El la miró unos momentos y sonrió por su candidez, ¿Trabajar? No tenía por qué trabajar, a no ser que deseara lo contrario. Evidentemente su madre siempre había ocupado un puesto de responsabilidad en las empresas, pero eso no podía hacerlo Débora, por falta de preparación y aunque la tuviera por descontado que no le dejaría meter las narices en sus negocios al menos hasta que no estuviera seguro de que no era una embaucadora, esa seguridad temía que no llegara nunca.Por otro lado, no se vería con buenos ojos que se metiera a hacer faenas en el campo, así que pocas opciones quedaban. De joven deseó siempre encontrar una mujer parecida a su madre, que se complementara a él tanto en los negocios como en la vida privada. En la corporación había tanto que hacer que le hubiera gustado poder compartir todo con la compañera de su vida, deseó haber sucumbido a los cantos de sirena que le lanzaban algunas compañeras de universidad, pero en esa etapa de su vida se sentía joven, no quería con
Débora volvió la vista al frente y lo que vio la dejó impresionada. Justo en ese momento se abría una enorme verja eléctrica para dejar paso al coche. Daniel saludó con la mano al portero que salió de su garita para dar la bienvenida al dueño. Al fijarse más descubrió un par de hombres cerca de la valla que rodeaba la propiedad, imaginó que debían ser también vigilantes. El coche no se detuvo y avanzó por un largo camino asfaltado con árboles a ambos lados, cruzaron por un inmenso jardín hasta llegar a la casa. Débora alzó los ojos y se encontró de frente con una imponente mansión blanca, acristalada y luminosa compuesta de planta baja y dos pisos más como mínimo, al menos eso es lo que se dejaba ver desde su asiento del coche, no quiso asomarse ni bajar más la cabeza para no resultar demasiado curiosa. Una escalinata de piedra daba acceso a un patio empedrado que bordeaba la casa. Bueno la casa, a Débora más bien le pareció un palacio de película, quedó impresionada por las altas
-¿Tú debes ser David? –Preguntó Débora con una sonrisa dirigiéndose al niño. -¿Quieres darme un abrazo o tienes miedo a ensuciarte? – Esa sonrisa debió agradar al pequeño puesto que levantó sus brazos para que Débora pudiera levantarlo. Le dio un beso en la mejilla y se giró para que su padre, que ya estaba tras ella también pudiera besarlo. Aún con el niño en brazos, que enseguida empezó a juguetear con la larga melena de la muchacha, le presentaron a Remedios y José, un matrimonio mayor encargados del manejo de la casa, a una mujer menuda de mediana edad a la que presentó como Dora, la cocinera. Los empleados la abrazaron con cariño y ella los correspondió. Notó su calor y la aprobación en sus ojos. También le presentó a dos muchachas más jóvenes, Malena y Carola, que se encargaban de las tareas de limpieza, estas le dieron la mano tímidamente. Mike aún estaba abajo de la escalera sujetando a oso, Dan volvió a bajar hasta llegar a su altura, le pidió que devolviera al perro a l
Recorrió con la vista la regia habitación, de corte masculino y con imponentes muebles de madera maciza. Tras unos elegantes y pesados cortinajes verdes se entreveía un amplio balcón. No pudo resistir la tentación de acercarse al cristal la vista era magnífica pues la habitación era la central del edificio y disfrutaba de una espléndida visión de la parte delantera del jardín. Disponía también de una pequeña mesa a modo de despacho en una esquina, un conjunto de dos sillones y un sofá delante de la chimenea, una mesa redonda y cuatro sillas situadas al lado de una ventana. Por supuesto, en el centro una enorme cama, con un mastodóntico cabezal de madera trabajada del mismo tono del resto de muebles, evidentemente hechos a medida. Al dirigir su vista hacía allí, palideció, no había pensado en ello: la suite de Las Vegas tenía dos habitaciones separadas, él le prometió que su matrimonio sería solo de conveniencia. Su marido la estaba observando y sonrió divertido antes de aliviar su m
Era una pregunta retórica y le sirvió para no tener que responder la apreciación de su amigo. Sin dejar tiempo para la respuesta se levantó y marcó en el teléfono situado encima de la mesa de despacho. – En la nevera hay bebidas frescas, toma lo que quieras – añadió mientras esperaba que le respondieran. Al otro lado respondió una voz femenina. -Residencia de la familia SavaterUn voz de femenina respondió al teléfono, Daniel la llamó por su nombre, Donna y le pidió lo comunicara con su madre. El teléfono cambió de manos y se oyó una cariñosa reprimenda:-¿Ya era hora que te encuentro hijo, dónde te habías metido?-Lo siento madre, dejé el cargador del móvil en la casa y no pudiste comunicarte conmigo. Anteayer te llamé a casa y a las oficinas, pero me dijeron que estaban reunida. – Se excusó-¿Estás ya en el rancho hijo? – Preguntó-Si, y ya me imagino por lo que querías llamarme. –Decidió ir al grano- ¿Qué hace Lisbeth en la casa, no se suponía que debía estar en la universidad?
Mike estuvo escuchándolo todo en silencio, cerró los ojos y esbozó una mueca de disgusto: ¡Jóder! Otro problema que se le venía encima a su amigo, por si no tenía suficiente con una esposa desconocida y demasiado joven. Ahora la hermana: igual de joven, además caprichosa, alocada y al parecer fuera de control. Por nada del mundo le gustaría estar en su piel. Podía haberse quedado callado, pero la amistad de años se lo permitía, así que dijo todo lo que pensaba. Daniel no pudo más que estar de acuerdo con su apreciación. Además, le reveló que el primer encuentro de ambas no había sido demasiado amistoso. Le explicó la grosería con la que Lisbeth obsequió a su esposa, la vergüenza que sintió, tanto por el comportamiento como por las palabras maliciosas y completamente fuera de lugar de su hermana. Ojalá estuvieran a tiempo de enmendarla pues no le gustaba nada en lo que se había convertido, comentó con Mike que debería ponerse muy, muy serio con ella…-La han expulsado de la universi
Se divirtió bañando la pequeño, terminó casi empapada y le dio la cena. En la habitación había entrado una de las muchachas, Malena creyó recordar, para recoger todo y arreglar el estropicio que habían dejado en el baño. Se disculpó con la muchacha por el desorden y las salpicaduras. Malena la miró con extrañeza, no estaba acostumbrada a que nadie se disculpara por dar más trabajo de la cuenta, pero no dijo nada.Oscurecía así que supuso era hora de acostar al niño. Lo llevó a la cama, y se recostó también ella a su lado. El pequeño le pidió:-Cuento bora, bora… - Aún no sabía pronunciar su nombre y le llamaba bora.Ella dudó y le preguntó:-¿Quieres que te lea un cuento, yo…?El niño movió afirmativamente la cabeza, se puso de pie encima de la cama y alcanzó un libro de una estantería.-Bueno, esperemos que tenga muchos dibujos o que esté en castellano, porque si no…- dudó con una sonrisa – mal lo tenemos mi tesoro.Se giró boca abajo, Danny la imitó y abrieron los dos el libro q
-Es que no entraba en mis planes casarme de nuevo...-¿Por qué?, Aún eres un hombre joven – insistió la muchacha...-Es una larga historia y no tengo ganas de hablar de ello – zanjó la cuestión un incómodo Daniel, ya se había dado cuenta que la joven era muy curiosa, pero deseaba fervientemente que no fuera una de esas personas que están preguntándose continuamente el porqué de las cosas, a él no le sobraba paciencia precisamente y….Bajaron por la elegante escalera y llegaron de nuevo al vestíbulo. Dan abrió la primera puerta y entraron en un mastodóntico comedor en el que había dispuesta ya encima de una mesa larga lo que se suponía que tenía que ser su cena. José estaba terminando de arreglarlo todo. Débora se sorprendió al ver ese enorme comedor, se dio cuenta que habían distribuido los platos uno a cada lado de la mesa y no pudo evitar reírse divertida: -No pretenderás que comamos aquí. Tan… – rio – tan separados uno de otro. No vamos a poder hablar nada… – y volvió a reír.