Daniel tenía claro el camino a seguir, Lisbeth sólo tenía veintiún años, así que tenía pocas opciones de momento: O se graduaba, o trabajaba para ganarse el sueldo o esperaba dependiendo del dinero que le pasaban ellos. Dinero que menguaría si les daba demasiados problemas, se lo advirtió, usando el tono más neutro que pudo. No quería enojarla más de lo necesario ni darle oportunidad que hiciera un berrinche.Dinero aparte, había otro tema en el que no estaba dispuesto a ceder: las amistades, le dejó bien claro que no intentase frecuentar compañías poco recomendables, no entraba en sus planes mantener a ningún vago, ni a ningún florero que se pegase a sus faldas.-Sabía que harías eso. Amenazarme, pero no te creo. No pienso volver a estudiar y mucho menos voy a trabajar, así que en voy a estar aquí el menor tiempo posible hasta que mamá se calme y volveré a Nueva York y si intentáis dejarme si dinero, voy a ir de escándalo en escándalo, puedo dedicarme a vender exclusivas a la pren
Hacía más de un año que no se habían visto, pero las cosas seguían igual o peor, Margaret continuaba quejándose de lo aburrido que era el pueblo, bien que lo sabía ella. Odiaba pasar los veranos en el rancho, precisamente la mejor época del año, cuando no tenía ninguna obligación y todo el tiempo del mundo para pasarlo en grande, a su familia no se le ocurría nada mejor que encerrarse en la hacienda. Si, claro, cada año hacían un viaje familiar, pero siempre para visitar monumentos y museos. Le había tocado la familia más aburrida del planeta.-No sabes cómo te envidio chica, daría lo que fuera por estar en tu piel, Nueva York, debe ser lo máximo.-Pues no te creas-¿Y eso? Lisbeth le contó divertida que ya no vivía en Nueva York porque la habían expulsado de la Universidad y que su madre al enterarse le canceló el alquiler del apartamento. Así que de momento se estaba tomando un tiempo. Pensaba dedicarse a no hacer nada hasta que su familia se cansara.-Di que sí amiga, yo perdí c
Débora cumplió con su cometido: estar con David. La maestra se fue antes del mediodía, buscó a Daniel, pero este no estaba en la casa, así que comió con el niño. Aprovechó la siesta del pequeño para colocar su ropa en el vestidor que compartía con Daniel. Y luego pasaron el resto de la tarde jugando en el jardín. Encontraron el lugar era perfecto para hacer navegar al barquito de madera: Se trataba de un surtidor redondo con un salto de agua que daba a un pequeño estanque. El juguete daba vueltas arrastrado por la corriente de hasta que caía por el desnivel y quedaba dentro del estanque, la mayoría de las veces boca abajo divirtiendo a David que pedía continuamente a Débora que volviera a colocar a “tronquito”, así habían bautizado al barquito al principio del recorrido y vuelta a empezar.El pequeño se encariñaba con Débora a marchas forzada, obvio ella le hacía caso. Antes de su llegada, el niño se pasaba muchas horas o bien jugando sólo, con alguna de las muchachas o con Reme.
Los Montrail cenaron en casa de los Savater ajenos aparentemente al enfado de Daniel. Las dos mujeres se pasaron la mayor parte de la velada ridiculizando a Débora. Una por celos y la otra simplemente por fastidiar. Eddie no pedía detalle de nada. En su cabeza se aparecía una y otra vez la imagen de Débora con la camiseta empapada. Se le hacía la boca agua. Le gustaba esa chiquilla. El condenado Daniel nunca había tenido mal gusto con las mujeres. Mandy su mujer en el Menfis era muy hermosa y una chica que aparecía a veces por la finca y con la que salía a menudo en las revistas también era espectacular. Y ahora su esposa estaba muy bien, aunque aparentase lo contrario. Tenía una figura perfecta, y se intuía que iba a mejorar rápidamente.El veía más allá de esa apariencia de poca cosa. La tranquilidad y su estancia en la finca le sentarían de maravilla, en pocos días estaría a pedir de boca. Su cara era preciosa, con esos lindos ojos verdes y una boca que pedía a gritos ser besa
La vivienda de la familia Oliver, un edificio de dos plantas, era de construcción más moderna que la casa principal del Rancho. Una pequeña escalera daba paso a la entrada principal situada en el primer piso, rodeado de un porche donde destacaba un enorme balancín y en el que se veían un montón de juguetes de niños tirados por todas partes. El matrimonio Oliver ya los estaba esperando en lo alto de la escalera, los dos hombres se encargaron de hacer las oportunas presentaciones.La esposa de Mike era una mujer morena, de altura media y sonrisa agradable. Dos enormes ojos negros iluminaban su agraciado rostro inspirando tranquilidad y confianza. Débora recordó el saludo de Lisbeth y tendió tímidamente la mano para no llevarse un nuevo rechazo. Contrariamente a lo que supuso, Marcia prefirió abrazarla con fuerza, darle dos besos y regalarle una sonrisa. Sin soltarla la introdujo en la casa con la excusa ayudar a preparar la cena. Ya en la cocina sorprendió a Débora al darle gracias
En la cocina, Marcia se dedicaba a sondear disimuladamente a Débora. Mike le había explicado su versión, pero no es que fuera un hombre demasiado meticuloso, la mayoría de las veces se le escapaban detalles importantes y solía quedarse en la superficie, sin hurgar demasiado ni llegar hasta el fondo. Además, la fidelidad que le profesaba a Daniel seguro influía en su percepción de los hechos. No tomaría partido por nadie hasta tener el punto de vista de la protagonista de la historia. Obviamente, no le preguntó directamente por su marido, empezó por curiosear en la vida anterior de Débora. Por lo que pudo deducir se trataba de una buena chica que se encontró en el camino equivocado, no por voluntad propia sino por las circunstancias. Decidió que valía la pena ayudarla y así se lo propuso. A fin de cuentas, a Mike también le caía bien la muchacha, se lo había confesado sinceramente, y pensaba que podía hacerle bien a su amigo. Dan necesitaba un golpe de suerte y si esa suerte ven
Esperó a que la muchacha trajera la bebida, Eddie Montrail sirvió, acercándole uno de los vasos a Dan. – Por las mujeres – Brindó.-No pienses que voy a brindar contigo – Le contestó apurando su bebida de un solo trago. – No soy tu amigo y no te he invitado a sentarte a mi mesa. Si no quieres tener problemas conmigo – ahora si lo amenazó directamente – mejor te vas por donde has venido.-Vaya, amigo. Veo que tienes sed. – Respondió llenándole el vaso de nuevo – No te han servido alcohol en casa de tu perro faldero. – Se mofó el vecino insultando gratuitamente a Mike.Danny optó por hacer que no oía esa nueva burla y repitió por enésima vez que lo dejara en paz y se fuera. Montrail obviamente siguió sin hacer caso e insistió en su provocación, intentó llamar a dos chicas de la barra para que les hicieran compañía. Pero no fue ese gesto lo que provocó la ira de Daniel, sino las palabras que el hombre pronunció a continuación:-Supongo que si estás aquí esta noche es que ya te has ca
- Te he visto trabajar muy duro esta mañana por lo que deberías tener más hambre, pero al ver que revolvías la comida he supuesto que algún problema te ha cerrado el estómago.Daniel salió de su ensimismamiento, con un movimiento de cabeza lo invitó a sentarse y a servirse comida de la cesta. Mike se ofreció como paño de lágrimas, Dan no estaba demasiado convencido, aunque lo intentó.-¿De qué va a servir? Ayer tuve un feo encuentro con Eddie. – Dijo-Por la tarde, ya lo sé – Recordó Mike.-No, ese fue el primero, tuve otro por la noche…, Cuando regresamos a la casa me largué al Menfis… – confesó fastidiado y más fastidiado se sintió por el regaño de su amigo, este tenía razón, estaba loco y parecía no haber escarmentado lo suficiente. Reconoció con enfado que, a pesar de no ser estúpido, en los últimos días sólo estaba cometiendo una estupidez tras otra.-No se que se me ha metido en la cabeza. – Reconoció al terminar su comentario. Fue lo único que acertó a decir, declarándose tota