Por la noche, llegó cansado y tarde a la casa, le dolía la espalda de acarrear cestos repletos de fruta. Gozaba de un físico excelente y estaba en forma, sin duda, pero trabajar de jornalero era una tarea bien dura a la que se debía estar acostumbrado, seguro que mañana amanecería bien molido. Ahora eso sí, no le importaba en absoluto pues había conseguido su objetivo: estaba tan cansado que solo tenía en mente darse una buena ducha, pasar un ratito con su hijo y meterse en la cama. Seguro que dormiría de un tirón.Pero por enésima vez no pudo cumplir sus deseos: Otra vez los vecinos. Lisbeth los había vuelto a invitar, se disgustó a pesar de que no le sorprendió. Molestarlo era el plan de su hermana para que la dejara hacer su antojo. Era la cruz que le tocaba aguantar pues se lo había prometido a su madre. Lo que ya no le gustó tanto fue ver a su mujer en la sala hablando con ellos. Estaban tomando unas copas y Eddie no la dejaba tranquila, lo tenía pegado a sus faldas pendiente
-Pues yo creo que si. – Insistió nuevamente Eddie, antes de confirmarlo directamente y sin hacer caso del rotundo basta que pronunció Daniel - ¡Sí! ¡Yo te he visto en el Menfis! Hasta hace poco trabajabas allí. ¡Estoy seguro! – afirmó con solemnidad mirándola fijamente.Margaret que ya estaba enterada y se había puesto de acuerdo con su hermano para ridiculizar a su rival empezó a reír y aprovechó para dirigirse a Daniel y burlarse más si cabe:-¡Joder Danny! No me lo esperaba de ti, no hace falta casarse con las mujeres del Menfis. Con pagar es suficiente… Además, sabes que muchas mujeres estaríamos encantadas de acostarnos contigo y gratis… - Insinuó descaradamente y sin ningún tipo de pudor mirando directamente a su rival que enrojeció por completo.Lisbeth que era la única que no estaba enterada de nada y tampoco sabía que era el Menfis, puesto que eran pocas las veces que había estado en el rancho, e intentaba no frecuentar demasiado el pueblo cuando no le quedaba más remedio que
El maldito acuerdo, ¿Es que ella sólo pensaba en eso? ¿Quién sabe dónde estarían todos dentro de un tiempo? No entendía como sus cómplices tardaban tanto en dar señales de vida. Esa espera lo estaba matando y debía reconocer que cada día le molestaba más y más una idea loca que se le iba metiendo lentamente en su cabeza: Se veía pasando el resto de su vida con Débora a su lado. Esa lucha interior lo enojó enormemente, la creía una vil chantajista y mentirosa y aun así sentía que la necesitaba cada día más. Le dolían como si las hubiera padecido él en sus propias carnes las burlas de las que había sido objeto durante la cena. Esos sentimientos encontrados y dispares chocaron y reaccionó muy mal, de la peor manera, no pudo evitarlo y le gritó, gritos en su mayor parte dirigidos a acallar su voz interior, pero que sufrió Débora en su lugar.-¡Déjate de tonterías, he tenido un día muy duro y quiero irme a descansar! ¡Tú no te vas de aquí y basta! Ya puedes ir despidiéndote de esta idea
Débora no respondió, ensimismada de nuevo en sus recuerdos buscaba el sitio adecuado encima del tocador para ubicar ese regalo. Decidido a recomponer la situación se acercó nuevamente a ella, tras un leve momento de duda le puso las manos cariñosamente encima de los hombros mientras aprovechaba para preguntarle lo que había estado haciendo esos días. Lo sabía perfectamente puesto que el personal de servicio lo mantenía convenientemente informado, pero ella no tenía porque saberlo. La muchacha respondió con sinceridad, sin ningún fingimiento para quedar bien u ocultar la apatía en la que estaba sumida:-Lo mismo de siempre. Tomar clases, jugar con David, cuidarlo… No hay nada más que hacer - se quejó amargamente mientras se daba la vuelta y escapaba de ese contacto que una vez pasado el momento de emoción ahora si le quemaba - bueno, supongo que hay mucho trabajo, pero no puedo hacer nada más. Eso es lo que quedamos, ¿no? Y así será durante hasta que pueda irme.Otra vez la misma c
Por supuesto lo primero, aclaró en seguida Daniel, de lo segundo no había nada. Le dejó bien claro que el nunca le había prometido nada, que había sido la vecina la que insistía en tener una relación -De sobras sabes que a mí no me interesa el matrimonio - En los ojos de Débora observó una sombra de duda al escuchar la palabra matrimonio, supo que no había elegido las palabras correctas y rectificó – Bueno, no me interesaba el matrimonio con ella…, nunca le di ningún motivo para ilusionarse conmigo. De verdad. Ella insistió en que era un error intentar alargar su relación, le pidió nuevamente que la dejara ir ya desde ese mismo instante, seguro que ambos se evitarían muchos problemas futuros. Pero él no estaba dispuesto a ello y se lo confesó con el corazón en la mano, obviando que su cabeza pedía lo contrario, le abrió por primera vez su alma y le explicó que se estaba acostumbrando a tenerla en casa por lo que no quería que se fuera. Fue sincero cuando le confirmó que casarse no
Débora se sentía como una niña con un juguete nuevo, saber que podía salir del rancho con el niño para ir donde quisiera era una sensación nueva para ella. Desde que llegó al Menfis no había visitado nada de la zona. Retenida en el local no se le permitía salir a la calle. Pero…, había un pero, siempre hay un pero, la verdad es que estaba un poco asustada, no conocía el lugar y tampoco quería demostrar que estaba demasiado ansiosa por salir a la calle, así que decidió que mejor esperaría que pasaran unos días para visitar la zona. Entonces se acordó de Marcia, no la había visto desde el día de la cena y quería contarle, hablar con ella… ¡Sí! la primera salida sería para visitar a la mujer que le ofreció su amistad. Así sabría cuanta verdad había en las palabras que pronunció la noche que se conocieron. Aparte David se alegraría de jugar un ratito con sus amigos.La encontró en la casa sentada en el porche observando a los niños que jugaban. David enseguida se unió a sus juegos.
Marcia constató que había vuelto a hablar de más de la cuenta y no le quedó otro remedio que intentar explicar a su amiga el porque de sus palabras. Según ella si Daniel había cometido un delito, este no prescribía al cumplir ella dieciocho años. Por lo tanto, casándose con ella, llevándola a casa y sobretodo presentándole a su hijo, la persona por la que daría su vida evidenciaba claramente que no creía que fuera una aventura pasajera. Le confesó una verdad como un templo:-Si fuera sólo por evitar la cárcel, recuerda que es abogado, conoce todos los recursos legales y tiene mucho poder, es prácticamente al amo de todo el condado. Y lo más importante: Cuenta con amigos en cargos de responsabilidad. Seguramente no habría ni pisado un juzgado, desgraciadamente eso que la justicia es igual para todo no se cumple la mayoría de las veces… -Creo que lo hizo para que el escándalo no salpicara a su madre, me parece que está metida o quiere entrar en política...-Bueno – confesó ahora si
Unas semanas después, y tras meditarlo concienzudamente, Débora se decidió a visitar Castroville, una pequeña ciudad de unos dos mil quinientos habitantes que era el núcleo urbano más cercano al rancho y del que dependían la mayoría de los servicios. El local en el que estaba retenida se encontraba ubicado a las afueras de la ciudad, en la carretera de Hondo a unos dos kilómetros de distancia del centro, pasada la pequeña zona industrial compuesta por un par de talleres de reparación, una gasolinera y un concesionario de venta de coches. Compartía explanada con un local de música country que hacía las veces de hamburguesería. Supuso que si no se paraba en esa zona no tendría ningún problema, así que después de dar sus clases le pidió a Martín que los llevase directamente al centro del pequeño pueblo. La pequeña urbe no difería en mucho de todos los pequeños núcleos urbanos de la zona. Una ciudad plana, por donde atravesaba la carretera se habían ubicado la mayoría de los comercio