Daniel Carnelutti
Desde que vi nuevamente a Dina, mi vida ha sido una locura.
No dejo de pensarla. Sueño con ella, con lo que vivimos juntos antes de que desapareciera de mi vida sin siquiera considerar decirme qué cosa hice mal.
La amé mucho el tiempo que estuvimos juntos. Fue tan descontrolado todo, un enamoramiento flash que se sentía tan fuerte como al eternidad. Ambos lo sabíamos, entonces no logro entender qué merde pasó, como para que toda nuestra vida juntos se fuera al garete.
Mi teléfono suena anunciando que tengo un recordatorio.
Cita con el odontólogo.
Como si no tuviera suficiente castigo con éste desasosiego y mi desvelo, me toca tratamiento de conducto hoy.
No debería quejarme, considerando el hecho de que llevo un buen tiempo soportando un terrible dolor de muelas.
Me arreglo lo mejor que puedo dada mi situación emocional y física, y salgo a afrontar un día más
El tiempo ha pasado tan rápido desde que hablé con Pablo cuando arreglábamos la casa. No he visto más al tonto y la verdad, como siempre, me hace un poco de falta. Es como un hermano para mí y para Dani ha sido un tío excelente. Siempre está al pendiente de buscarla a la salida del colegio, de traerle golosinas (aun cuando le prohíbo que lo haga por las caries) y de apoyarme con las compras, o cualquier cosa en la casa. Y no se imagina lo agradecida que estoy con él, por el apoyo que me ha dado desde el principio y por guardar el secreto sin importar qué. ¿Qué habría sucedido si Pablo le decía a Daniel? ¿Seríamos una familia feliz o una familia disfuncional? La semana estuvo repleta de una cita tras otra en la tienda. He tenido mucho trabajo diseñando, por suerte he gozado de tiempo disponible para hacerlo. Aun así, la conversación pendiente con Daniel siempre se hace un espacio en mi mente. Sin importar qué tan ocupada me en
Entre diseñar un velo de novia mega especial (con incrustaciones de perlas) y cortar algunos moldes que luego debo enviar a costura, pienso en no perder más mi tiempo. Marco el número de Pablo y responde al cuarto timbre. —Espero que me estés llamando para…—comienza a decir. —Necesito que por favor le digas a Daniel que venga a verme a la tienda. Puedo esperarlo aquí hasta las siete, yo creo que para mañana es tarde. —digo interrumpiéndolo. —Bueno, pues la verdad estoy feliz y orgulloso de lo valiente que eres, Dina. Todo irá bien, tranquila. Le escribiré y en cuanto me responda te aviso. Igual pasaré por Dani en la tarde, quiero llevarla a pasear. — dice y luego nos despedimos. Sintiéndome más tranquila, continúo con mi trabajo. A la hora del mediodía, Pablo me envía la respuesta que le dio Daniel. Es un simple “ok” que me deja muy preocupada, pensando en que la relación de Daniel y Pablo también se vio afectada por la forma e
Me duele el estómago. Mi cuerpo tiembla un poco y me es inevitable tomar aire profundamente. Llegó la hora de la verdad. — ¿Y cuál es la verdad?— comienza a preguntar Daniel con el ceño fruncido. —Bueno, yo…—comienzo a decir. Pablo me hace gestos, instándome a hablar, mientras vuelve a tomarse su estúpido chocolate. —Yo… Yo… escucha, sucede que yo…—balbuceo sin saber cómo comenzar a decirle que es padre desde hace casi cinco años. ¿Cómo le dig…? —Dina, no puedes seguir ocultándolo. — me presiona Pablo sonriente y yo trago grueso cuando noto que está viendo a Daniela por el espejo que está al lado de la recepción. Por su posición y altura claramente ve el reflejo de un espejo en el que está frente a el y justo detrás de Daniel. El idiota habla alto, intentando que mi hija lo note. Pedazo de traidor. No se suponía que me presionara tanto… Mirando de soslayo, noto que Daniela se está moviendo. Daniel frente a mí se frota las sienes. —Dina, acaba ya con…—comienza a decir. — ¡
Dina Hidalgo Miro la mesita a mi lado y suspiro. Estaba un poco deshidratada y la falta de alimentación fue lo que me hizo sentir débil y adolorida del estómago; por lo que el Dr. Jiménez me administró suero intravenosa y algunas vitaminas para darle un empujoncito a mi sistema inmune y así evitar el contagio de cualquier virus. La verdad, el hombre habló tanto (de tantas cosas a la vez) mientras me señalaba la intravenosa que ya ni sé qué en sí me indicaron y para qué. A excepción del suero, que obviamente es para hidratarme. Lo veo acomodar una que otra cosa y luego anota en la historia que cuelga de la camilla. Segundos después de la explicación y partida del Dr. Jiménez, Daniel entra con Daniela en brazos. No dice nada, sólo sienta a la niña a mi lado y ella me da un abrazo. — ¿Bien, Mamá?— pregunta y yo asiento con lágrimas en los ojos. ¿Va a quitarme a mí bebé? No lo puedo permitir, su papá… —Siento lo que papá hizo, ni siquiera me ha explicado pero ya me hago una idea
Daniel luce bastante sombrío y temo que me diga algo que no quiero escuchar. La luz de luna en el frente de la casa es lo que nos ilumina. Los vecinos parecen estar cenando y algunas personas pasan por la acera de enfrente, paseando a sus perros. —Dina, lamento mucho no haber estado en los momentos difíciles, pero creo que no podemos vivir a la sombra de lo que sucedió en el pasado. Anhelo que se muden a mi departamento cuanto antes, sé que es un piso al estilo de soltero, pero resolveré lo más rápido que pueda la compra de una casa…Quisiera proponerte que organicemos actividades para llevar de viaje y a pasear a Daniela, quiero que hagamos tantas cosas, te prometo que volverá todo a la normalidad.... —escupe las palabras una tras otra y yo casi me ahogo con mi propia saliva. —Daniel, quiero decir que sí a todos los planes que tengas con Daniela, pero no estoy aceptando tu idea de que sólo aparezcas… oh, bueno, nosotras aparezcamos…en fin, de que de repente estés incluyéndome aquí
Dina Hidalgo La montaña rusa se alza imponente frente a nosotros. Le robo un vistazo a Jonás para darme cuenta que aún ante la gigantesca montaña rusa, el hombre se ve tan grande que asusta. —Ni siquiera sé cómo se supone que vamos a subir ahí. —digo, usando mi mano como visera para evitar que me ciegue el sol. Jonás suelta una carcajada y yo me sonrojo. —Hay un área de carga y descarga donde la montaña rusa nos permite subir. Es como subir a un asiento de avión, sólo que no tan cómodo… ni tan seguro. — dice y sin mirarlo, puedo escuchar la diversión en su voz. Lo miro, admirando lo bien que le quedan los lentes de sol. Jonás se vistió hoy tan guapo y tan juvenil con unos jeans azul, camiseta de algodón verde oscuro y unos zapatos deportivos que lucen muy costosos. —Muy gracioso. — respondo, poniendo los ojos en blanco. — ¡Vamos!— exclama, me toma de la mano y trotamos hasta la zona de carga. Disimuladamente, saco mi mano de la suya en cuanto puedo. Jonás parece no notarlo y y
Pablo Carnelutti El edificio de Carnelutti Enterprising, c.a. se encuentra frente a mi, y mentiría si no me reconozco a mi mismo que pensar en la empresa como nuestra me intimida un poco. Quizá es por lo que planeo hacer. Ojala y todo salga bien. Daniel y yo crecimos disfrutando de hacer ésta empresa nuestra, aunque nos gusta creer que somos como cualquier otro trabajador que ejerce un cargo y cumple funciones. Ni siquiera me puedo imaginar el trabajo que le costó a mi papá llegar hasta aquí. Levantar una empresa desde cero, lejos de su país (lejos de su cultura) y en una nación totalmente nueva. Daniel y yo nacimos en Italia según nuestro Certificado de Nacimiento, pero crecimos aquí en Venezuela y creo que hablo por los dos cuando digo que nos sentimos bastante venezolanos. Nunca entendí la razón por la que mi papá decidió venirse a vivir a Venezuela, sé que mamá siempre lo apoyó y que nunca hablaban mucho de por qué dejaron a Italia atrás, pero la pensaban y añoraban siempre.
Dina Hidalgo Pablo llega con Daniela y yo frunzo el ceño cuando noto que Daniela, quien es una niña muy tranquila, corre a mis piernas y me abraza con fuerza. — ¡MAMÁ!— grita alegremente. —Mi niñaaaa…— la recibo felizmente y la tomo en brazos. Ella me da un beso, pero luego se retuerce; luchando por zafarse de mis brazos. ¿Qué…? — ¿Qué le diste?—muevo mis labios en dirección a Pablo, ningún sonido sale de mi boca. Él se encoje de hombros, como si no tuviera idea y yo entrecierro los ojos en su dirección. Pequeña sabandija… seguro que le dio muchos dulces. — ¡Sra. Vicky, ¿dónde está?!— grita Pablo, subiendo las escaleras con rapidez. Me encojo de hombros y libero a Daniela que corre escaleras arriba haciendo ruiditos con su boca. El tiempo se pasa rápido mientras preparo la cena, Daniela está saltando en el mueble de la sala, cada segundo desde que llegó con Pablo me ha sorprendido su comportamiento. ¿Dónde está mi hija y qué hicieron con ella? Pablo baja las escaleras segu