempre parecía llenar la habitación con su mera existencia.—Son un par de tornados de energía, ¿nunca se cansan? —comenté intentando ignorar mi piel erizada y mi dificultad para respirar. Ese hombre me hacía colapsar cada vez que lo tenía tan cerca. Ethan se cruzó de brazos, con esa mezcla de desinterés estudiado y orgullo paternal.—Son tercos y de carácter difícil. —Una sonrisa ladeada curvó sus labios, pero se desvaneció tan rápido como rodara los ojos—. Rebeldes y sin miedo a los castigos. —Suena a qué se parecen mucho a ti… —susurré dirigiendo mi mirada hacia Ethan, quién de inmediato entornó los ojos, en el fondo victorioso de que sus hijos se parecier
LILY BENSONEn cuanto estuve sola, dejé caer mi cuerpo sobre la cama, sintiéndome pequeña en medio de todo ese lujo. Las emociones se agolpaban en mi pecho: euforia, miedo, incredulidad. Era abrumador pensar que alguien me valorara de esa manera, pero al mismo tiempo, todo estaba sucediendo demasiado rápido.Saqué mi teléfono y marqué el número de Monet. Necesitaba hablar con alguien que me trajera de vuelta a la tierra.—¿Lily? ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —preguntó Monet al responder—. De repente desapareciste como si la tierra te hubiera tragado. —Monet, tengo que contarte algo —dije nerviosa. —Creo que me voy a casar.Un silencio cargado se prolongó por unos segundos antes de que Monet estallara. ¡Ya sabía yo que la noticia no le iba a gustar!—¡¿Qué?! ¿Con quién? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Te golpeaste la cabeza o algo así? —Cada pregunta salía más alterada de su boca.Me mordí el labio antes de responder.—Con Ethan Blackwood. —El silencio se prolongó, solo podía escuchar su respiración. ¿