David Whitmore observaba atentamente cada plato que los camareros del programa presentaban ante él. Como jurado y productor de «Cocina a Ciegas», su papel era crucial en la selección del ganador.
Después de probar todos los platos de entrada de los concursantes, no podía negar que había una persona que destacaba por sobre las demás.
—Sin lugar a dudas, el concursante número siete es increíblemente talentoso —repuso, pensativo, la entrada, la cual consistía en mariscos picantes—. Esto sin lugar a dudas representa al verano —dijo, más para sí mismo que para sus colegas, quienes asentían de acuerdo con él—. Sin lugar a dudas, es un platillo que es perfecto como entrada.
Tras decir esto, alzó la mano y pidió que pasaran con el plato principal.
Rápidamente, los camareros, se dirigieron una vez más a las estaciones y tomaron los platillos principales de todos los concursantes.
David bebió un sorbo de champaña para limpiar su paladar, antes de probar todos y cada uno de los platos principales, dejando el platillo del concursante número siete para el final. Cuando llegó a este, sus ojos se abrieron de par en par, sorprendido.
—¿Grecia? —preguntó, alzando las cejas, mientras evaluaba la presentación, antes de tomar los cubiertos y probar un bocado—. Una excelente elección de colores, aromas y sabores. Sin lugar a dudas, nuevamente sorprendente.
—Esto es extraño, en todas las ediciones del concurso nunca nadie ha hecho un trabajo tan bueno, por no decir perfecto —repuso otro de los jurados, ganándose un gesto afirmativo de Whitmore.
En verdad estaba gratamente impactado por aquel descubrimiento. Si el postre, el tercer tiempo, se mantenía en aquella línea…
—Traigan el postre, por favor —dijo, luego del tercer bocado de aquel platillo de pescado y especias griegas, tras lo cual bebió un nuevo sorbo de champán.
Un minuto después los postres se encontraban frente a los dos hombres y la mujer que formaban parte del jurado y, tras probarlos absolutamente todos, David hizo un gesto negativo con la cabeza, antes de decir:
—No sé ustedes, pero creo que tengo al ganador.
—¿Te refieres al siete? —preguntó la mujer, ladeando la cabeza.
David asintió, mientras el otro jurado asentía conforme.
—Tenemos que reconocer que los platos presentados por el concursante número siete son excepcionales.
—Estoy de acuerdo con Alfred —asintió la mujer, en dirección a David—. Cada uno de ellos evoca perfectamente el tiempo, el lugar y el momento. Además, la creatividad en sus combinaciones. ¡Miren el postre!
—Marie tiene razón —repuso Alfred—. Ese platillo es una explosión de sabores…
—Sin hablar de que evoca perfectamente al momento de la ceremonia china del té. El pastel de luna está perfecto con su corteza suave y ligeramente dulce, relleno de pasta de semillas de loto.
Los tres asintieron de acuerdo.
—Es una lástima que los demás platos no hayan estado a la altura, a pesar de lo deliciosos que eran, pero indiscutiblemente tenemos al mejor —repuso Alfred con una sonrisa satisfecha.
Tras esta breve conversación, David se volvió hacia las cámaras y declaró:
—¡Tenemos un ganador!
***
Jenna se sentía extremadamente nerviosa mientras esperaba el veredicto final. Había dado lo mejor de sí misma en cada plato, pero no por ello dejaba de sentir la presión; más aún teniendo en cuenta de que aquel hombre, David Whitmore, era el ser más exigente del mundo gastronómico.
«Y tal vez el padre de tu hijo», dijo una vocecita maliciosa en el interior de su cabeza.
Jenna cerró los ojos y negó con la cabeza, intentando apartar ese pensamiento de su mente y calmar los latidos de su corazón. Sin embargo, este intento fue en vano, ya que su corazón comenzó a palpitar desbocado, cuando el presentador exclamó:
—¡Tenemos un ganador!
Jenna abrió los ojos y miró la pantalla que había frente su estación de cocina donde esperaba el resultado. Su corazón se paralizó al ver que David Whitmore se acercaba al presentador en su silla de ruedas automatizada.
En ese instante sintió que el tiempo y todo lo que la rodeaba se detenía, mientras ella contenía el aliento, antes de sentir que se desvanecería al escuchar la profunda y grave voz de David Whitmore exclamar:
—¡El ganador es el concursante número siete!
Jenna se sintió aturdida. Su mente era incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.
¿Acaso había oído bien a Whitmore? ¿En verdad quien había ganado era ella, la concursante número siete?
Con la mirada fija en la pantalla y las manos agarradas firmemente de su silla, negó con la cabeza, totalmente incrédula.
No, aquello era demasiado surrealista para ser verdad.
De pronto, comenzó a hiperventilar, mientras sentía que el mundo a su alrededor se desvanecía en un torbellino de emociones abrumadoras.
Antes de que pudiera reaccionar, Rachel corrió hacia ella y la tomó por el brazo, con una expresión de que indicaba la urgencia de la situación.
—¡Jenna, Jenna! ¡Eres la ganadora! ¡Tienes que salir al escenario! —gritaba Rachel, tratando de sacar a Jenna de su aturdimiento.
Jenna parpadeó varias veces, tratando de recuperar la compostura. El sonido de la multitud aplaudiendo resonaba en sus oídos, pero todo le parecía distante…
—¡Jenna, por favor, ven conmigo! ¡Tienes que recibir tu premio! —insistía Rachel, jalándola del brazo con suavidad pero con firmeza.
Con un esfuerzo titánico, Jenna logró levantarse de su silla y dar unos pasos tambaleantes hacia el escenario. La realidad se desdibujaba a su alrededor, y apenas podía mantenerse en pie. La idea de que David Whitmore estuviera esperándola en la tarima era demasiado abrumadora.
Justo cuando estaba a punto de llegar al escenario, todo se volvió negro y Jenna perdió el conocimiento, desplomándose en los brazos de Rachel y dejando a todos los presentes en estado de shock y preocupación.
—¡Necesitamos una pausa! ¡Qué alguien llame a un médico! —gritó alguien desde el fondo.
Diez minutos después, Jenna abrió los ojos lentamente, sintiendo un fuerte y persistente dolor de cabeza.Cuando sus ojos por fin se habituaron a la luz de la habitación, miró a su alrededor, comprobando que se encontraba en una pequeña enfermería improvisada, con Rachel a su lado, quien la tomaba de la mano con la preocupación grabada en el rostro.—Jenna, ¿estás bien? ¿Cómo te sientes? —preguntó Rachel con voz suave.—Me duele la cabeza —respondió Jenna frunciendo el rostro ante una punzada en su cráneo—. Siento que todo gira. Pero creo que estoy bien, ¿qué pasó? —preguntó, mientras se sentaba en la camilla, con la ayuda de su amiga, y recibía un vaso de agua de una enfermera.Rachel la miró con un gesto de pena, antes de suspirar y responder:—Parece que el estrés hizo que te desplomaras solo poner un pie en el escenario. Pensé lo peor al ver que no despertabas. Me encantaría decirte que descanses un poco, pero el concurso debe finalizar y tú debes recibir el premio —explicó Rachel
—¿No piensas ir? —preguntó Rachel, mirando a Jenna con las cejas en alto.Jenna se removió en el sitio, intranquila, sin saber muy bien qué hacer.—No quiero tener problemas. —Suspiró.—Te entiendo, Jenna, pero has ganado en las de la ley. No puedes quedarte fuera de esto —repuso Rachel, tomándola de la mano y guiándola hacia la sala de cámaras, en donde se encontraban los Whitmore.Una vez en la sala de cámaras, David pidió que le mostraran la grabación de la participación de Jenna en el concurso.Luego de verlo absolutamente todo, minuto a minuto, tenía que admitir que las imágenes no dejaban lugar a dudas: Jenna había concursado de manera honesta y no había cometido ningún fraude.—Lo siento, Madison, pero Jenna Miller ha ganado de manera legítima —declaró David, mirando a su esposa con firmeza, antes de mirar a Jenna que se encontraba en la puerta de la sala.—¡No puedes permitir esto, David! —gritó Madison, furiosa, con los puños apretados a ambos lados de su cuerpo—. Esa andrajo
Al llegar a la villa de los Whitmore, Jenna contuvo el aliento. La mansión era un edificio majestuoso e imponente, que la hacía sentir sumamente pequeña e insignificante.Con Noah tomado de su mano, inspiró profundo, tratando de mantenerse firme, mientras ambos atravesaban los amplios y bellos jardines de la villa. El pequeño, con ojos grandes y curiosos, miraba a su alrededor con asombro.―Mami, ¿esta será nuestra nueva casa? ―preguntó Noah con una amplia e inocente sonrisa.Jenna miró a su pequeño hijo y sonrió débilmente, mientras le acariciaba el cabello.―Por un tiempo sí, cariño ―respondió en un suspiro, sintiendo los nervios y ansiedad a flor de piel.Tratando de mantener la calma, Jenna tomó la mano de Noah una vez más y ambos subieron las escalinatas de mármol.Una vez frente a la enorme puerta, Jenna tomó una gran bocanada de aire antes de tocar el timbre.Apenas unos segundos después, la puerta se abrió de golpe, revelando a Madison Whitmore con una expresión de furia conte
El primer día de trabajo llegó sumamente rápido, mucho más de lo que Jenna le hubiese gustado.Jenna despertó temprano, con Noah todavía acurrucado a su lado. Observó su carita serena y se armó de valor para enfrentar el día. Sabía que no sería fácil, pero debía estar a la altura por su hijo.Si bien tenía la opción de que su hijo durmiera en la habitación contigua, ninguno de los dos había sido capaz de separarse del otro. En un principio, Jenna había intentado mentalizarse de que lo hacía por Noah, cuando en realidad era ella quien lo necesitaba para no romperse en pedazos.Sin perder tiempo, se levantó y preparó a Noah para el día, intentando transmitirle una sensación de normalidad a pesar de su propia incertidumbre.—Vamos, cariño, hoy es un día importante —dijo con una sonrisa forzada mientras le peinaba el cabello.—¿Voy a conocer a más gente, mami? —preguntó Noah, con ojos llenos de curiosidad.—Sí, amor. Conocerás a mucha gente nueva. Pero recuerda, sé amable y obediente, ¿de
El resto de la mañana y de la tarde transcurrió lentamente para Jenna, quien, a pesar de todo, se mantuvo cien por ciento enfocada en su trabajo, salvo en pequeños descansos que se tomaba para atender a su pequeño.La cena de aquella noche le parecía de suma importancia, no solo por los detalles que le había dado David sobre el menú, sino porque era la primera vez que cocinaría una cena de esa magnitud para gente de las más altas esferas de la sociedad; y no podía permitirse cometer ni el más mínimo error.Por la tarde, mientras se dirigía a la cocina, después de que Noah se quedara dormido, su mente repasaba, una y otra vez, los platos que le había pedido David que realizara para impresionar a los invitados. Según le había mencionado, se trataba de cinco parejas expertas del mundo culinario, por lo que no podía quedar en ridículo.Las horas pasaron en un abrir y cerrar de ojos, y finalmente llegó la noche. Los invitados pronto comenzaron a llegar y la mansión se llenó de un murmullo
Durante el transcurso de la noche, Jenna había pensado mil veces en rendirse, pero no podía permitírselo. Tenía que demostrar cuánto valía, no solo en la cocina, sino también como persona.Aquella mañana fue sumamente agitada. A pesar del cansancio, del dolor de cabeza y la angustia, Jenna se había ocupado de preparar el desayuno, cuidando de que, como siempre, cada detalle fuera perfecto.Al mediodía, mientras Jenna se encontraba preparando el almuerzo, David pasó por delante de la puerta de la cocina, con el rostro pálido y una expresión de cansancio.Sorprendida de verlo en ese estado, Jenna se acercó a él y lo miró con preocupación.—Señor Whitmore, ¿se encuentra bien? —le preguntó, procurando mantener su tono profesional, pero sin poder ocultar del todo que en verdad estaba preocupada.David suspiró y asintió, aunque su aspecto y su expresión indicaba lo contrario.—Solo tengo un poco de jaqueca. No es nada grave —respondió, con los ojos cerrados, mientras se llevaba una mano a l
Una semana después. David se acercó a la cocina y se aclaró la garganta, llamándole la atención.—Señor Whitmore —saludó Jenna con una sonrisa cansada—. ¿Puedo ayudarlo en algo? La cena estará lista en breve.—Tranquila, hasta ahora no puedo quejarme de tu puntualidad. Sin embargo, me gustaría comentar algo contigo —repuso David, guiando su silla de ruedas hasta quedar frente a ella.—Oh, claro, señor… ¿Qué necesita? —respondió Jenna, dejando a un lado lo que estaba haciendo para prestarle atención.Una semana tras su llegada a la mansión Whitmore, Jenna continuaba esforzándose en mantener la calma.Durante aquellos días, había notado un cambio sutil pero perceptible en la actitud de David hacia ella.Aunque continuaba siendo igual de reservado y distante, su mirada había perdido un poco de la frialdad inicial, lo cual le había permitido sentirse un poco más tranquila, a pesar de que los comentarios hirientes de Madison no habían cesado.—Verás, esta noche, luego de la cena, Madison
Luego de entrar en la cocina de la mansión, por la puerta trasera, Markus Whitmore se vio obligado a esconderse en la despensa, a toda velocidad, con el corazón latiendo a mil por horas, al ver que Jenna, la chef, se adentraba en aquella habitación. —¿Qué hace esta mujer aquí? —se preguntó en un susurro apenas audible.«Madison, ¡maldita sea!», exclamó para sus adentros. ¿Por qué diablos no le había avisado que aquella muchachita estaría en la mansión? Es más, ¿cómo era posible que estuviera allí? ¿Cómo había hecho para ganarse la confianza de su hermano? Lo conocía lo suficientemente bien como para saber que eso no era algo normal ni mucho menos fácil de lograr. Desde su escondite, Markus pudo escuchar cómo Jenna hablaba con el guardia por teléfono con voz temblorosa por el miedo. —Hola, John —dijo ella—. ¿Tú has entrado en la mansión? —preguntó, claramente preocupada.Markus contuvo el aliento, rezando para que Jenna no descubriera su presencia.—Está bien, quizás son cosas mías,