CAPITULO 4

Vénceme con tu espada joven guerrero, entiérrala en mi corazón quítame la vida y líbrame de este dolor.

He vencido miles de batallas pero no hay nada más difícil que el amor, uno de los mejores guerreros, ese es cautivador, hermoso, uno que sabe jugar y envolver a sus víctimas, nadie puede contra él.

—Estoy lista señor Gomert —mi voz sale apenas audible, él se levanta con sus ojos muy fijos en mí, no me muevo de mi lugar solo lo observo con curiosidad. El hombre es hermoso no lo negare, tiene un porte altivo, arrogante, elegante, caballeroso y sobre todo una sensualidad que haría que cualquier chica se rindiera a sus pies.

—Te vez hermosa, preferiría que esta vez dejaras las formalidades conmigo y me tutearas —dice con aquella voz sensual que lo caracteriza. Trago grueso y lo miro estoica.

—Usted es mi jefe por lo que… seguiré llamando Sr.Gomert —murmuro seria, él sonríe mostrándome sus parejos dientes blanco, haciendo que mi corazón lata con fuerza y piense que se me saldrá en cualquier momento.

—Vale está bien, si eso te da comodidad, aunque prefiero que en privado me hables de tú y no con ese horrible “señor Gomert” —refuta encogiéndose de hombros. El me ofrece su brazo, lo miro dubitativa pero a la final acepto sin replicar.

Ambos salimos de mi departamento, al llegar al auto abre la puerta para mí como el caballero que es y me sumerjo en el cálido auto, el hace lo mismo segundos después y da inicio a descender por las frías calles de Toronto.

Todo el camino al hotel nos mantuvimos en silencio cuando llegamos los paparazzi nos rodearon el auto, si no fueran por los guardaespaldas jamás hubiéramos salido. La cálida mano de Mathew estuvo un buen tiempo tocando mi espalda desnuda, haciéndome suspirar como una tonta por aquel delicioso calor.

Al llegar a la recepción ambos caminamos por el pasillo hasta entrar al salón del hotel. Apenas nuestros pies dan un paso en el Salón, todos los ojos de los invitados se fijan en nosotros, Mathew entrelaza nuestros dedos y por un momento me sentí como si fuese su novia o algo parecido, pero no me dio chance de replicar o por lo menos alejar mi mano de las suyas, hay muchas personas mirándonos cualquier cosa que haga será vista y criticada.

Me mantuve neutra, el señor Gustav sonríe al vernos y se acerca a nosotros.

—Valla hijo que bueno verte y al lado de mi querida Gabrielle —le sonrió, él es tan bueno conmigo. Ellos empiezan a discutir cosas sobre la empresa y su nueva reforma para aumentar el volumen de los nuevos paneles de publicidad. Me quedo un buen rato allí hasta que decido mejor dar una vuelta por el lugar. Todo ha quedado perfecto, la decoración que elegí es exquisita, puede que no haya nacido en una familia acaudalada de la alta elite millonaria pero he aprendido mucho, y el diseño, mesclar colores y la decoración es lo mio.

Quizás en un tiempo futuro puede que me convierta en diseñadora de interiores o quizás una pintora. Suelto un suspiro pesado, puede que eso no sea posible, tal vez no sobreviva mi mamá tampoco pudo vencer esta pelea.

Salgo al jardín para tomar un poco de aire, la noche está fresca y las estrellas le hacen compañía a la redonda luna. Hay días en que me pongo a pensar en el futuro, en el porvenir, pero recuerdo que mi cuerpo esta marchito, que poco a poco se va marchitando en cada segundo que corre. Lo perdí todo por lo que había luchado, y al más importa el único que me quedaba me había dejado igual.

Respiro hondo, no sé cuánto segundos, minutos, horas me quede allí mirando a la nada pero un ruido me hizo salir de mi ensoñado. Me pongo de pie y camino curiosa hacia donde proviene los jadeos y gruñidos y me sorprendo ver al señor Mathew con una mujer, la tiene arrinconada contra una estatua de yeso, ambos se están besando con desesperación y Mathew tiene sus manos dentro del vestido de la chica.

Un dolor intenso se instala en mi corazón, no emito ningún sonido, simplemente me quedo petrificada viendo la escena hasta que decido que es mejor volver al evento, apenas dio un paso hacia atrás el ruido de una rama quebrándose alerto a los amantes. Miro hacia atrás, los ojos de Mathew están fijos en mí, la chica entre sus brazos también está completamente sorprendida pero no dice nada.

Frunzo el ceño —disculpen pueden seguir en lo suyo yo solo quería tomar un poco de aire —murmuro sin ninguna expresión en mi rostro. Sigo mi camino pero los gritos de Mathew me hicieron caminar con mayor rapidez.

—¡Gabrielle, Gabrielle espera! —sigo caminando sin mirar atrás. Era consiente de quien era Mathew Gomert, y por alguna tonta razón me hizo ilusión su coqueteo conmigo pero ya veo el ¿Por qué?, si le daba alas de para cortejarme él se aprovecharía del momento y después me dejaría, así son todos los hombres solo quieren una oportunidad para jugárselas y hacerse los machotes, no deseaba ese tipo de problemas en mi vida, soy demasiado tonta, débil, romántica como para ilusionarme con mujeriegos playboys.

Al llegar al salón se mantuvo al lado del señor Gustav hasta que empezó a dar su discurso. Todos aplaudieron en al terminar su teátrica y ahí subido el para dar otro discurso.

—Sera un honor para mí ser parte del grupo Gomert, se lo mucho que luchado mi abuelo y mi padre para mantener a flote la industria y en gran parte agradezco mucho a todos los que han ayudado para que en este momento la empresa sea lo que es —sus ojos se fijan en mí, yo lo miro neutra como si no me hubiese importado verlo con una mujer a punto de… niego mentalmente, de solo pensarlo mi estómago se revuelve —espero que se sientan cómodos y no crean que por no ser mi padre será diferente, por supuesto que no, aunque mi forma de manejar los negocios no sea igual pienso expandir he invertir todo lo que pueda para que no solo seamos en grupo Gomert si no seamos el número uno en la elite empresaria más ricas he importantes del mundo, muchas gracias y que disfruten de la velada —el termina y baja de la tarima. Me doy vuelta para marcharme, ya fue suficiente por hoy me siento agotada sin ánimos y lo único que quiero es recostarme sobre mi cálida almohada y dormir por horas.

—¡Gabrielle! —mi cuerpo se paraliza al escuchar su voz, cierro mis ojos y tomo una bocanada de aire, me doy vuelta para verlo acercarse a mí.

—Dígame señor, ¿necesita algo? —pregunto con una sonrisa tensa. Él se para frente a mí, esta tan cerca que puedo sentir su respiración chocando con la mía.

—Lo que viste…

—No es de mi incumbencia, no es necesario que me explique nada —murmuro seca. Sus ojos me escanean sorprendidos.

—Gabrielle…

—Solo le pido señor que deje de mandarme flores, no me tutee ni mucho menos me corteje, así como yo le respeto espero lo mismo señor, ahora con su permiso me marcho —voy a irme pero su mano toma de mi brazo y me jala, mi cuerpo impacta contra su pecho, sus brazos rodean mi cintura su rostro se acerca a el mio.

—No voy a dejar que te vayas Gabrielle, tú me gustas, me gustas mucho y lo que  paso en el jardín…

Relamo mis labios, me relajo antes de cortar su palabrerías —ya le dije que no es necesario que me dé explicaciones, usted es un hombre libre, puede hacer lo que quiera, yo soy solo su secretaria y lo que haga no me incumbe, ahora ¡suélteme! —el me mira sorprendido pero no me suelta.

—Baile conmigo si lo hace la dejare marchar —responde segundos después.

—No tengo tiempo, será en otra ocasión —miro tras de él y veo a la mujer —además la chica del jardín lo busca —el afloja su agarre en mi cintura, yo aprovecho y lo empujo sin llamar mucho la atención dando inicio a salida del salón.

Desde ese preciso momento tache en mi lista negra a Mathew Gomert, ese hombre solo me destruiría el corazón y lo menos que quería era llorar por ello.

SIETE MESES DESPUES.

Estoy escribiendo algo en mi lacto cuanto el ruido del ascensor abriéndose me hace levantar la mirada. Mi jefe desciende de el con la señorita Susana Vancini una de sus nuevas conquistas y la directora general de Gomert. Dejo de mirarlos y sigo con los míos.

—Mathew querido por que no…

—Ya te dije que no Susana lo mejor es que dejemos esto aquí ahora vete a trabajar —el hombre le cierra la puerta en las narices a la mujer, no comprendía su discusión pero tampoco me importaba lo que haya pasado en su relación. Sigo trabajando ignorando por completa la satisfacción que me dio ver la furia en los ojos de Laura. La mujer se marchó dejando a todos mis compañeros impresionados por su actitud caprichosa.

Mi teléfono empieza a sonar sacándonos a todos y volviendo al trabajo, tomo el teléfono.

—Mande señor Gomert —mi voz salió un poco ronca por lo que aclare mi garganta.

—¡Ven a mi oficina ahora! —ordena, me pongo de pie y toco la puerta, un estruendoso pase se hace escuchar tras de ella, entro y cierro tras de mí.

Mi jefe está sentado tras su escritorio, sus ojos cubiertos con unos lentes de pasta negra y fija, haciéndolo ver maduro y malditamente hermoso.

—Dígame señor… —Mathew levanta su rostro y fija sus ojos en mí, la forma en que me mira me hace sentir desnuda es como si quisiera ver que pienso o siento.

—¿Quién es Roberto Garcés? —pregunta de repente, frunzo el ceño al oír ese nombre.

—Es uno de los inversionistas de la empresa por que la pregunta, acaso no lo conoció usted el primer día en que llego a la empresa —murmuro confundida. Él se pone de pie, acorta la distancia entre nosotros y se para frente a mí. Su cabeza se ladea, el quita sus lentes y me hace mirar sus orbes azules claros sin necesidad de verlos tras el cristal.

—No he sido muy explícito verdad, bueno vuelvo a preguntar ¿Qué hacías tú con Roberto Garcés? —vuelve a preguntar, me tenso y niego.

—Roberto y yo…

—¡A parte lo tuteas, que magnifico! —dice irónico el recelo en sus ojos me hace retroceder un paso pero una vez más él se acerca a mí no dándome el espacio personal que necesito.

—El señor Roberto y yo somos amigos desde hace mucho antes de que usted llegara aquí no veo cual es el problema señor —el hombre hace una mueca.

—De verdad quieres saber cuál es mi problema —refuta enojado —mi único problema eres tú. Verle con él, interactuar con tanta fluidez como si fueran dos tortolos enamorados.

—No debería enojarse por algo tan tonto como eso, además yo soy solo su secretaria si tengo o no tengo una relación con Roberto ese no es su problema —murmuro ya cansada de sus actitud. Voy a marcharme pero me veo acorralada por el cuerpo de mi jefe entre la puerta. Sus brazos reposan a cada lado de mi cabeza, su rostro muy cerca del mio, mi corazón duele por los fuertes latidos.

—¡Si Gabrielle, claro que si es mi problema! —dice antes de plantar sus labios en los míos. Me quedo estática, no reacciono, sus labios se mueven entre los míos con desesperación buscando alguna manera a que corresponda. Sentir la calidez de su cuerpo presionando el mio, su mano en mi mejilla su brazo tomando mi cintura y moldeándome a él.

No se cómo, pero mi mente se puso en blanco, mis manos tomaron su rostro y mis labios reaccionaron a los suyos. Era la primera vez que besaba a alguien, y sentir su suave beso solo despertó en mí un sentimiento caluroso y adictivo.

Nos besamos, ambos hacemos un baile perfecto con nuestras lenguas, me dejo llevar por aquel afecto que emerge su presencia.

Lo separo de mí y le doy una fuerte cachetada, Mathew me mira sorprendido y dolido —Gabrielle…

—¡Yo no seré una más de sus conquistas señor Gomert, así que le pido por favor que no me vuelve a besar! —digo antes de adentrarme en el auto.

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