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Un saco para mi ex
Un saco para mi ex
Por: Alexandra Gentleman
CAPÍTULO 1: NO HAY TIEMPO QUÉ PERDER.

Miro a mi alrededor, admirando como siempre la alucinante decoración de la Cafetería. Flo’s Coffe es una cafetería bastante colorida, con una rebosante temática de los 90’s que te hace desear venir a solamente tomar unas maravillosas fotografías.

Pero en mi opinión, y por maravillosas que sean las fotografías tomadas acá por los clientes, lo mejor de aquí es la comida.

Hablo de que comenzar el día aquí es simplemente lo mejor. Donas, waffles, milkshakes, café (lo que sea que desees, aquí lo consigues) y la mejor atención.

—Debido a la ubicación a gran altura de a ciudad de Caracas, Distrito Capital de Venezuela, el clima es tropical de altitud, lo que nos asegura temperaturas suaves y estables en todas las estaciones del año. Posee dos estaciones claramente diferenciadas en tenor de las precipitaciones. Lo que nos deja con un clima suave y templado, una temperatura promedio, de 21.1°C.—la voz de la reportera se pasea en mi mente como una melodía pegajosa. 

Secretamente me causa gracia que reproduzcan un programa grabado hace más de cuatro meses.

Mi mirada se posa en los cristales a través de los que se ve claramente la calle. Gotas diminutas hacen su recorrido por el cristal donde está dibujado el logo de la cafetería. El clima en la ciudad es frío por el invierno y nunca está de más espantar un poco el sueño con el café de Zoé.

Eso y que la tengo verdaderamente fácil por las mañanas; mi tienda está justo al frente de Flo’s Coffe, lo que se traduce en una Dina con algunos kilitos de más y los mejores desayunos.

No siempre fue tan fácil. La verdad es que hace tres años estaba tan hundida que lo que vivo hoy me parece un sueño perfecto; sin importar qué tan imperfecta sea la realidad.

Pues, lo cierto es que mi pronóstico era bastante malo.

Sonrío abiertamente, pensando en que llegué hasta aquí, a pesar de lo mucho que costó. Fue un largo camino repleto de baches y trampas.

Gracias a Dios que lo logré, la gloria y honra sean para él.

Mis ojos vuelven a mi café y le doy un sorbo.

Anoto algunas citas que fueron postergadas en mi agenda y agrego citas que me pidieron ayer algunas novias.

Veo una sombra por el rabillo del ojo derecho y me giro, encontrándome con una espalda ancha y brazos fuertes que hacen a mi mente danzar recuerdos que he tratado de hundir en lo profundo de mi mente ocupada.

Suspiro, sintiendo que la vida es muy irónica.

Lo más cruel que puede suceder es que tengas un constante recuerdo de lo que duele tanto. Un recuerdo vivo y que encima te haga feliz, te llene.

Doy un sorbo más a mi café, intentando tragarme el sabor a tristeza.

En algunas ocasiones la vida parece injusta; pero estoy convencida de que es obra nuestra tanto problema y bache… ¿Sucedería lo mismo, acaso, si yo obedeciera a Dios desde el inicio?

—Volviendo a tierra, soñadora. — ríe con ternura Zoé. Sus ojos verdes brillan con curiosidad. Inclina la cabeza como interrogándome y sus rizos se mueven como si tuvieran vida.

Ni loca le cuento a la intrépida de Zoé…

Suelto un bufido y dejo el dinero sobre el mostrador, lejos de sus curiosas manos.

—Delicioso café, Zo. Nos vemos más tarde, feliz día. — digo apresuradamente mientras salgo del café.

Pongo el envase vacío en un contenedor de basura y cruzo la calle, directo a mi Tienda.

El día se me pasa volando entre organizar citas de la semana que inicia, estar al día con el pago de mis proveedores, así como hacer el pedido de materia prima. No es fácil, pero tampoco es imposible.

La verdad es que el éxito no es sólo un golpe de suerte. Es trabajo diario, es trabajar horas extra aun cuando eres el propietario de la empresa. El éxito es la práctica intencional de la disciplina. Es despertar todos los días antes que la ciudad, es ser buen empresario a pesar del público que quiere todo menos apreciar tu trabajo.

Entre las tareas pendientes y organizar la tela que planeo usar próximamente en la trastienda, llega el atardecer.

Y no es hasta que estoy por cerrar mi tienda que sucede.

Todo parecía ir bien; telas importadas, diseños por doquier, mi propio local y muchas ganas de continuar produciendo.

Soy la mejor diseñadora de vestidos de novia en Venezuela… Okay, al menos de la Capital… He alcanzado tanto y aprendido en el proceso; pero absolutamente nada de lo que he vivido en los últimos años me preparó para verlo llegar a Hidalgo’s Dream.

Su rostro, con esa expresión tan varonil, parece no estar entendiendo lo que escucha. Sus ojos castaños amenazantes parecen estar escondiendo una tormenta como nunca.

Mis manos comienzan a temblar y el sudor frío las convierte en un par de torpes manos húmedas.

Justo frente a mi, dentro de mi tienda está mi ex (aún más guapo de lo que fue antes). El antiguo amor de mi vida y la perfección masculina personificada.

Daniel Carnelutti.

—¿DINA?— pregunta sin podérselo creer.

Al menos no soy la única impactada aquí.

Es un golpe fuerte, verlo después de tanto tiempo.

Sus rasgos han cambiado… se ve maduro, todo un hombre. Ha de tener 26 años, si no me equivoco.

No es como si no vieras su fotografía todas las mañanas de tu vida. Y las tardes y los fines de semana, los días feriados…

Daniel me mira como si acabara de chuparse un limón.

—Dani…— susurro, una sonrisa comienza a nacer en la comisura de mis labios.

…¿Será posible que…?

—¡Ay, pero qué lindo lugar, Amor! ¿Aquí quieres encargar tu traje?—escucho decir a una mujer detrás de Daniel.

No te pases… ¡¿Se va a casar?!

Daniel continúa guardando silencio, su mirada no abandona mi rostro, y yo suspiro, temiéndome lo peor.

—¡Bienvenidos a Hidalgo's Dream! ¿Cómo puedo ayudarles?— pregunto suavemente. Intenté que mi voz sonara animada, pero creo que salió del asco mi saludo.

La morena que supongo es la novia de Daniel me sonríe, ajena a toda la tensión que danza en el ambiente. No pasan desapercibidas sus manos, mientras una está dentro de la chaqueta de Daniel, justo sobre su pectoral; la otra está tomándole la mano.

Daniel parece haber sido convertido en una gárgola, no se mueve ni habla, parece que está sufriendo una apoplejía allí de pie.

La morena entra nuevamente en mi campo de visión y yo trago grueso, observando el entusiasmo que parece destilar por los poros.

—¡Hola, Dina!, la verdad es que te sigo en I*******m desde hace tiempo…tus diseños son espectaculares y muero porque hagas mi vestido de novia. Daniel y yo estamos tan enamorados… sentimos que no hay tiempo qué perder...— parlotea, soltando una carcajada que es todo menos divertida.

Soy una persona madura, no debo tratar mal a ningún cliente porque soy profesional y tengo una carrera brillante...

—Entiendo totalmente. — susurro fingiendo una sonrisa, los ojos de Daniel me miran con tristeza por unos segundos, pero rápidamente oculta sus sentimientos. Doy un par de palmadas en el aire.—Pues, ¡Qué comience la fiesta, no hay tiempo qué perder!— gruño, aparentando alegría.

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