Era una pregunta retórica y le sirvió para no tener que responder la apreciación de su amigo. Sin dejar tiempo para la respuesta se levantó y marcó en el teléfono situado encima de la mesa de despacho. – En la nevera hay bebidas frescas, toma lo que quieras – añadió mientras esperaba que le respondieran. Al otro lado respondió una voz femenina. -Residencia de la familia SavaterUn voz de femenina respondió al teléfono, Daniel la llamó por su nombre, Donna y le pidió lo comunicara con su madre. El teléfono cambió de manos y se oyó una cariñosa reprimenda:-¿Ya era hora que te encuentro hijo, dónde te habías metido?-Lo siento madre, dejé el cargador del móvil en la casa y no pudiste comunicarte conmigo. Anteayer te llamé a casa y a las oficinas, pero me dijeron que estaban reunida. – Se excusó-¿Estás ya en el rancho hijo? – Preguntó-Si, y ya me imagino por lo que querías llamarme. –Decidió ir al grano- ¿Qué hace Lisbeth en la casa, no se suponía que debía estar en la universidad?
Mike estuvo escuchándolo todo en silencio, cerró los ojos y esbozó una mueca de disgusto: ¡Jóder! Otro problema que se le venía encima a su amigo, por si no tenía suficiente con una esposa desconocida y demasiado joven. Ahora la hermana: igual de joven, además caprichosa, alocada y al parecer fuera de control. Por nada del mundo le gustaría estar en su piel. Podía haberse quedado callado, pero la amistad de años se lo permitía, así que dijo todo lo que pensaba. Daniel no pudo más que estar de acuerdo con su apreciación. Además, le reveló que el primer encuentro de ambas no había sido demasiado amistoso. Le explicó la grosería con la que Lisbeth obsequió a su esposa, la vergüenza que sintió, tanto por el comportamiento como por las palabras maliciosas y completamente fuera de lugar de su hermana. Ojalá estuvieran a tiempo de enmendarla pues no le gustaba nada en lo que se había convertido, comentó con Mike que debería ponerse muy, muy serio con ella…-La han expulsado de la universi
Se divirtió bañando la pequeño, terminó casi empapada y le dio la cena. En la habitación había entrado una de las muchachas, Malena creyó recordar, para recoger todo y arreglar el estropicio que habían dejado en el baño. Se disculpó con la muchacha por el desorden y las salpicaduras. Malena la miró con extrañeza, no estaba acostumbrada a que nadie se disculpara por dar más trabajo de la cuenta, pero no dijo nada.Oscurecía así que supuso era hora de acostar al niño. Lo llevó a la cama, y se recostó también ella a su lado. El pequeño le pidió:-Cuento bora, bora… - Aún no sabía pronunciar su nombre y le llamaba bora.Ella dudó y le preguntó:-¿Quieres que te lea un cuento, yo…?El niño movió afirmativamente la cabeza, se puso de pie encima de la cama y alcanzó un libro de una estantería.-Bueno, esperemos que tenga muchos dibujos o que esté en castellano, porque si no…- dudó con una sonrisa – mal lo tenemos mi tesoro.Se giró boca abajo, Danny la imitó y abrieron los dos el libro q
-Es que no entraba en mis planes casarme de nuevo...-¿Por qué?, Aún eres un hombre joven – insistió la muchacha...-Es una larga historia y no tengo ganas de hablar de ello – zanjó la cuestión un incómodo Daniel, ya se había dado cuenta que la joven era muy curiosa, pero deseaba fervientemente que no fuera una de esas personas que están preguntándose continuamente el porqué de las cosas, a él no le sobraba paciencia precisamente y….Bajaron por la elegante escalera y llegaron de nuevo al vestíbulo. Dan abrió la primera puerta y entraron en un mastodóntico comedor en el que había dispuesta ya encima de una mesa larga lo que se suponía que tenía que ser su cena. José estaba terminando de arreglarlo todo. Débora se sorprendió al ver ese enorme comedor, se dio cuenta que habían distribuido los platos uno a cada lado de la mesa y no pudo evitar reírse divertida: -No pretenderás que comamos aquí. Tan… – rio – tan separados uno de otro. No vamos a poder hablar nada… – y volvió a reír.
-¡Pero si ya le conté todo en Las Vegas!-Te… te conté, recuerda, por favor – reprendió cariño Daniel – además no puedes haberme contado diecisiete años de vida en unas horas…-¿Quiere… quieres que te cuente todo? – preguntó divertida-Todo, absolutamente todo, quiero saber todo de ti…- bromeó también DanielPero no hizo falta, pues a Débora no le costaba demasiado hablar de su vida, al contrario, le encantaba recordar aspectos de su infancia, le habló de su familia, las travesuras de muchachos junto a los otros niños hijos de jornaleros como ellos….., El la escuchaba con atención, y volvía a reírse divertido con las anécdotas que le contaba. Historias que se vieron interrumpidas por la presencia del mayordomo pidiendo permiso para retirar la mesa y ofreciéndose a traer postre.-¿Tenemos helado José? - preguntó sin pensar con una sonrisa que llenaba su rostro completamente relajado.-No lo creo señor, no acostumbramos a tener, de todas formas, preguntaré en la cocina – respondió u
El cansancio, las emociones y todo lo que había vivido en estos últimos días habían pasado factura en Débora, su cuerpo vencido se dejó llevar por un sueño profundo del que despertó ya bien entrada la mañana a causa de unas risas en la habitación y notar que tiraban de la ropa de la cama.-Despierta “bora”..., tarde… – Repetía insistentemente una voz infantil.Abrió los ojos y lo primero que vio fueron unos ojitos de color miel que la estaban mirando fijamente. Tardó unos minutos en ubicarse hasta recordar donde estaba y a quién pertenecían esos ojitos. Intentó incorporarse en la cama, pero una mueca de dolor apareció en su rostro. Le dolía la cabeza. Revivió la cena y el vino de ayer… Volvió a prometerse que nunca más. Carola, la muchacha que estaba con David pidió permiso para entrar en la habitación y llevarse al niño que se le había escapado, se disculpó con ella por haber dejado que el chiquillo la despertara. A Débora no le importaba y lo dijo, enseguida se levantó.-¿Sabe
Dan pasó el resto de la mañana trabajando en su despacho, con la puerta abierta para observar todos los movimientos del vestíbulo y por supuesto vigilar si alguien descendía por la escalera. Esperaba que su hermana se dignase a bajar para poder hablar con ella. Aún no había podido hacerlo y las pocas palabras que se dijeron al llegar no presagiaban nada bueno. Y mucho menos después de haber hablado con su madre. Urgía hablar muy seriamente con ella, pero dudaba obtener algún resultado positivo.No estaba exento de responsabilidad, lo sabía, e iba a apechugar con su culpa. Cuando su padre primero y Rebeca después murieron, tanto él como su madre se refugiaron en sus ocupaciones. ¿Pero que se podía esperar de dos obsesos del trabajo como eran? Se concentraron en sacar adelante la recién fundada corporación y se olvidaron de todo lo demás, familia incluida. Su madre para olvidar la pérdida del marido y él por partida doble: no quería defraudar a su madre y necesitaba borrar de su men
Daniel tenía claro el camino a seguir, Lisbeth sólo tenía veintiún años, así que tenía pocas opciones de momento: O se graduaba, o trabajaba para ganarse el sueldo o esperaba dependiendo del dinero que le pasaban ellos. Dinero que menguaría si les daba demasiados problemas, se lo advirtió, usando el tono más neutro que pudo. No quería enojarla más de lo necesario ni darle oportunidad que hiciera un berrinche.Dinero aparte, había otro tema en el que no estaba dispuesto a ceder: las amistades, le dejó bien claro que no intentase frecuentar compañías poco recomendables, no entraba en sus planes mantener a ningún vago, ni a ningún florero que se pegase a sus faldas.-Sabía que harías eso. Amenazarme, pero no te creo. No pienso volver a estudiar y mucho menos voy a trabajar, así que en voy a estar aquí el menor tiempo posible hasta que mamá se calme y volveré a Nueva York y si intentáis dejarme si dinero, voy a ir de escándalo en escándalo, puedo dedicarme a vender exclusivas a la pren