Capítulo 74. Promesa de familia.

Emma Marín.

Al fin la pequeña extiende su mano, y yo respiro aliviada. Me levanto con dificultad, sintiendo el peso de mi vientre como un recordatorio constante de mi embarazo, y luego camino con Sandra hacia un banco cercano. Allí me siento, tratando de enviar aire a mis pulmones y recuperar el aliento.

—Lo siento, es que me siento como un pez globo… estoy muy gorda —dije, intentando aliviar la tensión con una sonrisa.

Sandra me mira con curiosidad, una pequeña sonrisa asomando en la comisura de sus labios. Por un momento, veo un destello de la niña alegre que debe ser cuando no está cargando el peso del mundo sobre sus pequeños hombros.

—No estás gorda, —dijo con una seriedad que me arrancó una risa espontánea. —Solo tienes un bebé adentro.

El sonido de mi risa pareció romper algo de la tensión entre nosotras, creando un espacio más cálido y seguro.

—Tienes razón, —respondí, acariciando mi vientre. —Pero a veces se siente como si hubiera un elefante aquí dentro.

Sandra se acercó un
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