Una semana más tarde.
—Me siento tan frustrada. Lo he perdido todo y no sé qué más hacer para encontrar un trabajo. Llevo una semana intentándolo —sollozó Jenna, sentada en la cama con las manos en su rostro—. Noah necesita tantas cosas que yo ya no le puedo dar. ¡Ni siquiera tenemos casa! Estamos viviendo a costa de tus padres… ¡Es horrible!
—Cariño, créeme que te entiendo, pero no puedes dejarte vencer.
—¡Necesitaré años para reunir todo el dinero que necesito para reconstruir la casa y el restaurante! —Tragó saliva—. Ese fue el único motivo por el que te hice caso y me presenté en La Corona Whitmore…, pero, bueno, ya viste lo que pasó… —negó con la cabeza.
Las lágrimas rodaban presurosas por sus mejillas. Se sentía tan cansada… Era como si una nube negra la siguiera a donde quería que fuera.
—Jenna, escúchame. Sé que dirás que estoy loca, pero… creo que encontré la solución a tus problemas.
—Papá estaría tan triste… Todo lo que me dio se fue a la basura… Papá, ¿por qué no estás aquí conmigo? Tú sí que sabrías qué hacer… —sollozó, ignorando a su amiga.
Se sentía sumamente culpable por haberlo perdido todo. El restaurante era lo más valioso que tenía, después de su hijo, ya que no solo era su sueño y en lo que había invertido todo su esfuerzo, sino que era el último regalo que su padre le había dado antes de fallecer y…
—¡Jenna! —repuso Rachel, tomándola por los hombros y obligándola a mirarla, al ver que no parecía querer reaccionar—. Tu padre no está, es cierto, pero él no crio a una cobarde. Las cosas solo suceden, no es tu culpa ni la de nadie. Todo lo que ha pasado ha sido un simple accidente. ¿Por qué no dejas de llorar y me escuchas? —preguntó mirándola a los ojos.
Jenna tragó saliva, sin dejar de llorar. A pesar de que sabía que su amiga tenía razón, no podía ver el vaso medio lleno.
—Rachel, agradezco que intentes ayudarme, pero…
—Pero nada —la interrumpió con firmeza—. Escúchame bien. ¿Quieres enorgullecer a tu padre donde quiera que esté? ¿Quieres recuperar el restaurante? ¿Quieres reconstruirlo? —preguntó con las cejas en alto.
—Claro que quiero —sollozó y sorbió por la nariz—. Sabes que es lo que más deseo en este mundo. Quiero que mi hijo lo tenga todo. Porque no es solo el restaurante, sino que gracias a él podía darle a Noah todo lo que necesita…
—Bien, entonces aquí tienes la solución —repuso, entregándole un folleto.
Jenna se secó las lágrimas con el puño de su blusa y miró el folleto que Rachel le había entregado. Se trataba de un anuncio del famoso concurso de cocina «Cocina a Ciegas», ampliamente conocido en el país por la exigencia de sus jurados, los cuales cambiaban en cada edición. La premisa era cocinar sin la presión de ser observado, mostrando solo las manos de los concursantes y los platos preparados. Posteriormente, los platillos eran sometidos a la prueba y votación de los jurados, quienes no conocían la identidad de los participantes.
—¿Te has vuelto loca? —preguntó Jenna abriendo los ojos de par en par.
—No, Jenna. Aquí tienes una nueva oportunidad para demostrar tu talento. El premio de esta temporada es de dos millones de dólares, dinero suficiente para que reconstruyas el restaurante y la casa. ¡Es perfecto! —exclamó, con las cejas en alto.
—No, Rachel. No estoy preparada para algo así. ¿Sabes la presión que significa ese concurso? —preguntó, sin poder creer que le estuviera planteando aquello.
—¡Claro que estás preparada! Además, no me vengas con eso de la «presión» —enfatizó, mientras se ponía de pie—. ¡Preparaste tres de los platos más complejos del menú de los Whitmore en solo una hora! ¡Puedes con esto y más! Tuviste un percance, cierto. Pero eso nada tiene que ver con tus capacidades.
Jenna, quien había dejado repentinamente de llorar, por el shock de la propuesta, soltó una risita incrédula.
—No pienso volver a pasar por algo así. —Negó con la cabeza, tragando saliva.
—Fue solo un accidente, Jenna. No tiene nada que ver con tu talento.
—Ya dije que no. No pienso ir.
Después de la humillación que había sufrido por parte de David Whitmore no se sentía capaz de enfrentarse a un jurado. ¿Qué clase de locura era aquella? Amaba a su amiga, pero en su afán por ayudar no hacía más que empeorar cómo se sentía.
—Oh, claro que sí. No puedes desperdiciar tus capacidades, por lo que dijo el idiota de David Whitmore. Esta noche irás y brillarás —dijo Rachel con firmeza—. Ya te inscribí, así que no tienes escapatoria.
Jenna se puso de pie, furiosa.
—¿Qué? ¡¿Cómo pudiste inscribirme sin mi consentimiento?! ¡No pienso ir, Rachel! ¡No puedo! —exclamó, exasperada.
No podía creer que su amiga la estuviera poniendo en esa situación. Era consciente de que era capaz de preparar los platos más complejos del mundo, pero…
—Vamos, Jenna. Tienes que intentarlo. Por Noah y por ti —repuso Rachel—. Aprovecha la oportunidad. Puedes ganar, lo sé.
—Mamá, ¿cuándo volveremos a casa? ¿Quiero mis juguetes? —preguntó el pequeño Noah en ese momento, haciendo que un nudo diferente se aferrara al pecho de Jenna.
Se sentía atrapada. No quería volver a enfrentarse a la presión y al estrés de ser evaluada, pero, al mismo tiempo, sentía que Rachel tenía razón. Era la manera más rápida que tenía de volver a tener lo que había perdido.
Pensando en esto, suspiró y tragó saliva, sintiendo un intenso temblor en las manos. No estaba segura de poder hacerlo, pero… Ya no tenía nada más que a su niño, el cual necesitaba que fuera fuerte. Su niño lo era todo para ella y se merecía hasta la última gota de su sudor.
—Está bien, iré —sintiendo como la acidez trepaba por su garganta.
—¡En serio, Jenna, tranquilízate, ¿quieres?! —repuso Rachel, sonriendo, mientras rodaba los ojos.—¡Eso es lo que intento! —repuso Jenna, antes de inspirar profundamente y soltar el aire con lentitud, intentando calmarse—. Pero no funciona. Me preocupa que Noah me eche de menos. Tú sabes que nunca lo he dejado con nadie más en las noches. Además, mira la cantidad de gente que hay aquí.Rachel rio.―No le eches la culpa al pequeño, cuando ambas sabemos que lo que te tiene así es el bendito concurso ―repuso, mientras la jalaba en dirección a la entrada.Jenna suspiró y se dejó arrastrar por su amiga, sintiendo que el corazón amenazaba con salírsele del pecho. Su mente era un torbellino, y cuerpo parecía temblar conforme se adentraban en edificio.Sin embargo, a pesar de sentir que su ansiedad había disminuido a medida que los productores del programa le explicaban cómo sería todo, cuál era su estación de cocina, y cómo se llevaría a cabo, su corazón se paralizó al reconocer un rostro en
David Whitmore observaba atentamente cada plato que los camareros del programa presentaban ante él. Como jurado y productor de «Cocina a Ciegas», su papel era crucial en la selección del ganador.Después de probar todos los platos de entrada de los concursantes, no podía negar que había una persona que destacaba por sobre las demás.—Sin lugar a dudas, el concursante número siete es increíblemente talentoso —repuso, pensativo, la entrada, la cual consistía en mariscos picantes—. Esto sin lugar a dudas representa al verano —dijo, más para sí mismo que para sus colegas, quienes asentían de acuerdo con él—. Sin lugar a dudas, es un platillo que es perfecto como entrada. Tras decir esto, alzó la mano y pidió que pasaran con el plato principal.Rápidamente, los camareros, se dirigieron una vez más a las estaciones y tomaron los platillos principales de todos los concursantes.David bebió un sorbo de champaña para limpiar su paladar, antes de probar todos y cada uno de los platos principal
Diez minutos después, Jenna abrió los ojos lentamente, sintiendo un fuerte y persistente dolor de cabeza.Cuando sus ojos por fin se habituaron a la luz de la habitación, miró a su alrededor, comprobando que se encontraba en una pequeña enfermería improvisada, con Rachel a su lado, quien la tomaba de la mano con la preocupación grabada en el rostro.—Jenna, ¿estás bien? ¿Cómo te sientes? —preguntó Rachel con voz suave.—Me duele la cabeza —respondió Jenna frunciendo el rostro ante una punzada en su cráneo—. Siento que todo gira. Pero creo que estoy bien, ¿qué pasó? —preguntó, mientras se sentaba en la camilla, con la ayuda de su amiga, y recibía un vaso de agua de una enfermera.Rachel la miró con un gesto de pena, antes de suspirar y responder:—Parece que el estrés hizo que te desplomaras solo poner un pie en el escenario. Pensé lo peor al ver que no despertabas. Me encantaría decirte que descanses un poco, pero el concurso debe finalizar y tú debes recibir el premio —explicó Rachel
—¿No piensas ir? —preguntó Rachel, mirando a Jenna con las cejas en alto.Jenna se removió en el sitio, intranquila, sin saber muy bien qué hacer.—No quiero tener problemas. —Suspiró.—Te entiendo, Jenna, pero has ganado en las de la ley. No puedes quedarte fuera de esto —repuso Rachel, tomándola de la mano y guiándola hacia la sala de cámaras, en donde se encontraban los Whitmore.Una vez en la sala de cámaras, David pidió que le mostraran la grabación de la participación de Jenna en el concurso.Luego de verlo absolutamente todo, minuto a minuto, tenía que admitir que las imágenes no dejaban lugar a dudas: Jenna había concursado de manera honesta y no había cometido ningún fraude.—Lo siento, Madison, pero Jenna Miller ha ganado de manera legítima —declaró David, mirando a su esposa con firmeza, antes de mirar a Jenna que se encontraba en la puerta de la sala.—¡No puedes permitir esto, David! —gritó Madison, furiosa, con los puños apretados a ambos lados de su cuerpo—. Esa andrajo
Al llegar a la villa de los Whitmore, Jenna contuvo el aliento. La mansión era un edificio majestuoso e imponente, que la hacía sentir sumamente pequeña e insignificante.Con Noah tomado de su mano, inspiró profundo, tratando de mantenerse firme, mientras ambos atravesaban los amplios y bellos jardines de la villa. El pequeño, con ojos grandes y curiosos, miraba a su alrededor con asombro.―Mami, ¿esta será nuestra nueva casa? ―preguntó Noah con una amplia e inocente sonrisa.Jenna miró a su pequeño hijo y sonrió débilmente, mientras le acariciaba el cabello.―Por un tiempo sí, cariño ―respondió en un suspiro, sintiendo los nervios y ansiedad a flor de piel.Tratando de mantener la calma, Jenna tomó la mano de Noah una vez más y ambos subieron las escalinatas de mármol.Una vez frente a la enorme puerta, Jenna tomó una gran bocanada de aire antes de tocar el timbre.Apenas unos segundos después, la puerta se abrió de golpe, revelando a Madison Whitmore con una expresión de furia conte
El primer día de trabajo llegó sumamente rápido, mucho más de lo que Jenna le hubiese gustado.Jenna despertó temprano, con Noah todavía acurrucado a su lado. Observó su carita serena y se armó de valor para enfrentar el día. Sabía que no sería fácil, pero debía estar a la altura por su hijo.Si bien tenía la opción de que su hijo durmiera en la habitación contigua, ninguno de los dos había sido capaz de separarse del otro. En un principio, Jenna había intentado mentalizarse de que lo hacía por Noah, cuando en realidad era ella quien lo necesitaba para no romperse en pedazos.Sin perder tiempo, se levantó y preparó a Noah para el día, intentando transmitirle una sensación de normalidad a pesar de su propia incertidumbre.—Vamos, cariño, hoy es un día importante —dijo con una sonrisa forzada mientras le peinaba el cabello.—¿Voy a conocer a más gente, mami? —preguntó Noah, con ojos llenos de curiosidad.—Sí, amor. Conocerás a mucha gente nueva. Pero recuerda, sé amable y obediente, ¿de
El resto de la mañana y de la tarde transcurrió lentamente para Jenna, quien, a pesar de todo, se mantuvo cien por ciento enfocada en su trabajo, salvo en pequeños descansos que se tomaba para atender a su pequeño.La cena de aquella noche le parecía de suma importancia, no solo por los detalles que le había dado David sobre el menú, sino porque era la primera vez que cocinaría una cena de esa magnitud para gente de las más altas esferas de la sociedad; y no podía permitirse cometer ni el más mínimo error.Por la tarde, mientras se dirigía a la cocina, después de que Noah se quedara dormido, su mente repasaba, una y otra vez, los platos que le había pedido David que realizara para impresionar a los invitados. Según le había mencionado, se trataba de cinco parejas expertas del mundo culinario, por lo que no podía quedar en ridículo.Las horas pasaron en un abrir y cerrar de ojos, y finalmente llegó la noche. Los invitados pronto comenzaron a llegar y la mansión se llenó de un murmullo
Durante el transcurso de la noche, Jenna había pensado mil veces en rendirse, pero no podía permitírselo. Tenía que demostrar cuánto valía, no solo en la cocina, sino también como persona.Aquella mañana fue sumamente agitada. A pesar del cansancio, del dolor de cabeza y la angustia, Jenna se había ocupado de preparar el desayuno, cuidando de que, como siempre, cada detalle fuera perfecto.Al mediodía, mientras Jenna se encontraba preparando el almuerzo, David pasó por delante de la puerta de la cocina, con el rostro pálido y una expresión de cansancio.Sorprendida de verlo en ese estado, Jenna se acercó a él y lo miró con preocupación.—Señor Whitmore, ¿se encuentra bien? —le preguntó, procurando mantener su tono profesional, pero sin poder ocultar del todo que en verdad estaba preocupada.David suspiró y asintió, aunque su aspecto y su expresión indicaba lo contrario.—Solo tengo un poco de jaqueca. No es nada grave —respondió, con los ojos cerrados, mientras se llevaba una mano a l