CAPITULO 3

Recuerda que el mundo es una lucha, y que la lucha es una guerra segura. Aprende a pelear si realmente quieres ganar.

TRES AÑOS DESPUES.

Tomo una bocanada de aire antes de entrar a la oficina, Mathew está sentado tras de su escritorio tecleando en su lacto ni siquiera alza su vista para mirarme y eso es bastante irrespetuoso de su parte.

—¿Señorita Davis que tiene para el día de hoy? —pregunta después de un rato, me quedo completamente quieta parada frente a él. Muerdo mi mejilla interna antes de abrir la lista de cosas que tiene por hacer.

—Tiene una videoconferencia con el señor Paul dentro de tres horas, a las doce su padre solicito que se reuniera en el restaurante The One Eighty para discutir sobre los nuevos diseños de marketing. Tiene una reunión con la asamblea dentro de media hora y ya le envié las flores a su nueva conquista —murmuro eso ultimo amargamente. No comprendía porque me dolía, si soy una completa tonta pero que va soy una chica fuerte que no le importa nada más que sobrevivir en este mundo cruel y despiadado.

El alza su mirada fijando sus grises ojos en mí. Frunce el ceño, me paro recta y no emito ningún sonido.

—¿Que arreglos florales le mandaste? —pregunta después de escanearme. Relamo mis labios resecos en un acto nervioso.

—Rosas blancas —respondo sin emoción.

—Perfecto entonces, mándale un mensaje y dile que la espero en mi departamento, también llama al portero y anúnciale que Rebeca ira a visitarme y que la deje entrar.

—Bien… algo mas —mi voz sale monótona.

—No, puedes retirarte —asiento y me doy vuelta para marcharme.

Apenas cierro la puerta tras de mi suelto un suspiro doloroso.

Han pasado tres tortuosos años bajo el mando de Mathew Gomert, quien lo creería, ese hombre desde que llego a colocado mi mundo de cabeza, aún tengo presente el primer año siendo su secretaria, ha sido muy arduo y pesado, es un hombre con un potencial nato pero tiene un carácter fuerte.

Es un playboy arrogante y odioso, muchas veces quiso enredarme en sus redes y una vez casi lo logra, si no lo hubiera visto aquel día con aquella mujer castaña quizás hubiese caído en su seducción como una completa tonta. He intentado ser lo más recta posible, aunque mi corazón suele latir desenfrenado cada vez que lo ve. Puede que sea atracción quien no le gustaría ese hombre más cuando dice palabras bonitas y te mira como si fueses lo mejor en el mundo.

Entro en la pequeña sala de refrigerios y tomo una botella de agua, la destapo para beber un trago. Me quedo mirando, pensando en el porvenir y en la cita de mañana. Tengo que ir al médico y hacerme la rutina semanal.

Estoy haciendo todo lo posible para cubrir cada gasto, las medicinas son muy caras pero hasta los momentos he podido pagarlas. Me ha tomado todo mi tiempo y ganas para seguir adelante no pienso partir de esta tierra por culpa de una enfermedad que consume y destruye.

Aun soy muy joven, tengo la extraña ilusión de formar una familia y tener niños, hermosos niños con brillantes ojos y sonrisas divertidas. Mi corazón se oprime con ese pensamiento y trato de hacerlo a un lado y esconderlo en lo más recóndito de mi cabeza.

Vuelvo a mi lugar de trabajo, llamo a la señorita Rebeca, la voz chillona suena del otro lado del comunicador.

—Diga… —arrogante, tonta, me caes —¡hable ya que no tengo todo el día! —me caes mal.

—Buenos días señorita Jones soy la secretaria del señor Gomert quería decirle que Ma… el señor Mathew la espera en su departamento esta noche —no dejo ni que hable cuando ya he colgado el teléfono.

El dia transcurre con normalidad hasta que llega la hora del almuerzo. Me pongo de pie dispuesta a ir a la cafetería que queda en una esquina de la empresa pero mi jefe sale y me pide que lo acompañe a la reunión con el señor Gustav.

Suelto un sonoro suspiro obstinado y lo sigo. Bajamos el ascensor el silencio entre nosotros es abrumador y aun así puedo sentir sus ojos fijos en mí. Apenas se abren las puertas metálicas ambos salimos pero apenas llegamos al auto él me toma del brazo haciéndome voltear y chocar contra su pecho.

Jadeo al sentir su brazo aprisionando mi cintura, ambos nos miramos fijamente, una de sus manos esconde un mecho de mi cabello azabache tras mi oreja.

—Mathew… —no me deja ni quejarme, sus labios impacta contra los míos dándome uno de esos besos desbastadores.

Los recuerdos llegan a mi cabeza como un flashback…

***

Era mi sexto día atendiendo al hijo mayor de mi jefe, apenas llego me encuentro con un hermoso ramo de crisantemos fucsia. Las miradas de mis compañeros de sala están puestas en mi con gran curiosidad, los ignoro y tomo la tarjeta para leer quien carajos me ha mandado flores.

Unos hermosos crisantemos para la mujer mas deslumbrante…

Att: Mathew G.

Me quedo mirando un buen rato la tarjeta, pero el ruido del elevador me hace alzar la mirada. De aquella caja metálica desciende mi ahora jefe, una sonrisa arrogante aparece en su rostro mi corazón late con intensidad y los nervios invaden mi cuerpo.

—Buen día Señorita Davis, espero le hallan gustados las flores —dice antes de entrar a la oficina. Las chicas me miran sorprendidas y antes de que vengan hacia mi tomo el ramo y entro a la oficina de mi jefe, el me mira sonriente pero su sonrisa se borra cuando tiro el ramo de flores en su escritorio.

—Por favor señor, es mejor que evite regalarme flores —digo enojada, me cruzo de brazos y desvió mi mirada.

—¿Por qué, cual es el problema de que le regale flores a mi secretaria? —lo miro de reojo, él se levanta y se para frente a mí. Su iris grisácea me miran con desde y ese toque pícaro. Trago grueso y niego.

—Lo único que quiero es evitar especulaciones en el área de trabajo —murmuro minutos después.

El asiente en acuerdo —pero yo quiero acortejarte —frunzo el ceño.

—¿Qué?

—Que quiero acortejarte, me gustas mucho y espero tener el honor y la simpatía de la mujer más hermosa de este mundo inmortal —responde sin más. “De verdad me está diciendo eso”, no lo puedo creer. El acorta la distancia entre nosotros, sus bellos ojos están fijos en los míos, ese toco lujurioso enmarca en gran parte su mirada y cuando se inclina para rosar sus labios mi mano se impacta  en su mejilla.

—No se atreva a volver hacer eso señor Gomert ante que todo está respeto y así como yo lo respeto a usted y a su señor padre espero lo mismo —digo molesta, me doy vuelta y salgo dando grandes zancadas. Apenas salgo mis compañeros me miran pero yo hago caso omiso. Me dirijo al bajo y me encierro allí un buen rato.

Quizás este desplante me costara el empleo pero no permitiré que se sobrepase conmigo. No soy ese tipo de mujer, y aunque no esté mal ver de igual manera.

Después de media hora salgo del baño más relajada, el día transcurre con normalidad, he incluso a la mañana siguiente Mathew solo me dirigió la palabra para darme órdenes. He incluso se disculpó conmigo por lo ocurrido.

Estoy por salir cuando el teléfono suena, lo tomo sin dejar de guardar mis cosas en mi cartera —Aglomerado Gomert con quien desea hablar…

—Señorita Davis puede por favor pasar por mi oficina —voy a decir que estoy a punto de irme pero cuelga. Tonto hombre de…

Camino hacia la oficina del presidente, toco dos veces al escuchar el ronco “pase” entro y cierro tras de mí.

—Para que me necesi… —me cayó al verlo sin camisa, el hombre se voltea para verme yo me doy vuelta para no mirarlo —se… señor para que me necesita.

—Quiero que seas mi acompañante esta noche —frunzo mi entrecejo y me volteo para mirarle.

Sus ojos me miran brillantes —acompañante…

—Sí, para el evento de esta noche —muerdo mi mejilla interna sin poder evitarlo fijo mis ojos en su fornido pecho, tiene una pequeña mota de bello negro, sus brazos son musculosos y su abdomen ni que decir. Una risa ronca se oye en todo el lugar haciéndome tensar alzo de nuevo mi mirada hacia su rostro —¿te gusta lo que ves? —niego pero muy dentro de mi asiente como una estúpida.

—Vale señor, solo déjeme regresar a mi departamento para cambiarme y…

—No hay problema yo te llevo —el abrocha su franela blanca junto con su corbatín y saco. Ese esmoquin le queda a la talla, lo más seguro es que su diseñador personal lo haya hecho a su medida exacta.

Relamo mis labios, no dejo de mirar cada movimiento de él, su cuerpo es puro fuego ardiente pero de ese que quema la piel y el alma también.

Salimos del edificio en silencio, le doy mi dirección y el me lleva a mi departamento. Doy gracias a Dios que tengo todo ordenado y que soy una fanática a la limpieza.

—¿Quieres un café, agua quizás un refresco? —el niega, suspiro y lo invito a sentarse —no tardare —me encamino a mi recamara, me desvisto y me doy una ducha rápida. Al salir busco en mi armario el vestido negro que aparte para usar el día de hoy. Me coloco solo las bragas ya que el vestido no me deja usar sostén. En la parte de atrás tiene un pronunciado escote que llega hasta un poco más abajo de la mitad de mi espalda.

Me coloco los tacones, me maquillo con agilidad y perfumo mi cuerpo antes de salir. Apenas aparezco en la sala Mathew levanta su rostro y me mira. Una sonrisa aparece, un cosquilleo en mi estómago me hace poner nerviosa ante él.

Ante Mathew Gomert…

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