LILY BENSON
De regreso en la mansión, la enorme puerta de entrada se abrió con un chirrido. Ese lugar ya no se sentía como mi hogar, aunque… ¿alguna vez se sintió así? No había tenido tiempo de pensar en cómo enfrentaría a Bradley cuando la presencia de alguien en el umbral me detuvo en seco. Era Monet, mi amiga y abogada de confianza, sujetando un sobre manila.
—Lily, ¡¿Dónde carajos pasaste la noche?! ¡Llegué temprano solo para que me dijeran que estabas desaparecida! —exclamó indignada. Monet Dupont era una encantadora mujer de cabellos negros y ojos azules tan intensos que era como sumergirse en el mar.
Aunque su belleza hacía que cada hombre que se atravesaba en su camino la pretendiera, ella era muy firme con sus ideales. Como buena abogada especializada en divorcios se había desilusionado del matrimonio y de las relaciones largas, considerando que el amor era una falacia y el matrimonio solo un constructo social que siempre terminaba fracasando. Para ella no existían los hombres fieles, y era entendible, a diario tenía que enfrentarse a divorcios por engaños, mentiras y traiciones, me imaginaba que ya estaba asqueada de eso.
—Ah… necesitaba pensar —contesté avergonzada. Decirle que había pasado la noche con un hombre sexy pero peligroso solo haría que me regañara. Ya podía imaginarme su sermón.
—¿En plena Navidad? ¿Me dirás que te fuiste a cantar villancicos? —exclamó aumentando su indignación—. Si no querías pasar la noche en casa, me hubieras llamado, sabes que siempre tienes un lugar en mi hogar. No es bueno pasar sola nochebuena.
—«Nochebuena»… ¡Vaya que pasé una noche buena, muy buena! —exclamé de solo recordar a ese hombre desnudo entre las sombras, apenas iluminado por la luz de la luna que se colaba por la ventana, con esa mirada de cazador y sus gruñidos feroces en mi oído.
—Lily… espero que no hayas hecho lo que creo que hiciste —dijo con el ceño fruncido.
—¿De qué hablas? —pregunté apenada y retrocedí, notando la furia crecer en sus ojos.
—¡Lily! ¿No lo entiendes? ¡No puedes confiar en los hombres! Por naturaleza son unos patanes. Si pasaste la noche con uno, cometiste un grave error. No puedes superar a un hijo de puta, con otro hijo de puta. ¿Crees que no hay depredadores por ahí que solo esperan a que una tonta con el corazón roto y sin una pizca de autoestima les abra las piernas por despecho?
—No sé qué me ofende más… si lo de tonta o lo de la autoestima. Solo dime que estás intentando consolarme de alguna manera extraña que solo tú conoces. —Entendía su preocupación, pero a veces sus regaños solo empeoraban la situación.
—¡Sabes que te quiero! —exclamó estrechándome con dulzura—, por eso no quiero que cualquier idiota te lastime.
Sonreí de medio lado, agradecida por tenerla conmigo en estos momentos tan difíciles. Cuando por fin nos separamos, con una sonrisa gentil y una mirada agradecida, le pregunté:
—¿Trajiste lo que te pedí?
—Aquí está el acuerdo de divorcio —contestó con orgullo agitando el sobre—. Si me preguntas a mí, considero que estás haciendo lo correcto, pero… ¿tú estás segura?
—Nunca he estado más segura en mi vida. —Tomé el sobre con manos firmes y los ojos llenos de determinación.
—¿Quieres que vaya contigo? Sabes que no me importa decirle algunas cosas a la cara a ese hijo de puta sinvergüenza, «culisuelto» de m****a —dijo aumentando su rabia conforme pronunciaba cada palabra.
—No será necesario, debo de hacer esto sola, me siento capaz —contesté con la frente en alto, provocando una mirada cargada de sorpresa.
—Pensé que esto sería más difícil para ti, después de todo Bradley… ya sabes, es el «amor de tu vida», amigo de la infancia… —Su rostro cargado de incertidumbre solo demostraba su preocupación por mí.
—Estaré bien, no tengo miedo y estoy decidida —agregué ofreciéndole una gran sonrisa.
—Bien. Entonces, adelante. Ya sabes dónde encontrarme si necesitas algo, pero por favor, llámame, no te tomes nada a la ligera ni quieras enfrentarte tú sola a cosas que sabes que te sobrepasan. ¡Deja de preocuparme! Por tu culpa ya me tiembla un párpado —agregó enfurruñada mientras se cubría el ojo que le había comenzado a brincar.
—Lo sé, lo haré —dije con una sonrisa cálida y agradecida antes de dirigirme al auto.
***
El camino hacia la empresa de Bradley parecía interminable, pero mi resolución no flaqueó. Era hora de enfrentar al hombre que me había destrozado tantas veces. Cuando entré al edificio, todo se detuvo, como si mi presencia no solo llamara la atención de todas las miradas, sino también detuviera el tiempo y hasta el aliento de cada persona que me veía. Los murmullos comenzaron de inmediato, como un enjambre de abejas zumbando alrededor de mi cabeza.
—¿Esa no es la señora Foster? —susurró la recepcionista.
—¿Cómo puede venir después de lo que se ha dicho? —murmuró otro empleado.
—Dicen que su esposo tiene un hijo con su amante. Al menos ella debió verlo venir...
Apreté los puños, sintiendo el peso de cada palabra que no se molestaban en ocultar. Los comentarios eran venenosos, atacando tanto mi valor como mi dignidad.
«No fue mujer suficiente para complacerlo».
«Ni siquiera pudo darle un hijo».
Las palabras flotaban en el aire, pero no me detuve. No iba a darles el gusto de verme flaquear. Cuando llegué al último piso, el asistente personal de Bradley se levantó de golpe, parecía aterrado.
—¡Señora Foster! El señor Foster está en una reunión importante, no creo que…
—No me importa lo que esté haciendo —lo interrumpí con firmeza y pasé de largo, entrando a la oficina sin previo aviso.
Bradley levantó la vista de los papeles que tenía en las manos, su expresión cambió de confusión a irritación.
—¿Qué demonios haces aquí? —espetó.
Avancé con calma, dejando caer el sobre sobre su escritorio con un golpe seco.
—Quiero el divorcio —dije con una voz que no admitía réplica.
—¿Esto es una broma? —Bradley arqueó una ceja, tomando el sobre y hojeando los documentos con desdén.
—¿Parezco estar bromeando? —repliqué cruzada de brazos, mientras él soltaba una carcajada sin humor.
—Lily, ¿de verdad crees que puedes venir aquí y exigirme algo? Sabes perfectamente que no tienes nada sin mí. Ni dinero, ni influencia. Ni siquiera tienes el respeto de la gente.
—Prefiero no tener nada que seguir viviendo en la sombra de una vida que nunca fue mía. Firma los malditos papeles, Bradley. —Sentí cómo la rabia me subía como una ola, pero me obligó a mantener la calma—. No sabes de lo que soy capaz cuando ya no tengo miedo.
ETHAN BLACKWOODMe removí en la cama, perturbado por la vibración de mi teléfono en la mesita de noche. Con un gruñido de fastidio, estiré la mano para tomarlo. Al abrir los ojos lentamente, me percaté de que la cama estaba vacía.Una punzada de angustia e incertidumbre hizo que me incorporara, recorriendo la habitación con la mirada. No había ni rastro de Lily. La idea de que ella se hubiera marchado me retorció el estómago, pero también me hizo sonreír. Había algo en esa mujer que me intrigaba, tal vez su fuerza o su belleza, pero su ausencia solo despertaba mis deseos de cazarla, como si fuera una tierna conejita.Deslicé el dedo por la pantalla del teléfono para contestar.—¿Qué pasa? —gruñí con la voz aún ronca por el sueño. —Señor, siento molestarlo tan temprano, pero los niños… bueno, están fuera de control otra vez. —Del otro lado, la voz de mi mayordomo sonaba nerviosa.—¿Qué hicieron ahora? —Masajeé mis sienes, un dolor de cabeza comenzaba a instalarse.—Le pegaron a un niño
LILY BENSONVolteé de manera mecánica, presionando cada vez con más fuerza los papeles de divorcio contra mi pecho, cuando mi mirada se cruzó con la del señor B mis pies quedaron clavados al piso y la temperatura de mi cuerpo se elevó, contrastando con el frío que arreciaba. Él abrió la puerta de su auto desde adentro, siendo una invitación directa. Aunque dudé, porque… ¡vamos!, era un maldito secuestrador, subí sin decir palabra y con el frío invernal aún calando en mis huesos. Mis ganas de volverlo a ver eran más grandes que mi instinto de sobrevivencia. Era una mezcla de peligro y oscuridad, pero… no quería huir, por el contrario, me sentía atraída. Cerré la puerta luchando contra las ganas de voltear hacia él, mi corazón se aceleraba y aunque mi instinto me gritaba que tenía que salir corriendo, mi cuerpo no reaccionaba. El señor B me observó de reojo antes de arrancar y dejar que el ronroneo del motor llenara el silencio entre nosotros, hasta que su mirada cayó inevitablemente s
LILY BENSONMe quedé observando el techo de la habitación que Monet me había ofrecido. Su casa era tan hermosa como ella, además de que era reconfortante y cálida, un refugio que te mantenía ajeno al resto del mundo. No había logrado pegar ojo en toda la noche. Desde que el señor B me pidió que lo buscara en la bodega abandonada, una tormenta de emociones había ocupado mi mente. ¿En verdad asistiría a esa cita? El peligro que él irradiaba era innegable, pero también lo era la atracción que sentía hacia él, algo tan fuerte como perturbador.Monet, ajena a sus pensamientos, entró con dos tazas de café y se sentó al borde de la cama.—Lily, ¿vas a quedarte así todo el día? —preguntó, entregándome la taza.—Lo estoy pensando —murmuré, aceptando el café con una sonrisa débil.—Por favor, no me digas que sigues dándole vueltas a lo de Bradley. Ese hombre es un parásito, y tú mereces algo mejor. —Monet dejó escapar un suspiro, mirándome fijamente con esa mezcla de preocupación y dureza que l
LILY BENSON—¡Te quejas de que yo cambié, pero no te das cuenta de que tú también lo hiciste! —gritó Bradley obligándome a regresar mi atención hacia él—. ¡¿Te crees muy santa?! ¡¿Te consideras una mártir porque yo me enamoré de Rebecca?! ¡Mírate en un puto espejo! ¡Tú me traicionaste con este hombre! ¡Eres una zorra que juega a sentirse dama! ¡¿Con qué cara quieres reclamarme algo?!Por un momento vi a Bradley llena de lástima. Gritaba y pataleaba cuando aún estaba amarrado, con el rostro magullado intentaba sonreír lleno de ira. Cerré los ojos por un momento, mientras sus palabras se juntaban en el mismo costal donde guardaba todos sus comentarios hirientes y egoístas.La rabia empezó a bullir en mi corazón y aunque en un principio quería abofetearlo, mi mano se convirtió en puño, el cual terminó en su nariz, haciendo que se fuera hacia atrás con todo y silla cayendo al sueño dejante de las miradas sorprendidas de ese par de hombres que lo custodiaban. Pensé que Ethan estaría igual d
LILY BENSONMe llevó hasta el interior de la enorme mansión, dándome cuenta de que era mil veces más costosa que la de Bradley.—Desde ahora vivirás aquí, conmigo… y deberás de acatar reglas para que esto funcione —sentenció con tranquilidad como si fuera algo cotidiano.—¿Reglas? —pregunté incómoda, cruzándome de brazos, pensando en darle el beneficio de la duda. ¿Qué reglas podrían ser? ¿No escuchar música fuerte después de las diez de la noche? ¿No hacer fiestas cuando el salga a un viaje de negocios?—La primera es no hacer preguntas, es más para tu propio beneficio, créeme —contestó con seriedad y entornó su mirada al clavarla en mi rostro, midiendo mi posible respuesta.Entreabrí los labios, pensando en romper justamente la primera regla y bombardearlo de preguntas, pero entre más lo pensaba, más lo entendía, un hombre como él de seguro tenía secretos que no planeaba dejar que descubriera y eso fue como una puñalada directo al corazón. De pronto risas infantiles rompieron mis pen
LILY BENSONEn la primera oportunidad que tuvieron Alex y Max corrieron emocionados hacia el jardín para jugar. Observé a los gemelos desde la ventana y mi sonrisa se ensanchó al escucharlos reír, parecían cachorritos brincando y rodando por el césped. Pronto sentí la presencia de Ethan a mi lado. No sabía cómo lo hacía, pero siempre parecía llenar la habitación con su mera existencia.—Son un par de tornados de energía, ¿nunca se cansan? —comenté intentando ignorar mi piel erizada y mi dificultad para respirar. Ese hombre me hacía colapsar cada vez que lo tenía tan cerca. Ethan se cruzó de brazos, con esa mezcla de desinterés estudiado y orgullo paternal.—Son tercos y de carácter difícil. —Una sonrisa ladeada curvó sus labios, pero se desvaneció tan rápido como rodara los ojos—. Rebeldes y sin miedo a los castigos. —Suena a qué se parecen mucho a ti… —susurré dirigiendo mi mirada hacia Ethan, quién de inmediato entornó los ojos, en el fondo victorioso de que sus hijos se parecier
LILY BENSONEn cuanto estuve sola, dejé caer mi cuerpo sobre la cama, sintiéndome pequeña en medio de todo ese lujo. Las emociones se agolpaban en mi pecho: euforia, miedo, incredulidad. Era abrumador pensar que alguien me valorara de esa manera, pero al mismo tiempo, todo estaba sucediendo demasiado rápido.Saqué mi teléfono y marqué el número de Monet. Necesitaba hablar con alguien que me trajera de vuelta a la tierra.—¿Lily? ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —preguntó Monet al responder—. De repente desapareciste como si la tierra te hubiera tragado. —Monet, tengo que contarte algo —dije nerviosa. —Creo que me voy a casar.Un silencio cargado se prolongó por unos segundos antes de que Monet estallara. ¡Ya sabía yo que la noticia no le iba a gustar!—¡¿Qué?! ¿Con quién? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Te golpeaste la cabeza o algo así? —Cada pregunta salía más alterada de su boca.Me mordí el labio antes de responder.—Con Ethan Blackwood. —El silencio se prolongó, solo podía escuchar su respiración. ¿
LILY BENSONLa voz de Monet seguía resonando en el altavoz de mi teléfono mientras trataba de convencerme de que había perdido la cabeza. Me recosté en el sillón de la habitación, mirando el techo y suspirando. En eso, una suave pero decidida serie de golpes en la puerta me sacó de mis pensamientos.—Monet, te tengo que colgar. Nos hablamos después, ¿vale? —dije, cortando la llamada sin esperar respuesta.La puerta se abrió lentamente, y dos pequeños pares de ojos brillantes se asomaron con una expresión de inocencia. Max y Alex entraron caminando despacio, con las manos entrelazadas a su espalda y sonrisas que podrían derretir hasta el corazón más duro.—¿Qué pasa, chicos? —pregunté tratando de sonar amable y relajada.—Tenemos sueño… —dijo Alex, alargando la palabra como si estuviera cargada de dramatismo—. Es hora de nuestra siesta de la tarde.—¿Ah, sí? —respondí con una ceja levantada. No parecían para nada cansados.Max asintió con energía.—¿Podrías arroparnos? —preguntaron al