—¡En serio, Jenna, tranquilízate, ¿quieres?! —repuso Rachel, sonriendo, mientras rodaba los ojos.
—¡Eso es lo que intento! —repuso Jenna, antes de inspirar profundamente y soltar el aire con lentitud, intentando calmarse—. Pero no funciona. Me preocupa que Noah me eche de menos. Tú sabes que nunca lo he dejado con nadie más en las noches. Además, mira la cantidad de gente que hay aquí.
Rachel rio.
―No le eches la culpa al pequeño, cuando ambas sabemos que lo que te tiene así es el bendito concurso ―repuso, mientras la jalaba en dirección a la entrada.
Jenna suspiró y se dejó arrastrar por su amiga, sintiendo que el corazón amenazaba con salírsele del pecho. Su mente era un torbellino, y cuerpo parecía temblar conforme se adentraban en edificio.
Sin embargo, a pesar de sentir que su ansiedad había disminuido a medida que los productores del programa le explicaban cómo sería todo, cuál era su estación de cocina, y cómo se llevaría a cabo, su corazón se paralizó al reconocer un rostro en la sección del jurado.
―¿Qué hace él aquí? ―preguntó con los ojos abiertos de par en par, mientras se llevaba una mano al pecho, sintiendo que le faltaba el aliento.
Rachel y la productora, que la estaba guiando y explicándole todo, fruncieron el ceño y miraron en la dirección en la que miraba Jenna.
Acto seguido, la productora sonrió y se volvió hacia ella, diciendo:
―¡Oh, veo que conoces a David Whitmore! Él es uno de los jurados. Es uno de los mejores y más estrictos críticos culinarios, como imagino que sabes, y el productor general de esta temporada de «Cocina a Ciegas».
Al oír esto, Jenna tragó saliva con dificultad, y comenzó a hiperventilar. ¿Qué demonios hacía él allí? ¿Por qué parecía aparecer en los momentos más críticos y de mayor tensión de su vida?
Un segundo después, se dio media vuelta, dispuesta a marcharse. No pensaba enfrentarse a ese hombre; no quería revivir la humillación que había vivido hacía tan solo unos días.
―¡Oye, Jenna! ¿Dónde vas? ―preguntó Rachel, corriendo tras ella y tomándola del antebrazo.
―¿A dónde crees? ―inquirió, sintiendo un intenso temblor en todo su cuerpo―. Me voy a casa de tus padres.
―¿Te has vuelto loca o qué? ―repuso con el ceño fruncido―. El concurso está a punto de comenzar.
―No pienso participar. ¡Me voy! ―exclamó Jenna, intentando sonar firme.
―No puedes irte ahora. Es una oportunidad única en el año.
―Eso no me importa. Ya veré como reúno el dinero, pero no pienso enfrentarme una vez más a ese hombre —respondió, sintiendo las manos heladas.
Sin embargo, la vergüenza por lo que había pasado en La Corona Whitmore era solo una de las razones por las que quería huir. Había algo en aquel hombre que le producía una extraña sensación en todo el cuerpo. El simple hecho de pensar en que era el mismo hombre que había conocido en Las Vegas, el padre de su hijo…
Había pensado que sus caminos jamás se volverían a cruzar, pero allí estaban… y…
Mientras pensaba en esto, Rachel puso una mano sobre su hombro y la observó con determinación.
—A ver, Jenna, escúchame bien. No puedes dejar que la presencia de ese hombre te afecte. No importa lo que haya pasado entre tú y él.
Al escuchar lo último, Jenna sufrió un escalofrío extraño; pero no dijo nada, permitiendo que su amiga continuara.
—Tienes todo el talento y la habilidad para brillar en la competencia. No dejes que lo que pasó hace una semana te detenga. Recuerda que esto no es solo por ti, sino también por Noah. Así que arriba ese ánimo, borra a Whitmore de tu cabeza y enfócate en el concurso. Yo estoy aquí para apoyarte, sin importar lo que pase.
Jenna miró a Rachel, quien le devolvía la mirada con una mezcla de determinación y comprensión. Sus palabras resonaron en su mente, recordándole por qué había decidido participar en el concurso.
Respiró hondo y se armó de valor.
—Tienes razón, Rachel. No puedo dejar que él me detenga —dijo Jenna, con determinación en su voz.
Rachel sonrió, visiblemente aliviada por la decisión de su amiga.
—¡Esa es mi chica! —exclamó y aplaudió, antes de tomarla por el brazo y decir—: Ven, vamos a tu estación de cocina. Y recuerda aquí nada es más importante que tú y Noah. Lo demás déjalo en segundo plano —repuso, con una sonrisa tranquilizadora, mientras le ayudaba a colocarse el delantal.
Jenna inspiró profundamente, intentando seguir el consejo de su amiga y hacer cualquier pensamiento a un lado.
—¡Muy bien, participantes! —exclamó el presentador, diez minutos después—. Colóquense detrás de las estaciones, por favor. Los platos a preparar son tres, como ya saben por ediciones anteriores. En esta ocasión tendrán que preparar un plato que evoque a un tiempo, a un lugar y a un momento. Son libres de elegir el platillo. Pero recuerden: ¡solo el mejor será el ganador!
Jenna tragó saliva e inspiró profundo, intentando poner su mente en blanco y concentrarse en su tarea. No podía dejar que sus pensamientos, y mucho menos la presencia de David Whitmore, la desenfocaran de su meta.
—¡Tienen una hora y media para terminar con los tres platos! —repuso el presentador, devolviéndola a la realidad—. Desde… ¡ahora!
Cuando sonó la chicharra que indicaba el comienzo de la cuenta atrás del reloj, Jenna comenzó a trabajar de manera frenética.
Cada minuto que pasaba, se sentía más y más confiada, mientras cortaba, mezclaba y cocinaba, enfocándose en los sabores, las texturas y las presentaciones, dejando que la creatividad guiara cada uno de sus movimientos.
En el momento en el que solo le faltaba el postre, el tercer plato, Jenna miró el reloj que figuraba sobre la cámara que la filmaba, detrás del biombo que la separaba de los jurados, y comprobó que tan solo le quedaban diez minutos para finalizar y finiquitar los últimos detalles de sus platos, mientras la adrenalina corría por sus venas.
—¡Manos arriba, concursantes! —exclamó el presentador, en el mismo momento en el que un miembro del staff se acercaba a cada uno de los participantes, impidiendo que pudieran continuar.
Rápidamente, un grupo de personas vestidas como meseros se acercaron a cada estación en busca de cada plato.
Jenna tomó asiento, mientras se refregaba las manos con ansiedad. Había dado lo mejor de sí misma, pero, tras terminar con el desafío, su cuerpo temblaba ante la expectativa de los resultados.
David Whitmore observaba atentamente cada plato que los camareros del programa presentaban ante él. Como jurado y productor de «Cocina a Ciegas», su papel era crucial en la selección del ganador.Después de probar todos los platos de entrada de los concursantes, no podía negar que había una persona que destacaba por sobre las demás.—Sin lugar a dudas, el concursante número siete es increíblemente talentoso —repuso, pensativo, la entrada, la cual consistía en mariscos picantes—. Esto sin lugar a dudas representa al verano —dijo, más para sí mismo que para sus colegas, quienes asentían de acuerdo con él—. Sin lugar a dudas, es un platillo que es perfecto como entrada. Tras decir esto, alzó la mano y pidió que pasaran con el plato principal.Rápidamente, los camareros, se dirigieron una vez más a las estaciones y tomaron los platillos principales de todos los concursantes.David bebió un sorbo de champaña para limpiar su paladar, antes de probar todos y cada uno de los platos principal
Diez minutos después, Jenna abrió los ojos lentamente, sintiendo un fuerte y persistente dolor de cabeza.Cuando sus ojos por fin se habituaron a la luz de la habitación, miró a su alrededor, comprobando que se encontraba en una pequeña enfermería improvisada, con Rachel a su lado, quien la tomaba de la mano con la preocupación grabada en el rostro.—Jenna, ¿estás bien? ¿Cómo te sientes? —preguntó Rachel con voz suave.—Me duele la cabeza —respondió Jenna frunciendo el rostro ante una punzada en su cráneo—. Siento que todo gira. Pero creo que estoy bien, ¿qué pasó? —preguntó, mientras se sentaba en la camilla, con la ayuda de su amiga, y recibía un vaso de agua de una enfermera.Rachel la miró con un gesto de pena, antes de suspirar y responder:—Parece que el estrés hizo que te desplomaras solo poner un pie en el escenario. Pensé lo peor al ver que no despertabas. Me encantaría decirte que descanses un poco, pero el concurso debe finalizar y tú debes recibir el premio —explicó Rachel
—¿No piensas ir? —preguntó Rachel, mirando a Jenna con las cejas en alto.Jenna se removió en el sitio, intranquila, sin saber muy bien qué hacer.—No quiero tener problemas. —Suspiró.—Te entiendo, Jenna, pero has ganado en las de la ley. No puedes quedarte fuera de esto —repuso Rachel, tomándola de la mano y guiándola hacia la sala de cámaras, en donde se encontraban los Whitmore.Una vez en la sala de cámaras, David pidió que le mostraran la grabación de la participación de Jenna en el concurso.Luego de verlo absolutamente todo, minuto a minuto, tenía que admitir que las imágenes no dejaban lugar a dudas: Jenna había concursado de manera honesta y no había cometido ningún fraude.—Lo siento, Madison, pero Jenna Miller ha ganado de manera legítima —declaró David, mirando a su esposa con firmeza, antes de mirar a Jenna que se encontraba en la puerta de la sala.—¡No puedes permitir esto, David! —gritó Madison, furiosa, con los puños apretados a ambos lados de su cuerpo—. Esa andrajo
Al llegar a la villa de los Whitmore, Jenna contuvo el aliento. La mansión era un edificio majestuoso e imponente, que la hacía sentir sumamente pequeña e insignificante.Con Noah tomado de su mano, inspiró profundo, tratando de mantenerse firme, mientras ambos atravesaban los amplios y bellos jardines de la villa. El pequeño, con ojos grandes y curiosos, miraba a su alrededor con asombro.―Mami, ¿esta será nuestra nueva casa? ―preguntó Noah con una amplia e inocente sonrisa.Jenna miró a su pequeño hijo y sonrió débilmente, mientras le acariciaba el cabello.―Por un tiempo sí, cariño ―respondió en un suspiro, sintiendo los nervios y ansiedad a flor de piel.Tratando de mantener la calma, Jenna tomó la mano de Noah una vez más y ambos subieron las escalinatas de mármol.Una vez frente a la enorme puerta, Jenna tomó una gran bocanada de aire antes de tocar el timbre.Apenas unos segundos después, la puerta se abrió de golpe, revelando a Madison Whitmore con una expresión de furia conte
El primer día de trabajo llegó sumamente rápido, mucho más de lo que Jenna le hubiese gustado.Jenna despertó temprano, con Noah todavía acurrucado a su lado. Observó su carita serena y se armó de valor para enfrentar el día. Sabía que no sería fácil, pero debía estar a la altura por su hijo.Si bien tenía la opción de que su hijo durmiera en la habitación contigua, ninguno de los dos había sido capaz de separarse del otro. En un principio, Jenna había intentado mentalizarse de que lo hacía por Noah, cuando en realidad era ella quien lo necesitaba para no romperse en pedazos.Sin perder tiempo, se levantó y preparó a Noah para el día, intentando transmitirle una sensación de normalidad a pesar de su propia incertidumbre.—Vamos, cariño, hoy es un día importante —dijo con una sonrisa forzada mientras le peinaba el cabello.—¿Voy a conocer a más gente, mami? —preguntó Noah, con ojos llenos de curiosidad.—Sí, amor. Conocerás a mucha gente nueva. Pero recuerda, sé amable y obediente, ¿de
El resto de la mañana y de la tarde transcurrió lentamente para Jenna, quien, a pesar de todo, se mantuvo cien por ciento enfocada en su trabajo, salvo en pequeños descansos que se tomaba para atender a su pequeño.La cena de aquella noche le parecía de suma importancia, no solo por los detalles que le había dado David sobre el menú, sino porque era la primera vez que cocinaría una cena de esa magnitud para gente de las más altas esferas de la sociedad; y no podía permitirse cometer ni el más mínimo error.Por la tarde, mientras se dirigía a la cocina, después de que Noah se quedara dormido, su mente repasaba, una y otra vez, los platos que le había pedido David que realizara para impresionar a los invitados. Según le había mencionado, se trataba de cinco parejas expertas del mundo culinario, por lo que no podía quedar en ridículo.Las horas pasaron en un abrir y cerrar de ojos, y finalmente llegó la noche. Los invitados pronto comenzaron a llegar y la mansión se llenó de un murmullo
Durante el transcurso de la noche, Jenna había pensado mil veces en rendirse, pero no podía permitírselo. Tenía que demostrar cuánto valía, no solo en la cocina, sino también como persona.Aquella mañana fue sumamente agitada. A pesar del cansancio, del dolor de cabeza y la angustia, Jenna se había ocupado de preparar el desayuno, cuidando de que, como siempre, cada detalle fuera perfecto.Al mediodía, mientras Jenna se encontraba preparando el almuerzo, David pasó por delante de la puerta de la cocina, con el rostro pálido y una expresión de cansancio.Sorprendida de verlo en ese estado, Jenna se acercó a él y lo miró con preocupación.—Señor Whitmore, ¿se encuentra bien? —le preguntó, procurando mantener su tono profesional, pero sin poder ocultar del todo que en verdad estaba preocupada.David suspiró y asintió, aunque su aspecto y su expresión indicaba lo contrario.—Solo tengo un poco de jaqueca. No es nada grave —respondió, con los ojos cerrados, mientras se llevaba una mano a l
Una semana después. David se acercó a la cocina y se aclaró la garganta, llamándole la atención.—Señor Whitmore —saludó Jenna con una sonrisa cansada—. ¿Puedo ayudarlo en algo? La cena estará lista en breve.—Tranquila, hasta ahora no puedo quejarme de tu puntualidad. Sin embargo, me gustaría comentar algo contigo —repuso David, guiando su silla de ruedas hasta quedar frente a ella.—Oh, claro, señor… ¿Qué necesita? —respondió Jenna, dejando a un lado lo que estaba haciendo para prestarle atención.Una semana tras su llegada a la mansión Whitmore, Jenna continuaba esforzándose en mantener la calma.Durante aquellos días, había notado un cambio sutil pero perceptible en la actitud de David hacia ella.Aunque continuaba siendo igual de reservado y distante, su mirada había perdido un poco de la frialdad inicial, lo cual le había permitido sentirse un poco más tranquila, a pesar de que los comentarios hirientes de Madison no habían cesado.—Verás, esta noche, luego de la cena, Madison