CAPITULO 1

“El miedo es algo que relativamente no podemos controlar”.

TORONTO TRES AÑOS ANTES.

Me levanto por la ensordecedora alarma, hoy era nuevamente lunes, y como la buena empleada que soy me paro a la cinco para estar lista a las seis y llegar justo a las ocho en punto a la empresa Gomert. Peino mi largo y oscuro cabello hacia atrás hasta amarrarlo en lo alto de mi cabeza. Hoy sería un buen día, el pronóstico informaba que haría un buen sol espléndido, así que no era necesario que llevara mi estorboso paraguas y los atosigadores abrigos.

Unos tacones altos, una falda de tuvo liza, una blusa blanca manga tres cuarto en conjunto con una chaqueta negra del mismo color que mi falda. Ya completamente lista, me preparo un café y unas tostadas para desayunar. Reviso unos que otros documentos mientras mi desayuno está listo. Respondo algunos g***l, y acomodo los archivos. Después de escuchar el clip de la tostadora, lo coloco en un plato y me siento a comer y tomarme mi café, lo hago con rapidez antes de salir a toda prisa con las carpetas en mano y un tubo de ensayo en mi brazo derecho. Ser la secretaria de Gustav Gomert no era nada fácil, pero con el tiempo te acostumbras a la presión de todos los días.

Muerdo mi mejilla interna mientras espero el bus, el tic nervioso de mi pie golpeando la fría será no se hizo esperar, hasta calmarse cuando el transporte llega. Apenas se para me subo, paso mi tarjeta de pago y me siento en las sillas vacías de atrás. Disfrutaba mucho esta rutina diaria, me mantiene distraída y no me hace no recordar el pasado.

El olor a humedad de las mañanas es totalmente liberador, aparte de sentir la brisa fría chocar contra mi rostro es bastante relajante, eso es lo que me gusta de los meses invernales aunque en su mayoría Canadá entra en unos tiempos que calan el cuerpo con el frio que hace, aunque el otoño es mi estación favorita.

 Aun puedo recordar la primera vez que toque Toronto. Tan solo tenía 18 años de edad, mi madre había muerto de Cáncer en la sangre. Llegue aquí con el único objetivo de olvidar. Estuve trabajando en varias cafeterías locales, y después con lo poco que ganaba, rente un pequeño cuarto casi a las afueras del centro de la ciudad.

Cuando cumplí los 23 años, encontré trabajo en  Gomert Universal, una empresa de alta gama en marketing y publicidad, aparte de ser una de las industrias más importantes del país, es también una fuente de miles de concepciones y aglomerados en gran parte del mundo.

Fue pura suerte, me habían botado del trabajo, no tenía como sustentarme a tan solo para unos tres días antes de que me corrieran del departamento. Pero vi el anuncio en el periódico, buscaban secretaria y yo aunque no termine mi carrera en contaduría, me gane la simpatía del CEO de Gomert Universal.

Soy su secretaria, voy de un lado a otro con él, y aun que al comienzo no me fue muy bien, me acostumbre a la presión, a organizar y maquetar algunos anuncios publicitarios, suelo ayudar de vez en cuando, pero mi único deber en la empresa es mantener la agenda del señor Gustav en orden.

Entro a toda velocidad al enorme edificio de 99 plantas. La mayoría caminaba de un lado a otro, apurados, ocupados, incapaces de ver a ningún lado cuando están absortos en el trabajo.

Me adentro al ascensor, Viqui aún no había llegado, había pedido permiso para su chequeo mensual con la obstetra, con su seis meses de embarazo aún seguía viniendo al trabajo, a pesar de que el señor Gomert le dio de baja durante el tiempo que dure su embarazo.

Cinco minutos después estaba en el casi último piso. Las puertas de metal se abren y yo salgo de aquel aparato. Me encamino a la cafetería, preparo un capuchino doble sin azúcar, como le gustaba al señor. También hago uno para mí, lo tomo y me dirijo a la oficina de mi jefe.

Saludo a Martha, la secretaria de Suset la vicepresidenta y socia del señor, ambos conllevan una relación bastante estrecha, aparte de que ambas familias son amigas desde hace un buen tiempo, la señora Suset da por hecho que su hija se casara con el hijo mayor del señor.

Yo nunca lo he conocido, y no hace más de dos años que trabajo aquí, al único hijo que he visto es a Joel, el hijo menor del señor, los otros dos ni de asomo por la empresa, pero era consiente que el mayor pronto seria quien rija la industria de su padre cuando se retire de la presidencia.

Acomodo el café en la mesa, y luego me dirijo a mi escritorio. Me siento y prendo mi lacto. Empiezo a trabajar como todas las mañanas, borro algunas conferencias y las otras las dejo para la semana que viene. Esta semana solo seria para firmar documento y atender algunos socios minoritarios.

—Buen día Gabrielle —me sobresalto al escuchar la voz del señor, levanto mi rostro y le sonrió.

—Buen día señor —respondo amablemente.

—¿Que tenemos para el día de hoy? —el entra a su oficina, yo me levanto y le sigo.

—Por los momentos he dejado algunas conferencias para la semana que viene, el día de hoy solo firmara algunos documentos y lo demás necesito que revise las maquetaciones que el área de creación me enviaron el día de ayer por vía g***l.

—Bien, pásalos a mi correo, los revisare después que termine de leer estos archivos —asiento, voy a darme media vuelta para marcharme pero su voz me detiene —algo más Gabrielle…

—¿Dígame señor? —el hombre de traje se levanta de su silla, se acerca a mí y suspira.

—Mi hijo vendrá dentro de un mes, cuando él llegue se hará una reunión para mi despedida, el tomara mi lugar por lo que espero que seas paciente y te adaptes a sus exigencias.

—Comprendo señor — muerdo mi mejilla interna nerviosamente. Sabía que esto algún día pasaría.

—Mi hijo no es como yo, él tiene un carácter fuerte, pero sé que ambos se llevaran bien. De igual forma hablare con él, para que no sea tan duro contigo.

—No es necesario señor, yo puedo moldearme a la manera que trabaja su hijo, no hay ningún problema.

—Bien, que bueno saberlo querida, tú has sido una de las mejores secretarias que he tenido, y mira que han sido muchas — sonrió —quiero también que te encargues de escribirme una teátrica bastante conmovedora para cuando pase al escenario a decir algunas palabras, la verdad la hiciera yo, pero tengo que viajar a Brasil y regreso mañana por la noche, necesito resolver muchos asuntos como para ponerme a pensar en qué diablos diré.

—Está bien señor no se preocupe seré lo vas convincente posible —respondo eficiente, siempre he tratado de que mi jefe quede satisfecho con mis servicios, espero que su hijo también no tenga ninguna queja de mí y de mi manera de trabajar.

***

Horas después, estoy completamente lista para irme cuando el intercomunicador suena. Contesto y la voz de Viqui se oye en el teléfono— dime Viq…

—Gabi tienes una llamada del hospital, te lo paso enseguida —frunzo el ceño, pero no dejo ni que preguntara cuando ya tengo en línea a una mujer.

—Buenas noches, ¿usted es la señorita Davis? —pregunta la mujer tras el teléfono.

—Si con ella habla… —contesto extrañada.

—Era para informarle que el señor Martin Davis tuvo un accidente de tránsito, lo siento mucho señorita pero no pudimos salvarlo —mi corazón se rompe, el dolor llega de un momento a otro, “no otra vez, no de nuevo” no podía perder lo único que tenía, lo único que me quedaba, ya había perdido a mi madre y a mi padre siendo tan joven, no era justo que también lo perdiera a él.

Aunque casi no nos veíamos, siempre tratábamos de encontrarnos los fines de semana para compartir unas horas juntos. Mi hermano era lo más importante que tenía y ahora lo había perdido para siempre.

Me sentía impotente, incapaz de soportar este dolor que me consume por dentro. No entiendo… no comprendo cómo puede ser la vida tan cruel y quitarme lo único que me mantenía en pie.

El dolor suele hacerte más fuerte.

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