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Por la noche, llegó cansado y tarde a la casa, le dolía la espalda de acarrear cestos repletos de fruta. Gozaba de un físico excelente y estaba en forma, sin duda, pero trabajar de jornalero era una tarea bien dura a la que se debía estar acostumbrado, seguro que mañana amanecería bien molido. Ahora eso sí, no le importaba en absoluto pues había conseguido su objetivo: estaba tan cansado que solo tenía en mente darse una buena ducha, pasar un ratito con su hijo y meterse en la cama. Seguro que dormiría de un tirón.

Pero por enésima vez no pudo cumplir sus deseos: Otra vez los vecinos. Lisbeth los había vuelto a invitar, se disgustó a pesar de que no le sorprendió. Molestarlo era el plan de su hermana para que la dejara hacer su antojo. Era la cruz que le tocaba aguantar pues se lo había prometido a su madre. Lo que ya no le gustó tanto fue ver a su mujer en la sala hablando con ellos. Estaban tomando unas copas y Eddie no la dejaba tranquila, lo tenía pegado a sus faldas pendiente
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