—¡Oye! ¿A dónde vas? —preguntó Jenna, al ver que Rachel, su mejor amiga, era jalada por un hombre hacia la pista de baile.
—A disfrutar. Aprovecha y disfruta de Las Vegas. Es nuestra última noche —repuso a voz de grito, mientras se perdía en la pista.
Jenna rodó los ojos y río mientras bebía un sorbo de su copa mirando a la multitud sin prestar atención. Su mente estaba embotada por el alcohol.
En el momento en el que se llevaba una mano a la boca y ahogaba un bostezo, un sujeto con el que había intercambiado unas cuantas miradas, pero que había ignorado, quitándole importancia, se acercó a Jenna con una copa en la mano.
Era alto y musculoso, y su manera de moverse por el espacio, le hizo comprender a Jenna que era extremadamente consciente de su belleza. Sus ojos azules y cristalinos, adornaban un rostro anguloso y varonil, contrastando con su oscuro cabello.
—Parece que tu amiga decidió dejarte sola —repuso el hombre, acercándose a su oído para que pudiera escucharlo.
Jenna lo miró y esbozó una suave sonrisa.
—Tienes suerte, eso no pasa a menudo. —Rio.
—Me alegra que hoy haya sido una de esas pocas veces —dijo el hombre con un tono seductor, antes de sonreír, dejando ver una blanca dentadura—. Y, dime, ¿qué te trae por aquí? ¿Qué buscas en Las Vegas? —preguntó, acercándose tanto a ella que sus rostros quedaron a un palmo de distancia, mientras él la miraba fijamente a los ojos.
«Olvidar a mi ex», pensó Jenna, pero no lo dijo. No pensaba hablarle de lo que había sucedido. Harvey ya no tenía importancia en su vida desde hacía dos meses y aquel desconocido no tenía por qué saberlo.
—Nada del otro mundo. Simplemente, pasarla bien ―respondió, sin más―. ¿Y tú? ¿Qué haces en la ciudad del pecado, más allá de intentar conquistar a las mujeres que se crucen en tu camino? —preguntó ella, sintiendo que su cuerpo temblaba al sentirlo tan cerca.
—Oh, ¿en serio esa es la impresión que te doy? ―inquirió, alzando una ceja.
—Pues, honestamente sí ―respondió con una sonrisa divertida―. En verdad, tienes toda la pinta.
—Bueno, permíteme corregirte: realmente no suelo hacer esto, pero tú de verdad me llamaste mucho la atención desde que entraste al bar, y si no malinterpreté tus miradas, yo tampoco pasé desapercibido para ti, así que, ¿por qué no me acompañas a un lugar más privado? —dijo, mientras la tomaba por la cintura, atrayéndola contra su musculoso cuerpo—. Si has venido a Las Vegas a pasarla bien, te vayas sin lograrlo.
Jenna alzó las cejas, sorprendida por la capacidad de aquel hombre para ir directamente al grano. De pronto, parecía que la música y todo a su alrededor había desaparecido. Realmente, no se lo esperaba.
No podía negar que aquel extraño la atraía como el imán al metal.
—Vaya, tú sí que no te andas con rodeos ―repuso, con las cejas arqueadas―. Pero la verdad es que… no lo sé… yo…
—Oh, ¿en serio? Permíteme que te ayude a decidir —repuso el hombre con una media sonrisa.
Acto seguido, se inclinó sobre Jenna y sus labios se apoderaron de los de ella, haciendo que el corazón de la muchacha comenzara a palpitar de manera descontrolada y su cabeza diera vueltas, y no precisamente por el alcohol.
Cuando se apartó, volvió a mirarla a los ojos con una intensidad que nunca antes había visto.
—¿Y? ¿Qué dices? Esto es algo sin compromisos. Así que no te preocupes, después de esta noche ninguno de los dos sabrá del otro. ¿Por qué no te dejas llevar? Estoy seguro de que no te arrepentirás.
—Eres muy seguro de ti mismo, ¿verdad?
—Tengo tendencia a serlo, sí —respondió sin modestia—. ¿Y? ¿Entonces? ¿Me acompañas?
Jenna frunció el ceño. Sabía qué quería, pero… ¿estaba dispuesta a dar ese paso?
Algo en su interior le decía que tal vez no fuera una buena idea, sin embargo, una mucho más fuerte pedía a gritos que no dejara pasar la oportunidad. ¿Qué tenía de malo una “pequeña” aventura de una noche? Después de todo, era una mujer soltera y él realmente le gustaba.
«Estás en Las Vegas», se dijo, mientras pensaba que, quizás, la idea de Rachel no fuera tan absurda, después de todo. Tras lo cual esbozó una sonrisa y asintió. Algo le decía que mejor se mantuviera allí, que tal vez no era una buena idea, pero…, aunque no sabía muy bien cómo ni por qué, algo en aquel sujeto la traía como el imán al hierro.
Sin perder tiempo, él la tomó de la mano y pronto se perdieron en la multitud, en busca de un lugar más íntimo.
***
A la mañana siguiente, cuando despertó, sola, en la habitación de hotel, vio que su acompañante de la noche anterior había desaparecido, dejando una nota como única prueba de la intimidad que habían compartido.
«Gracias por la noche. Las Vegas nunca decepciona y tú tampoco lo hiciste. Cuídate. D».
—¿De…? —pronunció Jenna en voz alta, mientras sonreía al recordar lo que había sucedido la noche anterior en aquella cama, al cobijo de las cuatro paredes de la habitación.
Pensando en esto, guardó la nota en su bolso, antes de salir, para buscar a Rachel.
La noche había sido increíble y aquel hombre le había hecho sentir lo que nadie había logrado antes. Sin embargo, era hora de volver a la realidad, sin arrepentirse de nada.
***
Tres meses después.
Jenna se sentía nerviosa mientras esperaba el resultado del test de embarazo en el baño del apartamento que compartía con su mejor amiga y que se encontraba justo encima del restaurante que su padre le había regalado unos meses después de graduarse como chef, poco antes de fallecer.
Dos minutos después, cuando el resultado apareció, este confirmó sus sospechas y el miedo y la incertidumbre se apoderaron de ella.
¡Estaba embarazada!
Sintiendo que el corazón le latía desbocado, y con la respiración agitada, se dejó caer con la espalda contra la pared del baño. Se sentía sumamente abrumada por la noticia. No sabía si reír o llorar.
Al ver que su amiga se tardaba demasiado, Rachel, preocupada, llamó a la puerta.
—Jenna, ¿qué sucede? ¿Estás bien? —preguntó, sin poder ocultar la alerta en su voz.
Un segundo después, Jenna abrió la puerta, con una expresión de shock en el rostro y el test de embarazo en la mano.
—Rachel… yo… —Tragó saliva—. Estoy embarazada.
Rachel abrió los ojos de par en par, incrédula.
―¿Hablas en serio?
Jenna le entregó test.
―No entiendo… ―comenzó a decir. Los cálculos le fallaban―. ¿En qué momento volviste a ver al maldito de Harvey? ―preguntó, confundida.
—Rachel, no lo he vuelto a ver desde que lo dejamos… —repuso, alzando la cabeza y abriendo los ojos de par en par.
―No te creo. ―Rachel negó con la cabeza―. No eres la virgen María. Ese niño no es del Espíritu Santo, así que tiene que tener un padre.
―Muy graciosa ―repuso, dejándose caer en el sofá de la sala―. Claro que tiene un padre, pero no es Harvey.
―¿Entonces?
Jenna suspiró y tragó saliva, antes de responder:
—¿Recuerdas al hombre del que conocí la última noche en Las Vegas?
Dos años más tarde.―Oye, ¿qué sucede? ―preguntó Rachel, abriendo los ojos de par en par al ver una gran columna de humo que se alzaba hacia el cielo, mientras ella y Jenna regresaban a la casa, para abrir el restaurante, después de dejar a Noah en la guardería. Jenna miró en la misma dirección y la sorpresa y el pánico aparecieron en su rostro, antes de comenzar a correr como alma que lleva el diablo. ―¡Hey! ¡Espérame! ―exclamó Rachel, corriendo tras ella.El miedo invadió a Jenna, mientras se precipitaba hacia la zona de la que provenía el humo, rogando porque no fuera lo que tanto temía. Sin embargo, al doblar la esquina, su mundo se vino abajo. ―¡No! ―Un grito brotó de la garganta de la mujer al ver que su peor pesadilla se había convertido en realidad.El humo provenía de donde se encontraba su restaurante y su casa, donde los bomberos trabajaban frenéticamente. Sin pensarlo, corrió hacia la entrada del restaurante. Pero uno de los bomberos la detuvo, tomándola por los hombr
—No, Rachel no puedo hacerlo ―dijo Jenna. Un sudor frío le recorría la espalda, mientras se estrujaba las manos con nerviosismo. Jenna se encontraba junto a su amiga, sentada en una pequeña salita del restaurante: La Corona Whitmore. ―Tranquila. Sé que lo harás genial. Confía en ti. Eres sumamente talentosa —repuso Rachel, intentando infundirle confianza. Jenna tragó saliva y asintió, aunque por dentro estaba hecha un manojo de nervios. Nunca había experimentado tanta ansiedad en su vida, ni siquiera el día que había dado a luz Noah. La idea de cocinar para el exigente David Whitmore la tenía al borde del colapso. Cuando finalmente llegó su turno, uno de los meseros del restaurante la guio hasta la cocina, donde la esperaba el gerente, un hombre serio, de mediana edad. ―Bienvenida, señorita Miller. Mi nombre es Charles Smith y seré quien la acompañe en esta prueba. Por favor, sígame ―dijo, mientras la conducía a una estación de trabajo totalmente equipada. Jenna observó la cocina
Una semana más tarde. —Me siento tan frustrada. Lo he perdido todo y no sé qué más hacer para encontrar un trabajo. Llevo una semana intentándolo —sollozó Jenna, sentada en la cama con las manos en su rostro—. Noah necesita tantas cosas que yo ya no le puedo dar. ¡Ni siquiera tenemos casa! Estamos viviendo a costa de tus padres… ¡Es horrible!—Cariño, créeme que te entiendo, pero no puedes dejarte vencer.—¡Necesitaré años para reunir todo el dinero que necesito para reconstruir la casa y el restaurante! —Tragó saliva—. Ese fue el único motivo por el que te hice caso y me presenté en La Corona Whitmore…, pero, bueno, ya viste lo que pasó… —negó con la cabeza.Las lágrimas rodaban presurosas por sus mejillas. Se sentía tan cansada… Era como si una nube negra la siguiera a donde quería que fuera.—Jenna, escúchame. Sé que dirás que estoy loca, pero… creo que encontré la solución a tus problemas.—Papá estaría tan triste… Todo lo que me dio se fue a la basura… Papá, ¿por qué no estás aq
—¡En serio, Jenna, tranquilízate, ¿quieres?! —repuso Rachel, sonriendo, mientras rodaba los ojos.—¡Eso es lo que intento! —repuso Jenna, antes de inspirar profundamente y soltar el aire con lentitud, intentando calmarse—. Pero no funciona. Me preocupa que Noah me eche de menos. Tú sabes que nunca lo he dejado con nadie más en las noches. Además, mira la cantidad de gente que hay aquí.Rachel rio.―No le eches la culpa al pequeño, cuando ambas sabemos que lo que te tiene así es el bendito concurso ―repuso, mientras la jalaba en dirección a la entrada.Jenna suspiró y se dejó arrastrar por su amiga, sintiendo que el corazón amenazaba con salírsele del pecho. Su mente era un torbellino, y cuerpo parecía temblar conforme se adentraban en edificio.Sin embargo, a pesar de sentir que su ansiedad había disminuido a medida que los productores del programa le explicaban cómo sería todo, cuál era su estación de cocina, y cómo se llevaría a cabo, su corazón se paralizó al reconocer un rostro en
David Whitmore observaba atentamente cada plato que los camareros del programa presentaban ante él. Como jurado y productor de «Cocina a Ciegas», su papel era crucial en la selección del ganador.Después de probar todos los platos de entrada de los concursantes, no podía negar que había una persona que destacaba por sobre las demás.—Sin lugar a dudas, el concursante número siete es increíblemente talentoso —repuso, pensativo, la entrada, la cual consistía en mariscos picantes—. Esto sin lugar a dudas representa al verano —dijo, más para sí mismo que para sus colegas, quienes asentían de acuerdo con él—. Sin lugar a dudas, es un platillo que es perfecto como entrada. Tras decir esto, alzó la mano y pidió que pasaran con el plato principal.Rápidamente, los camareros, se dirigieron una vez más a las estaciones y tomaron los platillos principales de todos los concursantes.David bebió un sorbo de champaña para limpiar su paladar, antes de probar todos y cada uno de los platos principal
Diez minutos después, Jenna abrió los ojos lentamente, sintiendo un fuerte y persistente dolor de cabeza.Cuando sus ojos por fin se habituaron a la luz de la habitación, miró a su alrededor, comprobando que se encontraba en una pequeña enfermería improvisada, con Rachel a su lado, quien la tomaba de la mano con la preocupación grabada en el rostro.—Jenna, ¿estás bien? ¿Cómo te sientes? —preguntó Rachel con voz suave.—Me duele la cabeza —respondió Jenna frunciendo el rostro ante una punzada en su cráneo—. Siento que todo gira. Pero creo que estoy bien, ¿qué pasó? —preguntó, mientras se sentaba en la camilla, con la ayuda de su amiga, y recibía un vaso de agua de una enfermera.Rachel la miró con un gesto de pena, antes de suspirar y responder:—Parece que el estrés hizo que te desplomaras solo poner un pie en el escenario. Pensé lo peor al ver que no despertabas. Me encantaría decirte que descanses un poco, pero el concurso debe finalizar y tú debes recibir el premio —explicó Rachel
—¿No piensas ir? —preguntó Rachel, mirando a Jenna con las cejas en alto.Jenna se removió en el sitio, intranquila, sin saber muy bien qué hacer.—No quiero tener problemas. —Suspiró.—Te entiendo, Jenna, pero has ganado en las de la ley. No puedes quedarte fuera de esto —repuso Rachel, tomándola de la mano y guiándola hacia la sala de cámaras, en donde se encontraban los Whitmore.Una vez en la sala de cámaras, David pidió que le mostraran la grabación de la participación de Jenna en el concurso.Luego de verlo absolutamente todo, minuto a minuto, tenía que admitir que las imágenes no dejaban lugar a dudas: Jenna había concursado de manera honesta y no había cometido ningún fraude.—Lo siento, Madison, pero Jenna Miller ha ganado de manera legítima —declaró David, mirando a su esposa con firmeza, antes de mirar a Jenna que se encontraba en la puerta de la sala.—¡No puedes permitir esto, David! —gritó Madison, furiosa, con los puños apretados a ambos lados de su cuerpo—. Esa andrajo
Al llegar a la villa de los Whitmore, Jenna contuvo el aliento. La mansión era un edificio majestuoso e imponente, que la hacía sentir sumamente pequeña e insignificante.Con Noah tomado de su mano, inspiró profundo, tratando de mantenerse firme, mientras ambos atravesaban los amplios y bellos jardines de la villa. El pequeño, con ojos grandes y curiosos, miraba a su alrededor con asombro.―Mami, ¿esta será nuestra nueva casa? ―preguntó Noah con una amplia e inocente sonrisa.Jenna miró a su pequeño hijo y sonrió débilmente, mientras le acariciaba el cabello.―Por un tiempo sí, cariño ―respondió en un suspiro, sintiendo los nervios y ansiedad a flor de piel.Tratando de mantener la calma, Jenna tomó la mano de Noah una vez más y ambos subieron las escalinatas de mármol.Una vez frente a la enorme puerta, Jenna tomó una gran bocanada de aire antes de tocar el timbre.Apenas unos segundos después, la puerta se abrió de golpe, revelando a Madison Whitmore con una expresión de furia conte