El primer día de trabajo llegó sumamente rápido, mucho más de lo que Jenna le hubiese gustado.Jenna despertó temprano, con Noah todavía acurrucado a su lado. Observó su carita serena y se armó de valor para enfrentar el día. Sabía que no sería fácil, pero debía estar a la altura por su hijo.Si bien tenía la opción de que su hijo durmiera en la habitación contigua, ninguno de los dos había sido capaz de separarse del otro. En un principio, Jenna había intentado mentalizarse de que lo hacía por Noah, cuando en realidad era ella quien lo necesitaba para no romperse en pedazos.Sin perder tiempo, se levantó y preparó a Noah para el día, intentando transmitirle una sensación de normalidad a pesar de su propia incertidumbre.—Vamos, cariño, hoy es un día importante —dijo con una sonrisa forzada mientras le peinaba el cabello.—¿Voy a conocer a más gente, mami? —preguntó Noah, con ojos llenos de curiosidad.—Sí, amor. Conocerás a mucha gente nueva. Pero recuerda, sé amable y obediente, ¿de
El resto de la mañana y de la tarde transcurrió lentamente para Jenna, quien, a pesar de todo, se mantuvo cien por ciento enfocada en su trabajo, salvo en pequeños descansos que se tomaba para atender a su pequeño.La cena de aquella noche le parecía de suma importancia, no solo por los detalles que le había dado David sobre el menú, sino porque era la primera vez que cocinaría una cena de esa magnitud para gente de las más altas esferas de la sociedad; y no podía permitirse cometer ni el más mínimo error.Por la tarde, mientras se dirigía a la cocina, después de que Noah se quedara dormido, su mente repasaba, una y otra vez, los platos que le había pedido David que realizara para impresionar a los invitados. Según le había mencionado, se trataba de cinco parejas expertas del mundo culinario, por lo que no podía quedar en ridículo.Las horas pasaron en un abrir y cerrar de ojos, y finalmente llegó la noche. Los invitados pronto comenzaron a llegar y la mansión se llenó de un murmullo
Durante el transcurso de la noche, Jenna había pensado mil veces en rendirse, pero no podía permitírselo. Tenía que demostrar cuánto valía, no solo en la cocina, sino también como persona.Aquella mañana fue sumamente agitada. A pesar del cansancio, del dolor de cabeza y la angustia, Jenna se había ocupado de preparar el desayuno, cuidando de que, como siempre, cada detalle fuera perfecto.Al mediodía, mientras Jenna se encontraba preparando el almuerzo, David pasó por delante de la puerta de la cocina, con el rostro pálido y una expresión de cansancio.Sorprendida de verlo en ese estado, Jenna se acercó a él y lo miró con preocupación.—Señor Whitmore, ¿se encuentra bien? —le preguntó, procurando mantener su tono profesional, pero sin poder ocultar del todo que en verdad estaba preocupada.David suspiró y asintió, aunque su aspecto y su expresión indicaba lo contrario.—Solo tengo un poco de jaqueca. No es nada grave —respondió, con los ojos cerrados, mientras se llevaba una mano a l
Una semana después. David se acercó a la cocina y se aclaró la garganta, llamándole la atención.—Señor Whitmore —saludó Jenna con una sonrisa cansada—. ¿Puedo ayudarlo en algo? La cena estará lista en breve.—Tranquila, hasta ahora no puedo quejarme de tu puntualidad. Sin embargo, me gustaría comentar algo contigo —repuso David, guiando su silla de ruedas hasta quedar frente a ella.—Oh, claro, señor… ¿Qué necesita? —respondió Jenna, dejando a un lado lo que estaba haciendo para prestarle atención.Una semana tras su llegada a la mansión Whitmore, Jenna continuaba esforzándose en mantener la calma.Durante aquellos días, había notado un cambio sutil pero perceptible en la actitud de David hacia ella.Aunque continuaba siendo igual de reservado y distante, su mirada había perdido un poco de la frialdad inicial, lo cual le había permitido sentirse un poco más tranquila, a pesar de que los comentarios hirientes de Madison no habían cesado.—Verás, esta noche, luego de la cena, Madison
Luego de entrar en la cocina de la mansión, por la puerta trasera, Markus Whitmore se vio obligado a esconderse en la despensa, a toda velocidad, con el corazón latiendo a mil por horas, al ver que Jenna, la chef, se adentraba en aquella habitación. —¿Qué hace esta mujer aquí? —se preguntó en un susurro apenas audible.«Madison, ¡maldita sea!», exclamó para sus adentros. ¿Por qué diablos no le había avisado que aquella muchachita estaría en la mansión? Es más, ¿cómo era posible que estuviera allí? ¿Cómo había hecho para ganarse la confianza de su hermano? Lo conocía lo suficientemente bien como para saber que eso no era algo normal ni mucho menos fácil de lograr. Desde su escondite, Markus pudo escuchar cómo Jenna hablaba con el guardia por teléfono con voz temblorosa por el miedo. —Hola, John —dijo ella—. ¿Tú has entrado en la mansión? —preguntó, claramente preocupada.Markus contuvo el aliento, rezando para que Jenna no descubriera su presencia.—Está bien, quizás son cosas mías,
Tres días más tarde, David y Madison regresaron a la mansión, en donde Jenna había pasado los últimos tres días, muerta de miedo. Sentía que se estaba volviendo loca. Si bien, en los últimos dos días, no había sucedido nada, había algo que la hacía sentir sumamente incómoda, como si alguien observara cada uno de sus movimientos. Sin embargo, cuando su jefe y su esposa llegaron a la villa, decidió no contarle nada sobre lo que había sucedido durante la primera noche en la que ellos no estuvieron en casa, dado que temía que pudieran tomarla por paranoica, o, peor aún, por alguien que no gozaba de buenas facultades mentales. La rutina de la mansión rápidamente volvió a su curso normal, por lo que, sin perder tiempo, Jenna se enfocó cien por ciento en sus tareas diarias, tratando de ignorar la sensación de inquietud que la acosaba desde aquella noche. Sin embargo, esa precaria calma estaba a punto de romperse. —¡Margaret! —exclamó David desde el interior de su despacho.La furia se hab
Una vez que Jenna se fue, David se quedó en el despacho, con los ojos aún llenos de furia. Sin embargo, una pequeña parte de él no podía dejar de pensar en la mirada de Jenna. Había algo innegable en sus ojos que le decía que no mentía, una sinceridad que era incapaz de ignorar.Inquieto, movió su silla hacia la estantería y activó un interruptor. Al hacerlo, la estantería se desplazó, revelando una segunda habitación en la que se ubicaba la central de cámaras de la mansión. Estaba decidido a revisar las grabaciones de las dos noches anteriores para confirmar si lo que decía Jenna era cierto o si, por el contrario, era una excelente mentirosa.Mientras revisaba los archivos, notó algo extraño. La cámara de su despacho se había apagado durante el tiempo que Jenna había mencionado entre la primera y la última vez que se había encontrado con la puerta de la cocina abierta, a pesar de haberse asegurado de cerrarla correctamente.—¿Qué diablos? —preguntó en un susurro, mientras fruncía el
Al día siguiente, Jenna notó que David lucía extremadamente cansado. Sus ojos estaban inyectados en sangre y grandes y oscuras ojeras adornaban su rostro.Aunque Jenna no se atrevió a preguntar nada, no pudo evitar sorprenderse al ver que él no salía de su despacho en todo el día, ni siquiera para cenar; y que a Madison parecía no preocuparle demasiado la ausencia de su esposo en la mesa, ocupada como siempre en sus propios asuntos.Pensando en que esto no era nada normal, después de la cena, Jenna tomó una bandeja y preparó un plato de comida para David.Con la bandeja en la mano, caminó hacia el despacho, en donde llamó a la puerta varias veces, sin recibir más respuesta que un leve quejido que la alertó.Frunciendo el ceño, abrió la puerta y se adentró con cautela.—¿Señor Whitmore? —llamó, con un tono de voz lleno de inquietud.Sin embargo, lo que vio la hizo soltar un grito ahogado.David se encontraba desplomado sobre su escritorio, consciente, pero con una mano agarrándose fuer