Débora no respondió, ensimismada de nuevo en sus recuerdos buscaba el sitio adecuado encima del tocador para ubicar ese regalo. Decidido a recomponer la situación se acercó nuevamente a ella, tras un leve momento de duda le puso las manos cariñosamente encima de los hombros mientras aprovechaba para preguntarle lo que había estado haciendo esos días. Lo sabía perfectamente puesto que el personal de servicio lo mantenía convenientemente informado, pero ella no tenía porque saberlo. La muchacha respondió con sinceridad, sin ningún fingimiento para quedar bien u ocultar la apatía en la que estaba sumida:-Lo mismo de siempre. Tomar clases, jugar con David, cuidarlo… No hay nada más que hacer - se quejó amargamente mientras se daba la vuelta y escapaba de ese contacto que una vez pasado el momento de emoción ahora si le quemaba - bueno, supongo que hay mucho trabajo, pero no puedo hacer nada más. Eso es lo que quedamos, ¿no? Y así será durante hasta que pueda irme.Otra vez la misma c
Por supuesto lo primero, aclaró en seguida Daniel, de lo segundo no había nada. Le dejó bien claro que el nunca le había prometido nada, que había sido la vecina la que insistía en tener una relación -De sobras sabes que a mí no me interesa el matrimonio - En los ojos de Débora observó una sombra de duda al escuchar la palabra matrimonio, supo que no había elegido las palabras correctas y rectificó – Bueno, no me interesaba el matrimonio con ella…, nunca le di ningún motivo para ilusionarse conmigo. De verdad. Ella insistió en que era un error intentar alargar su relación, le pidió nuevamente que la dejara ir ya desde ese mismo instante, seguro que ambos se evitarían muchos problemas futuros. Pero él no estaba dispuesto a ello y se lo confesó con el corazón en la mano, obviando que su cabeza pedía lo contrario, le abrió por primera vez su alma y le explicó que se estaba acostumbrando a tenerla en casa por lo que no quería que se fuera. Fue sincero cuando le confirmó que casarse no
Débora se sentía como una niña con un juguete nuevo, saber que podía salir del rancho con el niño para ir donde quisiera era una sensación nueva para ella. Desde que llegó al Menfis no había visitado nada de la zona. Retenida en el local no se le permitía salir a la calle. Pero…, había un pero, siempre hay un pero, la verdad es que estaba un poco asustada, no conocía el lugar y tampoco quería demostrar que estaba demasiado ansiosa por salir a la calle, así que decidió que mejor esperaría que pasaran unos días para visitar la zona. Entonces se acordó de Marcia, no la había visto desde el día de la cena y quería contarle, hablar con ella… ¡Sí! la primera salida sería para visitar a la mujer que le ofreció su amistad. Así sabría cuanta verdad había en las palabras que pronunció la noche que se conocieron. Aparte David se alegraría de jugar un ratito con sus amigos.La encontró en la casa sentada en el porche observando a los niños que jugaban. David enseguida se unió a sus juegos.
Marcia constató que había vuelto a hablar de más de la cuenta y no le quedó otro remedio que intentar explicar a su amiga el porque de sus palabras. Según ella si Daniel había cometido un delito, este no prescribía al cumplir ella dieciocho años. Por lo tanto, casándose con ella, llevándola a casa y sobretodo presentándole a su hijo, la persona por la que daría su vida evidenciaba claramente que no creía que fuera una aventura pasajera. Le confesó una verdad como un templo:-Si fuera sólo por evitar la cárcel, recuerda que es abogado, conoce todos los recursos legales y tiene mucho poder, es prácticamente al amo de todo el condado. Y lo más importante: Cuenta con amigos en cargos de responsabilidad. Seguramente no habría ni pisado un juzgado, desgraciadamente eso que la justicia es igual para todo no se cumple la mayoría de las veces… -Creo que lo hizo para que el escándalo no salpicara a su madre, me parece que está metida o quiere entrar en política...-Bueno – confesó ahora si
Unas semanas después, y tras meditarlo concienzudamente, Débora se decidió a visitar Castroville, una pequeña ciudad de unos dos mil quinientos habitantes que era el núcleo urbano más cercano al rancho y del que dependían la mayoría de los servicios. El local en el que estaba retenida se encontraba ubicado a las afueras de la ciudad, en la carretera de Hondo a unos dos kilómetros de distancia del centro, pasada la pequeña zona industrial compuesta por un par de talleres de reparación, una gasolinera y un concesionario de venta de coches. Compartía explanada con un local de música country que hacía las veces de hamburguesería. Supuso que si no se paraba en esa zona no tendría ningún problema, así que después de dar sus clases le pidió a Martín que los llevase directamente al centro del pequeño pueblo. La pequeña urbe no difería en mucho de todos los pequeños núcleos urbanos de la zona. Una ciudad plana, por donde atravesaba la carretera se habían ubicado la mayoría de los comercio
Débora no pudo evitar sonrojarse ante esta apreciación, miró alrededor por si alguien las había escuchado e intentó cambiar de tema, preguntó por las demás compañeras…Monna le comentó que las otras chicas estaban bien, y que se pondrían muy contentas cuando les contara la suerte que había tenido. Cosa que no era del todo cierto, quizá alguna sí, pero la mayoría en lugar de alegarse envidiarían la suerte de su excompañera, pero Monna se acordaba perfectamente de la buena fe de la muchacha que incluso rayaba la inocencia, desde luego no era una muchacha apta para subsistir en ese inframundo de la prostitución donde el instinto de supervivencia pasaba por encima de las lealtades y decidió ponerla a prueba. ¿Qué había hecho esa boba para merecer tanta buena suerte? A lo mejor lograba sacarle algo, inventó rápidamente una historia para engañarla.-Que fortuna tuviste – repitió – ojalá me hubiera pasado a mí, verdaderamente necesito un golpe de suerte…Tal como preveía Monna, Débora mordi
¡La ranchera! ¡Su ranchera! La ranchera que había puesto a disposición de su esposa se encontraba estacionada en la explanada, Martín esperaba tranquilamente apoyado en el capó. ¡Maldita sea! Bueno quizá habían ido a comer una hamburguesa al local de country. ¡Imposible! Cerraba los lunes, y era lunes Aparcó al lado, saltó del coche, ni se molestó en cerrar la puerta y abordó directamente a Martín, lo reprendió con dureza por haber permitido que su mujer y su hijo entraran en ese local. El atorado empleado intentaba disculparse, estaba cumpliendo las órdenes que le había dado, ni más ni menos: le había pedido que le informara de los movimientos de su esposa, no que los evitara. Pero sus palabras de excusa no conseguían que Daniel se calmara, en su estado no atendía razones, ni siquiera escuchaba. Y mucho más se excitó cuando Martín buscando otra excusa para calmar a su patrón puso más leña al fuego con sus explicaciones ya que se le ocurrió mencionar que había oído rumores que la es
Juárez tampoco se dio cuenta por estar totalmente pendiente de manosear a la muchacha. Con un solo vistazo Daniel advirtió lo que pasaba, ante todo pensó en la seguridad de su hijo por lo que ordenó a su empleado que lo cogiera y salieran inmediatamente a la calle. Con el niño a salvo fuera del local se dirigió hacía donde estaba Juárez que seguía forcejeando con Débora. Lo levantó de la mesa y lo golpeó fuertemente. Rodaron por encima del mobiliario y tras un intercambio de golpes lo tumbó. Al ver a su rival en el suelo exclamó:-Que sea la última vez que te cruzas en mi camino o te cierro esta pocilga y te mando lejos. ¿Entendiste? – Ordenó sin poder evitar una mirada de furia que pasaba del cuerpo de Juárez a la cara asustada de Débora. Salió a la calle arrastrando a la muchacha por el brazo, se dirigió al coche, Martín ya había colocado al niño en su asiento y se veía tranquilo, le ordenó a su hombre que los llevara a casa y que no los dejara salir más. Y se fue sin decir nad