Dos años más tarde.
―Oye, ¿qué sucede? ―preguntó Rachel, abriendo los ojos de par en par al ver una gran columna de humo que se alzaba hacia el cielo, mientras ella y Jenna regresaban a la casa, para abrir el restaurante, después de dejar a Noah en la guardería.
Jenna miró en la misma dirección y la sorpresa y el pánico aparecieron en su rostro, antes de comenzar a correr como alma que lleva el diablo.
―¡Hey! ¡Espérame! ―exclamó Rachel, corriendo tras ella.
El miedo invadió a Jenna, mientras se precipitaba hacia la zona de la que provenía el humo, rogando porque no fuera lo que tanto temía.
Sin embargo, al doblar la esquina, su mundo se vino abajo.
―¡No! ―Un grito brotó de la garganta de la mujer al ver que su peor pesadilla se había convertido en realidad.
El humo provenía de donde se encontraba su restaurante y su casa, donde los bomberos trabajaban frenéticamente.
Sin pensarlo, corrió hacia la entrada del restaurante. Pero uno de los bomberos la detuvo, tomándola por los hombros.
―Lo siento, señorita, pero no puede pasar ―dijo el hombre con una expresión de disculpas.
―¿Qué está pasando? ―preguntó Jenna sin poder contener el temblor en su voz―. ¡Mi restaurante! ¡Mi casa! ―exclamó, fuera de sí, sin poder creerlo.
―Tranquila, cariño ―repuso Rachel, abrazándola, antes de mirar al bombero y preguntar―: ¿Qué ha pasado?
―Nos llamaron los vecinos, alertados por el olor a humo ―respondió el hombre—. Los peritos determinarán qué fue lo que provocó el fuego, pero, aparentemente, ha sido una falla eléctrica. Gracias a Dios todos están bien, aunque, lamentablemente, no pudimos salvar el local y la vivienda. Lo siento.
Tras decir esto, el hombre se dio media vuelta y se alejó.
―Rachel, ¡nuestra casa! ¡El restaurante! Todo el esfuerzo de mi padre y el nuestro tirado a la basura ―sollozó Jenna, sintiéndose completamente devastada.
Sabía que debía agradecer que ella, Rachel y Noah no hubieran estado en el edificio, pero no podía ver el lado positivo. Todo por lo que había luchado se encontraba reducido a cenizas.
―¿Qué diablos se supone que haremos? ―preguntó, con la voz estrangulada por el llanto, mientas las lágrimas rodaban por sus mejillas.
―Tranquila, cariño. Todo estará bien ―repitió Rachel, acariciando su espalda.
―Pero… ―Jenna suspiró―. ¿A dónde se supone que iremos? Tengo ahorros y un seguro, pero estoy lejos de poder reconstruirlo todo. Es demasiado dinero…
Rachel tragó saliva, sintiendo en lo más profundo la angustia y el dolor de su amiga. Sabía lo valioso que era el restaurante para ella y lo mucho que había trabajado para que funcionara. Por eso mismo, sabía que no importaba cuánto dijera. No existía un consuelo válido en ese momento.
―Mira, no podemos hacer nada aquí. ¿Por qué mejor no vamos a casa de mis padres? Estoy segura de que ellos nos recibirán sin problemas y nos podrán ayudar. En serio, todo estará bien.
―Vamos, Jenna. Necesitas descansar un poco. Luego veremos qué hacer ―dijo Rachel, tomándola del brazo, para guiarla hacia la parada de taxis.
Jenna miró a su alrededor, sintiendo el peso angustiante de todo lo que había perdido con un simple chispazo. Quería hacer algo, lo que fuera para salvar su trabajo, pero sabía que Rachel tenía razón, no podían hacer nada. Ya todo estaba perdido. Por lo que, sin decir nada, se dejó guiar por su amiga.
***
En casa de los padres de Rachel.
Jenna se había pasado la mayor parte del día y de la tarde llorando, sintiéndose devastada. No obstante, Rachel, como de costumbre, la había sacado de la cama, instándola a ponerse en movimiento.
―Jen, créeme que te comprendo y que comparto tu dolor, pero no puedes dejarte abatir. Piensa en Noah. No lo has perdido todo…
―¿Cómo que no? ―preguntó Jenna sentada a la mesa de la cocina―. Me he quedado sin casa, sin empleo…
―Si lo piensas bien…, solo has perdido lo material. Todavía tienes motivos para no dejarte vencer. Por ejemplo: el pequeño y revoltoso Noah.
―Lo sé ―repuso en un suspiro―, pero no tengo nada para darle… ¿Sabes lo que tardaré en tener una casa en la que vivir? Tengo que hacer algo cuanto antes… Pero ni siquiera sé por dónde comenzar a buscar…
Al ver que Rachel guardaba silencio, Jenna levantó la cabeza y miró a su amiga, quien se encontraba absorta en su teléfono móvil con los ojos bien abiertos.
—¿Qué sucede? —preguntó, intrigada.
—Hablando de por dónde comenzar… —repuso Rachel, pasándole el móvil a Jenna y señalándole un anuncio.
—¿Qué es esto? —preguntó, sin comprender.
—Lee bien —la instó, animada—. Es un anuncio en el que se busca chef profesional. ¡Deberías postularte!
—¿Estás bromeando? —preguntó con incredulidad, mientras miraba el anuncio fijamente—. ¡Es una vacante para La Corona Whitmore!
—Por eso mismo te estoy diciendo, deberías aprovechar esta oportunidad. ¡Es única!
Jenna negó con la cabeza y dejó el teléfono a un lado, desestimando la idea. No era que no creyera en sí misma, pero ¿postularse a una vacante de La Corona Whitmore? ¡Le parecía una completa locura!
—No, no tiene sentido —negó con la cabeza—. Puedo postularme a cualquier trabajo, pero ¿cómo chef de La Corona Whitmore? ¿En serio crees que estoy cerca de poder competir por un puesto allí? —bufó.
Rachel suspiró y se humedeció los labios, antes de responder:
—A ver, entiendo que la fama de ese lugar sea imponente, pero, por favor, ambas sabemos que sí que puedes competir. Tienes el talento necesario para trabajar allí. Esta es una oportunidad perfecta para ti. ¿Cuántas veces sucede algo como esto en la vida? Podrías ganar lo suficiente como para reconstruir la casa, incluso el restaurante…
Jenna se mordió el labio. La idea era tentadora, pero no podía dejar de pensar que no tenía sentido intentarlo. Era de conocimiento público los estrictos que eran con los empleados de aquel restaurante, por lo que…
—No tengo la más mínima chance, Rachel. Sé que confías en mí y te lo agradezco, pero no me creo capaz.
—¡¿Estás loca?! —repuso Rachel en un suspiro, mientras rodaba los ojos—. Claro que eres capaz. Hazme el favor y manda tu hoja de vida. Después de todo, no pierdes nada.
Jenna cerró los ojos y suspiró. Cuando a su amiga se le metía algo en la cabeza, no había Dios que la hiciera cambiar de opinión.
—Está bien —respondió, tras un par de segundos, mientras tomaba su móvil y rápidamente mandaba su currículum.
Cinco minutos después, el teléfono de Jenna sonó. Sin perder tiempo, lo tomó y, al ver de qué se trataba, sus ojos se abrieron de par en par, mientras leía, boquiabierta.
—¿Qué? ¿Qué es? —preguntó Rachel, impaciente, al ver su reacción.
Sin embargo, Jenna no respondió, sino que continuó con la mirada fija en aquel correo, incrédula.
—¡Oye! ¿Qué te pasa?
—Acaban de responder de La Corona Whitmore —respondió, alzando la mirada hacia su amiga, en shock.
—¿Qué? —inquirió Rachel, sorprendida, mientras le arrebataba el teléfono y leía el correo—. ¿Es en serio? ¡Tienes una entrevista mañana mismo! ¡Te lo dije!
Acto seguido, se abalanzó sobre Jenna y la abrazó con fuerza, mientras repetía una y otra vez: «¡te lo dije!».
Jenna se quedó inmóvil con la mirada perdida, incapaz de reaccionar.
¡Aquello no podía ser posible! No podía ser cierto que tuviera una entrevista en una de las cadenas más prestigiosas del país y, sobre todo, una de las más exigentes. Todo el mundo sabía que solo los mejores llegaban a trabajar allí. De hecho, David Whitmore, el dueño, era conocido por ser el hombre más exigente y pedante de todo el país.
—No, Rachel no puedo hacerlo ―dijo Jenna. Un sudor frío le recorría la espalda, mientras se estrujaba las manos con nerviosismo. Jenna se encontraba junto a su amiga, sentada en una pequeña salita del restaurante: La Corona Whitmore. ―Tranquila. Sé que lo harás genial. Confía en ti. Eres sumamente talentosa —repuso Rachel, intentando infundirle confianza. Jenna tragó saliva y asintió, aunque por dentro estaba hecha un manojo de nervios. Nunca había experimentado tanta ansiedad en su vida, ni siquiera el día que había dado a luz Noah. La idea de cocinar para el exigente David Whitmore la tenía al borde del colapso. Cuando finalmente llegó su turno, uno de los meseros del restaurante la guio hasta la cocina, donde la esperaba el gerente, un hombre serio, de mediana edad. ―Bienvenida, señorita Miller. Mi nombre es Charles Smith y seré quien la acompañe en esta prueba. Por favor, sígame ―dijo, mientras la conducía a una estación de trabajo totalmente equipada. Jenna observó la cocina
Una semana más tarde. —Me siento tan frustrada. Lo he perdido todo y no sé qué más hacer para encontrar un trabajo. Llevo una semana intentándolo —sollozó Jenna, sentada en la cama con las manos en su rostro—. Noah necesita tantas cosas que yo ya no le puedo dar. ¡Ni siquiera tenemos casa! Estamos viviendo a costa de tus padres… ¡Es horrible!—Cariño, créeme que te entiendo, pero no puedes dejarte vencer.—¡Necesitaré años para reunir todo el dinero que necesito para reconstruir la casa y el restaurante! —Tragó saliva—. Ese fue el único motivo por el que te hice caso y me presenté en La Corona Whitmore…, pero, bueno, ya viste lo que pasó… —negó con la cabeza.Las lágrimas rodaban presurosas por sus mejillas. Se sentía tan cansada… Era como si una nube negra la siguiera a donde quería que fuera.—Jenna, escúchame. Sé que dirás que estoy loca, pero… creo que encontré la solución a tus problemas.—Papá estaría tan triste… Todo lo que me dio se fue a la basura… Papá, ¿por qué no estás aq
—¡En serio, Jenna, tranquilízate, ¿quieres?! —repuso Rachel, sonriendo, mientras rodaba los ojos.—¡Eso es lo que intento! —repuso Jenna, antes de inspirar profundamente y soltar el aire con lentitud, intentando calmarse—. Pero no funciona. Me preocupa que Noah me eche de menos. Tú sabes que nunca lo he dejado con nadie más en las noches. Además, mira la cantidad de gente que hay aquí.Rachel rio.―No le eches la culpa al pequeño, cuando ambas sabemos que lo que te tiene así es el bendito concurso ―repuso, mientras la jalaba en dirección a la entrada.Jenna suspiró y se dejó arrastrar por su amiga, sintiendo que el corazón amenazaba con salírsele del pecho. Su mente era un torbellino, y cuerpo parecía temblar conforme se adentraban en edificio.Sin embargo, a pesar de sentir que su ansiedad había disminuido a medida que los productores del programa le explicaban cómo sería todo, cuál era su estación de cocina, y cómo se llevaría a cabo, su corazón se paralizó al reconocer un rostro en
David Whitmore observaba atentamente cada plato que los camareros del programa presentaban ante él. Como jurado y productor de «Cocina a Ciegas», su papel era crucial en la selección del ganador.Después de probar todos los platos de entrada de los concursantes, no podía negar que había una persona que destacaba por sobre las demás.—Sin lugar a dudas, el concursante número siete es increíblemente talentoso —repuso, pensativo, la entrada, la cual consistía en mariscos picantes—. Esto sin lugar a dudas representa al verano —dijo, más para sí mismo que para sus colegas, quienes asentían de acuerdo con él—. Sin lugar a dudas, es un platillo que es perfecto como entrada. Tras decir esto, alzó la mano y pidió que pasaran con el plato principal.Rápidamente, los camareros, se dirigieron una vez más a las estaciones y tomaron los platillos principales de todos los concursantes.David bebió un sorbo de champaña para limpiar su paladar, antes de probar todos y cada uno de los platos principal
Diez minutos después, Jenna abrió los ojos lentamente, sintiendo un fuerte y persistente dolor de cabeza.Cuando sus ojos por fin se habituaron a la luz de la habitación, miró a su alrededor, comprobando que se encontraba en una pequeña enfermería improvisada, con Rachel a su lado, quien la tomaba de la mano con la preocupación grabada en el rostro.—Jenna, ¿estás bien? ¿Cómo te sientes? —preguntó Rachel con voz suave.—Me duele la cabeza —respondió Jenna frunciendo el rostro ante una punzada en su cráneo—. Siento que todo gira. Pero creo que estoy bien, ¿qué pasó? —preguntó, mientras se sentaba en la camilla, con la ayuda de su amiga, y recibía un vaso de agua de una enfermera.Rachel la miró con un gesto de pena, antes de suspirar y responder:—Parece que el estrés hizo que te desplomaras solo poner un pie en el escenario. Pensé lo peor al ver que no despertabas. Me encantaría decirte que descanses un poco, pero el concurso debe finalizar y tú debes recibir el premio —explicó Rachel
—¿No piensas ir? —preguntó Rachel, mirando a Jenna con las cejas en alto.Jenna se removió en el sitio, intranquila, sin saber muy bien qué hacer.—No quiero tener problemas. —Suspiró.—Te entiendo, Jenna, pero has ganado en las de la ley. No puedes quedarte fuera de esto —repuso Rachel, tomándola de la mano y guiándola hacia la sala de cámaras, en donde se encontraban los Whitmore.Una vez en la sala de cámaras, David pidió que le mostraran la grabación de la participación de Jenna en el concurso.Luego de verlo absolutamente todo, minuto a minuto, tenía que admitir que las imágenes no dejaban lugar a dudas: Jenna había concursado de manera honesta y no había cometido ningún fraude.—Lo siento, Madison, pero Jenna Miller ha ganado de manera legítima —declaró David, mirando a su esposa con firmeza, antes de mirar a Jenna que se encontraba en la puerta de la sala.—¡No puedes permitir esto, David! —gritó Madison, furiosa, con los puños apretados a ambos lados de su cuerpo—. Esa andrajo
Al llegar a la villa de los Whitmore, Jenna contuvo el aliento. La mansión era un edificio majestuoso e imponente, que la hacía sentir sumamente pequeña e insignificante.Con Noah tomado de su mano, inspiró profundo, tratando de mantenerse firme, mientras ambos atravesaban los amplios y bellos jardines de la villa. El pequeño, con ojos grandes y curiosos, miraba a su alrededor con asombro.―Mami, ¿esta será nuestra nueva casa? ―preguntó Noah con una amplia e inocente sonrisa.Jenna miró a su pequeño hijo y sonrió débilmente, mientras le acariciaba el cabello.―Por un tiempo sí, cariño ―respondió en un suspiro, sintiendo los nervios y ansiedad a flor de piel.Tratando de mantener la calma, Jenna tomó la mano de Noah una vez más y ambos subieron las escalinatas de mármol.Una vez frente a la enorme puerta, Jenna tomó una gran bocanada de aire antes de tocar el timbre.Apenas unos segundos después, la puerta se abrió de golpe, revelando a Madison Whitmore con una expresión de furia conte
El primer día de trabajo llegó sumamente rápido, mucho más de lo que Jenna le hubiese gustado.Jenna despertó temprano, con Noah todavía acurrucado a su lado. Observó su carita serena y se armó de valor para enfrentar el día. Sabía que no sería fácil, pero debía estar a la altura por su hijo.Si bien tenía la opción de que su hijo durmiera en la habitación contigua, ninguno de los dos había sido capaz de separarse del otro. En un principio, Jenna había intentado mentalizarse de que lo hacía por Noah, cuando en realidad era ella quien lo necesitaba para no romperse en pedazos.Sin perder tiempo, se levantó y preparó a Noah para el día, intentando transmitirle una sensación de normalidad a pesar de su propia incertidumbre.—Vamos, cariño, hoy es un día importante —dijo con una sonrisa forzada mientras le peinaba el cabello.—¿Voy a conocer a más gente, mami? —preguntó Noah, con ojos llenos de curiosidad.—Sí, amor. Conocerás a mucha gente nueva. Pero recuerda, sé amable y obediente, ¿de