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CAPÍTULO 5: ¿ACASO DIJO "NIÑA"?

Tres años atrás, Caracas, Venezuela.

— ¿Cuánto tardarás en desaparecer?— pregunta el Sr. Carnelutti desde su trono, en medio de su oficina.

Ni siquiera sé cómo reaccionar ante sus palabras. Es el padre de Daniel, no hay lugar para dudas con sus ojos y complexión, sin embargo ésta cara que me está mostrando jamás la conocí y siento que puede terminar siendo todo lo contrario a una broma de mal gusto. Muy mal gusto.

— ¡¿De verdad cree que voy a dejarlo?! ¡Usted no puede hacerme esto!— exclamo encolerizada.

Mi mano viaja instintivamente a mi vientre.

No, no puedo alejarme de Daniel… Él tiene que saber, no importa si por su bienestar deba dejarlo luego. Pero debe saber…

—Daniel está creciendo cómo Arquitecto, no puedes cortarle las alas. Déjalo. No lo mereces. — dice con malicia brillando en sus ojos.

—Usted no sabe…— comienzo a decir. Mis manos tiemblan de ira y no las puedo controlar.

— ¿Qué, qué es lo que no sé?... ¿Vas a inventarte una enfermedad, algún embarazo?— pregunta burlonamente. —Hoy en día, las mujeres como tú se inventan cualquier cosa para clavarle las garras a hombres como mi hijo. —agrega y yo trato de contener las lágrimas.

Algo se mueve en mí interior.

Justo debajo de mi estómago, en el centro de mí.

Mi bebé se mueve por primera vez.

Lo sentí como un cosquilleo dentro de mí.

No estoy sola, tengo a éste bebé y no pienso permitir que nadie lo dañe.

Si debo alejarme de Daniel, pues que así sea. No puedo arriesgarme, no sé de qué es capaz el Sr. Carnelutti y tampoco puedo aventurarme a descubrirlo.

— ¡Ya!, suficiente de faltarme el respeto… ¿Usted quiere que me aleje de Daniel sólo para conservar su reputación de familia adinerada?—pregunto, sé que parezco tonta, pero aún me cuesta creerlo.

—Sí… ¿eres arribista y además sorda?—pregunta con desdén y luego suelta una carcajada.

— ¿Y si me niego a dejar a Daniel?— pregunto, mis ojos están húmedos, al borde del llanto.

—Se traduciría en: tu mamá y tú, en la calle y sin posibilidades de conseguir trabajo…—comienza a decir y lo interrumpo.

— ¿Sería capaz de semejante barbaridad?— pregunto dolida.

¿Dónde está el hombre dulce que me presentó Daniel hace un par de años?

¿Qué clase de monstruo es éste?

El Sr. Carnelutti ríe sin diversión.

—De eso y más. Además, no sería tan difícil cerrarte las puertas con lo que se avecina en cuanto al país. —indica con indiferencia, jactándose de sus conocidos contactos políticos.—Sabes que puedo demandar a tú mamá, no pagó la renta en los últimos 5 años. Violó lo establecido en el contrato y todavía conservo pruebas de todo el dinero que le presté a tu papá para que despilfarrara. — informa y yo me atraganto.

¿5 años?

¿Papá le debía dinero?

— ¿Quieres que siga? ¡descubrí que Daniel estuvo ayudándolas con mi dinero todo éste tiempo, puedo refundirlas en la cárcel por tomar lo que no les pertenece y encima violar un contrato, por no pagar las deudas que adquirió tu padre!— gruñe y yo me encojo.

¿Cómo podría conseguir dinero para comer, solventar las necesidades de mi bebé, pagar lo que se le debe al Sr. Carnelutti y pagar las consultas de mi mamá?

Yo… no puedo seguir luchando con tanto…

Respiro profundo, sintiendo que lo más seguro es que me arrepienta de mi decisión en el futuro.

—Escúcheme muy bien; si sembramos odio, odio cosecharemos. Usted está siendo muy injusto, más que eso un imbécil, la verdad. Pero no pierda la tranquilidad… Todo, absolutamente todo, cae por su peso y no se preocupe; pagaré hasta el último centavo que se debe. — susurro con tristeza, girándome en dirección a la puerta.

— ¿Dina?— me llama el Sr. Carnelutti antes de que salga de su oficina.

¿Cómo alguien puede tener el poder de destrozarte con sólo algunas palabras?

Me detengo, aun dándole la espalda y él se aclara la garganta.

—Deja las llaves de la moto que te regaló Daniel. Tampoco la mereces. No mereces nada que provenga de mi hijo, ni las miradas si quiera. — señala con desprecio.

Yo asiento en silencio, derramando el mar embravecido que siento en mi interior por mis ojos.

Saco las llaves de mi bolsillo trasero y la pongo dentro del tazón decorativo que está en la mesa de la esquina.

—Todo lo que va, vuelve, Sr. Carnelutti. Téngalo presente. — digo con la frente en alto.

—Se acabó el caso caritativo de Daniel. Es hora de que consiga a una mujer que valga la pena. —escupe con maldad.

Salgo de la oficina del buffet sin mirar atrás.

Una nueva vida está por comenzar, y no hay manera de que lo deje pasar.

No importa cuánto cueste conseguirla.

Pablo Carnelutti

Me aparto de la puerta de la oficina de papá y como acto reflejo me escondo en el pasillo contiguo.

Mi boca no quiere cerrarse. Estoy conmocionado.

Dina. Papá. Daniel.

¿Inventarse un EMBARAZO?

Veo a Dina salir de la oficina de papá y me apresuro a seguirla.

—Pssssst. — siseo, llamándola disimuladamente.

Dina se detiene y se gira encarándome.

Sus ojos están enrojecidos, rostro pálido y su cuerpo tiembla.

Abro la boca para preguntarle qué se supone que hace, pero su mano llama mi atención.

Su mano (con el anillo de compromiso que mi hermano le dio)  descansando protectoramente sobre su vientre.

No puede ser, ¡sólo falta que una de las hermanas Fanning se enamore de mí!

—Por favor no le digas a nadie. — pide Dina con un brillo de reconocimiento en los ojos.

Shit.

Voy a ser tío.

Daniel Carnelutti (ocho meses después, Caracas, Venezuela).

El vodka quema mi garganta a su paso y yo parpadeo, intentando mantenerme despierto.

¿Dónde está metido Pablo cuando lo necesito, carajo?

Lloro desconsolado, porque  Dina me dejó, mi hermano también y mi padre me presiona como si no tuviera derecho a respirar por mi propia cuenta sin pedirle permiso.

Mi vida está hecha un desastre y yo sólo quisiera volver a ser feliz.

No entiendo nada, Dina se fue sin explicación. Puse mi anillo en su dedo, creo que demostré suficiente compromiso con ella como para al menos merecer una estúpida explicación de qué coño hice mal.

La foto de Dina quema en mi mano derecha.

Sus sonrisas, su cabello, sus labios… tan perfectos. Toda ella, era tan mía.

¿Qué tendría en mente?

¿Cómo pudo desaparecer así?, caray.

Doy otro trago a la botella y gimo del sentimiento.

¿Dónde se supone que está Pablo cuando lo necesito?

Menuda borrachera me estoy metiendo, pero con todo gusto.

Pablo Carnelutti, Sala de parto (hospital de clínicas caracas); Caracas, Venezuela.

La mano de Dina estruja la mía entre sus dedos.

Shit.

Los sonidos de fondo del hospital son irritantes; ambulancias, pitidos de máquinas y llantos mezclados con quejidos desconsolados.

—Respira, respira conmigo; pero no me presiones tanto. — la animo.

Dina me mira furibunda.

— ¡Cierra la boca, Pablo!— gruñe ella enojadísima. —Como no me ayudes… ¡AAAARGGGG!— grita adolorida.

Yo gimo, mi mano adolorida da gritos de auxilio mientras ella la masacra.

—Tenemos que llamarlo, Dina. Es su bebé también. No puedes solo…— intento convencerla.

—¡No me… AAARRGGG!... ¡NO LE DIRÉ, ES MÍ BEBÉ!— Inhala y exhala para luego gruñir de nuevo.

—Ya está, sólo una vez más y verás a tu bebé, solo una vez…— anima la doctora y yo pongo los ojos en blanco.

¿Cómo se le ocurre interrumpir nuestra conversación?

¡¿Qué no ve lo importante que es?!

—Dina… —susurro incómodo.

— ¡LISTO!—grita a todo pulmón la doctora al tiempo que un llanto estridente llena la habitación, escucho a Dina suspirar sonoramente. Mientras la doctora parlotea y le entrega la pequeña criatura a la enfermera, yo no puedo dejar de ver a mi pequeño sobrino.— Tienes una preciosa niña, ahí, Dina.— dice sonriente, haciendo algo allí, debajo de la bata azul de Dina, en donde no le llega el sol.

Espera… ¿Acaso dijo “niña”?

—Mira a tu bebé. — susurra la enfermera, entregándole la bebé a Dina.

Me posiciono a su lado y, sin esperarlo, me encuentro llorando.

Soy tío de una preciosidad…

Mi hermano es padre… y no lo sabe.

De pronto el sweater que estoy usando me asfixia. Estiro un poco el cuello para respirar profundamente.

Esto es una locura, y yo sólo espero sobrevivir a ella.

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