Una Luz Para el Millonario
Una Luz Para el Millonario
Por: Edimar Herrera
PRÓLOGO

Pic, Pic, Pic… el sonido del pulsioxímetro resonaba por toda la habitación, mis ojos estaban fijos en el frágil y pálido cuerpo que descansaba allí. Una lágrima resbala por mi rostro, mi labio tiembla, mi corazón late con prisa.

No quería, no aceptaba que me dejara. Yo la amaba, yo amaba a la mujer que se encontraba allí, y no saben lo difícil que es verla postrada en una cama, sedada casi sin vida. No era fácil verla de esa manera. Su piel está pálida, sus labios sin color, su cabello negro ya no estaba lo había perdido en el transcurso del tiempo, pero aun así seguía siendo la mujer más hermosa del mundo. Para mí lo es. Mi universo había cambiado cuando la vi por primera vez, ella estaba sentada en su escritorio tecleando en su lacto distraídamente.

Ausente, sus ojos estaban vacíos cuando levanto su rostro para atenderme. Yo quería sacarla de la oscuridad, yo quería ser su luz, su guía, pero nunca me dio la oportunidad hasta que le propuse aquel trato.

Mi ayuda a cambio de que fuera mi esposa, mi mujer… la mujer de un hombre solitario, la mujer de un hombre que la ha amado en silencio durante tres años, y que ahora hubiera tenido el valor de decírselo, de demostrárselo, era un tanto hipócrita, después de todo no fue una buena forma de hacerla estar conmigo.

Muchos podría haberme visto como un aprovechado que vio la oportunidad para meterla en mi vida, a sabiendas que la mujer no estaba en una condición buena como para casarse y vivir una  vida feliz junto a mí, pero no me importo; de igual manera yo no lo sabía, y sin estar claro cuál era su problema ella no se negó a casarse conmigo, hasta  ese día en que la detuve. Su bolso cayó en mis pies y de allí salió un sobre blanco con el nombre de ella y del hospital a la cual asistía diariamente.

Y es entonces cuando supe el porqué de su rechazo, el para qué era el dinero que tanto necesitaba.

Yo veía mi mundo en sus ojos preciosos, esos cautivadores ojos azules como el cielo, esos labios rojos carmín me incitaban a pecar, a caer bajo su hechizo, desear poseerlos de tal manera que me volviera adictos a ellos. Mi luz, mi amada, mi amor pecaminoso, mi obsesión, mi adoración, ella de curvas perfectas, de cabellera negra, de belleza deslumbrante se convirtió en mi único refugio en este mundo, en mi hogar, en el único paraíso donde deseaba estar.

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