CAPÍTULO 4 – Cocina a Ciegas.

—¡En serio, Jenna, tranquilízate, ¿quieres?! —repuso Rachel, sonriendo, mientras rodaba los ojos.

—¡Eso es lo que intento! —repuso Jenna, antes de inspirar profundamente y soltar el aire con lentitud, intentando calmarse—. Pero no funciona. Me preocupa que Noah me eche de menos. Tú sabes que nunca lo he dejado con nadie más en las noches. Además, mira la cantidad de gente que hay aquí.

Rachel rio.

―No le eches la culpa al pequeño, cuando ambas sabemos que lo que te tiene así es el bendito concurso ―repuso, mientras la jalaba en dirección a la entrada.

Jenna suspiró y se dejó arrastrar por su amiga, sintiendo que el corazón amenazaba con salírsele del pecho. Su mente era un torbellino, y cuerpo parecía temblar conforme se adentraban en edificio.

Sin embargo, a pesar de sentir que su ansiedad había disminuido a medida que los productores del programa le explicaban cómo sería todo, cuál era su estación de cocina, y cómo se llevaría a cabo, su corazón se paralizó al reconocer un rostro en la sección del jurado.

―¿Qué hace él aquí? ―preguntó con los ojos abiertos de par en par, mientras se llevaba una mano al pecho, sintiendo que le faltaba el aliento.

Rachel y la productora, que la estaba guiando y explicándole todo, fruncieron el ceño y miraron en la dirección en la que miraba Jenna.

Acto seguido, la productora sonrió y se volvió hacia ella, diciendo:

―¡Oh, veo que conoces a David Whitmore! Él es uno de los jurados. Es uno de los mejores y más estrictos críticos culinarios, como imagino que sabes, y el productor general de esta temporada de «Cocina a Ciegas».

Al oír esto, Jenna tragó saliva con dificultad, y comenzó a hiperventilar. ¿Qué demonios hacía él allí? ¿Por qué parecía aparecer en los momentos más críticos y de mayor tensión de su vida?

Un segundo después, se dio media vuelta, dispuesta a marcharse. No pensaba enfrentarse a ese hombre; no quería revivir la humillación que había vivido hacía tan solo unos días.

―¡Oye, Jenna! ¿Dónde vas? ―preguntó Rachel, corriendo tras ella y tomándola del antebrazo.

―¿A dónde crees? ―inquirió, sintiendo un intenso temblor en todo su cuerpo―. Me voy a casa de tus padres.

―¿Te has vuelto loca o qué? ―repuso con el ceño fruncido―. El concurso está a punto de comenzar.

―No pienso participar. ¡Me voy! ―exclamó Jenna, intentando sonar firme.

―No puedes irte ahora. Es una oportunidad única en el año.

―Eso no me importa. Ya veré como reúno el dinero, pero no pienso enfrentarme una vez más a ese hombre —respondió, sintiendo las manos heladas.

Sin embargo, la vergüenza por lo que había pasado en La Corona Whitmore era solo una de las razones por las que quería huir. Había algo en aquel hombre que le producía una extraña sensación en todo el cuerpo. El simple hecho de pensar en que era el mismo hombre que había conocido en Las Vegas, el padre de su hijo…

Había pensado que sus caminos jamás se volverían a cruzar, pero allí estaban… y…

Mientras pensaba en esto, Rachel puso una mano sobre su hombro y la observó con determinación.

—A ver, Jenna, escúchame bien. No puedes dejar que la presencia de ese hombre te afecte. No importa lo que haya pasado entre tú y él.

Al escuchar lo último, Jenna sufrió un escalofrío extraño; pero no dijo nada, permitiendo que su amiga continuara.

—Tienes todo el talento y la habilidad para brillar en la competencia. No dejes que lo que pasó hace una semana te detenga. Recuerda que esto no es solo por ti, sino también por Noah. Así que arriba ese ánimo, borra a Whitmore de tu cabeza y enfócate en el concurso. Yo estoy aquí para apoyarte, sin importar lo que pase.

Jenna miró a Rachel, quien le devolvía la mirada con una mezcla de determinación y comprensión. Sus palabras resonaron en su mente, recordándole por qué había decidido participar en el concurso.

Respiró hondo y se armó de valor.

—Tienes razón, Rachel. No puedo dejar que él me detenga —dijo Jenna, con determinación en su voz.

Rachel sonrió, visiblemente aliviada por la decisión de su amiga.

—¡Esa es mi chica! —exclamó y aplaudió, antes de tomarla por el brazo y decir—: Ven, vamos a tu estación de cocina. Y recuerda aquí nada es más importante que tú y Noah. Lo demás déjalo en segundo plano —repuso, con una sonrisa tranquilizadora, mientras le ayudaba a colocarse el delantal.

Jenna inspiró profundamente, intentando seguir el consejo de su amiga y hacer cualquier pensamiento a un lado.

—¡Muy bien, participantes! —exclamó el presentador, diez minutos después—. Colóquense detrás de las estaciones, por favor. Los platos a preparar son tres, como ya saben por ediciones anteriores. En esta ocasión tendrán que preparar un plato que evoque a un tiempo, a un lugar y a un momento. Son libres de elegir el platillo. Pero recuerden: ¡solo el mejor será el ganador!

Jenna tragó saliva e inspiró profundo, intentando poner su mente en blanco y concentrarse en su tarea. No podía dejar que sus pensamientos, y mucho menos la presencia de David Whitmore, la desenfocaran de su meta.

—¡Tienen una hora y media para terminar con los tres platos! —repuso el presentador, devolviéndola a la realidad—. Desde… ¡ahora!

Cuando sonó la chicharra que indicaba el comienzo de la cuenta atrás del reloj, Jenna comenzó a trabajar de manera frenética.

Cada minuto que pasaba, se sentía más y más confiada, mientras cortaba, mezclaba y cocinaba, enfocándose en los sabores, las texturas y las presentaciones, dejando que la creatividad guiara cada uno de sus movimientos.

En el momento en el que solo le faltaba el postre, el tercer plato, Jenna miró el reloj que figuraba sobre la cámara que la filmaba, detrás del biombo que la separaba de los jurados, y comprobó que tan solo le quedaban diez minutos para finalizar y finiquitar los últimos detalles de sus platos, mientras la adrenalina corría por sus venas.

—¡Manos arriba, concursantes! —exclamó el presentador, en el mismo momento en el que un miembro del staff se acercaba a cada uno de los participantes, impidiendo que pudieran continuar.

Rápidamente, un grupo de personas vestidas como meseros se acercaron a cada estación en busca de cada plato.

Jenna tomó asiento, mientras se refregaba las manos con ansiedad. Había dado lo mejor de sí misma, pero, tras terminar con el desafío, su cuerpo temblaba ante la expectativa de los resultados.

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