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Capítulo 5: No sabes de lo que soy capaz cuando ya no tengo miedo

LILY BENSON

De regreso en la mansión, la enorme puerta de entrada se abrió con un chirrido. Ese lugar ya no se sentía como mi hogar, aunque… ¿alguna vez se sintió así? No había tenido tiempo de pensar en cómo enfrentaría a Bradley cuando la presencia de alguien en el umbral me detuvo en seco. Era Monet, mi amiga y abogada de confianza, sujetando un sobre manila.

—Lily, ¡¿Dónde carajos pasaste la noche?! ¡Llegué temprano solo para que me dijeran que estabas desaparecida! —exclamó indignada. Monet Dupont era una encantadora mujer de cabellos negros y ojos azules tan intensos que era como sumergirse en el mar. 

Aunque su belleza hacía que cada hombre que se atravesaba en su camino la pretendiera, ella era muy firme con sus ideales. Como buena abogada especializada en divorcios se había desilusionado del matrimonio y de las relaciones largas, considerando que el amor era una falacia y el matrimonio solo un constructo social que siempre terminaba fracasando. Para ella no existían los hombres fieles, y era entendible, a diario tenía que enfrentarse a divorcios por engaños, mentiras y traiciones, me imaginaba que ya estaba asqueada de eso. 

—Ah… necesitaba pensar —contesté avergonzada. Decirle que había pasado la noche con un hombre sexy pero peligroso solo haría que me regañara. Ya podía imaginarme su sermón. 

—¿En plena Navidad? ¿Me dirás que te fuiste a cantar villancicos? —exclamó aumentando su indignación—. Si no querías pasar la noche en casa, me hubieras llamado, sabes que siempre tienes un lugar en mi hogar. No es bueno pasar sola nochebuena.

—«Nochebuena»… ¡Vaya que pasé una noche buena, muy buena! —exclamé de solo recordar a ese hombre desnudo entre las sombras, apenas iluminado por la luz de la luna que se colaba por la ventana, con esa mirada de cazador y sus gruñidos feroces en mi oído. 

—Lily… espero que no hayas hecho lo que creo que hiciste —dijo con el ceño fruncido.

—¿De qué hablas? —pregunté apenada y retrocedí, notando la furia crecer en sus ojos. 

—¡Lily! ¿No lo entiendes? ¡No puedes confiar en los hombres! Por naturaleza son unos patanes. Si pasaste la noche con uno, cometiste un grave error. No puedes superar a un hijo de puta, con otro hijo de puta. ¿Crees que no hay depredadores por ahí que solo esperan a que una tonta con el corazón roto y sin una pizca de autoestima les abra las piernas por despecho? 

 —No sé qué me ofende más… si lo de tonta o lo de la autoestima. Solo dime que estás intentando consolarme de alguna manera extraña que solo tú conoces. —Entendía su preocupación, pero a veces sus regaños solo empeoraban la situación.

—¡Sabes que te quiero! —exclamó estrechándome con dulzura—, por eso no quiero que cualquier idiota te lastime. 

Sonreí de medio lado, agradecida por tenerla conmigo en estos momentos tan difíciles. Cuando por fin nos separamos, con una sonrisa gentil y una mirada agradecida, le pregunté:

—¿Trajiste lo que te pedí?

—Aquí está el acuerdo de divorcio —contestó con orgullo agitando el sobre—. Si me preguntas a mí, considero que estás haciendo lo correcto, pero… ¿tú estás segura? 

—Nunca he estado más segura en mi vida. —Tomé el sobre con manos firmes y los ojos llenos de determinación.

—¿Quieres que vaya contigo? Sabes que no me importa decirle algunas cosas a la cara a ese hijo de puta sinvergüenza, «culisuelto» de m****a —dijo aumentando su rabia conforme pronunciaba cada palabra.

—No será necesario, debo de hacer esto sola, me siento capaz —contesté con la frente en alto, provocando una mirada cargada de sorpresa. 

—Pensé que esto sería más difícil para ti, después de todo Bradley… ya sabes, es el «amor de tu vida», amigo de la infancia… —Su rostro cargado de incertidumbre solo demostraba su preocupación por mí. 

—Estaré bien, no tengo miedo y estoy decidida —agregué ofreciéndole una gran sonrisa. 

—Bien. Entonces, adelante. Ya sabes dónde encontrarme si necesitas algo, pero por favor, llámame, no te tomes nada a la ligera ni quieras enfrentarte tú sola a cosas que sabes que te sobrepasan. ¡Deja de preocuparme! Por tu culpa ya me tiembla un párpado —agregó enfurruñada mientras se cubría el ojo que le había comenzado a brincar. 

—Lo sé, lo haré —dije con una sonrisa cálida y agradecida antes de dirigirme al auto. 

***

El camino hacia la empresa de Bradley parecía interminable, pero mi resolución no flaqueó. Era hora de enfrentar al hombre que me había destrozado tantas veces. Cuando entré al edificio, todo se detuvo, como si mi presencia no solo llamara la atención de todas las miradas, sino también detuviera el tiempo y hasta el aliento de cada persona que me veía. Los murmullos comenzaron de inmediato, como un enjambre de abejas zumbando alrededor de mi cabeza.

—¿Esa no es la señora Foster? —susurró la recepcionista.

—¿Cómo puede venir después de lo que se ha dicho? —murmuró otro empleado.

—Dicen que su esposo tiene un hijo con su amante. Al menos ella debió verlo venir...

Apreté los puños, sintiendo el peso de cada palabra que no se molestaban en ocultar. Los comentarios eran venenosos, atacando tanto mi valor como mi dignidad.

«No fue mujer suficiente para complacerlo».

«Ni siquiera pudo darle un hijo».

Las palabras flotaban en el aire, pero no me detuve. No iba a darles el gusto de verme flaquear. Cuando llegué al último piso, el asistente personal de Bradley se levantó de golpe, parecía aterrado.

—¡Señora Foster! El señor Foster está en una reunión importante, no creo que…

—No me importa lo que esté haciendo —lo interrumpí con firmeza y pasé de largo, entrando a la oficina sin previo aviso.

Bradley levantó la vista de los papeles que tenía en las manos, su expresión cambió de confusión a irritación.

—¿Qué demonios haces aquí? —espetó.

Avancé con calma, dejando caer el sobre sobre su escritorio con un golpe seco.

—Quiero el divorcio —dije con una voz que no admitía réplica.

—¿Esto es una broma? —Bradley arqueó una ceja, tomando el sobre y hojeando los documentos con desdén.

—¿Parezco estar bromeando? —repliqué cruzada de brazos, mientras él soltaba una carcajada sin humor.

—Lily, ¿de verdad crees que puedes venir aquí y exigirme algo? Sabes perfectamente que no tienes nada sin mí. Ni dinero, ni influencia. Ni siquiera tienes el respeto de la gente.

—Prefiero no tener nada que seguir viviendo en la sombra de una vida que nunca fue mía. Firma los malditos papeles, Bradley. —Sentí cómo la rabia me subía como una ola, pero me obligó a mantener la calma—. No sabes de lo que soy capaz cuando ya no tengo miedo.

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