Respiro profundamente su olor a bebé y pienso en que no importa qué, Daniela vale cualquier sacrificio.
Lo único que importa es su bienestar, así tenga que luchar contra viento y marea.
— ¿Cómo te fue en clases?—pregunto parpadeando para alejar las lágrimas que quieren asomar. Sigo cargándola en brazos y dándole cariñitos, disfrutando su cercanía en éstos tiempos tan inciertos para mi.
—Bien. — responde con su pulgar derecho en la boca. Respiro profundo, mirándola con desaprobación.
—Dedito afuera, Dani. — digo con paciencia.
—No, dedito rico. — susurra sonriente y yo le hago cosquillas.
Daniela no es una niña de muchas palabras.
De hecho sólo dice ocho: Abu, Mamá, Tío, Si, No, Dedito, Rico y Bien.
Su psicóloga dice que es algo en lo que influyó sólo tenernos a mamá y a mí.
— ¿Te gustaría comerte un heladito de Flo’s Coffe?— pregunto a mi nena con ternura. Daniela para de reír y me mira con los ojitos rebosantes de alegría.
Asiente, como siempre y luego algo detrás de mí llama su atención.
Me giro y veo a Pablo a través del cristal haciéndole muecas a Dani, él sonríe y la saluda a alegremente.
Entra a la tienda con prontitud y Daniela le tiende los brazos, abriendo y cerrando sus manitas con anhelo.
—Pero mira nada más, ¡qué cuchitura de tío!— exclama Pablo haciendo sonrojar a Daniela.
Ella sólo lo abraza del cuello y esconde su rostro.
—Está oliéndome, Dina. — susurra Pablo sonriendo mientras Daniela le hace cosquillas.
—Sí, sobre eso… Descubrimos que huele a las personas para familiarizarse con ellas. O al menos eso dijo la psicóloga. — indico un poco apenada.
No es que me avergüence de Daniela, pero sí me preocupan algunas actitudes que ella posee y otros niños no tienen.
— ¿Puedes llevarla por un helado donde Flo?— pregunto y Pablo ni siquiera contesta. Se apresura a salir de la tienda con Daniela en brazos.
— ¿Vas a darme un beso, princesa? Te compraré un helado, creo que merezco uno…— lo escucho decirle mientras se alejan.
—Martina renunció oficialmente, Dina. Se va con el modelo brasileño. — informa mi mamá refiriéndose a la niñera y yo me atraganto con mi saliva.
— ¿Qué? ¡Pero si la contraté hace un par de semanas!— grito sin podérmelo creer.
—No tendrías éste problema si Daniela compartiera con todos sus familiares, estoy segura de que tendrías más ayuda si decidieras…—comienza a decir y la interrumpo.
—Mamá, no quiero. Ponte en mis zapatos, ¿y si me la quitan?—digo sintiendo un nudo en la garganta.
*************
La cena no es igual si no está Pablo con nosotros. Reímos, hasta lloramos (de risa) con sus ocurrencias e historias. La verdad es que desde hace un tiempo la casa se ha sentido un poco apagada. Desde el nacimiento de Daniela me he enfocado en proveer para cualquier necesidad y por supuesto, intento colmarla de atenciones y apapachos, pero falta algo. No soy estúpida, sé lo que es un hogar disfuncional, y me encanta que Daniela parece estar en su elemento cuando él nos visita.
Sin duda la sangre llama, pero ¿qué tan fuerte puede llamar?
Terminamos nuestra deliciosa lasaña hecha por mamá y nos toca, al desastre andante y a mi, limpiar los platos.
—Creo que es hora de que lo conozca, Dina. — dice de repente Pablo y me entrega los platos sucios.
Yo niego categóricamente.
—No puedo. — susurro nerviosa y empiezo el proceso de remojarlos.
— ¿Por qué?— pregunta él y se recuesta del mesón de la cocina, a mi lado. Cruza los brazos, dándome a entender que dará pelea por ahondar en la conversación.
—Porque… Porque… ¡No es el tiempo!—gimo exaltada y comienzo a ocupar mis manos.
Enjabono platos y ollas, asegurándome de quitar los restos de comida con la esponja.
—Sólo son excusas. — farfulla Pablo y comienza a secar los platos que ya lavé.
—Claro que no. — mascullo enojada, él suspira muy fuerte.
—Tienes que dejar tus prejuicios y rencores, Dina. Eso no le ayuda a la niña. Sé que eres una maravillosa madre, pero te animo a que no dejes de serlo ahora. Tú sabes bien que todo niño necesita crecer con una familia sana y fuerte, no una disfuncional porque su mamá parece tener un lapsus brutus interdictus. — dice Pablo enojado.
—Muy bien sabes que tu padre fue pieza clave para esto, que no sé por qué me ha odiado tanto, pero se encargó de que desapareciera de la vida de tu hermano. —digo, removiendo esa herida que nunca fue atendida.
—Sigo viendo que Daniel sólo es una víctima más de esto. Ni siquiera tuviste la decencia de explicarle, de enviarle un mensaje, una carta. Una relación tan maravillosa no debía haber terminado de esa forma, Dina. —dice sonando un poco molesto y yo siento que mi cabeza palpita.
— ¿Qué querías que le dijera?, o mejor ¿en qué momento, antes o después del nacimiento de Daniela? ¿Crees que lo mejor era aparecerme con una bebé en brazos cuando tu hermano estaba justo a la mitad de su carrera? …¿de verdad crees que soy tan insensible como para no pensar en él, en lo difícil que debió ser para él que yo desapareciera dejándolo aparentemente sin una razón?— grito, perdiendo los estribos.
Abro la boca para refutar, pero él me hace señas que guarde silencio.
—Má. — escucho la vocecita más hermosa del mundo.
Mi bebé está abrigada con su pijama y trae a su peluche favorito colgando de una pata de una manera graciosa. No puedo creer que así tan perfecta como es, se formó dentro de mi.
—La llevaré a su cuarto. Piensa en lo que te dije, Dina. No es mi problema, pero por el bienestar de Danielita soy capaz de abrir la bocota. — amenaza y toma a Daniela en brazos.
Ella se acomoda en el hombro de él y cierra los ojos inmediatamente, arrugándome el corazón como una uva seca.
¿Tendrá razón?
¿Será que todo esto solo ha sido una terrible metedura de pata?
Suspiro pesadamente y le pido a Dios que me guíe, porque no hay forma alguna de que yo pueda lograrlo sin su ayuda.
Cierro los ojos fuertemente con la imagen de mi hija tatuada en el interior de los párpados y los vuelvo a abrir sintiéndome decidida.
Debo calmarme y pensar bien las cosas.
Termino de enjabonar los platos, los enjuago, seco y organizo en su lugar; pensando en que debo pensar muy bien lo que haré, porque quizá hasta mi corazón se encuentre en juego en ésta situación.
Tres años atrás, Caracas, Venezuela. — ¿Cuánto tardarás en desaparecer?— pregunta el Sr. Carnelutti desde su trono, en medio de su oficina. Ni siquiera sé cómo reaccionar ante sus palabras. Es el padre de Daniel, no hay lugar para dudas con sus ojos y complexión, sin embargo ésta cara que me está mostrando jamás la conocí y siento que puede terminar siendo todo lo contrario a una broma de mal gusto. Muy mal gusto. — ¡¿De verdad cree que voy a dejarlo?! ¡Usted no puede hacerme esto!— exclamo encolerizada. Mi mano viaja instintivamente a mi vientre. No, no puedo alejarme de Daniel… Él tiene que saber, no importa si por su bienestar deba dejarlo luego. Pero debe saber… —Daniel está creciendo cómo Arquitecto, no puedes cortarle las alas. Déjalo. No lo mereces. — dice con malicia brillando en sus ojos. —Usted no sabe…— comienzo a decir. Mis manos tiemblan de ira y no las puedo controlar. —
Pablo Carnelutti (Plaza la Concordia) Salgo de mi oficina en la vicepresidencia de la empresa. Había olvidado que Dina no puede buscar a Daniela hoy. Me despido de mi secretaria y tomo una manzana de la cesta de su escritorio al tiempo en que ella pone los ojos en blanco. Oculto una sonrisa dándole un gran mordisco a la fruta, al tiempo que esquivo un lápiz que se dirige a mi cabeza. El lápiz choca con la pared a mi lado y cae al suelo, oigo a Jaspe gruñir y suelto una carcajada. Molestarla es tan fácil… Cualquiera pensaría que debo botarla por su mal comportamiento; pero pienso que nadie más va a soportar mis manías. Sin notarlo, ya estoy saliendo del ascensor en planta baja. El personal me saluda en el camino y pienso en el tiempo que llevamos trabajando todos aquí. Disfruto de la estabilidad, no importa en qué sea. Soy una persona que a simple vista demuestr
David Carnelutti. Italia tiene tantas cosas reconocidas a nivel mundial, desde la educación, la música, el arte y la gastronomía, hasta nuestra famosa costumbre de unión familiar. Mi país de origen tiene tantas cosas valiosas para imitar, nací, crecí, emigré; pero siempre mantuve mis raíces en mi mente y corazón. Mi familia fue numerosa y muy unida, aún después de tener cada uno nuestra propia familia, mi padre y madre nos esperaban para cenar todas las noches. Los viernes acostumbrábamos a reunirnos en el almuerzo, cuando los nonos aún estaban vivos. Pienso en mis hijos y en lo mal que he hecho todo. Pablo parece llevar una vida tan relajada que no me quiero imagina cuánto dinero ha despilfarrado por su mente jocosa e irracional y Daniel… Daniel ni siquiera sabe lo que es disfrutar de una comida completa conmigo. La última vez que me visitó fue hace como cuatro meses, se la pasa metido en su oficina y cuando no, está refundido en su
Victoria Torralba — ¡Abu!— llama Daniela desde su habitación y yo saco mi cabeza de debajo del lavamanos. — ¡Voy tesoro mío!— exclamo y corro escaleras arriba. La pequeña está extendida entre un desastre de cojines de Minnie Mouse y sábanas de princesas. — ¿Quieres tus galletitas de merienda, mi amor?— pregunto al tiempo en que se abraza a mi cuello como lapa. —Sí, Abu. — dice suavecito. Dios nos bendiga con muchas galletas de chispas de chocolate para el futuro. —Bueno, te las daré, pero tienes que aprenderte algo, Daniela. — digo y se me hace un nudo en la garganta de imaginar la furia de Dina cuando se entere. Todo sea por el bienestar de mi nieta. -------- Llevo toda la tarde en esto y no puedo dejar de pensar en lo imbécil que es David Carnelutti. Mira que perderse el crecimiento de Daniela por idiota, sólo le pasa a Él. Daniela es inteligente, y me lo ha
Nos separa una hermosa mesa de cristal en el centro y yo no podría estar más agradecida por eso. El hombre es guapo, como con una clase de cosa llamativa que me deja un poco sin palabras. Tiene el cabello castaño, un poco despeinado pero le queda la mar de bien. Su bata blanca está sobre una camisa azul claro y un pantalón de vestir gris. Y tiene lentes, de marco grueso en color negro, ocultándole unos ojos oscuros bastante escrutadores. Merde, con sólo mirarme debe saber de qué color tengo el alma. — ¿Sta. Hidalgo?—pregunta, inclinándose cerca para aparecer en mi campo de visión, por lo que me imagino que es segunda o tercera vez que lo repite. Se dio cuenta que estaba evaluándolo. Merde. — ¿S-si?— pregunto, obviamente un poco nerviosa. —Le decía que necesito que me dé algunos de sus datos y por supuesto me indique en qué puedo ayudarle. —dice, luego me hace una serie de preguntas como mi dirección, número telefónico
Daniel Carnelutti Desde que vi nuevamente a Dina, mi vida ha sido una locura. No dejo de pensarla. Sueño con ella, con lo que vivimos juntos antes de que desapareciera de mi vida sin siquiera considerar decirme qué cosa hice mal. La amé mucho el tiempo que estuvimos juntos. Fue tan descontrolado todo, un enamoramiento flash que se sentía tan fuerte como al eternidad. Ambos lo sabíamos, entonces no logro entender qué merde pasó, como para que toda nuestra vida juntos se fuera al garete. Mi teléfono suena anunciando que tengo un recordatorio. Cita con el odontólogo. Como si no tuviera suficiente castigo con éste desasosiego y mi desvelo, me toca tratamiento de conducto hoy. No debería quejarme, considerando el hecho de que llevo un buen tiempo soportando un terrible dolor de muelas. Me arreglo lo mejor que puedo dada mi situación emocional y física, y salgo a afrontar un día más
El tiempo ha pasado tan rápido desde que hablé con Pablo cuando arreglábamos la casa. No he visto más al tonto y la verdad, como siempre, me hace un poco de falta. Es como un hermano para mí y para Dani ha sido un tío excelente. Siempre está al pendiente de buscarla a la salida del colegio, de traerle golosinas (aun cuando le prohíbo que lo haga por las caries) y de apoyarme con las compras, o cualquier cosa en la casa. Y no se imagina lo agradecida que estoy con él, por el apoyo que me ha dado desde el principio y por guardar el secreto sin importar qué. ¿Qué habría sucedido si Pablo le decía a Daniel? ¿Seríamos una familia feliz o una familia disfuncional? La semana estuvo repleta de una cita tras otra en la tienda. He tenido mucho trabajo diseñando, por suerte he gozado de tiempo disponible para hacerlo. Aun así, la conversación pendiente con Daniel siempre se hace un espacio en mi mente. Sin importar qué tan ocupada me en
Entre diseñar un velo de novia mega especial (con incrustaciones de perlas) y cortar algunos moldes que luego debo enviar a costura, pienso en no perder más mi tiempo. Marco el número de Pablo y responde al cuarto timbre. —Espero que me estés llamando para…—comienza a decir. —Necesito que por favor le digas a Daniel que venga a verme a la tienda. Puedo esperarlo aquí hasta las siete, yo creo que para mañana es tarde. —digo interrumpiéndolo. —Bueno, pues la verdad estoy feliz y orgulloso de lo valiente que eres, Dina. Todo irá bien, tranquila. Le escribiré y en cuanto me responda te aviso. Igual pasaré por Dani en la tarde, quiero llevarla a pasear. — dice y luego nos despedimos. Sintiéndome más tranquila, continúo con mi trabajo. A la hora del mediodía, Pablo me envía la respuesta que le dio Daniel. Es un simple “ok” que me deja muy preocupada, pensando en que la relación de Daniel y Pablo también se vio afectada por la forma e